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//21 de Junio, 2011 |
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invitado a las 09:09, en
Politica Nacional |
Escribe Carlos Raimundi, Nuevo Encuentro Más allá del listado de avances acaecidos desde 2003, todos pueden ser englobados alrededor de un eje común: haber puesto al descubierto la profunda diferencia entre Gobierno y poder.
Durante décadas vivimos sumidos en la creencia de que quien dictaba los grandes lineamientos políticos era el Gobierno de la política. Lo que se puso en evidencia, es que esos gobiernos no hacían más que obedecer dócilmente a las políticas dictadas por los poderes fácticos, Embajadas, corporaciones económicas y financieras, conducción de la Iglesia, grandes medios.
El corte surgido a partir de 2003 tiene que ver con el incremento de los márgenes de autonomía de la política, y de su capacidad de interpelar a esos poderes, que históricamente se sintieron muy cómodos con los partidos tradicionales, e hicieron grandes negocios por vía de los distintos formatos con que se fueron expresando los sucesivos ajustes sociales.
La irreverencia frente a ellos es lo que los irrita, lo que alimenta su sed de vengarse a cualquier precio por el espacio arrebatado. Allí reside la verdadera causa de lo que ellos denominan “crispación”, lo que lleva a Macri a calificar como el peor momento de la democracia a aquello que a quienes venimos de una raíz nacional y popular nos sitúa en uno de las etapas más intensas y excitantes que hemos vivido.
De este planteo preliminar se desprenden tres grandes vectores. El primero, que en la Argentina actual existe un solo núcleo de irradiación política autónomo de las corporaciones, y es, con sus más y sus menos, el Gobierno nacional. Del otro lado, apellidos que figurarán impresos en el cuarto oscuro pero que no son quienes deciden la política opositora, sino que expresan la continuidad de aquel sometimiento histórico.
Es así que el candidato radical no forma la alianza que hubiera querido sino la que le ordenaron, y que deshonra a su padre, obligado a decir que derogaría la Ley de Medios, a cambio de apariciones mediáticas. Ante la inexistencia de una oposición que confronte modelos, es que la campaña se centra únicamente en lo destructivo. Denuncias de corrupción, clima de inseguridad, disparada de precios, falta de nafta, malestar por paros en aeropuertos, vidrieras apedreadas o vagones quemados en las estaciones, etc. Es aquí donde debe aparecer todo el instrumental pedagógico que permite el manejo del Gobierno, de modo de anticiparse y contrarrestar esta estrategia tan perversa como evidente.
El segundo vector tiene que ver con el espacio que encabeza Hermes Binner, que está llamado a expresar el slogan: “hay vida a la izquierda del kirchnerismo”, y al que analizaré desde distintos planos. El primero, mi respeto y reconocimiento a algunas de sus políticas provinciales que distan de colocarlo en el andarivel de una oposición neoliberal. Con esto quiero decir que si la futura agenda fuera discutida entre el kirchnerismo y ese frente, tendremos matices y encontronazos, pero esa agenda se habrá corrido hacia un meridiano mucho más cercano a lo nacional y popular, que si debiéramos seguir discutiéndola con las expresiones del neoliberalismo.
El segundo plano de análisis es su condición de frente testimonial, cuya mayor fortaleza está en acentuar una de las dos condiciones de la gobernabilidad –una buena propuesta- sin dar la importancia necesaria a su sustentabilidad política y social. En otras palabras, una cosa es proponer una buena política, y otra es contar con la fuerza política y social para sostenerla. Este punto está lejos de ser cubierto por ese frente llamado progresista. De aquí deriva el último plano de análisis, que me parece el más profundo. Los dirigentes de raíz socialista, los que pretenden ser la izquierda del partido radical (aunque Stolbizer le haya ofrecido una candidatura a Llambías, que sigue hablando de sucios trapos rojos), y quienes pretenden ser sindicalistas alternativos, son la versión actualizada de una línea histórica que enarbola banderas de izquierda, pero desde la vereda de enfrente del sujeto de cambio que es el peronismo. Por eso estamos juntos en etapas de resistencia, pero nos separamos en etapas de construcción. El maximalismo que profesan está teñido de un sustrato, una idea de fondo que traducida en palabras sería: queremos hacer lo correcto sin mancharnos con las contradicciones del peronismo, y mucho menos del ejercicio del poder. Es, sin duda, un debate pendiente que lleva muchas décadas y que excede, también en mucho, la contingencia electoral.
El último vector es si asistimos a un nuevo tramo en la historia de los gobiernos del PJ, o si, como sería de desear, estamos ante una etapa fundacional de un nuevo espacio e identidad política, con el sujeto peronista como eje vertebrador, pero que exceda al PJ como estructura partidaria formal. El sueño trunco de John William Cooke, la conexión del sujeto que Evita representaba, con el sistema de ideas representado, entre otros, por Ernesto Guevara.
Es apasionante formar parte de este proceso, y parece mentira que algunos compañeros que se atribuyen la condición de progresistas, lo estén desperdiciando.
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//15 de Abril, 2011 |
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invitado a las 10:20, en
Panorama Provincial |
Oscar Aguad representa la corriente neoliberal y ultraconservadora de la Unión Cívica Radical. Vinculado a Luciano Benjamín Menéndez y procesado por el destino no aclarado de 60 millones de pesos durante la intervención radical en Corrientes, también respaldó a Luis Patti para que asumiera su banca como diputado.
El actual presidente del bloque de Diputados de la UCR, Oscar Aguad, es el candidato que la Unión Cívica Radical impulsa para ser electo Gobernador de la Provincia de Córdoba, al ganar las elecciones internas abiertas contando con el apoyo, a nivel nacional, del senador Ernesto Sanz, del vicepresidente Julio Cobos y del candidato presidencial Ricardo Alfonsín. "Los pobres que no pueden ver fútbol de una u otra forma se las arreglan para robar cable", le dijo Aguad a un matutino de Córdoba, palabras reproducidas por el Canal 10 de esa ciudad, en línea con las declaraciones del senador Ernesto Sanz cuando afirmó que “la asignación universal se va por la canaleta del juego y la droga”. Lo que se fue por alguna canaleta son los 60 millones de pesos/dólares de préstamo solicitados en agosto del 2000 por Aguad, cuando era delegado normalizador en el municipio de la ciudad de Corrientes, durante la intervención federal del radical Ramón Bautista Mestre. El préstamo del Banco Nación estaba destinado a cancelar deudas con el IPS, el Ioscor y concretar algunas obras menores, ofreciendo como garantía los fondos federales coparticipables. Sin embargo, el dinero sería canjeado casi inmediatamente por bonos CECACOR, una cuasimoneda implementada por la gestión del fallecido Mestre. Tras el canje, los dólares que quedaron se esfumaron, dejando hipotecado al tesoro municipal por muchos años. Aguad sería procesado, pero gozaría de inmunidad parlamentaria al asumir como diputado nacional desde diciembre de 2005. Hoy, el represor Luis Abelardo Patti fue condenado a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Sin embargo en el 2008 estuvo a punto de asumir como diputado por el PAUFE. En esa oportunidad, el kirchnerismo en la cámara baja impulsó su destitución para evitar que Patti ocupe su banca en el Congreso, lo cual hubiera sido una verdadera muestra de impunidad. Finalmente, el represor ahora condenado a cadena perpetua tuvo el apoyo de algunas fuerzas políticas. Una de ellas fue la UCR, cuyo jefe de bloque, Oscar Aguad, afirmaba que "el partido Justicialista quiere destituirlo antes de que asuma en su banca y eso es imposible". Para Aguad –apodado en su provincia “El milico”- no correspondía votar por el desafuero del represor. “Hay que cumplir con la Ley, con la Constitución, hay que esperar que asuma para luego evaluar si se lo desafuera”, era la postura del actual candidato a Gobernador de Córdoba por la UCR, toda una muestra de su pensar y sentir ideologico. |
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//13 de Abril, 2011 |
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invitado a las 08:14, en
Politica Nacional |
Cobos terminó su ingloriosa carrera porque no pudo superar la improvisación permanente, porque no se dirigió nunca a ninguna parte, y porque sólo puede ser un héroe de 30 segundos.
