Es tan fuerte la política que quienes se asoman a ella desde otras disciplinas, creyendo que van a poder imponerlas sobre aquélla, terminan inevitablemente politizados. Es tan grave su fuerza de atracción, que así como el ateo nunca deja de depender de Dios, así el apolítico, el que niega la política, está reconociéndola en esa negación. Cualquiera sabe que desde la Atenas de Aristóteles se le llama “el arte de lo posible”. Pero ¿cuánto es lo posible? ¿Quién determina la medida de las posibilidades políticas? Groucho Marx nos divertía diciendo que la política era “buscar los problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar el remedio equivocado”. Los ciudadanos a quienes se aplica ese remedio equivocado son muchos más que aquellos que excepcionalmente se gratifican con el remedio adecuado. Y estos, cuando disfrutan del dulce, ya están apeteciendo un sabor ácido; y cuando éste los aburre apetecen un sabor que desconocen. Somos ciudadanos polisaborizados. O desaborizados. Y la política es la que debe satisfacernos. Y los políticos los encargados del delivery que igual que papá Noel o los Reyes magos no llegan a todas las casas con el mismo nivel de regalos. Y muchas veces no llegan, o llegan ya sin nada. Si nos equivocamos de deseos ellos no tienen la culpa. Una renovada corriente política entrecruza sus tensiones entre nosotros, y con nosotros adentro de la corriente. Lo que está ocurriendo en estos días es un excitante y excitado teatro de ideologías, intereses y pasiones que me recuerdan aquella definición de Mario Benedetti que dice: “Cuando creímos que teníamos todas las respuestas, de pronto nos cambiaron todas las preguntas”. Hoy se podría agregar que también nos cambiaron nuestras dudas. La Argentina es recorrida hoy por una corriente política caliente. Deberíamos asumir que esta calentura es un gran avance en contraposición a etapas recientes, cuando la política había sido postergada y la sociedad se había creído que eso era para siempre. Aquella frase de Bill Clinton: “Es la economía, estúpidos”, ya es tan vieja como aquella del Fin de la Historia. Y estar crispados, como dicen, o calientes y recalientes, acaso es una reconquista espiritual y biológica para que esta sociedad siga viva. Los unos y los otros, cada cual con su calentura. Pero cuando la política arde, algunos se asustan y salen corriendo a pedirle ayuda a los militares o a los jueces, porque cualquiera dicta una revolución desde una mesa de café o en los canales de televisión, pero pocos la resisten chapoteando en el barro o tironeados por la macroeconomía y mucho menos cuando el mango de la sartén está al rojo vivo. La política contiene al genuino y al impostor. La sesión inaugural del nuevo período de sesiones ordinarias en el congreso nacional, fue un buen muestrario de ellos. Sin duda la presidenta es difícil. Sí. Todavía más de lo que la oposición presumía. Cuando se la cree arrinconada por los mastines ladradores, ella, sin perder la elegancia Vuitton, no solo los detiene sino que a su vez los asusta. Es que la inteligencia es difícil y, puesta a desarrollar ideas en un discurso, desafía al refutador a plantear argumentos de igual coeficiente. ¡Qué sensación de desigualdad argumental entre la presidenta y los que aspiran a reemplazarla! Porque lo que natura no da, la negación no presta. Le pasa al periodismo reinante, porque la honestidad que no se tiene nunca encuentra las noticias honestas. Y no digo nada de Cobos, que se mantiene impecable en ese papel de don nadie, que le sienta la perfección, y en cuyo rostro se nota la búsqueda de nada para no delatar su impostura. Y qué decir de Lilita, que en vez de ir al congreso para ofrecer propuestas, va a los tribunales para que los jueces frenen las ajenas. El recurso de la presidenta de comparar la Argentina real con la virtual, dejó al desnudo la realidad de la virtualidad negadora; al país del cuento mediático en comparación con el recuento de obras y de acciones. Es tan demoledor el efecto que causa exhibir aquella Argentina derrumbada y esta Argentina en construcción, que para no reconocerlo hay que vendarse los ojos, taparse los oídos, apelar a la mentira o sentir nostalgia de esas Fuerzas Armadas que se auto humillaron y que recién hoy van recuperando el orgullo. O reconocerse y confesarse a si mismo que no importa lo que haga el Gobierno, porque la oposición opositora oponente sólo se opone: no le gusta porque no le gusta. Responder al discurso, con un mínimo de honra, antes que nada exige la honra de los críticos. O un despojamiento, si ya no patriótico, al menos político, y no esa caricatura de Unión Democrática del 45 que es el actual amasijo de “no me gustadores” cualunquista que dice llamarse oposición. Apenas la presidente terminó su discurso saltaron de sus bancas a comentar el discurso y reincidieron en tratar de disminuirlo. No habló del Indec. Dijeron, y es cierto. Tampoco de cómo aumenta el bife de costilla y la lechuga. Tampoco. Pero si habló de cosas de tamaño Estado. Por ejemplo habló del mayor crecimiento económico en doscientos años de historia argentina; habló de superávits inéditos, de la disminución de la mortalidad infantil, de la dignidad de la Argentina científica, del aumento de las exportaciones y la disminución de las importaciones… ¿Si? Pero no habló de los 2 millones de dólares que usó el marido para comprar un hotel. No. De eso no habló. Pero habló de otros millones. De la creación de millones de puestos de trabajo, de los millones de nuevos jubilados que estaban fuera del sistema, de millones de megavatios que impidieron el apagón que se auguraba deseándolo, de los millones de chicos beneficiados con la Asignación Universal por Hijo… Si, si. Esta bien, pero así no vale ¿Por qué no habló de la valija de Antonioni? Cualquiera se luce hablando de que nunca como hoy hubo tanto presupuesto educativo, del inédito lugar que ahora ocupa la Argentina en el G 20, de la solidaridad y apoyo de los 31 países del Grupo de Río por la cuestión Malvinas. Eso sí, no habló de represión ni de presos políticos porque no hay. Ni habló de ajuste; porque al contrario, hay aumentos salariales y sostenimiento del empleo y ahora, por ley, los jubilados reciben sí o sí dos aumentos de haberes por año. ¿Que habló de los nietos e hijos de desaparecidos? ¿Y qué hay con eso? Si todo el mundo lo sabe. No hay por qué andar enrostrándolo como si no se supiera. Aunque bueno, hay algunos que sufren de amnesia y de amnistía. ¡Qué discurso de la Presidenta! ¡Y a capela! Prácticamente sin apuntes ni ayuda memoria. Y no traten de imaginarse a candidatos como Reutemann, Macri, Duhalde, Menem o De Narváez tratando de emularla. Sería inútil. Ellos solo dicen lo que el grupo Clarín dice que hay que decir. Acaso la única capaz de juzgarla como oradora es Elisa Carrió, pero ella habla a través de los jueces y además le pesan la cruz y los rosarios. Y el odio, claro. La presidenta tampoco habló de la Iglesia opositora. Una omisión imperdonable y atea. ¿Por qué no dijo que Bergoglio, tan piadoso él, le mandó un curita a Néstor para darle la extremaunción por anticipado? Además, si quiere ser la presidenta de todos tendría que haber citado a Duhalde, tan querendón él, cuando dijo: “Queremos un país para los que quieren a Videla y para los que no lo quieren”. Pero ella no dice esas cosas. No puede con su naturaleza. Es una presidenta difícil. Y si nó pregúntenle a Magnetto o a Martin Redrado. Y por último, respecto al uso de las reservas del Banco Central, ¿Por qué no dijo lo que dijo Maradona? Pero nó. No lo dijo. Quizá porque ella es mujer, claro. Pero no a no desesperar: seguro que lo dice Néstor en el 2011, cuando otra vez gane las elecciones presidenciales.
Cuánto hay de cierto cuando decimos que no hay oposición sino solo opositores. Lo peor es que se olvidan sistemáticamente cuántas décadas tuvieron para mostrarnos las bondades del "modelo"que pretenden o propician reimplantar.
En realidad, aún con gobiernos democráticos, pero sin la legitimación del voto,porque el peronismo estuvo proscripto, se valieron de sus cómplices para defenestrar a un Íllia, por ejemplo, porque era tortuga.
Pero a él se le deben muchas de las conquistas sociales que aún hoy siguen vigentes,si mal no recuerdo, como el salario mínimo vital móvil, el salario por hijo, se reimplantaron los planes de viviendas populares y no se robaba.
El mismo Frondizzi años antes, al menos dejó proyectos de las grandes obras de infraestructura que hoy tiene el Nuestro País como el túnel subfluvial, el complejo Zárate Brazo Largo, el Plan Nuclear Argentino y las grandes presas hidroeléctricas, sean en ejecución o mayor o menor grado de avance, el País tenía un Plan de desarrollo. Hoy las industrias se fueron en gran parte a Brasil, mejor digamos, las echaron a Brasil, que supo aprovechar la oportunidad para industrializarse. Pero nunca les gustó porque tienen alma de colonia. Se sienten colonia y seguramente aspiran a ser los que "habiten el Cabildo" de la colonia próspera (para ellos, por supuesto...)
Les pregunto a esos opositores, qué País conocen que tenga un ingreso medio alto y medianamente bien distribuido, que no tenga una próspera industria. Que no se haya desarrollado agregando valor a su materia prima.
Japón o Suiza por ejemplos, carecen casi por completo de materia prima pero son, uno,la segunda economía del mundo y el otro, la "caja fuerte" del planeta. Fabrica los mejores chocolates y no tiene una sola planta de cacao en su territorio.
Qué novedad ahora, para comprar prendas de vestir que lleven la etiquetita de"Industria Argentina" y somos defensores de las industrias de confecciones o de las textiles, del calzado, juguetes, etc., hay que hacer largas caminatas para encontrarlas en esas prendas o artículos. Por suerte ahora ya se empiezan a ver algunas.
Lo mismo ocurría hasta no hace mucho con los materiales de construcción, como serlos pisos cerámicos o los sanitarios, grifería, carpintería, etc. Hoy al menos podemos volver a ver la presencia del cartelito "Industria Argentina"o "Hecho en Argentina", que hasta ya me había olvidado que existían...
Eso es malo? Propiciar una política distribucionista y favorecer la creación depuestos de trabajo es malo, me pregunto...
