* escribe Gonzalo Otero Pizarro

Hace unos meses, durante el prolongado conflicto de las retenciones móviles, el diario PUNTAL no me publicaba una carta de lectores porque se refería a periodistas de otro medio de prensa, según me informó el periodista Fraschetti.

Hablando de ciertos improperios que desgajó en el Telediario de Canal 13 el columnista Ingeniero Budd, decía yo que “El martes 28 de mayo de 2008, el inefable columnista de Canal 13, ingeniero Budd se despachó recordándonos que el entonces presidente Perón (entiendo que se refería a los primeros días de septiembre de 1955) señaló en un discurso público que a los enemigos ni justicia y que por cada uno de los nuestros caerán cinco de ellos. Es cierto que Perón dijo eso en aquellas circunstancias, después de que una parte de la Marina de Guerra argentina y algunos civiles habían bombardeado la Plaza de Mayo, dejando cientos de muertos y heridos, todos ellos simples transeúntes o gente que estaba dando de comer a las palomas”.

Y decía yo después en la misma nota no publicada por PUNTAL: “Pero lo que no dijo el ingeniero Budd es que el gobierno de Perón –en los pocos días que duró en esa etapa y en lo que duró en 1973-1974 hasta el día de su muerte- siempre permitió la actuación de la justicia y no quiso cumplir con su propia bravata. Los que sí cumplieron (sin siquiera simulacro de justicia y en mucho mayor proporción que la de 5 por 1) fueron los que se alzaron contra su gobierno constitucional y fusilaron y encarcelaron al pueblo peronista y a sus dirigentes durante todo el gobierno ilegítimo de la Revolución Libertadora, siendo continuados por el golpe antipopular y anticonstitucional de 1966 y corregidos y aumentados por los años de plomo que se iniciaron en el golpe de 1976. Me juego mucho a que el ingeniero Budd fue seguidor de esos tres golpes militares”.

Viene todo esto a colación porque el mismo columnista de Canal 13 vuelve a arremeter –y con los tapones de punta- contra los valores democráticos del pueblo argentino. En su espacio del lunes 20 de octubre comenta las expresiones vertidas por el dirigente agropecuario Roulet sobre el Ejército Argentino y la respuesta desacomodada que le endilgó a su colega el Presidente de Federación Agraria Argentina, Buzzi. El Ingeniero Budd –¿o Bush?- cantó las loas del Ejército que había lanzado Roulet y reprendió a Buzzi, preguntándose si acaso no era el mismo Ejército que había liberado al país, a Chile y a Perú en la gesta sanmartiniana. Y tiene razón: es el mismo Ejército. Pero no se pueden cantar sus loas si no se critican –además- sus defecciones. El mismo Ejército que liberó medio continente fue el que sojuzgó, encarceló y mató a medio país y entregó atado de pies y manos a la otra mitad a los intereses oligopólicos internacionales. Y sólo se cumple con justicia con los héroes de nuestra independencia si se señala ambas facetas, diferenciando héroes de villanos. Porque si no, metemos en la misma bolsa a San Martín y Belgrano con Aramburu, Rojas, Videla y Galtieri. Y no lo creamos nosotros, ya lo explicó magistralmente Discepolín hace setenta años en su inolvidable “Cambalache”. Por cierto, ¿será ingeniero, che? ¿No lo ven físicamente muy parecido al malogrado “ingeniero” Blumberg?

El ingeniero Bush –como otros periodistas o columnistas- se halla embanderado en este momento en contra del gobierno nacional, y está bien que así sea, porque es un productor agropecuario que defiende sus intereses y porque todos los que sufrimos las persecuciones de aquellos tres golpes militares seguimos dispuestos a luchar para que él pueda seguir haciéndolo en el marco de la libertad de prensa que todos queremos y que hoy le permite tratar de amanuenses y otras lindezas a los ministros del Gobierno de la Nación y a la Presidenta de la República con unos improperios que en otras etapas (las que él seguramente añora) le hubieran costado un proceso por desacato o la cárcel y la muerte, directamente.