Si hubiera que responsabilizar a Néstor Kirchner de alguna grave metida de pata, de un error con consecuencias en la conformación del tablero político nacional, la designación de Julio “Cleto” Cobos sería la gafe mayor. Es cierto que Cristina Fernández también aceptó a Cleto, pero lo hizo sin entusiasmo. Después de todo sólo debía agitar la campanilla en el Senado. Y como en la división interna del trabajo Néstor estaba a cargo del armado político, su punto de vista terminó prevaleciendo. De modo que entregó la vicepresidencia a un hombre de méritos vidriosos, ya que Cobos practicó siempre idéntica estrategia: avanzar sin mayores consideraciones, un pragmático de la vieja escuela radical.
Cuando Cobos descubrió que la gobernación de Mendoza era un techo difícil de traspasar, al menos en lo inmediato, desde la limitada plataforma de la UCR, no tuvo ningún inconveniente en sumarse al primer proyecto que le permitiría crecer. Y por esa vía devino coequiper de Cristina, porque trepaba otro escalón con la simple martingala de transformarse en radical K. En el clásico juego de la silla, obtuvo una de las dos posiciones más restallantes, mientras esperaba la oportunidad de ir por todo. El conflicto campero, que explotó en los inicios de 2008, le sonrió con insistencia y Cleto volvió a hacer lo que mejor sabe: sacar ventaja en el cortísimo plazo. Y por un instante las luces de todos los flashes se dispararon sobre su esmirriada figura, y un político sin mayores fulgores alcanzó la tapa de diarios y revistas; había nacido el cobismo, se trataba de saber cuánto duraría.
Conviene no equivocarse, la evolución del conflicto campero no dependió en ninguna medida del comportamiento de Cleto. Si en lugar de cambiar de cancha hubiera conservado la vertical, nada se hubiera modificado sustantivamente. Es imposible imponer normas impositivas que no gocen de un cierto consenso. Y la 125 –desde el momento en que compactó a los productores tras la bandera del rechazo– no era precisamente una excepción. Pero una cosa es la paliza campera que sufrió el gobierno, y otra ver cómo la movilización ingresa en el propio territorio político arrasándolo. Dos personajes jugaron un papel central en esa lógica evolutiva: Felipe Solá y Cobos, y ambos están curiosamente mal posicionados de cara a 2011; vale la pena preguntarse el por qué.
La dinámica social y la lógica económica hicieron lo suyo. Por eso Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, más allá de quién las gobernara, votaron en bloque contra el proyecto oficial. El gobernador que no se plegara corría el serio riesgo de ser desbordado, y ninguno lo intentó. No se trató de convicciones profundas, ni una especie de crítica solapada a una política agraria de patas cortas, los tres sabían que enfrentar la marea equivalía a desaparecer y se plegaron con bombos y platillos, parecía que resistir la 125 era el camino para jugar en las grandes ligas, terminaría siendo una ilusión.
EL CASO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. El único gobernador que actuó según la complejidad de su propio territorio fue Daniel Scioli. En la provincia funcionan dos lógicas en simultáneo: la de la Pampa Húmeda (traccionada por los precios del mercado mundial, en medio de una gigantesca burbuja financiera que infla precios), y la actividad industrial vinculada al mercado interno. Felipe Solá asumió la representación directa de una, dejando en manos el gobernador el problema superior: empalmar ambas. Por cierto que no fue Scioli quien quedara a cargo de tan complejo asuntillo, pero el gobernador enfrentó a Solá, impidiendo que el gobierno nacional cayera durante la hemorragia parlamentaria. Scioli frenó a Solá, y al frenarlo evitó el derrumbe de Cristina Fernández. Ese fue y ese es el corazón de su capital político: resistir cuando hace falta, no plegarse a la inmediatez, apostando a que el gobierno nacional terminaría resolviendo el introito a su manera. La apuesta funcionó, el gobierno dio vuelta la taba, y Solá quedó a un costado de la cancha, sin más juego que el que aporta un Congreso que no sabe jugar. Si se piensa que Elisa Carrió bastoneó el Grupo A, todo el año 2009 y parte de 2010, se termina entendiendo: el declaracionismo hueco no construye una política alternativa. Solá no supo evitar la trampa.
Julián Domínguez sería el hombre que terminaría transformando la Secretaría de Agricultura y Ganadería en ministerio, y como ministro puso en caja el desaguisado; a tal punto, que la Pampa Gringa, al igual que la Pampa Húmeda, dejaron de ser territorio “enemigo”. Esto no es opinable. No depende del resultado de una encuesta. Basta mirar las internas del PJ en Córdoba y Santa Fe para entender: el punto de recomposición pasó y pasa por el gobierno nacional. Y no casualmente el nombre de Domínguez, que algo tuvo que ver con semejante cambio, suena fuerte como candidato a vicegobernador bonaerense; es que su presencia refuerza electoralmente el caudal de Scioli, y marca la cancha. Después de todo Domínguez es un cuadro del gobierno nacional.
Los cuatro jinetes de la Mesa de Enlace, por su parte, fueron mostrando que no sólo son incapaces de orientar al bloque opositor, ni siquiera lograron conservar la convergencia. No se trata de las truhanerías pícaras de un ministro que conoce el paño, sucede que el interés compartido dejó de serlo cuando el gobierno matizó los instrumentos de la política agraria.
Esa es la cuestión, el error de diagnóstico que metió en la misma bolsa a productores grandes –los denominados pool de siembra– con los pequeños propietarios fue corregido, y la Federación Agraria terminó distanciándose, con el correr de los meses, de la Sociedad Rural. Y sin la presencia de los pequeños productores en la ruta, la capacidad de presión política de la Mesa de Enlace cayó a pique.
Entonces, el motivo de la deblacle de Cleto resultó simple: para que su lugar pueda existir era preciso que el bloque campero fuera capaz de articular una política nacional, un programa para el conjunto de la sociedad. Como sólo puede hilvanar un pliego de reivindicaciones sectoriales, para terminar reivindicando una Convertibilidad de cuatro pesos: el viejo y peludo programa de la Alianza de Fernando de la Rúa y el Chacho Álvarez; y esa propuesta (en una sociedad que abandonó la Convertibilidad, y comprobó las ventajas de sacarse de encima un chaleco de plomo) no suena electoralmente competitiva.
En apretada síntesis: Cobos terminó su ingloriosa carrera porque no pudo superar la improvisación permanente, porque no se dirigió nunca a ninguna parte, y porque sólo puede ser un héroe de 30 segundos; es que nadie se imagina –tras la experiencia de Fernando de la Rúa un presidente que no tenga columna vertebral, todos sabemos que en política tanta informidad termina siendo peligrosa.
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//11 de Marzo, 2011 |
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invitado a las 03:09, en
General |
El 25 de febrero hubiera cumplido 61 años. Lo que a veces resulta difícil de creer no es que Néstor Kirchner haya muerto, sino que haya existido.
Néstor Kirchner nació en la localidad santacruceña de Río Gallegos el 25 de febrero de 1950. Egresado del Colegio Nacional República de Guatemala en su ciudad natal, estudió y se recibió de abogado en la Universidad de La Plata, donde integró tempranamente las filas de la Federación Universitaria por la Revolución Nacional (FURN), luego subsumida por la Juventud Universitaria Peronista, de la que como muchos de los miembros de su generación se apartó en disidencia en enero de 1974, a raíz de la incomprensión de muchos de sus compañeros respecto al rumbo que el presidente Perón trazaba para su gestión de gobierno.
Con el inicio de la dictadura, abandonó definitivamente La Plata junto con su esposa y compañera Cristina Fernández, para retornar a Río Gallegos, donde se sentía más seguro y relativamente a salvo de la salvaje represión de esos tiempos. Ejerció exitosamente su profesión y la práctica discreta pero constante de la acción política, de manera que al fin de la dictadura y a los 33 años de edad, pudo ser designado al frente de la Caja de Previsión Social de la provincia de Santa Cruz.
Luego de ser electo dos años después intendente de Río Gallegos, inició una destacada actuación en diversos cargos ejecutivos, contando con el favor popular en todas las elecciones en que se presentó. Su desempeño como gobernador fue altamente beneficioso para la provincia, pues tuvo el “raro” mérito de transformar en superávit y fondo de reserva provincial las regalías recibidas tras la privatización de YPF, que sus colegas de Neuquén, Chubut, Río Negro, Mendoza y Salta, habían transformado mágicamente en déficit, según dejó establecido el informe de la importante Comisión Bicameral que, presidida por Elisa Carrió, investigó las maniobras de vaciamiento y lavado de dinero en las que estuvieron implicados importantes bancos locales y extranjeros.