Evitarla desnutrición con el salario universal por hijo, o haber dado la oportunidad de jubilarse a más de un millón y medio de personas que hasta hace tres o cuatro años andaban mendigando un bolsón o un plato de sopa y darles la cobertura de salud, y el derecho de cobrar todos los meses en vez de practicarla mendicidad, hace mucho daño? ¡¿A QUIÉN, ME PREGUNTO?!
Era mejor la desnutrición que clamábamos todos que debía terminar. Sé que no es la solución permanente como será la creación de puestos de trabajo dignos con un salario también digno, en un empleo estable. Pero al menos alivia en lo coyuntural. Cuando el cuerpo no se alimentó hasta los 5 primeros años, por más que luego los alimentes ya no se recuperan las neuronas. Ya tenemos un segmento de población con coeficiente intelectual bajo debido a esta causa.
Contra de esto están, de devolver la dignidad a las personas y prevenir la desnutrición... Qué clase de argentinos son?
Y ahora que enseñaron a los verduleros que el kilo de repollo podía en menos de un año pasar de costar $ 0,65 a $ 6,50 o más, coincidentemente claro está, con el desabastecimiento tolerado pacientemente por las actuales autoridades,iniciando una cruel campaña de desprestigio antes de dos meses de asumidas la Presidenta. La tenían preparada.
Y andá a buscar en los noticieros de por entonces, una expresión menos repugnante que la de De`Angelis (o como se escriba...) y muchos otros, con esa intolerancia doble que aquella que criticaban. Si eso no se llama hipocresía,seguramente se llamará "proyecto alternativo".
Hoy se animaron con la carne. Algo muy sensible para nuestro pueblo. Están muy bien asesorados. Ya tenemos un precio superior al precio promedio en dólares (creo que está en Liniers a u$s 1,20 de u$s 0,95 que es el promedio histórico).
A eso sumale los frigoríficos, los mayoristas y cuando no, los hipermercados, que según ellos, no son formadores de precios...
Bueno,pero como ya lo había anticipado el ya nombrado personaje inventado por los medios en el 2008, "el que quiera lomo deberá pagarlo $ 80". Por supuesto que para obstaculizar y poner palos en la rueda, no son para nada improvisados. Tienen una larga tradición.
Ese es el modelo de los opositores, ese rejunte como la "Unión Democrática" de los 40` donde sólo los une el afán de poder y el oponerse por oponerse. Porque ojo, que las cucarachas que salen en el hospital de Formosa, no ha de ser un orgullo, pero creo que no se crían de un día para el otro. Y mucho menos el olvido en que están sumidos los habitantes del Impenetrable chaqueño. Pero se esmeran en mostrar el rejunte de lo peor que pueda ocurrir, especialmente si hay un Capitanich de por medio, por ejemplo.
Son añoranzas de sus épocas de oro, cuando en 1880 por ejemplo, éramos una promisoria Nación sin duda, donde las autoridades las elegían en las casas delas "familias dedocráticas". Claro esas añoranzas con un pueblo que tenía el 90% de analfabetos...
Así les resulta lindo y fácil gobernar.
Cómo pretendemos que nos cuenten si esos son los "planes" que tienen, si son inconfesables, aún para los más firmes seguidores de esa ideología
El padre de la jueza que suspendió la aplicación de los decretos de necesidad y urgencia que crearon el Fondo del Bicentenario y removieron al presidente del Banco Central es el coronel de Inteligencia del Ejército Luis Alberto Sarmiento, quien durante la última dictadura fue, entre cosas, jefe de Inteligencia y ministro de gobierno en Misiones, donde el fiscal general pidió hace ya cuatro años su procesamiento por participar en crímenes de lesa humanidad. La lentitud del proceso hizo que aún no haya sido llamado a indagatoria Dos policías rosarinos señalaron a Sarmiento como el responsable de las torturas aplicadas a Angel Enrique Brandazza, de 23 años, integrante de la Unión Nacional de Estudiantes, que fue secuestrado por un comando conjunto de las policías provincial y federal, el Cuerpo de Ejército II y la Gendarmería, y torturado hasta morir en la sede del Comando, en Dorrego al 900 de Rosario. Según el médico Miguel Angel Hadad, Brandazza falleció allí a raíz de las torturas el 29 de noviembre de 1972, al día siguiente de su secuestro. A raíz de este caso, Sarmiento debió pasar a retiro en diciembre de 1974. Terminada su carrera militar, se recicló en la Secretaría de Inteligencia del Estado, que ya entonces manejaban las Fuerzas Armadas. La conducía su compañero de promoción Otto Carlos Paladino. Quien lo hizo ingresar y se responsabilizó por él fue otro compañero de promoción, el coronel Eduardo Romeo San Emeterio, también oficial de Inteligencia, que había pasado a retiro en abril de ese mismo año. Ambos realizaron el curso de contrainsurgencia en la Escuela de las Américas, cuando eran mayores Al producirse el golpe del 24 de marzo de 1976, Sarmiento cumplía funciones como jefe de Inteligencia en Posadas. Misiones era una de las seis provincias que dependían del Cuerpo de Ejército II y del coincidente Area de Seguridad II; de la Subzona 23, que correspondía a la Brigada de Infantería VII de Corrientes, y del área 232. Entre 1975 y 1976 el Cuerpo II fue comandado por otros dos compañeros de Sarmiento, Díaz Bessone y Galtieri; la Brigada de Corrientes por los generales Cristino Nicolaides y Cesario Angel Cardozo y el área 232 por los coroneles Juan A. Beltrametti y Carlos Caggiano Tedesco. Más de quince causas distintas se abrieron al concluir la dictadura para investigar noventa casos de secuestros, torturas y asesinatos. Paralizadas a raíz de las leyes de punto final y obediencia debida, pero en febrero de 2006 el fiscal general de Misiones, Guillermo Mario Negro, solicitó el procesamiento de Sarmiento y de otros diez militares y policías. El primero de la lista que integra el padre de la jueza es el general Cristino Nicolaides. En junio de 2006, el juez federal de Posadas, Ramón Claudio Chávez, pidió el legajo de Sarmiento y de otros dos coroneles al Ministerio de Defensa, que los envió de inmediato, en el expediente 3-3159/05, “Franzen, María Graciela, s/denuncia privación ilegítima de la libertad y torturas”.. El 25 de noviembre de 2006 el diario “El Territorio” de Posadas reprodujo una declaración del fiscal general Negro, según quien la falta de colaboración de las Fuerzas Armadas y de la SIDE obedece al “macabro espíritu de cuerpo”. El grupo de familia de la jueza se completa con su hermano Alejandro Luis Sarmiento, quien el 25 de octubre de 1976 presentó su solicitud de ingreso al Colegio Militar, en la que consta que su padre era ministro de Gobierno de Misiones. Dos años después, su hermana María José ingresó a la justicia. Integrante de la Promoción 111 del Ejército, egresó como subteniente en 1980, pero pasó a retiro con el grado de capitán el 31 de mayo de 1994, cuando María José era designada jueza por el presidente Carlos Menem. Gracias a las relaciones familiares con la justicia, Alejandro Luis llegó hasta el Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un dato apenas curioso: uno de sus compañeros de promoción, José Luis D’Angelo Rodríguez, dirige la revista B-1, que considera presos políticos a los detenidos por haber participado en la guerra sucia militar contra la sociedad argentina, reivindicada como una gesta heroica. El hijo de Eduardo Romeo San Emeterio, Eduardo Sinforiano San Emeterio, fue el defensor del capitán Juan Carlos De Marchi, también presidente de la Sociedad Rural de Corrientes, quienes fueron condenados en la causa por los crímenes cometidos en el Regimiento de Infantería de esa provincia. También defiende a Cecilia Pando, numen de B-1, por el gesto de degüello que dirigió a un funcionario del gobierno nacional el día que se conocieron las sentencias en aquel proceso. El parentesco no es causal de recusación en un proceso de enorme importancia para el gobierno que impulsó el enjuiciamiento de aquellos crímenes, pero ayuda a entender el insólito comportamiento de la jueza María José Sarmiento, cuyo fallo instantáneo que ha puesto todo tipo de trabas a la apelación oficial y fue anunciado horas antes y con exactitud por el diario “La Nación”, “Supongo que esto pulveriza el mito de que manejamos la justicia”, dijo el jueves la presidente CFK., pero ningún medio lo publicó.
Kirchner habla de todo y de todos. Las lecciones de la derrota bonaerense, Cobos y Redrado, el Indec, la oposición desestabilizadora, su patrimonio, Clarín y Telecom. El alejamiento de Ocaña y Saín. Crecimiento del 0,5 por ciento en 2009. ¿Bastan el PJ y la CGT para desafiar a tantos enemigos tan poderosos? Las asignaturas pendientes de su gobierno que Cristina está rindiendo. Proyectos para profundizar el modelo en 2010 y alianzas para sustentarlos. Inclusión, petróleo y matrimonio gay. Cuando le pido que identifique los tres mayores aciertos de su presidencia, sonríe. “El principal fue animarme a abrir la puerta del despacho para entrar”, dice. Se recuerda como un presidente muy débil, en medio de una situación política, económica e institucional de “ingobernabilidad absoluta”. Ni siquiera la dirigencia política que lo apoyaba coincidía con su idea sobre el país. “Abrí una ventana. La Plaza de Mayo estaba llena. Fue la más triste que vi en mi vida, porque allí había un pueblo que demandaba trabajo, atención, que la Casa Rosada se diera vuelta y dejara de mirarlos con la nuca.” A veces las palabras no acuden cuando las precisa. Las ideas se le atropellan y la boca es un embudo muy estrecho, como el día en que habló de “un grito de aire fresco”. Su relación con sujeto, verbo y predicado no se inspira en la de Juan Perón. Le salen frases enrevesadas que a menudo quedan truncas, con los puntos suspensivos de una obra de Armando Discépolo, pero se hace entender mucho mejor que tanto pulcro abogado sentencioso. Dice que se acercó “a esa Plaza Rosada” y sintió que con el cargo había asumido todas las responsabilidades por la situación. “Tarea difícil la de ser presidente”.