Viene a cuento la reflexión sobre los improperios trasnochados del ingeniero Bush, porque se viene el debate sobre la prometida nueva Ley de Radiodifusión. Desde la puesta en funcionamiento de la actual –creada por el gobierno asesino de Videla- y sin que las escasas modificaciones lo hayan alterado sino más bien pronunciado, lo que existe en nuestro país es LIBERTAD DE EMPRESA, NO LIBERTAD DE PRENSA. Son las empresas periodísticas –verdaderos oligopolios- quienes tienen la libertad de hacer conocer sus opiniones y formar –y deformar- lo que se llama “opinión pública”. En ese marco de la libertad de empresa de Canal 13 es que habla el inefable Bush. Y en ese marco es en el que no hablan –ni pueden hablar- las ONG, las fundaciones, las vecinales, los sindicatos, las organizaciones populares.    

Este gobierno que tenemos y elegimos por el voto de más de ocho millones de argentinos, este gobierno que está llevando a cabo un plan económico que volvió a poner de pie a la Argentina en el concierto mundial, pagando la monstruosa deuda externa que nos tenía maniatados, desarrollando un plan de obras públicas y reconstruyendo las fuentes de trabajo del país, tiene una deuda pendiente, cual es el dictado de una ley de radiodifusión que verdaderamente aliente una amplia libertad de prensa para todos los sectores que tienen algo que decir en la vida política, social y económica de la Nación.

Es el debate que se viene. Y lo estamos esperando.

NUESTRAS CARAS Y EL PROFESOR

 No ayudan las caras, las nuestras. Eso es cierto. Somos rostros angustiados, desesperanzados y por momentos nos parecemos a niños en edad escolar. El profesor Segre lo sabe. El, tan acostumbrado al pulpito, a la enseñanza, desarrolla una clase magistral cada vez que sale a defender su propio aumento de sueldo. Utiliza  palabras efectistas para acentuar nuestra elemental formación como ciudadanos. Un día dice que no hay aumentos de sueldos, sino una recomposición salarial, otro día, aquí cerquita, habla de la tinellización que hace el periodismo y de una “mala difusión” de la noticia.

Segre es un hombre preparado y esta vez ha osado atacar, aunque con sutilezas, al periodismo local y como siempre, desde que uno lo escucha, también embiste nuestro desvergonzado silencio.

No soy periodista, ni formo parte de la corporación, pero soy, vaya causalidad, un ciudadano que de vez en cuando trata de digerir los atropellos a los que no quiero acostumbrarme.

Sabrá el profesor concejal Segre de que habla cuando aumentarse el sueldo en un 140 por ciento le parece una tinellización. Inquieto, infiero que tal vez este respetuoso hombre esta hablando por un sueño o que vive el sueño dorado de creernos inferiores y miembros de la famosa “gilada silenciosa”.

Alguien me susurra que muchos de la gilada silenciosa están enfurecidos, no tanto por los aumentos sino por la torpeza con que se manejan estos personajes. La gente señala que esta bien que el intendente gane un sueldo respetable, la misma gente, la “tinellizada”, también afirma que es un disparate lo que gana un concejal.

Los Martellas, los Jeremías, las Vaninas, los Arbillagas o los Florios deberían explicar que es una mala difusión y en que se diferencia de una buena, porque hasta ahora, los tinellizados, la gilada silenciosa, entiende que la difusión es o no es y no admite calificativos.

Obviamente, en caso de duda, como nos viene acostumbrando, aconsejo verificar en el pequeño diccionario ilustrado del profesor Segre, allí tal vez encontremos el real significado de algunos términos. La inquietud, por supuesto, debe pulverizar ese precioso prejuicio del que hablamos al principio y por el cual algunas voces se aprovechan de nuestra imagen. Y en eso coincidimos: no ayudan las caras, las nuestras. Y estos políticos lo saben, por eso, a veces hasta parecen reírse de nuestra inocencia.

El muchacho tomó tres mates esa mañana. Olga se despertó cuando fue a despedirla. Habló en voz baja para no despertar a los chicos. Te dejo plata arriba del televisor susurró, Olga dijo cuídate… chau.

Un arnés, un cable, un casco. Un vendaval, un grito contenido (los hombre no lloran), un vuelo sin retorno. Un muchacho que cae desde el quinto piso. Un tanque recibe al ángel sin alas. El agua del tanque que se tiñe de rojo sangre y la noticia que se repite escandalosamente. Ha muerto otro pibe, uno que jugaba en Atenas cuando el hambre todavía se lo permitía. Uno que jugaba en Estudiantes porque el viejo aún tenía laburo. Uno que no pudo ver el clásico. Se lo llevó la imprudencia, la fatalidad, el escarmiento, la negligencia, los irresponsables ganadores de dinero a toda costa o quizá el descontrol de los inútiles puestos a inspeccionar y vigilar.