Electo presidente con muy pocos votos en el año 2003, con decisión, audacia, energía y notable coraje se sobrepuso a la artera maniobra de Carlos Menem tendiente a quitarle legitimidad política, iniciando un sorprendente proceso de reivindicación y reconstrucción nacional luego del colapso social, moral y económico más profundo de la historia argentina. Con la mira puesta en la reconstrucción de la estructura industrial, la revitalización del mercado interno en base a más y mejor empleo, la progresiva inclusión social, la reconstitución del Estado, la vigencia de las instituciones republicanas, tanto legislativas como judiciales, la defensa de los derechos humanos, el procesamiento y castigo de crímenes imprescriptibles, logró no sólo un asombrosamente largo período de sostenido crecimiento económico, sino algo aún más importante: la reconstrucción de la autoridad política presidencial, esencial para preservar la unidad nacional y la recuperación de la confianza de los argentinos en su país, en sus instituciones democráticas y en sus propias fuerzas y capacidades.
Polémico, a menudo criticado impiadosa e injustamente, su prematura y lamentada desaparición física dio, tanto a sus críticos como seguidores, una mejor y más amplia perspectiva para evaluar la importancia y proyección de uno de los más significativos presidentes que tuvo nuestro país. Y si lo inesperado de su muerte hizo que muchos tardaran en tomar real conciencia de su desaparición física, su irrupción en la vida de los argentinos fue tan sorpresiva, vivificante, reivindicadora y reparadora, que lo que a veces resulta difícil de creer no es que Néstor Kirchner haya muerto, sino que haya existido.
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//18 de Febrero, 2011 |
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invitado a las 16:48, en
Politica Nacional |
El periodista más riguroso de la Argentina explica el modelo K. Su defensa de Cristina, el año electoral, la Mesa de Enlace, el rol de la oposición y el dilema de la seguridad. Cualquier lector que se haya sumergido en las notas periodísticas o en los libros de Horacio Verbitsky sería capaz de afirmar que se trata de un profesional riguroso, detallista, afecto a una precisión extrema. Ese mismo perfil que aquí, y en todo el mundo, le reconocen por su trabajo incansable como presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), una de las principales organizaciones no gubernamentales de América Latina dedicada a promover y proteger los derechos humanos así como a contribuir con el fortalecimiento del sistema democrático en la Argentina.
Cruzar el umbral de su oficina implica descubrir, en aquel reducto, esas mismas características: una biblioteca prolijamente ordenada, una luz tenue, un ambiente ideal para refugiarse en busca de la máxima concentración. Es decir, si se quiere, un estado necesario para quien, además, le agrega a su labor cotidiana el formar parte del Consejo Rector de la Fundación Nuevo Periodismo y ser integrante del Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación y de la Junta Directiva de Human Right Watch/Americas. Pero ni la magnitud de las responsabilidades ni los años de profesión acumulada –ejerce el periodismo desde 1960– erosionaron la tenacidad y el ímpetu productivo de Verbitsky. Más bien, todo lo contrario.
Entre sus últimas denuncias periodísticas, figura el brutal asesinato de dos adolescentes en José León Suárez, víctimas de disparos por la espalda que realizaron efectivos de la policía bonaerense. El episodio, que tuvo lugar el jueves 3 de febrero, dejó otra vez en evidencia la discrecionalidad en el accionar de la policía en la provincia de Buenos Aires y reavivó el debate respecto a qué hacer con los menores de edad involucrados en delitos penales. En su columna dominical del diario Página 12, Verbitsky expresó que el hecho era “una consecuencia directa de los dos pilares en los que sustenta su gestión el ministro de Justicia y Seguridad, alcaide mayor Ricardo Casal (…) delega el gobierno de la seguridad en la propia agencia policial y demoniza a los jóvenes, quienes son presentados con lenguaje bélico y tono de urgencia como un enemigo a destruir”.
–Para el ministro, los jóvenes estaban robando. Para los vecinos, estaban esperando que se hiciera la hora de ir al basural del Ceamse a recolectar los alimentos que pudieran encontrar…
–El ministro Ricardo Casal planteó que los jóvenes habían hecho descarrilar un tren y lo estaban robando. Los acusó de pertenecer a una peligrosa banda, con asiento en una de las villas cercanas. Pero sus dichos no se asentaron en pruebas concretas, que pudiera investigar la justicia.
–Los casos que involucran a menores de edad siempre reavivan el debate sobre la baja de la edad de imputabilidad y la sanción de un nuevo régimen de responsabilidad penal juvenil, un proyecto de ley que obtuvo media sanción en el Senado y debe ser discutido en la Cámara de Diputados. ¿Es la solución al problema?
–Hay dos aspectos a debatir, que se superponen pero que son distintos. Por un lado, un modelo que no apunte a otorgarles mayor poder a las fuerzas de seguridad, delegándoles su propia conducción, sino que encauce los conflictos desde otra perspectiva. Y, por el otro, el debate sobre el nuevo régimen, que tiene como objetivo ofrecer un nuevo marco de custodia para los adolescentes en conflicto con la ley, de entre 14 y 18 años, a quienes se les debe ofrecer un juicio con todas las garantías, con penas máximas de hasta tres años. Somos el único país de Latinoamérica que tiene a menores de edad condenados a cadena perpetua, una situación denunciada en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y que evidencia incluso el incumplimiento de la Convención de los Derechos del Niño. Reducir todo a la cuestión de la edad es tergiversar la cuestión. Se trata de extender derechos que hoy no existen, porque un chico puede pasar años detenido sin defensa ni juicio. Y requiere inversión, en tribunales, en institutos decentes, en programas educativos, en asistencia psicológica.
–El caso de José León Suárez, como el de Baradero –donde un joven murió producto de un tiro por la espalda que habría recibido por parte de un oficial de la policía–, llevaron al gobernador Daniel Scioli a defender al cuerpo policial así como a su ministro, Casal. ¿Cómo explica ese posicionamiento?
–Scioli tiene en la cabeza un modelo de seguridad que es absolutamente contrario al nacional. Es muy claro, por ejemplo, cuando se contrasta el modo en que la provincia llevó adelante el caso de José León Suárez con la resolución de la toma del Club Albariños, que encabezó el Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Nilda Garré. Mientras uno buscó combatir la problemática social a los tiros, el otro se desactivó sin heridos, con una investigación del ministerio –realizada con inteligencia en los dos sentidos de la palabra–, que luego le entregó pruebas a la Justicia, y un manejo político de la situación.
–¿Podría realizarse la misma comparación con la forma de manejar la toma del Parque Indoamericano, por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires?
–Así como digo que lo que hizo Garré en el caso del Club Albariños es la antítesis perfecta de lo que hizo Casal en José León Suárez también podría decir que lo que planteó Cristina Fernández en el Indoamericano es el reverso perfecto de lo que plantea Mauricio Macri. Macri abandonó todo plan de construcción de viviendas, redujo al mínimo el presupuesto destinado a ese tema –y subejecutó el existente—y, al mismo tiempo, tiene una política que llama de recuperación del espacio público que significa correr a patadas a todos los feos, malos y sucios, que deben ir a parar adonde puedan. El Indoamericano fue la consecuencia de esa política.
–Si Macri demostró un ejercicio de lo público donde no existe un Estado presente, ¿por qué es un candidato presidencial que concentra una intención de voto envidiada por muchos políticos?
–Porque hay un sector de la sociedad que no quiere un Estado presente. Hay un sociólogo francés que se llama Loïc Wacquant, que en su libro Las cárceles de la miseria plantea que donde se retira el Estado providencia aparece el Estado penitencia. O el rostro del Estado es un rostro de cuidado, de apoyo, de promoción o es el rol de la represión. El Estado no se retira nunca, no desaparece. Simplemente muestra otro rostro. Y el rostro que quiere mostrar Macri es el rostro de la represión. Esa fue la polémica de diciembre en torno al Indoamericano. Aunque también ahí se mezclaron las cosas porque apareció la Policía Federal tirando con armas de fuego sobre la gente. Y eso es otro tema. Pero la idea de que esto se soluciona con represión y sin ningún tipo de planes sociales y de vivienda, es una idea retrógrada. Porque es muy probable que, de ese modo, el conflicto termine en represión. Cuando se mete presión y no se deja salida, algo explota. Es elemental que suceda de ese modo.
–Hizo mención al accionar de la Policía Federal y al modo en que el gobierno bonaerense manejó el conflicto de José León Suárez. ¿Cómo explica dos modelos tan distintos en gobiernos de un mismo color político?