Los pactos que no fueron A los pocos días, un ministro le dijo que la Corte Suprema de Justicia se proponía redolarizar la economía si no se le brindaban “determinadas seguridades”. Por la noche lo consultó con Cristina y el Secretario Legal y Técnico Carlos Zannini. Vuelve a reír: “En aquel momento yo era el Chirolita de Cristina”. Cuando decidieron explicar a la sociedad que el gobierno no aceptaba este trato extorsivo “empezó uno de los procesos más importantes de la institucionalidad argentina”, que condujo al establecimiento de una Corte Suprema independiente, elegida con un método transparente. Pero advierte que más de una vez ha estado en desacuerdo con sus fallos y se intuye que no las tiene todas consigo sobre lo que el tribunal pueda decidir cada vez. Es que al formar esa Corte con no partidarios, como hizo Mitre un siglo y medio antes, se ató al mástil de una institucionalidad a prueba de editoriales exaltados de los herederos de su precedente y de los socios mayores. Días antes de asumir, una visita importante le planteó que para garantizar la convivencia debían ratificarse las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. –El ex senador Eduardo Duhalde. –Sí, pero también algunos compañeros. Dice que el impulsor de esa especie de “acuerdo cívico militar” fue el general Ricardo Brinzoni, quien había visitado a varios gobernadores para llevarles su propuesta. Kirchner lo recibió durante un almuerzo en Comandante Piedrabuena. –Me habló de un trabajo coordinado para sostener la institucionalidad. Le respondí que la mejor manera era que cada uno cumpliera con el rol que le asigna la Constitución. A muchos les sorprendió que en cuanto asumí lo relevé. Lo hice en defensa del gobierno que comenzaba, porque bajo su conducción las Fuerzas Armadas volvían a actuar en terrenos que no les correspondía. –¿Y con las leyes de impunidad? –Pedí tiempo hasta comenzar mi gobierno, que necesitaba fortalecerse. Y cuando asumí respaldamos los juicios que se estaban realizando, como pedían los organismos y el sistema interamericano de derechos humanos, derogamos el decreto que firmó De la Rúa contra las extradiciones solicitadas por el juez Baltasar Garzón y pedimos la ratificación de la Convención Internacional sobre imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad y la nulidad de las dos leyes.
Mucho más que tres Le hago notar que los tres mayores aciertos que mencionó se produjeron en los primeros meses de su gobierno. Son los más importantes porque sin ellos no hubiera habido institucionalidad, dice, pero limitarlo a tres le parece mezquino. “Son muchos más.” La enumeración que sigue a borbotones incluye los gemelos superávit comercial y fiscal, la renegociación de la deuda externa, el pago al Fondo Monetario Internacional para que deje de condicionar la política económica, la recuperación del trabajo con la creación de cinco millones de puestos nuevos, los 23 aumentos concedidos a los jubilados, la reapertura de las negociaciones paritarias, la fijación mediante sucesivos aumentos del salario mínimo más alto de Latinoamérica, la inclusión en el sistema provisional de un millón y medio de trabajadores pasivos que habían quedado sin ninguna cobertura. “Todo esto va vertebrando un sistema muy diferente al que recibimos y también diferente a lo que pasa ahora. A mí me tocó sacar a la Argentina del infierno. Por eso las contradicciones de esa etapa son diferentes a las contradicciones de este gobierno... –Después hablamos del gobierno de Cristina... Pero Kirchner no quiere interrumpir su razonamiento. Dice que las contradicciones son diferentes porque cambió el campo de alianzas. Entonces “había muchos que aún pensando diferente acompañaban porque todos querían salir del infierno, pero ahí todavía no se perfilaba la definición profunda del modelo, y ahora sí”. Cuando le pregunto por los tres mayores errores o carencias de su mandato, su respuesta se adelanta a la pregunta siguiente: las falencias de su gobierno, que reconoce, son los principales méritos del de su esposa. No parece deliberado, pero sumando ambas cosas, no hay más que aciertos. Ese es el estilo que les permitió darle a la caída electoral del 28 de junio la dimensión de un traspié, cosa que exaspera a los opositores que los daban por acabados. Una vez Cristina dijo que eran dos cuerpos con un solo cerebro.
Los medios y los fines Kirchner no percibió que “la democratización debe ser total, más profunda”, que también era necesario consolidar “un sistema de medios absolutamente democrático y no monopólico”. Tuvo “la ingenuidad de esperar comprensión, para construir una Argentina democrática”. Después de reintegrar al sistema previsional a quienes habían quedado afuera por las privatizaciones que dejaron a tantos sin empleo, entendió que esa respuesta era parcial. También se habían privatizado “los fondos de los trabajadores, mediante las famosas AFJP, que crearon gran parte de la deuda argentina, por el buco que generaron en el presupuesto”. Se suponía que esos fondos servirían para crear un mercado de capitales, que benefició a muy pocos y descapitalizó a los trabajadores. La decisión posterior de recuperar el sistema previsional “la podríamos haber realizado nosotros, pero no lo vimos con claridad”. No parece recitar un libreto, sino buscar respuestas que aún no conoce. “A veces, es necesario ganar en homogeneidad, un proyecto tiene que ir construyendo conciencia en la gente”, tantea. Luego vuelve a terreno más conocido: “A este proyecto político lo atacan mucho más por los aciertos que por los errores”. Esos aciertos, dice, hicieron que se juntaran muchos “sin ideas y sin proyectos, sólo por tratar de revertir lo avanzado”. “A Cristina le toca enfrentar un núcleo duro cerrado y desestabilizador, que se opone a la política de derechos humanos, más los sectores monopólicos mediáticos, a los que se suma una oposición política que destruyó la Argentina dos veces y no aporta ideas para la construcción a partir del caos que ellos crearon. Por el contrario, siempre tratan de profundizar cualquier contradicción para que todo se agrave. Eso es lo que hoy tenemos enfrente y lo que en la Argentina futura se va a debatir”. Frente a ese cuadro, afirma que la respuesta de CFK consiste en mejorar la calidad institucional y pone como ejemplos la Ley de Medios Audiovisuales, la recuperación del sistema previsional, la asignación universal a cada hijo, el Fondo del Bicentenario. Kirchner entiende que la Asignación Universal es la medida de política social más importante que se adoptó en medio siglo. “Muchos dicen que ellos la plantearon primero. No vamos a discutirles. Si todos la querían, que la presidente la haya adoptado es un triunfo de todos. ¿No?”. También reivindica el Plan Argentina Trabaja, que mediante las cooperativas se aparta de los planes clientelistas que se dictaron en el inicio del siglo, “inclusive en algún momento de nuestro gobierno”. Es difícil compatibilizar su enfoque con los de la oposición, política, corporativa y mediática, que denuncia un atropello institucional tras otro. “Son los que trabajan para desestabilizar al gobierno. Lo que ocurre es que no nos estamos rindiendo al sistema. Llegamos para transformarlo”, replica.
Conflictos de intereses La personificación de esa queja es el vicepresidente Julio Cobos. Kirchner pide que se tome conciencia del lastre que debe remontar Cristina, con el único “vicepresidente desestabilizador” que tuvo la democracia desde 1983, que “goza de los privilegios institucionales de un proyecto político al que traicionó y del que se plantea como alternativa”. También señala el machismo de la sociedad, al que atribuye que haya prosperado “el cuento de que yo tomo las decisiones, con el que intentan desgastarla. No la conocen a Cristina, ni a mí”. El escollo con que chocó el actual gobierno a poco de andar fueron las patronales agropecuarias. Kirchner cree que “se podría haber comunicado mucho mejor” pero defiende la necesidad de las retenciones al comercio exterior de la soja, “tanto por la extensión de sus plantaciones y el nivel de precios como por la distribución del ingreso”. Omite nombres pero opina que “quienes trabajaban con Cristina en el tema no estuvieron a la altura de las circunstancias”. Se remite a una declaración de su esposa: “sin renunciar a las medidas en las que uno cree, desde la presidencia hay que buscar una síntesis, sin odios ni enojos”. Pero lo que se ve es un conflicto ríspido. “Que no nos asuste, muchas veces habrá conflicto de intereses. Ordenar los intereses de la sociedad significa equilibrar cargas que no lo están y eso genera conflictos”. Pero cree posible una síntesis, que no perjudique a nadie y que respete “los intereses de la mayoría de los argentinos”.
El gran examen Cuando habla de su esposa trasunta una admiración que no se compadece con la imagen tan difundida, que la reduce a mera emanación de su voluntad. Dice que el manejo de la crisis internacional fue “el gran examen que dio Cristina”. Describe la crisis como más profunda que la de los años ’30, con el derrumbe del sistema financiero, el estallido de la burbuja especulativa simbolizada por instituciones como Lehman Brothers, emblemáticas del Consenso de Washington, y el uso del Estado como resguardo cuando todo temblaba. “Los dirigentes europeos y estadounidenses no podían comprender lo que les estaba pasando ni atinaban a aplicar el antídoto correcto, hasta que apelaron al tipo de medidas defensivas que nos criticaban a nosotros”. El razonamiento se cierra en el punto en que comenzó: “¿Se imagina si hubieran estado a cargo quienes gobernaron la Argentina en la década del ’90 o en la crisis de 2001? Hubiéramos tenido política de ajuste, descuento de salarios, descuento de ingresos a las provincias, pactos fiscales a cuenta de la coparticipación”. Y, aunque no lo diga, represión, para imponer ese programa. Agrega que “quienes hoy tanto hablan de coparticipación son los mismos que firmaron todos los pactos fiscales y llamaban a los gobernadores para que las provincias resignaran fondos”.
Reservas y deuda La alabanza se refiere a las políticas activas para el sector automotor, el campo, la construcción, la inversión pública. Cuenta que en marzo hay 150 escuelas a inaugurar y miles de obras básicas y fundamentales para activar y para generar empleo, que comenzaron en 2008 y 2009. “Por eso la Argentina creció el 0,5 o 0,6 por ciento pero no decayó”. –¿En 2009? –Sí. Decían que se iban a vender 200 mil automóviles, se vendieron 550 mil. La recaudación aumentó en los dos últimos meses del año, y en este enero que comienza, está creciendo a dos dígitos. Se exportó carne por 1935 millones de dólares, cuando decían que iba a ser necesario importar. También ingresaron 670 millones de dólares por exportaciones de lácteos. A pesar de la tremenda crisis internacional, de la sequía, del conflicto, de no haberse liquidado algunas cosechas, los resultados económicos permitieron llegar a 48.240 millones de dólares de reservas. –Varias fuentes de la oposición dicen que se reinicia el endeudamiento. –Eso no es serio. Estamos pagando la deuda que contrajeron los gobiernos que se sucedieron desde 1976 hasta 2003. Cuando asumimos, la deuda equivalía a más de una vez y medio el Producto Bruto, ahora apenas pasa del 40 por ciento.