Esta es una ciudad sin dirigentes del antes. Ellos aparecen el “día después”.

Los chicos no han tenido clase. Hubo paro. Los docentes se quejan tras un verano de sol, de sequías y de esperas. Quién les explicará a los niños de ocho años que es un paro y que no se izará la bandera, ni cantarán el himno. No se nada de presupuestos, pero la ilusión no tiene precio. Los maestros se quejan de pobres, el campo se queja para mantener su status de clase pudiente. Y un gringo  supuestamente bonachón deja de serlo cuando ocupa un banco y la clase media ahora lo mira con desconfianza. Y los que estamos entre las fragmentaciones, desayunamos incertidumbre y fallas ancestrales que nos perturban la vida.

Esta es una sociedad sin dirigentes.

Las noticias vienen pesadas este año. Jure suma decepciones cada vez que llega un impuesto. De la Sota declara su patrimonio haciendo un  chiste para que Juez se congratule con su estilo humorístico. Rojitas quiere mandar en el bloque del justicialismo. Allí está ese peronismo que mi viejo agradeció toda la vida porque le permitió ascender socialmente. Uno es producto de esa esperanza. Este peronismo local, tan vacío, intrascendente, melancólico y atroz.

Esta es una historia sin dirigentes.

Camargo anuncia, como siempre y desde siempre, que los empresarios deberían estar presos por asesinos. Mañana se da vuelta la página. El tiempo pasa y nos vamos poniendo serenos, calmos, hasta el próximo albañil volador.

Un dirigente es un tipo que se anticipa, que arma un grupo de trabajo (trabajo dije) para planificar y ejecutar lo que necesitan y demandan sus dirigidos. Los demás, miran para que el les marque el rumbo, para que guíe sus pasos y para que evite las confrontaciones internas cuando los hombres descarnan sus miserias. Eso es un dirigente.

La sociedad, nuestro Río Cuarto, permanece en silencio. La gente se ve atropellada, invariablemente defraudada y los  supuestos dirigentes, cuando el anticipo de una pueblada parece surgir, lo arruinan por su torpeza. Meten carteles partidarios donde no deben meterlos. El impuesto nos llegó a todos. Nadie quiere estar debajo de una bandera partidaria. El gobierno municipal agradecido. La gente nuevamente desorientada, cabizbaja, golpeada.

Las quejas no deben ser hechas por los que solo buscan réditos políticos.. Esa es una forma de eliminarlas. ¿Della Fiori sabrá esto? O solo se trata de estar sin siquiera saber donde ir. Quien me explica que quiere la izquierda local. Marche un  Nicolás Florio y su dialéctica para ilustrarnos.

Es tan vulnerable este texto que seguramente harán cola para rebatirlo. No se trata de un concienzudo estudio de la realidad. Solo es un montón de dolores acumulados que lejos están de encontrar explicación.

Vuelvo al principio. Los obreros de la construcción vuelan antes de morir. Los maestros paran antes de empezar. Los impuestos municipales y el costo del agua son irracionales. De la Sota declara chistes. El gobernador quiere a Rojitas presidiendo el consejo deliberante (casi escribo delirante). Y aún, por las calles en que transito a diario, observo y sobretodo de noche, los decorados de navidad. Estamos en Marzo. Alguien debería decírselo al que dirige esta ciudad. Hay que trabajar. Son dos mil  tipos, trescientas damas y algunas modelos. Todos empleados municipales. ¡¡Nadie se ha dado cuenta que pasaron las fiestas!!

O es que los dirigentes solo están para repartir cargos y ninguna tarea.

Pido perdón si alguien se siente herido. Solo escribo para que el malestar de vivir en esta ciudad- sociedad sea menos molesto. Y me compadezco de los que no pueden hacerlo. Ellos, por su silencio, ya se ganaron el cielo.