–El modelo de seguridad de la presidenta Cristina Fernández es claramente distinto al de Daniel Scioli. No hay dudas. Semanas atrás escribí sobre la “inmigración descontrolada” a la que se había referido el jefe de Gobierno porteño y recordé las declaraciones del gobernador bonaerense cuando era diputado y en el Congreso se debatía la derogación del 2x1. En aquella oportunidad, en marzo de 2001, Scioli dijo que no era una medida suficiente porque la Argentina estaba importando delincuentes. El entonces diputado diferenció a los inmigrantes españoles e italianos, que habían hecho grande a nuestra patria, con los que llamó tours de delincuentes que vienen de otros países azotando con delitos a la ciudad de Buenos Aires, ocupando los hospitales y usurpando casas. Es un modelo de país diferente, es claro. En todo caso, la convivencia del gobierno nacional y el provincial debe entenderse como parte de la amplitud del kirchnerismo. Sin perder de vista, además, que el discurso de represión no cala en la sociedad como muchos dicen. Al contrario, la sociedad puede estar preocupada por el tema de la inseguridad pero exige otras soluciones, que no van por el camino de la mano dura.
–¿La creación del Ministerio de Seguridad nacional se enmarca en ese sentido?
–Exactamente. Lo que sucedió en el Parque Indoamericano dejó en evidencia el descontrol que existía en la Policía Federal, un cuerpo policial que no habían podido encauzar ni el Ministerio de Justicia ni el Ministerio del Interior, en su momento. La decisión de la presidenta Cristina Fernández demostró la necesidad de responder a esta situación, poniendo al frente de la nueva dependencia a una funcionaria que había logrado hacer un trabajo similar en la cartera de Defensa, con las fuerzas armadas.
–Se dijo que usted ofició de asesor en la creación del Ministerio así como en la recomendación de Garré como ministra.
–Hay quienes buscan descalificar a la presidenta diciendo que soy su asesor y hay quienes buscan descalificarme afirmando que trabajo para el kirchnerismo. Desde el Cels, trabajamos diversos temas sobre los que publicamos estudios. Si el gobierno toma esos informes para generar políticas de Estado vinculadas con la problemática es otra cosa. Tampoco me molesta que lo digan, porque no oculto que me parece el mejor gobierno en medio siglo.
–¿Por qué?
–Porque no hay que olvidar que el kirchnerismo recuperó al país que venía de la crisis de 2001. Néstor Kirchner y Cristina Fernández lograron recuperar el empleo, poner el manejo de las jubilaciones nuevamente en manos del Estado, incrementar los haberes, disminuir los índices de pobreza e indigencia, aplicar planes como la Asignación Universal por Hijo, volver a otorgarle al Estado la regulación de la economía. Reducir la deuda pública con privados del 160 por ciento del Producto Bruto a menos del 30 por ciento.
–¿Y cuáles son las cuentas pendientes?
–Queda mucho por hacer. Las familias enteras que buscan alimentos en la basura constituyen una aberración que tiene que terminarse. Pero existe un piso desde donde pensar en la necesidad de invertir más en la industria, de mejorar la calidad del empleo, de generar un modelo más inclusivo.
–¿Cristina Fernández debería ser candidata en las próximas elecciones?
–No lo dudo ni lo afirmo. La lógica de las cosas, tal como se vienen dando, indicaría que va a ser candidata. Ahora, ella no lo dijo. Entonces ¿cómo afirmarlo si ella no lo ha dicho? Tampoco tengo dudas porque no se me ocurre otra alternativa. Una persona que estuviera pensando en no ser candidata estaría actuando de otra manera. Habrá que esperar a ver qué dice ella en ese sentido.
–¿Vislumbra buenas perspectivas para el kirchnerismo en 2011?
–En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, considero que hay posibilidades de que gane el kirchnerismo porque el macrismo se ha derrumbado. Lo mismo podría suceder en Santa Fe. El Partido Justicialista decidió formar parte de un frente, que se llama Santa Fe para todos, para competir en la elección provincial, donde elegirán el candidato a gobernador en una interna de la que participarán kirchneristas y no kirchneristas. La declaración a través de la cual difundieron esa decisión incluye un reconocimiento al proceso de cambio que el país ha iniciado en 2003 y el compromiso de proseguir ese proceso y acompañar lo que decida el Partido Justicialista nacional para la elección presidencial. Es una declaración genérica pero no ambigua. Los reutemistas aclaran que no hubo un apoyo a la candidatura de Cristina Fernández. Es cierto. No la hubo, sino que hubo un apoyo a la candidatura que decida el partido. Si el PJ decide que la candidata sea Cristina, esa declaración incluye el apoyo. No es ambiguo, es genérico. Lo cual es razonable porque todavía nadie sabe quién será el candidato. En Córdoba, en cambio, el kirchnerismo no tiene ninguna perspectiva de poder ganar la gobernación porque no tiene ningún candidato significativo propio. Córdoba, la Capital Federal y Santa Fe son importantes porque sumadas esas tres provincias tienen tantos votos como el conurbano bonaerense. Y en 2009 no lograron hacer una buena elección en esos distritos.
–Producto de la 125…
–Exactamente, producto del conflicto del Gobierno con las patronales agropecuarias. Sin embargo, viajo mucho por el país y veo que hay un cambio en el interior, incluso en las zonas sojeras. Recientemente estuve en Casilda, una localidad a 60 kilómetros de Rosario, en la zona núcleo sojera, cerca de Firmat, donde tiene los campos la productora sojera Vilma Ripoll, y era un lugar donde en el 2008 había furia contra el Gobierno. Ahora no. Eso ha quedado circunscripto a un núcleo reaccionario mínimo. El conjunto de la sociedad de Casilda no está para nada descontento con el Gobierno. Cristina va a ganar las elecciones en Casilda, que fue uno de los centros de contestación contra su gobierno en 2008.
–¿El cambio tiene que ver con las respuestas del oficialismo o con el quiebre de la propia Mesa de Enlace y el descreimiento de su discurso a partir de las denuncias de trabajo esclavo en el campo?
–Es una suma de esas cosas. La gente empieza a estar mejor y comienza a preguntarse qué tienen que ver con cómo le va a (Hugo) Biolcatti –a quien además le va bárbaro– o por qué tienen que asumir las posiciones políticas del señor Biolcatti, que son también ideológicas. Es un proceso de decantación, de reflexión. En sociedades fuertemente mediatizadas, como la argentina, aparecen permanentemente pompas de jabón, muy vistosas, que después caen al suelo y dejan de existir. Son fenómenos mediáticos como fue Aldo Rico, Luis Abelardo Patti o el ex ingeniero Blumberg. Y como fue la Mesa de Enlace.
–Hubo espacios políticos que hicieron de sus reclamos banderas propias…
–Si, es cierto. Pero la forma en que la Mesa de Enlace dejó a la vista sus intenciones fue tan soez, porque no se me ocurre otra expresión, ese diálogo de tahúres entre Biolcatti y Mariano Grondona sobre la posibilidad de que (Julio) Cobos asumiera la presidencia, o la frase de este hombre tan ingenuo, Buzzi, que abiertamente dijo que todo lo que iban a hacer sería para desgastar al Gobierno. Tendría que aprender del Episcopado Católico, que tiene esa intención pero jamás la va a decir. Pero evidentemente la formación que recibió Buzzi en el Partido Comunista es otra. No tiene la hipocresía eclesiástica.
–¿Lo sorprendió la defensa que hizo la oposición de Gerónimo Venegas, asegurando que su detención fue producto de una operación política?
–La oposición… si su postura es la defensa de (Martín) Redrado y de Venegas, ya está todo dicho.
–¿Hay espacio electoral para Duhalde?
–No, me parece que está muy bien en la Secretaría de Derechos Humanos, que no va a aspirar a otra cosa…
–¿Y de Eduardo Duhalde?
–….......
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//27 de Enero, 2011 |
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invitado a las 04:36, en
General |
Escribe Carlos Revainera.Trabajador rural.
Este trabajo se realiza al rayo del sol y los santiagueños tenemos una gran resistencia al calor. Es un trabajo manual que se hace a cuerpo cubierto porque es intolerable el polvillo de las flores y las hojas del maíz son cortantes.
Qué es eso de la desflorada?”, me preguntó una compañera. Desflorar consiste en sacarle la flor a cada planta de maíz hembra para que el polen de la planta macho, que “contagia” a la hembra, reproduzca un maíz más potente en granos y dimensión. Cada 15 surcos de hembras, hay cinco surcos machos, como se los denomina.