¿Qué es una derrota? Reformulo su planteo de esta manera: desde 1983 hasta 2003 rigió un pacto de gobernabilidad. Los intereses hegemónicos que emergieron de la dictadura autorizaron la subsistencia de gobiernos electos, siempre que no afectaran sus negocios y que ajustaran sobre las espaldas de los trabajadores. Kirchner rompió este acuerdo en 2003. Pero entonces, ¿cómo se explica que su candidatura haya sido derrotada por nadie el 28 de junio? –Hubo varios factores. El conflicto por la 125 produjo una confusión en la sociedad, que poco a poco se fue aclarando. Después empezamos a remontar desde muy atrás. Había sectores que de verdad querían que el gobierno se cayera... –¿Querían? –Y siguen queriendo. Dirigentes con nombre y apellido lo han dicho en público. Cree que parte de la confusión fue que se atribuyera a factores internos la pérdida de poder adquisitivo de sectores medios y mediosbajos, que no lo relacionaron con la crisis internacional. También computa la zozobra que provocó la pandemia de gripe A. Pero considera central debatir si su construcción política fue correcta, porque percibe alguna desconexión entre el mensaje a la sociedad “y aquellos que tenían que instrumentarlo, que a veces pensaban más en sus intereses individuales que en los del proyecto nacional. Sin proyecto nacional es imposible que haya un proyecto provincial y menos proyectos municipales. Lo estamos discutiendo, nos autocriticamos”. También incluye en el análisis lo que llama “el cerco mediático para desgastarnos y limarnos”, y los recursos ilimitados de la campaña de quienes resultaron ganadores cuyo gasto “fue astronómico” y del que no debieron rendir cuentas. Aunque dice que “fuimos la primera minoría del país, por más de 6, 7 puntos”, no intenta minimizar el fuerte simbolismo de la derrota en la provincia de Buenos Aires. “Nos ganó la derecha”, señala.
La incidencia del Indec Le doy mi opinión sobre la incidencia de la situación del Indec. El maquillaje de las cifras devaluó toda palabra pública y el enmascaramiento de la inflación dificultó ver ese sufrimiento de los sectores medios-bajos y bajos y demoró una medida como la Asignación Universal, que debería haberse tomado mucho antes. Kirchner interrumpe, con esa actitud de peleador que tanto irrita como admira: –Pero se tomó... Trato de terminar el razonamiento: –...y en cambio se prefirieron los acuerdos con sectores oligopólicos, que bajaban dos o tres artículos por unos días, mientras subían todos los demás, y dos o tres semanas después subían también los precios acordados. No coincide. Por un lado, defiende el cambio de un sistema armado para un esquema neoliberal donde crecían los servicios y desaparecía el resto. También señala que había funcionarios del INDEC cercanos a las consultoras, aunque no quiere generalizar porque la mayoría le parecen decentes. Pero además observa que en el momento de las elecciones la caída de la actividad había hecho que los precios se mantuvieran o cayeran. ¿Y el efecto de la negada inflación anterior sobre la credibilidad oficial? –Se puede discutir. Pero lo importante es lo que se está haciendo ahora. El gobierno no se ha encerrado como si se sintiera dueño de la verdad absoluta. Se está haciendo un trabajo conjunto con las universidades nacionales, que permitirá crear un sistema que quede fuera de toda duda. La presidente ha elegido ese camino para buscar la solución definitiva. Aún así, no niega la posible influencia del INDEC en el resultado electoral. “Sería absurdo de mi parte. Nunca hay una sola causa que determine un resultado”. Pero insiste en ponderar los otros elementos que mencionó.
Llamados de atención Pienso en la depresión y el repliegue de Alfonsín después de la derrota de 1987, en las maniobras de Menem después de la de 1997 para que lo sucediera la inofensiva oposición y no sus feroces compañeros, en la terca negación con que De la Rúa fingía que la derrota de 2001 no lo afectaba porque no había sido candidato. La reacción de Kirchner no se parece a ninguna de ellas. Acepta el resultado en forma autocrítica, pero no lo siente como un drama (la oposición dice que actúa como si no hubiera ocurrido). Se ríe cuando recuerda sus malos resultados en varias elecciones en su provincia, donde después se impuso. –La política es así. A veces hay derrotas que son llamados de atención, y además de analizar por qué se pierde hay que ver con quién se pierde. Lo más grave es que no perdimos con una fuerza progresista sino con el pasado, con los años ’90. No hay más que ver lo que están haciendo en la Ciudad de Buenos Aires. El Jefe de Gobierno dice que nosotros estamos terminados, y él todavía no empezó. A nosotros nadie nos puede quitar el valor de que hemos sabido gestionar, administrar. Este señor no ha podido mantener una sola decisión, y ha tomado las más agraviantes. Lo grave es que nosotros perdimos con eso y nuestro análisis es que ocurrió por no haber profundizado y corregido las cosas que teníamos que corregir. Por eso se tomaron todas las medidas que se tomaron después del 28 de junio. Le menciono tres proyectos de reforma que él no aprobó: la fiscal en la que trabajó Felisa Miceli, la de la Ley de Entidades Financieras de Carlos Heller y la de la Carta Orgánica del Banco Central que presentó Mercedes Marcó Del Pont. –Hubieran sido profundizaciones del modelo y, por ejemplo, hubieran evitado el problema con Redrado. –Nos quedamos sin Felisa. –Desde el gobierno se paró esa reforma mucho antes, porque Clarín había publicado una tapa sobre el tema. Pero seguimos trabajando, dice, sin explicar cómo ni cuándo. –El tema de la Carta Orgánica del Banco es una asignatura pendiente. La conversamos pero nos quedamos ahí por no alterar el funcionamiento del sistema financiero. Mercedes presentó un buen proyecto, hay que discutirlo, pero el mundo no termina hoy ni mañana, y la presidenta tiene muchas cosas más claras de lo que las tenía yo. Con Heller estamos conversando sobre este tema, nunca fue rechazado.
Políticos del oficialismo y la oposición, organizaciones sociales y de derechos humanos, gremios y personalidades académicas presentan hoy las bases para una política de seguridad que brinde soluciones inmediatas y perdurables, pero evite el “facilismo represivo”.
Los más diversos sectores políticos, de la Justicia, gremiales, académicos y organizaciones de derechos humanos presentarán hoy, a las 12, en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional, un Acuerdo para la Seguridad Democrática (ASD). El texto pone el acento en que las políticas de seguridad y el control policial deben estar en manos de civiles, impulsa la descentralización creando policías comunales, fomenta la existencia de una policía judicial, que trabaje en la instrucción de las causas, y rechaza el discurso de la mano dura “que sólo ha constituido un impedimento para la profesionalización de las policías y ha potenciado la acción de redes de ilegalidad en las que intervienen funcionarios públicos”. El Acuerdo para una Seguridad Democrática tiene las firmas –entre muchas otras– de integrantes del Frente para la Victoria, como Agustín Rossi; del peronismo disidente, como Felipe Solá; de dirigentes de la UCR como Gerardo Morales, Ricardo Alfonsín y Ricardo Gil Lavedra, la diputada de la Coalición Cívica Marcela Rodríguez, referentes de otras fuerzas políticas como Margarita Stolbizer, Fernando “Pino” Solanas y Martín Sabbatella, el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni; el titular de la CGT, Hugo Moyano, y el de la CTA, Hugo Yasky; académicos como Marcelo Saín y Alberto Binder y prácticamente todas las organizaciones de derechos humanos. La iniciativa surgió de León Arslanian y el Centro de Estudios Legales y Sociales, quienes estarán a la cabeza de la presentación de hoy. Anoche todavía se sumaban más adhesiones que se darán a conocer al mediodía. El Acuerdo apareció a raíz de la inquietud que surgió en distintos sectores por la aparición de propuestas de darle mayores atribuciones y poder a la Bonaerense y a policías de otras provincias del país. “Queríamos aunar a las fuerzas democráticas para que se tomen caminos democráticos en materia de seguridad y diferenciarnos claramente de los discursos de mano dura que no hacen más que reeditar políticas desacertadas y fracasadas”, explicó Arslanian . El ex ministro de Seguridad contó que junto con el CELS empezaron a contactar a los partidos políticos, a las fuerzas sindicales, a integrantes de la Justicia y a una parte importante del mundo académico para diseñar el texto. Después de su presentación en el Salón de los Pasos Perdidos, el acuerdo “se hará llegar a los poderes públicos”. Tal como sucede en otras latitudes, ante hechos de sangre impactantes, se produce una enorme ebullición y surgen las voces que piden que a los uniformados se les devuelva el poder, que no haya tanto control ni de los civiles ni de la Justicia. “Que puedan detener sin límites, que se aumenten las penas y se encarcele a los menores, casi sin distinción de edad”, parece la consigna. Frente a esas posturas, los puntos centrales del texto son los siguientes. Las respuestas al delito han sido facilistas y autoritarias, consolidando la ineficacia policial, judicial y penitenciaria. Las políticas de mano dura constituyeron “una sucesión de intervenciones erradas que impidieron la profesionalización de los policías y potenciaron la acción de redes de ilegalidad en las que intervinieron funcionarios públicos”. Una adecuada política criminal requiere de una policía eficaz en la prevención, de alta profesionalidad y debidamente remunerada, una Justicia penal que investigue y juzgue en tiempo oportuno y un sistema penitenciario que asegure condiciones dignas de encarcelamiento. Se requieren estrategias que articulen las políticas de seguridad así como la garantía de condiciones de vida dignas para toda la población. Las políticas democráticas de seguridad deben surgir de diagnósticos basados en información veraz y accesible al público. Se impulsa la descentralización de la organización policial a nivel distrital y comunal. Un control interno de las policías de carácter civil y control externo del desempeño y la legalidad. Formación y capacitación policial no militarizado. Las medidas meramente represivas con las que se insiste en cada crisis apuntan a perseguir pequeños delitos y a autores jóvenes. Lo que señala el acuerdo es que gran parte de esos delitos comunes están asociados a poderosas redes delictivas. Uno de los ejemplos cantados es el de los desarmaderos. Una policía judicial, dependiente de los fiscales, traerá transparencia en las investigaciones. Se debe garantizar la regulación del accionar policial en los operativos, espectáculos deportivos, recitales y manifestaciones. Se debe asegurar un uso de la fuerza proporcional, racional y erradicar las prácticas policiales contrarias a esos criterios. En la parte final del documento se resume lo que tal vez es la estrategia más importante: “conseguir un acuerdo político y social amplio que permita avanzar en el diseño e implementación de políticas de corto, mediano y largo plazo, orientadas a encontrar soluciones inmediatas y perdurables a las demandas sociales en materia de seguridad”. La firma del acuerdo por parte de dirigentes del oficialismo y la oposición, de referentes de la Justicia, el gremialismo y los derechos humanos podría ser la base para esa búsqueda de consensos que formula el texto. Aunque los propios organizadores saben que “habrá un debate muy fuerte y la derecha insistirá en sus políticas”.