Polonio: ¿Qué leéis mi señor?
Hamlet: Palabras, palabras, palabras…William Shakespeare

Para celebrar el cumpleaños de nuestra ciudad, el intendente Jure anunció una reducción en los sueldos de los funcionarios políticos de la administración municipal.
La medida desagradó doblemente a las lumbreras del legislativo local, ingratamente sorprendidas por la decisión del intendente que “no les avisó lo que tenía pensado hacer” y que los colocó en la inexcusable situación de dar marcha atrás con la conquista salarial que como trabajadores de la política habían obtenido en septiembre cuando, en nombre del pueblo al que se supone representan (y que vendría a ser su patronal), asignaron incrementos de entre el 104 y el 150 por ciento para los sueldos políticos. Incluidos los suyos, por cierto.
La medida, que, según lo explicado, tiene el propósito de contribuir a paliar la complicada situación financiera que la crisis del capitalismo mundial ha intensificado, sorprende por su audacia. Y también porque, por ser audaz, precisamente, no deja lugar a las especulaciones a las que nos tiene acostumbrados la precaria comadrería que muchos pretenden hacer pasar por política: Que se dijo, que no se dijo; que debería haber consultado; que esto y que aquello. Lo que se hizo, se hizo y todo lo que se diga que se podría haber hecho son lo que dice el lúcido y turbado Hamlet: palabras.
¿Que hubiera sido mejor que retrotrajeran la situación a septiembre y cancelaran los aumentos de entre el 104% y el 150%, incremento al que ningún trabajador del país podría aspirar ni en un contexto de crisis ni en ningún otro? Sí, sin dudas.
¿Que es significativo que, según informó Puntal,  el Concejo Deliberante aprobara dicho incremento por unanimidad sin que nadie pusiera reparos objetivos al porcentaje? Y sí, pero ya está hecho.
¿Que considerando dicho incremento la reducción será sólo del 15%? Es un razonamiento válido. Pero no suma, salvo a la reflexión.
Poco importa saber qué hubieran hecho los ediles si el intendente les hubiera comunicado su decisión antes de hacerla pública. En cambio importa observar qué hicieron por su cuenta, qué decisión adoptaron sobre este tema antes que Jure tomara la iniciativa de recortar los salarios políticos. La conclusión salta a la vista: hicieron exactamente lo que hicieron: nada.
Prácticamente desde la recuperación de la democracia -cuyo  vigésimo quinto aniversario tenemos que celebrar todos los argentinos el próximo 10 de diciembre- se ha venido produciendo un sistemático desgaste de la imagen de los políticos y de la política como actividad. En gran medida esto responde a una estrategia del poder real –es decir, del poder económico que, con matices, discontinuidades relativas y contradicciones secundarias, conduce los destinos de nuestro país desde tiempo inmemorial- y a la invalorable ayuda que le han prestado, salvo excepciones, los dirigentes políticos de casi todo pelo y quienes fungen de tales (conductoras de TV, corredores de autos y lanchas, actores sin militancia, cómicos y demás).
Considerando que la política debería ser la más alta expresión de la ética, en tanto su finalidad es procurar el bien general, esta realidad es patética. Y observando el nivel de formación, capacidad, compromiso con el pueblo y producción de  muchos de los personajes que los medios nos presentan a diario como “políticos”, la situación es vergonzante. Sin embargo, esto no es grave, puesto que el sistema electoral debería permitir que la sociedad elija representantes cada vez más idóneos y comprometidos.
Lo que es riesgoso es que el conjunto de la sociedad tenga una imagen tan borrascosa de los políticos y que eso se transfiera –como se transfiere- hacia la política como actividad  de interés social. Acaso la demorada mejora de la calidad de los políticos obedezca precisamente al hartazgo de la política por parte de la sociedad, por lo que la persistencia de ciertos personajes no sería más que una muestra de cínico desprecio a todo lo que se supone que es la política.
¿Y cuál es el riesgo? ¿Qué ciertos personajes se eternicen en sus cargos?
No: el riesgo es que la sociedad se desentienda de la política como actividad, como la única herramienta que tiene el pueblo para mejorar sistemática, permanente e ilimitadamente su situación, su calidad de vida y todo aquello que lo acerque al horizonte de su felicidad.
Somos muchos los riocuartenses convencidos de que es necesario cambiar la política. Y cambiar la política supone una transformación profunda de las formas, de los criterios de selección y representatividad, del sentido de las acciones; pero sobre todo, cambiar la política implica empezar a producir hechos que orienten el cambio.
Si la preocupación de los concejales no se centra en la pérdida en dinero que les impone indirectamente la decisión de Jure, sino en el hecho de que se les haya adelantado en la implementación de una idea que ellos ya tenían en carpeta, el cambio habrá dado un segundo paso. El primero es el que se dio efectivamente. Eso es lo que hay. Lo demás es lo que dice Hamlet.