Las condiciones del trabajo esclavo y de explotación laboral por parte de la multinacional NIDERA (y otras) viene de antaño. Son el resultado de la aplicación de políticas neoliberales en un país dependiente diseñado por los Videla, Martínez de Hoz, La Nación y Clarín, continuadas por el menemismo en los ’90, con su política de “relaciones carnales” con los Estados Unidos, y el gobierno de la Alianza, que llevó a situaciones extremas de pobreza y desocupación a nuestro pueblo.
Trabajé desde los 13 a los 17 años en “la desflorada”, en Rojas, Pergamino, Salto y Junín, en la provincia de Buenos Aires, y en Venado Tuerto, en la de Santa Fe. Este trabajo se coordina directamente desde las empresas terratenientes multinacionales, que conectan al “cabecilla” cómplice, quien tiene reuniones previas en los pueblos de Santiago (en mi caso, en Atamisqui) para organizar las condiciones de esclavitud con promesas espúreas, como la oferta de un buen salario por 20 o 30 días de trabajo (que muchas veces se extienden por las lluvias, los cuales son días no pagos), incluida una buena alimentación.
Los micros en malas condiciones llegan a los pueblos, cargan a los paisanos como ganado vacuno y regresan con destino incierto. Puede ser Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe. Generalmente se llega al casco de una estancia abandonada, en malas condiciones para habitar, o se monta un campamento precario debajo de un islote de plantas. Allí se instalan carpas o unos sucuchos de chapas en semicírculo, donde se arman las camas con los palos extraídos de las plantas. Los colchones, en muchos casos, pasan a ser las chalas de los maizales. Recuerdo que en Rojas nos quedamos sin lugar y nos refugiamos en un gallinero donde las pulgas y las ratas más pequeñas tenían la medida del zapato de Lescano, un amigo que calzaba 45. Pasábamos noches “divertidas” entre las ratas y las pulgas, sin advertir el peligro del hantavirus, denominado “mal de los rastrojos”, “mal de Junín” o “fiebre hemorrágica”, causada por la laucha de maíz o ratón maicero que transmite el virus, causando alteraciones vasculares, renales, hematológicas y neurológicas. Si no se trata a tiempo antiviralmente, el paciente fallece.
Paso a detallar a continuación, como dice Víctor Heredia, cómo es un día en “la desflorada”. A las 4:30 de la mañana, todos arriba. A las 5:30, todos al maizal. En ayunas, porque el desayuno recién llega a las 9. Se para el trabajo diez minutos, se hace un nudo al surco que se viene trabajando, que tiene un recorrido de varios kilómetros, para retomar el trabajo luego del mate cocido acompañado con un pedazo de pan. Como es obvio, el mate cocido siempre esta frío.
Por la mañana, el maizal está lleno de agua por el rocío o alguna tormenta pasajera, lo que implica que en las dos primeras horas el frío nos llega hasta los huesos. Luego de las dos primeras horas de trabajo viene la contratara: un calor agobiante, producto de la humedad. El sol quema fuerte por arriba, y de abajo del maizal el vapor se eleva. El resultado es una particular deshidratación. Es por eso que el agua no debe faltar.
Al medio día se tiene tan sólo media hora para el almuerzo: un guiso aguado o un puchero. El trabajo termina tras la puesta del sol. La ducha son los piletones de los molinos de viento, un tanque de agua o una precaria bomba. El baño son cuatro lonas sostenidas por cuatro palos para usos de urgencia.
Este trabajo se realiza al rayo del sol y los santiagueños tenemos una gran resistencia al calor, por eso nos traen. Es un trabajo manual que se hace a cuerpo cubierto, de la cabeza a los pies, porque es intolerable el polvillo de las flores y las hojas del maíz son cortantes.
Es tan indigno el trabajo que nadie sabe cuál es la remuneración salarial que obtendrá. El 60% del salario, al final de la faena, se lo llevan los proveedores, sin demasiada explicación, ya que viene descontado del monto total.
La cobertura médica es nula. Sólo si tienes el síntoma del “mal de los rastrojos” te tiran en un hospital. Si tienes otro problema de salud y no puedes continuar con el trabajo, tienes que regresar a tu lugar de origen por tus propios medios. En mi “mala” experiencia en el trabajo esclavo de “la desflorada”, tuve que lamentar la muerte de cuatro compañeros contagiados por ese virus. La necesidad podía más que la organización para defender nuestros derechos, pero nos hicimos sentir en Rojas y en Venado Tuerto, cuando en las dos oportunidades nos pagaron sólo el 20% del trabajo porque el resto se descontaba por alimentación y la cosecha, según los terratenientes, venía mal, con pérdidas. Nos organizamos, tomamos la planta de Dekalb y negociamos un aumento mínimo. En Venado Tuerto, tomamos la planta de Cargill. Nuestro objetivo era tomar de rehén al cabecilla, Antonio Gerez, oriundo de Atamisqui, y al “ingeniero” o capataz que supervisaba el trabajo. Ambos desaparecieron la noche anterior al cobro del jornal y sólo quedaron los administrativos, que tenían órdenes de pagarnos un 20% del trabajo con el mismo verso de siempre, que la cosecha viene muy mal porque faltaban lluvias. La reacción fue violenta: no quedó un sólo vidrio de las oficinas intacto. Tomamos la planta por 12 horas. Luego fuimos demorados en la comisaría, caratulados de vándalos, muertos de hambre, indios, negros y otros calificativos. Fuimos sumariados y acompañados por la fuerza policial hasta nuestro pueblo, Atamisqui. Estas y otras experiencias nos abrieron el camino a la militancia por una patria justa, libre y soberana en años difíciles de dictadura.
Desde la Oficina de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata, creada por el compañero Néstor Kirchner, se están aplicando acciones para seguir construyendo una patria con más justicia social. Y destapó la olla de las condiciones infrahumanas en las que trabajan nuestros paisanos santigueños en “la desflorada”.
El personal de la empresa multimillonaria NIDERA, de San Pedro, que contrató a los santiagueños (entre ellos menores de edad), tiene que ser juzgado con todas las de la ley y su aplicación debe llegar hasta los cómplices, que son los cabecillas, ingenieros y capataces que forman las cuadrillas para este trabajo en negro, indigno y esclavo. A esto, sumémosle la complicidad del dirigente sindical “Momo” Venegas (UATRE), que nuclea el 70% de trabajadores no registrados, por ser cómplice de esta forma de trabajo esclavo, sin ningún tipo de cobertura social, con la venia de Duhalde, Barrionuevo y la Sociedad Rural.
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//26 de Enero, 2011 |
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invitado a las 01:55, en
General |
Escribe DelsioEvarGamboa “Violar la fe es 10
mil veces peor que violar una hija” (Mario“Pato” Gómez, Sacerdote
de Malargüe, Mendoza)
Y esto viene a cuento precisamente a raíz de lo ocurrido hace poco en
Mendoza, cuando este sacerdote, arrogándose la representatividad de todo los
asistentes, interrumpió abruptamente un espectáculo mientras estaba actuando un
grupo musical que hacía humor -una especie de Les Luthiers cuyanos- sobre la
castidad.
El cura subió al escenario e intempestivamente le arrebató el micrófono
al que estaba cantando y exigió a viva voz que interpretaran otra cosa, porque
“estaban violando su castidad”, a lo que los artistas sumisamente accedieron,
recibiendo igual aprobación y repudio por parte de la concurrencia.
Mas tarde, al ser consultado por la prensa, el prelado enfáticamente
disparó la frase que encabeza esta nota y que le dio sus 30 segundos de fama .
. . aunque después, al verse acorralado, la quiso desmentir. . . pero ya era
tarde.
Más allá del estupor que esa actitud autoritaria y sus posteriores y
lamentables declaraciones producen, es pertinente resaltar que ese cura parece
ignorar algo que por su profesión debería saber muy bien: que la castidad no tiene
absolutamente nada que ver con la fe.
El celibato, -y su consecuencia, la castidad-, fue decidido por los
jerarcas de la Iglesia
católica en el Concilio de Trento allá por el 1500 de nuestra era. Por lo tanto
no figura ni en el Viejo ni el Nuevo Testamento como precepto divino. Esto lo
debería conocer el “Pato” Gómez, como deben saberlo los que han leído la Biblia alguna vez y que no
son muchos por cierto: no es
necesario ser castos para practicar la fe.
No obstante y en última instancia es SU castidad, que no la de los 9
mil espectadores que en su mayoría no lo son y muchos ni tienen idea de lo que
es, razón por lo que disfrutaban del evento sin ningún tipo de prejuicio.