Ejes de la Propuesta
“Por primera vez, existe un acuerdo del ochenta por ciento del arco político en que la seguridad requiere de una discusión que salga de la coyuntura electoral y que se instale contra la estafa del manodurismo”, dice Gastón Chilier, director ejecutivo del CELS, uno de los organismos de derechos humanos que vienen bregando por la solución de los problemas de la seguridad a corto, mediano y largo plazo, dentro de los marcos de una sociedad dispuesta a vivir en democracia. –¿Sobre qué base trabaja el acuerdo? –Por un lado, la idea es dejar de lado la demagogia de la mano dura y, por el otro, avanzar con el control civil de la policía, la profesionalización de los policías, de la investigación del delito, la discusión de la descentralización, la participación social. Lo que plantea es que un amplio sector de la sociedad dice que estas recetas no han funcionado, y si hay que dar respuestas debe hacerse dentro el marco democrático. –¿Cómo se plantea romper con el discurso de la mano dura que parece reproducirse a nivel mundial? –Es que el manodurismo a nivel mundial tampoco funcionó. México es el mejor ejemplo. Desde hace años viene proponiendo la militarización de la policía, desde hace años que lanza una demagogia punitiva para la que nunca nada es suficiente. Y ahí está México con sus miles de muertes por el narcotráfico. Es el mejor modelo de en qué termina la estafa del manodurismo. –El abanico de firmas es muy amplio... –Sí, las firmas reflejan una diversidad política amplísima. De un lado quedan los que acuerdan bases y del otro lado quedarán los que insisten en políticas no democráticas y autoritarias. El 80 por ciento del arco político acuerda en que se requiere una discusión y un acuerdo que se salga de la coyuntura electoral. Una discusión que condicione o limite que aparezca alguien, ya no como pasa en la provincia que devuelve el poder a la policía, sino alguien que pretenda poner a los tanques en la calle.
Diez Puntos de Acuerdo por la Seguridad Democrática El acuerdo considera un engaño al discurso de la mano dura, analiza la responsabilidad del Estado y la gestión democrática de las instituciones de seguridad. Las respuestas estatales autoritarias e ineficientes frente al delito y la fuerte dosis de exclusión y violencia que domina el debate público y orienta muchas de las acciones del Estado en la materia exigen una discusión abierta y pluralista, capaz de alcanzar acuerdos básicos sobre políticas democráticas de seguridad que atiendan las legítimas demandas de la sociedad.
Esta situación exige instituciones de seguridad comprometidas con valores democráticos y el rechazo a políticas demagógicas e improvisadas, dirigidas a generar expectativas sociales en la eficacia de medidas abusivas que sólo agravan el problema y reproducen la violencia.
1-El Estado frente al problema del delito En nuestro país, la acción del Estado frente al incremento de la violencia y el delito se ha limitado mayormente a respuestas facilistas y autoritarias que consolidaron la ineficacia policial, judicial y penitenciaria.
En los últimos años, algunos procesos de reforma de las instituciones de seguridad tuvieron resultados favorables, pero fueron interrumpidos para volver a políticas de probado fracaso.
2-El engaño de la mano dura Las políticas de mano dura no han reducido el delito, han aumentado la violencia y, en algunos casos, hasta han amenazado la gobernabilidad democrática. La delegación de la seguridad en las policías, el incremento de las penas, el debilitamiento de las garantías y las políticas centradas en el encarcelamiento masivo basado en la prisión preventiva son los ejes recurrentes de estas políticas de mano dura. Los reiterados fracasos de estas políticas han sido utilizados para insistir con las mismas recetas, en una espiral irresponsable que nunca rindió cuenta de sus resultados.
Esta sucesión de intervenciones erradas ha constituido un impedimento para la profesionalización de las policías y ha potenciado la acción de redes de ilegalidad en las que intervienen funcionarios públicos.
3-Responsabilidad del Estado El Estado tiene la responsabilidad de asegurar a la población el libre ejercicio y goce de sus derechos. La construcción de una ciudadanía respetuosa de la ley es el camino indicado, pero si la ley resulta quebrantada, el Estado debe proveer los medios necesarios para individualizar a los responsables y sancionarlos cuando corresponda.
Una adecuada política criminal y de seguridad requiere: una policía eficaz en la prevención, de alta profesionalidad y debidamente remunerada; una Justicia penal que investigue y juzgue en tiempo oportuno a quienes infringen la ley, garantice la plena observancia de las reglas del debido proceso y de la defensa en juicio, y un sistema penitenciario que asegure condiciones dignas de encarcelamiento y de ejecución de la pena con sentido resocializador.
4-Una concepción integral de la seguridad La manera eficaz de avanzar sobre el problema implica operar sobre las causas del delito y las redes de criminalidad con miras a reducir la violencia en todas sus formas. Una concepción integral de la seguridad implica tanto la prevención de la violencia física como la garantía de condiciones de vida dignas para toda la población. Esto requiere estrategias de abordaje integral que articulen las políticas de seguridad con otras políticas públicas y complementen las acciones del sistema penal con intervenciones de todas las áreas del Estado. Estos recursos estatales deben estar distribuidos de manera igualitaria y generar una mayor protección para los sectores excluidos, de modo de no profundizar la desigualdad.
Para avanzar en un abordaje integral y efectivo del problema de la seguridad, el diseño e implementación de políticas democráticas debe surgir de diagnósticos basados en información veraz y accesible al público. La producción de esa información es también una responsabilidad indelegable del Estado.
5-Gestión democrática de las instituciones de seguridad Todo gobierno tiene la responsabilidad de ejercer la conducción civil y estratégica de las policías, que supone el pleno control de la institución. La prevención y sanción del delito, de modo eficiente y legal, requiere un sistema policial estrictamente subordinado a las directivas de seguridad pública formuladas por las autoridades gubernamentales. La historia reciente demuestra que la delegación de esta responsabilidad permitió la conformación de “estados mayores policiales”, autónomos, que han organizado vastas redes de corrupción, llegando a amenazar incluso la gobernabilidad democrática.
Los lineamientos básicos para una modernización y gestión democrática de las instituciones de seguridad son: la integración de las labores policiales de seguridad preventiva e investigación del delito; la descentralización institucional de la organización policial a nivel distrital y comunal; la integración de la policía con la comunidad y los gobiernos locales en la prevención social de violencia y delito; el control interno de carácter civil y control externo del desempeño y de la legalidad; el sistema de formación y capacitación policial no militarizado y anclado en valores democráticos; el régimen profesional basado en el escalafón único y las especialidades policiales.
6-Desactivar las redes del delito para reducir la violencia Las medidas meramente represivas con las que se insiste ante cada crisis de inseguridad apuntan a perseguir los pequeños delitos y a los autores más jóvenes, bajo la falsa creencia de que así se limita el avance de la criminalidad. La realidad indica que un gran porcentaje de los delitos comunes está asociado a la acción de poderosas redes delictivas y a un importante mercado ilegal de armas que aumenta los riesgos para la vida y la integridad de las personas. Por lo tanto, reducir la violencia que alarma a nuestra sociedad exige reorientar los recursos de prevención y de investigación penal hacia la desactivación de estas redes de delito y de los mercados ilegales. El Ministerio Público Fiscal, en coordinación con las autoridades de gobierno, tiene un rol fundamental en estas tareas.
Una policía judicial, dependiente del Ministerio Público Fiscal, traerá transparencia en la investigación penal preparatoria.
7-Gestión policial no violenta en el ámbito público La gestión democrática de la seguridad debe garantizar la regulación del accionar policial en los operativos en el espacio público, tales como espectáculos deportivos, recitales, manifestaciones de protesta social y desalojo de personas. Para ello es fundamental establecer con rango normativo estándares de actuación en el espacio público, de modo de asegurar un uso de la fuerza proporcional, racional y subsidiario y erradicar las prácticas policiales contrarias a esos criterios.
8-El papel de la Justicia
El Poder Judicial y el Ministerio Público tienen una doble responsabilidad fundamental en el impulso de políticas de seguridad democráticas, en la investigación rápida y eficaz de los delitos y el control sobre el uso de la prisión preventiva, las condiciones de detención y la violencia institucional.
9-Cumplimiento de las penas en un Estado de Derecho En nuestro país hay cerca de sesenta mil personas privadas de libertad. Las condiciones inhumanas de detención, los índices sostenidos de sobrepoblación en cárceles, comisarías e institutos de menores, la ausencia de reinserción social, las prácticas sistemáticas de violencia, tortura y una enorme mayoría de presos sin condena son los rasgos más evidentes de los lugares de detención.Una política democrática de seguridad tiene que ocuparse por que el cumplimiento de la prisión preventiva y de la pena se dé en condiciones dignas y aptas para la readaptación de la persona condenada y no contribuya, como hasta ahora, a la reproducción y agravamiento de los problemas críticos de violencia, injusticia y delito que se propone resolver.
10-Un nuevo acuerdo para la seguridad en democracia
Para cumplir con la obligación del Estado de dar seguridad a los ciudadanos en el marco de estos principios democráticos es imprescindible alcanzar un acuerdo político y social amplio que permita avanzar en el diseño e implementación de políticas de corto, mediano y largo plazo, orientadas a encontrar soluciones inmediatas y perdurables a las demandas sociales en materia de seguridad.