Es bueno recordar que el celibato impuesto por los hombres de la Iglesia en aquel concilio fue
-según la misma Iglesia- para acabar con los bochornosos escándalos de
perversión sexual durante el papado de los Borgia pero que, a tenor de lo que
siguió ocurriendo y ocurre, no tuvo mucho éxito que digamos. Los estudiosos del
tema en cambio, aseguran que el verdadero motivo fue puramente económico,
porque si los curas se casaran, tendrían descendencia y ésta heredaría sus
bienes, cosa que de ser solteros, quedan para el Clero. Requisito institucional
que en la práctica hoy no tiene mayor validez porque cualquiera, de cualquier
clase social -tenga o no fortuna- puede ingresar al sacerdocio. Sí lo era en
aquellos tiempos en que sólo accedían a ello las familias privilegiadas, porque
tener un miembro en la casta sacerdotal, otorgaba muchísimo poder.
Además, es necesario puntualizar que los hombres que abrazan la fe
católica, lo hacen por su vocación de servir, y no porque les atraiga ser
castos, las pruebas abundan en ese sentido.
También, ubicarse en el contexto en el que se dio este grotesco
incidente.
Malargüe es una población de mentalidad muy conservadora, profundamente
influenciada por la existencia allí de un seminario que fue creado por Monseñor.
Tortolo, en su momento Obispo de Paraná y Vicario castrense de la Dictadura militar que
asoló el país. Esta institución se rige bajo la orientación y lineamientos del
tristemente célebre Monseñor Lefebre, líder de la extrema derecha católica francesa.
En ese seminario se ordenó el “Pato” Gómez, algo que, según se ha visto, no
tiene cómo disimularlo . . .
Y hablando precisamente de Mons. Tortolo. El fiscal federal Dr. Gonella
durante el reciente juicio a Videla y Menéndez en Córdoba, declaró que si Mons.
Primatesta y Mons. Tortolo vivieran, también estarían sentados en el banquillo
de los acusados y tendrían la misma condena a perpetuidad como la tuvieron los
dos militares genocidas. Como se ve . . . ¡Todo tiene que ver con todo!
Volviendo al tema que nos ocupa, recordemos que el genial Grupo
humorístico-musical Les Luthiers, también fue censurado por la Curia metropolitana a raíz
de esta misma obra, acusándolos de hacer “humor blasfemo”. Esto sin contar
otros muchos artistas acallados por el mismo motivo.
Así que si piensa ver algún espectáculo de humor, asegúrese que no haya
entre el público ningún representante del cielo que confunda fe con castidad .
. . por las dudas, ¡vio!
Umberto Eco, el eminente semiólogo italiano, autor de la memorable
novela “El nombre de la rosa” sostiene allí que la Iglesia, siempre estuvo en
contra del humor, al que condena por considerarlo pernicioso. Si eso es así -y
estos lamentables episodios parecen confirmarlo- habrá que dejarnos de hacer
chistes, ponernos serios de una buena vez y darle la derecha al padrecito
“Pato” que, sobre ese tema, sabe un montón . . .
Pero eso sí, tener muy en cuenta que si para el escritor Andrés Rivera por
ejemplo, “la Revolución
es un sueño eterno” . . . para este cura cavernario, la Inquisición, también
lo será? |
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//12 de Enero, 2011 |
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invitado a las 03:06, en
Internacionales |
Escribe Emir Sader* Cuando Fernando Henrique Cardoso triunfó, en 1994, el
entonces principal periódico de Brasil, Folha de Sao Paulo, pasó a publicar un
suplemento diario con el título "La Era FHC".
Después de la dictadura militar, de José Sarney -originario
de la misma dictadura y elegido por el voto indirecto de un Colegio Electoral-
y de Fernando Collor de Mello -igualmente originario de la dictadura militar,
tumbado por un impeachment por corrupción- la llegada de Cardoso -originario de
la oposición a la dictadura, con un perfil intelectual, político y cultural de
primer mundo- justificaban, a los ojos de los medios, el ingreso de Brasil en
una nueva era.
Nada de eso ocurrió con Cardoso, que repitió en Brasil,
monótonamente, las recetas del FMI y del Banco Mundial.
Su perfil intelectual lo diferenciaba de Menem -la
diferencia entre vino francés y pizza con champán- pero el contenido de las
políticas era el mismo.
Tuvieron destino similar: reelección en base al impulso del
control de la inflación, pero incapacidad de elegir a su sucesor, porque han
terminado el mandato en medio de una gran crisis recesiva y con bajísima
popularidad.
Cardoso fue sucedido por un personaje político radicalmente
distinto de él, a quien él había derrotado dos veces: Lula.
Oriundo del nordeste brasileño, obrero de fábrica que perdió
un dedo de la mano en una máquina, líder sindical de base en la lucha contra la
dictadura militar, dirigente de un partido de izquierda (PT), Lula ganó
finalmente una elección presidencial en 2002, cercado de previsiones
catastróficas sobre su capacidad de manejar las riendas de un país económica y
políticamente complejo.
Ocho años después, ese tornero mecánico socialista -como él
se autodefinió esta semana en su provincia natal, Pernambuco- concluye su
mandato con el 83 por ciento de apoyo y el 4 por ciento de rechazo, a pesar de
tener -exactamente al contrario de Cardoso- toda la vieja prensa en su contra.
Asimismo, basado en ese apoyo, logra lo que ningún otro
presidente brasileño había logrado en su historia democrática: elegir a su
sucesor(a).
¿Termina así lo que podríamos llamar -con mucha más
propiedad- la Era Lula? Sí y no.
Sí, porque deja de ser presidente de Brasil el -de lejos- más
popular presidente que ha tenido ese país, con todo lo que ello representa de
presencia política, humana, de expresión de una trayectoria impresionante que
lo llevó de la miseria extrema al liderazgo indiscutido de su nación y a una
proyección internacional que nunca un dirigente político brasileño había
tenido.
Sin embargo, por haber escogido como candidata a la
coordinadora durante los últimos cinco años de un éxito extraordinario de su
gobierno y haberla elegido como primera mujer presidente de Brasil, en términos
políticos se puede decir que la Era Lula sigue en el Post Lula.
Porque el Post Lula es Dilma y da continuidad a las líneas
fundamentales de su gobierno.
El Brasil que Lula deja para su sucesora es, por primera
vez, un país menos desigual, menos injusto, con una distribución de renta donde
la mayoría de la población ya no está en la base de la pirámide, sino en el
grupo intermedio.
Este fenómeno, por sí solo, ya bastaría para proyectar a
Lula como el más importante presidente brasileño desde Getúlio Vargas.
Brasil, el país más desigual de América latina que, a su
vez, es el continente más desigual del mundo, ha sido transformado
positivamente.
Lula dejará una huella imborrable en la sociedad brasileña,
no solamente por las trasformaciones que su gobierno ha implementado, sino por
demostrar que un hombre de origen popular puede llegar a conducir de forma
espectacular un país, unificarlo y representar su identidad de forma pluralista
y policlasista.
Hoy se puede decir que es infeliz el brasileño que no se
identifique con Lula. Felizmente son pocos: apenas 4%.
*(Emir Sader es sociólogo y cientista, maestro en Filosofía
Política y Doctor en Ciencia Política de la USP - Universidad de San Pablo).
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//22 de Diciembre, 2010 |
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invitado a las 02:14, en
Politica Nacional |
Escribe Esteban Collazo El país era una caldera, ardía en dolor y miseria, acaso un infierno como luego diría un hombre que vino del sur a cambiar la historia, a sembrar esperanza y alegría en un pueblo que algunos creían derrotado. Había visto por televisión que el país estallaba, que personas desesperadas saqueaban comercios. Recuerdo que esa tarde, la del 19, crucé la plaza Constitución (en Capital) y del supermercado Coto la gente salía con bolsas y changuitos, en una mezcla extraña de alegría y furia, y se dirigía a la estación para tomar el tren y retornar a su casa.
“¿Qué pasa mamá?”, pregunté. “La gente no da más”, me respondió, sin mucho más para decirme -en momentos como esos pocas son las palabras que el estómago permite expulsar-. Yo tenía tan solo 14 años y desde ese día algo cambió en mí porque algo había cambiado en el país. Luego vendrían, ya más de grande, los análisis, la posibilidad de ponerle nombre a las cosas y contextualizarlas. En ese momento todo era crisis, riesgo país, colas de jóvenes en las embajadas para emigrar sin posibilidades ni perspectivas, deudas, corralito, corralón, disparos, gases y 39 muertes.
Si hasta se atrevieron a pegarle a las Madres de Plaza de Mayo en su propia Plaza frente a las cámaras de televisión.
Angustia y tensión era lo que se mamaba en mi familia (y en todo el país) hasta que al entonces presidente Fernando de la Rúa se le ocurrió declarar el Estadio de Sitio. En ese momento mi vieja, como otros miles, saltó de la silla y se mandó para la Plaza de Mayo porque no quería vivir nuevamente el terror de los ’70, ni milicos, ni tanques, ni detenciones, ni el miedo de aquellos años. No lo quería para ella y no lo quería para sus hijos ni para ningún habitante de nuestro país.
Había otros que ya estaban en la Plaza por sus depósitos, por sus ahorros, por su laburo, por algún familiar, y todo ello se juntó y llegó el estallido que el rock venía anunciando. No fue sorpresa, al neoliberalismo se lo resistía desde los movimientos sociales, los movimientos de desocupados, el Polo Social, el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) que encabezaba Hugo Moyano en la CGT, la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) de Germán Abdala, la Marcha Federal, las protestas piqueteras en varias provincias, etc.
El modelo económico, social, cultural y político impuesto a partir de la última dictadura cívico-militar hizo eclosión y el pueblo no soportó más el ajuste, la pobreza y la exclusión. El 19 y 20 de diciembre del 2001 se inició el derrumbe del neoliberalismo (un proceso largo y una lucha que todavía continúa), se dijo basta, y se comenzó a andar aunque en ese momento todavía con un horizonte un tanto difuso.
El pueblo no quería más convertibilidad, Banelco, “flexibilización laboral”, pérdida de derechos, ausencia de paritarias, megacanje, blindaje económico, ajuste, desindustrialización, recorte del 13 por ciento a los jubilados y a los trabajadores de la educación y los estatales, abandono de la salud, de la educación, destrucción del Estado e indultos y perdón a los responsables de los delitos de lesa humanidad. Hubo represión, un helicóptero que se escapó con un cobarde más que la historia de nuestro país recordará y Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá (que declaró el default) y Eduardo Camaño desfilaron al ritmo de las corporaciones económicas.
Llegó el turno de Eduardo Alberto Duhalde, sus falsas promesas, la pesificación asimétrica, otra vez el dedo en el cu… a los que menos tenían, y Maximiliano Kosteki y Darío Santillán asesinados en el Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002.
Recuerdo los clubes de truque que aparecieron en esos años para dar alternativas a la crisis que vivía el país, las asambleas barriales que surgieron, la de San Telmo, la gente reuniéndose en el Parque Lezama, en particular la de Juan B. Justo y Corrientes que todavía continúa junto al maestro Rubén Dri.
El resto se sabe: Duhalde eligió a uno que luego no agachó la cabeza ni dejó las convicciones en la puerta de la Casa Rosada, que no se subordinó a los dictados de los poderes fácticos, que sabía que tenía que llegar aunque sea de la mano de Duhalde para cambiar la argentina; y aquí estamos, escribiendo la historia, cambiándola, limpiando las lágrimas por su ausencia física y fortaleciendo un proyecto nacional, popular, democrático y latinoamericanista.
Ahora queda que algunos recuerden el dolor que vivieron, el infierno que era, el “piquete y cacerola, la lucha es una sola” y cómo estaban con las políticas que hoy proponen muchos políticos de oposición. Es cierto, todavía falta mucho, pero sin lo conquistado y sin el piso que hemos alcanzado, no hay posibilidad de estar mejor.
La generación a la cual pertenezco, la que nació en el neoliberalismo, en el fin de la historia, mientras la maquinaria mediática y pedagógica hegemónica enseñaban que las ideologías se habían acabado, la que nació en una sociedad corrupta, con un tejido social desecho, con una inmensa desocupación y altos niveles de violencia, cuando la única vara para medirse era el dinero o el “éxito” y no la solidaridad o el amor, a partir del 2001, y sobre todo a partir del 2003, se ha volcado por completo a la política con el entusiasmo y la certeza de que transformar la realidad, cambiar el país que los genocidas nos dejaron y construir una Patria Justa, Libre y Soberana es posible.
En estos días vemos como muchos pretenden rememorar aquellos años de desesperación apadrinando conflictos, como dijo la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, e intentando desestabilizar junto a los medios de prensa hegemónicos. Pero esta vez, el 19 y el 20 de diciembre, encuentra una Argentina de pie, politizada, movilizada, medianamente organizada y con amplios sectores de la sociedad concientes de lo que hay en juego y de la importancia de defender los derechos conquistados en esta Revolución del Bicentenario.
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//19 de Diciembre, 2010 |
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invitado a las 12:51, en
General |
Escribe Florencia Guerrero Después de las duras respuestas de Lanata y Legrand, el actor contraataca: "Me molesta la hipocresía". Dice que la corporación mediática es una "banda de mentirosos". Su desencanto con los radicales y un pronóstico: "si Macri es presidente vuelve el caos social".
Sutil cruza entre las "Aguafuertes porteñas" y el "Mordisquito" de Discepolín, el actor Federico Luppi no resulta estridente al decir: "llevan al pueblo a cagarse de hambre", o "me fui en pelotas", porque de inmediato, el hipervínculo abre un link y cualquiera termina asociándolo con sus personajes fuertes y adustos de décadas pasadas.
A no asustarse por su elocuencia que amaga al exabrupto. El actor intenta explicar una suerte de certezas, producto de la experiencia, algo que confirma al espetar: "estas canas vieron más de siete décadas de este país". A eso suma sus largas horas de lectura en la casa de Recoleta que habita hace un año, un búnker en el que todos los días una Mac le permite recorrer la mayoría de los diarios. Mate en mano, y lleno de inquietudes, el actor de la ochentosa "Plata dulce" prefiere la hiperinformación, y condena la ignorancia. También aportan a su physic du rol los días de tertulia con amigos, un placer que ha sabido mejorar con los años. Otras cosas no han cambiado, aún, después de sus 73 primaveras. El personaje polémico que en los ’70 aceptó papeles en filmes como "Tiempo de revancha" o "Últimos días de la víctima", es el mismo que en 2001 se fue enojado a España, tras la debacle económica que desembocó en el corralito: "Me fui en pelotas".
-¿Extraña Madrid?
-No, sí suelo tener cierta nostalgia de la dimensión humana que tiene Madrid, eso es algo que me hizo mucho bien. Esa ciudad conserva la tranquilidad, aun al tener todos los elementos de una gran urbe al punto de que, cuando me fui de Buenos Aires, yo estaba con una mano atrás y otra adelante, y me manejaba en subte.
-¿Se fue muy enojado del país?
-Golpeado, todo lo que hicieron fue pavoroso. Un día fui al Consulado de España y me encontré con un hijo de asturianos cuyo padre había venido a la Argentina después de la Guerra Civil, por razones económicas, y ahora él se iba por la misma causa de esta tierra. Estuve cuatro años sin volver, tenía una decepción muy grande, desafecto y descreimiento absoluto de la clase política.
-Alguno podría acusarlo por aceptar la doble ciudadanía en el 2003.
-Soy un argentino que envejeció en la Argentina. Toda mi vida la hice aquí, siempre votando y creyendo en los inútiles, y ahora veo que los mismos que yo he elegido durante décadas, son los mentirosos y corruptos que inventaron la Banelco y sobornaron al Senado para sacar la Ley de Flexibilización Laboral. Hoy dicen que quieren defender nuestros derechos, y se olvidan que fueron ellos los que hicieron todo el desastre.
-Le interesa el métier político…
-Como a cualquiera. Tuve la desgracia de asomarme a la política por razones externas a mí, pero no soy político ni estoy afiliado a ningún partido. Curiosamente siempre voté a los radicales, empecé con (Arturo) Frondizi, él pactó, traicionó y mintió. Después voté a (Arturo) Illia, sabiendo que aceptó presentarse a una elección presidencial con el padrón interdicto. El radicalismo otorgó legitimidad civil a la famosa Junta Consultiva Nacional, que ratificaba y autorizaba las atrocidades de la dictadura del ’55.
-¿Qué recuerda de los ‘70?
- Lo viví con el culo a cuatro manos, estaba prohibido, sin trabajo y con las amenazas de la triple A, para mí era inaceptable porque no tenía antecedente de algo parecido. Cuando empezaron a caer actores de Mar del Plata y Rosario, entendimos que la cosa estaba fea, pero no podía irme porque mis hijos eran muy chicos, estaba recién separado de mi primera mujer y creí que dejarlos solos era gravísimo. Todos hemos juzgado con justa razón a los militares de la junta, pero nos olvidamos de un enorme porcentaje de la sociedad civil, que fue cómplice de eso. Adyacentes en todo los niveles a la muerte, la tortura y la desaparición. Todos cómplices.