Firmas que aportan al consenso
El abanico político que sostiene el acuerdo es amplio, más de 200 firmas iniciales. Entre los legisladores nacionales figuran Agustín Rossi, Remo Carlotto, Héctor Recalde, Adela Segarra y Adriana Puiggrós, (FPV); Ricardo Gil Lavedra y Ricardo Alfonsín (UCR); Fernando Solanas y Claudio Lozano (Proyecto Sur); Victoria Donda y Cecilia Merchan (Libres del Sur); Martín Sabbatella, Carlos Heller y Vilma Ibarra (NEPyS); Mónica Fein, Jorge Rivas y Ariel Basteiro (PS); Marcela Rodríguez, Griselda Baldata, Elisa Carca y Horacio Piemonte (CC); Margarita Stolbizer (GEN); Felipe Solá (PF) Giustiniani, Rubén (Sen. PS); Solá, Felipe (Dip. Peronismo Federal); y Rubén Giustiniani (Sen. PS). Entre los legisladores de las diferentes provincias aparecen Sandra Cruz y Fernando Navarro (Dip. PBA-FPV); Luis Malagamba y Jaime Linares (dip. PBA-GEN); Marcelo Brignoni, y José Tessa (dip. Sta. Fe-EDE); Carlos Martínez, Carlos Morello y Paula Sánchez (dip. de Libres del Sur por Chaco, Salta y Neuquén, respectivamente); Gabriela Cerruti y Gonzalo Ruanova (Leg. porteños Nuevo Encuentro); Eduardo Epszteyn, Aníbal Ibarra y María Elena Naddeo (Leg. porteños Diálogo por Bs. As.). Por otro lado, Hermes Binner (Santa Fe) y Jorge Capitanich (Chaco) ya habían sumado sus firmas entre los gobernadores; y Daniel Salvador, como presidente de la UCR bonaerense. Entre las organizaciones sindicales, los titulares de la CGT, Hugo Moyano, y de la CTA, Hugo Yasky, además de Víctor De Gennaro y Víctor Mendivil, por la CTA y la Comisión por la Memoria. También firmaron como referentes sociales, religiosos y de la cultura, Luis D’Elía (Mov. Tierra y Vivienda); Edgardo Depetri (Frente Transversal); Emilio Pérsico (Movimiento Evita); Humberto Tumini y Jorge Cevallos (Libres del Sur); Roberto Baigorria (Coord. Nac. Barrios de Pie); Eduardo De la Serna (Curas en opción por los pobres); además, por la Comisión Provincial por la Memoria firman Miguel Hesayne (obispo emérito); Daniel Goldman (Rabino); Martha Pelloni; Aldo Etchegoyen (obispo metodista-Comisión por la Memoria y APDH). También Néstor Borri (Nueva Tierra); Néstor Picone, Mary Sánchez; Laura Berardo (Libres del Sur). En el ámbito de la Cultura, León Gieco; Ricardo Foster y Horacio González (Carta Abierta); Mempo Giardinelli y Tito Cossa (Comisión por la Memoria). Por la Comisión por la Memoria también Hugo Cañón, Adolfo Pérez Esquivel (también del Serpaj); Laura Conte (por las Madres, CELS, CPM); Alejandro Mosquera, Elizabeth Rivas, Mauricio Tenembaun, Luis Lima, Carlos Sánchez Viamonte, María Verónica Piccone, Emilce Moler, Susana Méndez, Fortunato Mallimacci y Leopoldo Schiffrin (Comisión por la Memoria). Entre los organismos de Derechos Humanos, el Centro de Estudios Legales y Sociales, en conjunto; Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Abuelas de Plaza de Mayo; la APDH; Hijos; el Serpaj y la Fundación Memoria Histórica y Social. También dieron su apoyo Raquel Wittis y los Familiares de Luciano Arruga con la APDH de La Matanza. Y especialistas como el ex camarista federal y ex ministro de Justicia y Seguridad bonaerense León Arslanian; el ministro de la Corte Suprema y docente de Derecho de la UBA, Raúl Zaffaroni; Marcelo Saín (ex secretario de Seguridad bonaerense y ex titular de la PSA); Enrique Font (Derecho, Univ. Nac. Rosario); Alberto Binder, Martha Arriola, Gabriel Kessler, Luis Tibiletti, Gustavo Palmieri (CELS), Luis Lugones, Ana Clement (directora de la Licenciatura en Seg. Ciud.); Juan Tokatlian (UTDT); Sofía Tiscornia (UBA); Mario Coriolano (Prof. Derecho Unlap, representante argentino en el Comité Contra la Tortura ONU); Pablo Alabarces (UBA e investigador Conicet); Máximo Sozzo, (Univ. del Litoral); Gabriel Bombini (Univ. Nac. de Mar del Plata); Martín Appiolaza (Univ. Nac. de Mendoza); Jorge Perano (Univ. Nac. de Córdoba); Gabriel Ganón (Univ. Nac. de Rosario). Hugo Trinchero (Decano Filosofía, UBA); Mónica Pinto (Coordinadora del Programa DDHH, UBA); Damián Loretti (vicedecano Fac. de Sociales, UBA); Víctor Abramovich (Cels y Centro de DDHH-Univ. de Lanús, PBA); Gustavo E. Lugones (rector de la Univ. Nac. de Quilmes); Enrique Font (Cátedra de Criminología y Política Criminal, Fac. de Derecho, UN Rosario); Daniel Erbetta (Dep. de Derecho Penal y Criminología, Fac. de Derecho UN Rosario); Eduardo Basualdo y Daniel Azpiazu (Flacso); Jorge Perano (Fac. de Derecho Univ. Nac. de Córdoba); Carlos Acuña (Director de la Maestría en Políticas Públicas de la Udesa) y Carolina Smulovitz (directora del Dto. de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de UTDT). Se agregan otras firmas de representantes e instituciones de diferentes ámbitos que aún estaban en proceso de confirmación.
Los dos años próximos: una eternidad metida en el pliegue diario de la historia.
El tiempo que viene
El tiempo no es una abstracción sin contornos. Imperioso, es una cuchilla que nos clava fatalmente al presente. No es posible omitir la realidad coyuntural. Juraron los nuevos diputados, estremecen los robos que desembocan en asesinatos, la prensa arrecia en sus campañas, los movimientos entre las fuerzas enfrentadas no cesan.
Ante los micrófonos y en la calle se alzan voces de degüello. El gobierno rechaza las presiones y la ingerencia en la vida política nacional de un alto funcionario del Departamento de Estado norteamericano. Un nostálgico del orden dictatorial es nombrado ministro de educación de la Ciudad de Buenos Aires. Los sectores conservadores, que venían largamente agitados de antemano, han conseguido sonar verosímiles al acusar al gobierno nacional de provocar la agitación. Franjas considerables del viejo pensamiento progresista aceptan el dictamen y entregan a las derechas un inusual protagonismo. ¿Pero no hemos hablado ya de todo esto? Sí, porque en los tramos más inmediatos y condensados de la historia se presentan las tensiones del gran tiempo que se habita, las premuras, las urgencias que no dejan de conmovernos.
Pero sólo es posible iluminarla si nos sustraemos de lo más evidente de esa temporalidad. Si nos tomamos un tiempo capaz de vivirse en su maceración pasada, en la vivencia de lo heredado, pero también con una imaginación dispuesta al futuro. Hacer propio el tiempo es tan necesario como hacer aquello que ya hicimos, y en esta Carta insistimos: hacer ejercicio vivo de la palabra, juego activo con la lengua, afectuoso encuentro con sus potencias. Este ciclo que vivimos necesita replantear y fortalecer la línea persistente, pero quebradiza, de la autonomía social y popular. Se trata de hablar distinto del hablar de los medios de comunicación masivos. Distingamos nuestras urgencias de las suyas; pensemos nuestros proyectos sin sus ataduras. La coyuntura nos merece como mujeres y hombres no sometidos a sus coacciones evidentes. La crítica a los medios de comunicación es la necesaria crítica a la razón de la época y sus enseñanzas son materias reconstructivas de la comunicación tecnológica y humana. Sin ahondar en su poderosa significación, en su capacidad para crear sentido común y articular los lenguajes de las derechas contemporáneas resultará muy difícil dar la batalla cultural indispensable, esa que nos permita disputar los relatos de la patria.
Se dirá que pedimos grandes encuadres históricos cuando es preciso vivir en el fervor de una coyuntura. Alertar precisamente sobre la necesidad de una mirada que abarque un ciclo mayor de tiempo es el motivo de esta Carta. Estamos ante dos años que condensan tramos de tiempo muy vastos, en los que se jugarán para el pueblo argentino los horizontes mayores de justicia, democracia y economía pública distributiva. No nos sometemos, entonces, al dictado de la inmediatez ni a la ilusión de un plan autosuficiente, pero sí reclamamos un horizonte más amplio. Hablemos pues del tiempo por venir. Contemplar más secuencias exige interpretar el momento que vivimos con más riqueza conceptual. Una épica social debe salir de este juego entre la estructura del presente y sus puntos de condensación más dramáticos; una épica social que trabaje para un vuelco consistente de la situación, porque peligra una experiencia sustantiva en la vida política de los argentinos. Su fin puede sobrevenir, amasado por fuerzas que, expertas ya en la construcción de seductores climas de apariencia diáfana, han logrado capturar los imaginarios de un amplio sector social, allí donde no se han movilizado recursos simbólico-culturales capaces de dar cuenta del presente, aglutinar la voluntad colectiva y dar para esa voluntad colectiva una épica. ¿Cuáles serían esos trazos épicos en una sociedad desmenuzada por lógicas de acumulación y consumo que sustraen las vidas de lo público? Los sectores medios urbanos que en otros momentos cultivaron la modernización cultural y política, hoy se dejan entusiasmar por el barniz eficientista de las derechas, cuando esa tintura enmascara el huevo de la serpiente: el anudamiento de la retórica securitista, la sensibilidad del caceroleo y la defensa del terrorismo de Estado. Es necesario desarmar estos complejos acertijos, porque los dos años próximos serán una eternidad metida en el pliegue diario de la historia.
Con esa perspectiva, no decimos nada nuevo si advertimos que, sin tener asumida la dimensión latinoamericana, las acciones políticas nacionales se ven menguadas en su potencia y su horizonte. Las situaciones y las experiencias en las naciones de nuestra región son disímiles y requieren ser tomadas en relación al mundo histórico del que surgen, sin anteponer estereotipos de cofradía frente a las realidades singulares. Los recientes pronunciamientos electorales en Uruguay y Bolivia reafirman la persistencia del proceso histórico abierto con el inicio del nuevo siglo para los pueblos del continente, al tiempo que se inscriben en lo profundo de sus tradiciones populares y libertarias. Alentadoras situaciones reparatorias entran en pugna con diversas formas de restauración conservadora. En cada uno de nuestros países se juega hoy el destino de la región toda (Chile es un ejemplo elocuente), y el conjunto entero es puesto en riesgo cuando uno de sus eslabones se rompe. La cruda realidad del procedimiento golpista en Honduras obliga a nuevas modulaciones tan firmes como preocupadas que sepan, por un lado, desnudar las complicidades de los poderosos de siempre y, por el otro, desarmar las retóricas que esgrimiendo supuestas virtudes republicanas vienen a horadar a los gobiernos democráticos acusándolos (si han elegido proyectos de transformación) de ser responsables de un vaciamiento de esas mismas instituciones, como lo preanuncian los sordos y alarmantes ruidos destituyentes que suenan en Paraguay. Nuestro tiempo y nuestro porvenir merecen la profundización de la integración latinoamericana y la alertada denuncia de las políticas imperialistas.