-¿El radicalismo del ‘83 cambió algo?
-Raúl Alfonsín fue la enorme decepción quinceañera de mi vida. Él hablaba de un legalismo que parecía posible de ser aplicado en la Argentina, con un importante apoyo de la población y, sin embargo, su gran entrada en la historia que fue el Juicio a las Juntas, en muy poco tiempo se convirtió en las leyes de Obediencia Debida, Punto Final, y el pacto con (Carlos) Menem para entregar lo que quedaba. Con ese accionar determinó que durante 37 años se movieran los resortes de la jurisprudencia argentina, otro hubiera sido el cantar de haber tenido cojones.
-¿Qué lleva a un actor de su trayectoria a polemizar sobre estos temas?
-Si salí a hablar es porque defiendo mi vida. Hace cuatro años, cuando volví al país, me hicieron una nota en la que dije que para mí el partido de la oposición era el mundo mediático. No hacía falta ser Friedrich Engels para entenderlo. Las corporaciones mediáticas defienden aquella Argentina exportadora primaria, de un país alambrado para hacer los negocios que le vienen bien a las corporaciones y el pueblo otra vez a cagarse de hambre.
-Ese poder mediático se hizo visible en el enfrentamiento entre el kirchnerismo y el Grupo Clarín, ¿lo anticipó?
-No era tan complejo. Me desespera este esfuerzo que noto en ciertos sectores por inventar un discurso que persigue engañar y confundir, cuando lo que quieren es llevársela toda y no pagar un centavo. ¿Por qué la complican tanto? Que se la banquen y digan que son de derecha y quieren hacer sus negocios sin miramientos, que se paren en la vereda que les corresponde. Me molesta que la van de institucionalistas y son una banda de mentirosos.
-Por lo general los actores y figuras públicas que salieron a hablar en estos términos fueron cuestionados, ¿nunca evaluó esa posibilidad?
-Mirá, si por esas cosas de la alquimia geopolítica volviera a instaurarse una dictadura, ya sé dónde estaría yo, y dónde estarían ellos. Sé que sería perseguido, estaría tildado en una lista, y los que hoy se rasgan las vestiduras irresponsablemente seguirían lucrando.
Este año vivió una carrera constante. Estrenó en cine "Fase 7", y "Sin retorno", con Leo Sbaraglia. En teatro hizo "Por tu padre", junto a Adrián Navarro y hasta le llegaron ofertas para hacer televisión. "Dije que no porque las jornadas de grabación son muy largas, y ya no tengo 22 años", se excusó.
Pero el 2010 será recordado en su historial como el año en el que más cruces mediáticos enfrentó. Aunque lo niegue, aunque diga que él habla sobre cuestiones fácticas y sus oponentes sólo persiguen la agresión, en los últimos meses le han dicho "violento", "golpeador", además de acusarlo por no reconocer la supuesta paternidad de un niño de 11 años.
-Mirtha Legrand, Susana Giménez, Jorge Lanata. ¿Por qué salió a pegarles a tantas figuras públicas?
-Me molesta la hipocresía, cuando digo que Mirtha es una irresponsable y una ignorante, se ofende; pero esta cuestión de los almuerzos bajo el marco de que son intrascendentes, rococó y rosados, plantean permanentemente una agenda política descalificadora y destituyente. No estoy inventando nada, todos ellos son los mismos sinvergüenzas que hace años realizan sus negocios, pero le mienten a la gente.
-¡Entonces, usted ve "Almorzando…"!
-Claro, lo veo todos los días, si no no podría hablar. Igual creo que ella no tiene la suficiente agudeza e inteligencia para ciertos planteos. Un día invitó a Ingrid Betancourt y le dijo: "por qué Estados Unidos no invade y aniquila a los paramilitares y las FARC", porque para esta gente, la muerte y la vida son cambios deportivos…
-¿Por qué cree que la sociedad argentina mantiene esas figuras como referentes?
-No sé, que se haga cargo la gente, no puedo hablar por los demás. Cuando salgo a decir lo que pienso, defiendo mi vida. Si a la gente le gusta, que consuma lo que quiera, pero no puedo dejar de defender mi propia integridad. En otra de sus mesas preguntó a Lanata qué opinaba sobre la designación de Néstor Kirchner como secretario de la Unasur, y él respondió que le quedaba grande, nunca lo escuché arrepentirse cuando en la gestión del ex presidente se medió para que los presidentes Hugo Chávez y Álvaro Uribe mejoraran su relación, o cuando en medio de la crisis de Honduras, la Presidenta argentina voló y se metió en medio del ojo de la tormenta.
-¿No exageró un poco al criticar a Lanata?
-No. Él un día salió a quejarse contra el Gobierno: "basta de la dictadura, me tienen cansado con la dictadura", le dije que su frase era terrible para un periodista. Cuando Lanata suprime la existencia de un hecho, negándolo porque le cansa, emplea el mismo procedimiento de Joseph Goebbels, de ése lugar no se vuelve.
-En su editorial, el periodista lo acusó de violento y "cobarde, incapaz de reconocer a un hijo"…
-Yo le hablé políticamente, él no pudo refutarme, entonces revolvió en la basura de algo que él no puede demostrar, porque nada de lo que dijo existe. No hay denuncias en mi contra, pero Lanata prefirió adoptar esa postura ñoña e infantil de acusar en vez de refutar. Me preguntaría si la violencia es que yo acuse a Mirtha sobre hechos concretos, o que ella impulse la penetración armada en un país libre.
-¿Cree que se usó la denuncia de Haydeé Padilla, sobre sus supuestas golpizas, para perjudicarlo políticamente?
-¡No hay denuncia! Una persona que no hace la denuncia de sus supuestas golpizas y va a buscar prensa, comete dos fraudes. Primero, convierte en un problema de mujeres realmente perseguidas, en un tema de novela rosa; segundo, quita toda legitimidad para una lucha seria, porque la gente hace de eso una comidilla de superficialidad. Jorge Rial, Luis Ventura y Lanata dieron una respuesta a mis denuncias, ¿fue política? No, usaron chismes sin argumentos para destruir mi imagen.
-También acusó a Mauricio Macri de lucrar durante su gestión en la Ciudad de Buenos Aires, ¿lo llamaron del PRO?
-¿Cómo me van a llamar, si no tienen respuesta política? Lo único que hice fue exponer hechos concretos de gente irresponsable. El tema de fondo es que nos preguntemos ¿cómo puede un tipo que es jefe de gobierno, decir que el 9 de Julio es el Día de la Bandera? Tenemos que ser conscientes, si Macri es presidente volverá el caos social.
-En una entrevista a la TV Española usted dijo que a cualquier latino le resultaba más fácil hacer personajes lindantes con la maldad, porque ha vivido muy cerca de ella… ¿No parece conveniente para algunos actores expatriados?
-Sí, y es inevitable habiendo atravesado los procesos dictatoriales. Cuando en tu vida cotidiana la única referencia es la muerte, todo lo demás adquiere un valor subjetivo. Los militares podían hacer lo que Mirtha y Susana Giménez preconizan: "para la gente como uno, derechos humanos, para los otros leña, garrote y pena de muerte", tienen tal desprecio por la vida de los otros, que las irrita que haya derechos humanos para todo el mundo.
-Legrand pidió a la Presidenta que "tome cartas en el asunto", por sus dichos…
-¡Lo único que falta es que Cristina Kirchner interceda en esto!
-¿Habló con ella alguna vez?
-La vi hace una semana en un acto, pero no hice más que saludarla porque estos cruces generan una respuesta obligada, que no necesito.
-Usted dice que no es peronista, ¿cómo se define políticamente?
-No tengo preferencias, pero no soy kirchnerista. Hasta ahora nunca había visto a un presidente argentino que hiciera todo lo que dijo, siempre me metieron el perro. Dicen que soy un neurótico, pero hagan memoria, cuando Alfonsín se fue, dijo: "no supe, no quise o no pude", y yo pienso: "pero para que mierda tenías el poder". Si hoy defiendo esto es porque, aunque no conocí nunca a Néstor Kirchner, él hizo lo que dijo que haría. Yo sé lo que nos espera si la derecha llega a ganar y prefiero plantarme.
-¿Le ofrecieron hacer política alguna vez?
-Sí, pero no me interesa.
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