En la sal inmediata de los acontecimientos argentinos percibimos recrudecer las acciones de un vasto bloque político que actúa para debilitar el mandato presidencial y dar por agotado un ciclo para que llegue mortecino al 2011. No nos resignamos a que un conjunto de críticas al gobierno –a las que en ciertos casos no restamos validez–, sean el pretexto para entronizar mediocres derechismos, con sus exaltadas patronales, sus monaguillos pretendidamente republicanos y sus tribunos jacobinos que hablan por izquierda para zambullirse sin disgusto en la correntada neoconservadora.
Pero no apresuremos los trazos. Muchos son los conflictos que agitan las calles de la política argentina, y verlos bajo un único régimen de significación se parece a no verlos. Algunos provienen de una extendida conflictividad social, otros de una situación inédita de polarización política, y otros expresan los temblores de una sociedad que engarza sus temores con una interpretación provista por las maquinarias mediáticas. Esto es, no debemos poner en las mismas columnas las disputas por recursos encaradas por los movimientos sociales, las acciones parlamentarias de los dirigentes opositores, las movilizaciones urbanas bajo las banderas de la seguridad. No debemos hacerlo nosotros cuando son muchos los que procuran incluirlos en una misma narración que, enlazando esas vetas heterogéneas, las haga confluir como única fuerza de demolición. No es así. Constituir otra explicitación que haga momentáneo el acuerdo parlamentario de heterogéneos grupos es necesario, así como actuar sensiblemente en dirección a las izquierdas y los progresismos sociales y políticos es ineludible para el recorrido político que defendemos, tanto como hacerlo con nuevas ideas y vocabularios. Del mismo modo, esas fuerzas están exigidas de una responsabilidad mayúscula: la de evitar su confluencia –sean cuales fueran las razones o las coartadas- con las acciones de la oposición que buscan hacer girar en un sentido regresivo el tiempo de la historia.
Las necesarias argumentaciones no se constituyen en el interior de un palacio, ni siquiera en la amistad que nos reúne en un colectivo político. Requiere entramarse con los hilos diversos de la movilización social, con las palabras recreadas de los distintos grupos, con las demandas antiguas y nuevas de una sociedad dañada. Una narrativa entonces debe ser consecuencia de una novedosa estrategia de composición y de una voluntad crítica capaz de desmenuzar la actualidad y, dentro de la actualidad, los problemas que ponen en juego las nuevas derechas, pero también los que arrastran los movimientos populares y las fuerzas gubernamentales.
Esta narración debe poder decir los nombres adecuados para hechos efectivamente acaecidos. No tiene derecho a obviar las palabras necesarias y tiene la obligación de proveer las que faltan para que no sean sugeridas por el equívoco, la mala fe o la ignorancia. Algunas medidas gubernamentales muchas veces se presentan despojadas del marco interpretativo que dé cuenta de su real importancia. Porque esa interpretación reclama una discusión sobre qué significan la idea de desarrollo, las formas contemporáneas del trabajo y la situación del Estado. ¿Qué son hoy las instituciones estatales? ¿Cuál es su capacidad de incidencia y realización de políticas para todo el territorio nacional? ¿Cuánto arrastran de modos burocráticos, cuando no de confrontaciones mezquinas por recursos escasos en las que la alusión a lo público es más una mascarada que una efectiva apuesta a su reconstitución? ¿Se han desprendido esas instituciones de lo que una profunda reconversión neoliberal instauró en ellas o adormecen sus contornos más nítidos bajo otra lengua ideológica? Cada una de las instituciones estatales puede verse como un terreno minado de conflictos entre lógicas distintas, y una de las deudas del momento es poder diferenciarlas para apostar a la expansión de sus núcleos más renovados. Las economías contemporáneas tienen vastas zonas de ilegalidad que permean, con sus lógicas de acumulación y de reparto, algunas instituciones. No estamos hablando de resonantes actos venales, sino de un funcionamiento que atraviesa la vida social y exige renovadas consideraciones éticas y políticas. Un Estado renovado debe surgir de estas críticas para hacer más creativos sus recursos y las posibilidades expresivas de sus propios trabajadores.
Del mismo modo, la movilización social no puede considerarse sin situarla, en cada momento, bajo las preguntas de su condición y legitimidad. No para menoscabarla en nombre de una empresa ordenancista, sino para considerarla en sus ambigüedades y contradicciones. La vida democrática alberga entre sus pliegues más vitales las expresiones públicas y las luchas por derechos. La experiencia gubernamental en curso supo poner como enunciado central la renuencia a la represión. Lo sostuvo, sustrayéndose con valentía a la airada vociferación del orden. Esto no impide reconocer que los conflictos laborales, las representaciones sindicales, los movimientos sociales, configuran un mapa de reclamos por la justicia tanto como –paradójicamente- una superficie de disputa que a menudo se ve atravesada por el desdén hacia lo público en función de intereses privados o sectoriales. Nuestro país tiene profundas reservas democráticas, las tiene en su idea del conflicto, en los usos de las calles, en su sistema educativo. Y ninguna de esas prácticas está eximida del riesgo de caer en alguna forma de cooperación involuntaria con la destrucción de la vida colectiva.
Un Bicentenario con compromiso social
Sigamos revisando lo que acucia. Cuestiones como la de la seguridad exigen un trato capaz de abrevar en las fuentes profundas de la democracia argentina, no para negarlas en tanto problema sino, por el contrario, para sustraerlas de la gritonería linchadora. La vida en las grandes metrópolis mundiales registra la dificultad de resolver los abismos en los que caen porciones enormes de poblaciones desplazadas. Actos de violencia irracional son llevados a cabo al servicio de una economía ilegal que a veces involucra tramos oscuros del mismo Estado. Existen distintos estratos de culpabilidad para tratar esto, lo que no excluye la interpretación exacta del momento culpable en que alguien dispara un arma homicida. Es para bien del conjunto que hay necesidad de mantener una sociedad abierta, sin concesiones a las formas medievales de vindicta. Leer con perspectiva crítica una escena urbana atravesada por complejas formas de anomia y de violencia no puede hacernos soslayar la significación que estos dramas de lo cotidiano tienen en el interior de las conciencias públicas y privadas. El dolor que vuelve fundamental al tema, exige apartarlo de los argumentos premoldeados de vendetta disfrazada de nuevos ordenamientos socialmente regresivos. Son las derechas a cielo abierto las que se solazan cada vez que una voz humilde grita su desgarramiento. Argumentos que ni siquiera deben tener forma argumental: les basta con golpes comando de sensiblería y gimoteo, no el auténtico dolor de las víctimas sino el inducido por el gabinete de asesores en el marketing lagrimeante. El progresismo no ha sabido tratar estas cuestiones. Ni el problema del Estado, ni las características de las luchas, menos aún la violencia de las sociedades contemporáneas. Esa incapacidad abona la causa de aquellos que creen resolver los dramas reales con el grito de orden. No olvidar de qué modo la travesía del miedo suele concluir en el sumidero del autoritarismo y la represión socialmente aceptados no es menos imperioso que advertir la importancia de las operaciones de construcción del miedo cuando de agudizar la sensación de fragmentación en la vida cotidiana se trata. Si no se resuelve la sensación de miedo, la vida política no encuentra cuerpos suficientes para encarnarse y desplegarse en toda su magnitud.
Es necesario responder con imaginación específica y trazar razonamientos de largo plazo, en estos asuntos y en todos los que inquietan y demandan soluciones concretas, sean muy visibles o no. También configurar un mapa de encuentros y alianzas que procuren la preservación de las mejores políticas desplegadas en estos años. Se requieren, por ejemplo, observaciones más agudas sobre el movimiento social y las orientaciones democráticas que se mueven en el ámbito de las representaciones laborales, y en esa dirección, son bienvenidas las medidas cautelosas pero progresistas en relación a los trabajadores del subterráneo. Esto en lo inmediato, en lo que llamamos la cuchilla del presente, pero todo punto complejo del presente irradia hacia adelante. Creemos en una Argentina con esferas y agremiaciones sindicales en las que, a la vez que resuene la voz del tradicional movimiento obrero, también los nuevos movimientos puedan esbozar sus primicias, actuando con la lucidez que requiere un país sometido al ataque de fuerzas reaccionarias bien conocidas. No hay hilos conductores pensados de antemano que puedan conducir los hechos a su puro arbitrio. Pero un sentido general de los hechos políticos puede y debe ser enunciado por parte de un arte de gobierno. Se vuelve imprescindible desplegar los trazos que vayan diseñando un proyecto capaz de irradiar convicción y entusiasmo, figuras sin las cuales la política queda huérfana de actores y prácticas fundamentales para realizar toda voluntad transformadora. Romper el hechizo neoliberal de los noventa implica regresar creativamente sobre una idea de política que sea portadora de una amalgama de sueños utópicos y de proyectos históricamente realizables. Es necesario recorrer el Bicentenario y el año 2011 munidos de una nueva imaginación pública, democrática y movilizadora. Lo solemos denominar un proyecto y más modestamente un plan, un tejido de previsiones. ¿Se le puede imponer a la historia una retícula cargada a priori? Sabemos que no. Pero una previsión general sobre el devenir puede y debe ser explicitada. Convoquemos nuevos pensamientos para hacer leyes sociales, reformemos la educación para elevar su nivel teórico y social, y para que el justo afán de sus luchas gremiales no descuide una convivencia productiva con la preservación de la escuela pública como sujeto social atesorado en la memoria democrática argentina.
La realidad de la escuela pública habla, con la gravedad de un alerta, sobre el destino completo del país. Su fundación estuvo entre los logros más relevantes de una política laica y republicana que funciona como la imagen invertida de lo que llaman republicanismo las derechas contemporáneas. La actualidad de la educación pública exige una transformación profunda, capaz de retomar su sentido democrático. En la década del noventa, bajo la idea de reforma se hizo trizas el sistema educativo. No sólo por una cuestión de escuálidos presupuestos, también porque se dejó cada región y cada escuela a su suerte, y el Estado nacional se privó de la facultad de intervenir en programas, en regulaciones y en la formación docente. Porque no fue sólo un problema económico, es que los dramas de la educación pública actual no se resuelven con la bienvenida expansión presupuestaria. Son problemas no tan sólo de calidad, sino de sentido, de formación y de derechos. Porque una escuela pública disminuida es un mecanismo de profundización de las diferencias sociales, como lo prueba el incesante crecimiento de la enseñanza privada. Lejos de la escuela igualadora, estamos ante el abismo de instituciones que en muchos casos acentúan la polarización social.
No decimos con esto que haya vacancias de medidas sociales destinadas a disminuir esa polaridad. Las hay y de profundo alcance. Las hay que portan una innovación profunda como son la universalización de la asignación por hijo y el programa de ingreso social con trabajo. Porque si la primera parte de reconocer el derecho de los niños más allá de la situación del empleo; la segunda sitúa un hito en las apuestas a las capacidades organizativas de los sectores populares y profundiza un vínculo virtuoso entre la vida popular y las instituciones estatales.
La política es una apuesta sobre el tiempo que vivimos y el tiempo que adviene. No debe quedar encallada en la nostalgia de un pasado irreversiblemente ido ni en un posibilismo incapaz de escapar a su propia orfandad de futuro. Es así que son necesarias imaginativas movilizaciones en la ciudad y en la mente colectiva dispuesta a la aventura del pensar crítico. Un hito legal se ha instituido: la ley de servicios audiovisuales. Ahora, precisamos canales mediáticos de expresión renovada, poéticas comunicacionales y a la vez un nuevo rigor en la información que recree la objetividad pública de las noticias. Un país no puede vivir facciosamente todos los años de su historia, pues para atrás, no sabrá interpretar su linaje, y hacia delante, se deshace.
La Pirámide
Modesto monumento republicano, la Pirámide de Mayo testimonia un recorrido, la necesidad de evaluarlo y el deseo de no postergar el anuncio concertado de nuevos proyectos. Los gobernantes deben hacerlo. La sociedad argentina también debe hacerlo sin ira y con pasión transformadora. El Bicentenario y el 2011 no deben transcurrir huecos de imaginación. Es preciso detener a las fuerzas conservadoras que se mancomunan para el batacazo. Podremos hacerlo con despliegues públicos de la economía justa y soberana, propuestas educativas que favorezcan la lucha por el conocimiento clásico, moderno, técnico y humanístico, con nuevos horizontes del pensamiento social, científico y tecnológico. Todos podemos presentar nuestros enunciados. Invitamos a hacerlo y este es el momento. Lo decimos frente a la Pirámide, con ánimo fundador que se sabe deudor de lo mejor de su pasado, obelisco sugerente de la presencia conductora del pueblo histórico y del pueblo que busca respuestas inmediatas. Somos parte de ambos pueblos.
¿A quién le hablamos? A las conciencias desprovistas de gratuitos ensañamientos. A las conciencias provistas de la tolerancia necesaria para evaluar aciertos y deficiencias. Por suerte son mayoritarias esas conciencias. Pero es preciso pronunciar las palabras adecuadas para abrir sus corazones. ¿Estamos seguros de poder hablar? Frente a la Pirámide es necesario decir: hablar reclama del ejercicio de múltiples direcciones de discurso y acción. Pero no se trata de la comunión de todos los santos. La Pirámide deberá decirle no a las abstracciones publicitarias euforizantes que se presentan como plan de gobierno, lo mismo da un Lacalle, un Cobos, un Piñera o un De Narváez, o desarrollismos que se llaman productivos para no pronunciar –como Duhalde– el verdadero nombre de un giro a la derecha. Cualquier proyecto de transformación igualitario y democrático debe buscar sus enlaces con la anómala experiencia política abierta en el 2003. No son tolerables los retrocesos ni las menguas, como pretenden los adalides de la restauración. Pero la persistencia de los hechos más valorables no es concebible si muchos de los que dependen de su destino no son conmovidos por la revelación de ese enlace. No para sumarse o aprobar a ciegas, sino para ser protagonistas directos en un pie de igualdad de una tarea común en una etapa nueva.
Habrá que bosquejar un tejido de previsiones, un proyecto sensible a las exigencias de la época, promovido a la manera de una gran convocatoria social. Ni el Bicentenario puede ser un conjunto autosatisfecho de celebraciones ni el 2011 pura reiteración de lo ya hecho. Perdura lo que cambia y cambia lo que sabe barajarse de nuevo. Se precisa una política que aglutine voluntades. Que provea un armazón de signos donde cobijar los hechos aislados, a veces necesariamente incompletos o atomizados, que caracterizan una sociedad argentina con convicciones astilladas. Es necesario admitir que las convicciones han sido suplantadas por cábalas, intrigas y maquinaciones, aunque ningún cenáculo de conspiradores pueda ser superior a la historia socialmente abierta.
Sugestivo monolito, la Pirámide de Mayo tiene en su interior otra pirámide y en su exterior, la plaza que la rubrica con sus sonidos. ¿Qué escuchamos? ¿Qué intuimos? Que revistiendo una esperanza hay otra esperanza, como verdadera moral de los insistentes. Que el pueblo quiere saber de qué se trata en materias que van desde una seguridad ciudadana, que no surge de la voz de los trogloditas, a una política económica que lo tenga como protagonista, una economía con el universo de soberanías eficientes que el hilo conductor de nuestra historia siempre ha reclamado. Sin concesiones a las formas más cuestionables de la globalización. El sujeto popular, a la vez, debe ser definido como origen y destinatario de toda perseverancia y convenio político. No es una condición premasticada sino el hecho a investigar por las políticas de la hora y las intervenciones estatales. ¿Qué tipo de instituciones harían posible la participación y el protagonismo popular?, ¿qué tipo de actividad de escucha y de consideración haría posible la expansión de los derechos?
La Pirámide: lugar de una invocación o de un llamado. Le habla a los que procuran ahondar las medidas de justicia desde la centroizquierda, a los movimientos sociales, a los sindicatos en su reflexión madura sobre nuevas representaciones del trabajo, a las izquierdas que unan la pasión de un legado a las duras enseñanzas recibidas, a los liberales capaces de juzgar sin odios redundantes, al peronismo en su archipiélago incesante, buscando nuevas palabras orientadoras para sostener los cambios de época y una nueva época de cambios. ¿Y cómo se debe hablar? No hay otras fórmulas que la que proviene de haber escuchado a todas estas insignias y formaciones antiguas o recientes de la sociedad argentina.
Escuchemos las voces. La economía justa reclama que las explotaciones de la naturaleza, las políticas extractivas y agropecuarias atiendan los reclamos de los movimientos que cuidan la casa común del hombre. Se deben presentar los pliegos perseverantes que privilegian la emancipación y decir de qué modo en los años venideros se deberán realizar y promover esas economías de la tierra sin ofensas al medio ambiente y sin arbitrariedades en la esfera de la custodia eficaz de los recursos que provee. No en nombre de un ecologismo globalizado que considera esas cuestiones con olvido de su horizonte de realización. Más bien, desde la perspectiva de las ideas que, surgidas de los socavones mineros, las organizaciones campesinas o los saberes de los pueblos originarios, reclaman formas no destructivas del trato a la naturaleza. Una economía más justa reclama también una revisión del sistema de transporte, que coloque al ferrocarril en su centro. Razones hay de todo tipo para hacerlo. Económicas, sociales, laborales, de integración regional. Dificultades también de todo tipo: las brutales concesiones y desguaces realizados en los noventa dejaron una escena catastrófica, pueblos abandonados, vías levantadas, estaciones cerradas, material vendido como chatarra. Y otro tanto cabe decir del hospital público y las políticas de atención primaria de la salud, aún no recuperados de la devastación sufrida en los 90 con el único propósito de convertir a la enfermedad en un negocio, manejado por mafias y grupos empresarios privados que siguen cobrando millonarios dividendos y víctimas.
Economía con autonomía creativa, decimos entonces. Aludimos a la revisión de lo que por momentos es sancionado como imposibilidad y al salto necesario sobre las vallas que restringen la redistribución de los ingresos. Uno de esos obstáculos continúa siendo el trabajo no registrado, fuente inagotable de inequidad y atropellos que afecta a poco menos de la mitad de la mano de obra ocupada. Tributos más progresivos y un sistema impositivo renovado son imprescindibles si el horizonte es el de la distribución de los recursos económicos hacia los más desposeídos. La reforma financiera lo es para orientar el flujo de los capitales a zonas de rentabilidad social y ampliación laboral. Nos espera un duro trabajo de demolición de los valores y las prácticas de la injusticia y de la desigualdad que se han vuelto parte de un sentido común naturalizado por los ideólogos del mercado y de su inexorabilidad incuestionable. Esfuerzos de la inteligencia y del compromiso que tramarían los hilos subterráneos de las casi desvanecidas memorias de la equidad y de la solidaridad. Los nuevos facciosos han avanzado mucho. Se presentan en nombre del interés general. Han fabricado la figura de los gobernantes advenedizos, del falsario y del impostor para señalar a una experiencia política que, sin embargo, en una fisura inesperada de la historia, originó cambios a partir de 2003, los balbuceó de improviso, indudablemente con menguas y desperfectos pero abriendo un surco sin el cual seguiríamos encerrados en la pura lógica de lo testimonial. Y muchas veces los plasmó con oportuno sentido de la excepcionalidad que encarnaban. Una parte de la sociedad y el invisible esqueleto minoritario que anima los cánones de la conflagración general contra el gobierno, combate las aspiraciones generales a la transformación de la vida colectiva. Están más activos que nunca los destituyentes mientras a los constituyentes nos hacen aparecer como errantes en un desierto por apoyar a un gobierno democrático. La palabra corrupción, la palabra seguridad, están listas para provocar el escandalizado martillazo final. Son cuestiones graves, para las que hay desechar las soluciones inmediatistas de una derecha que asume aspiraciones militantes, y las de periódicos que dan como noticia buena el fruto de un activismo social que antes repudiaban y en el fondo siguen repudiando, pero que es motivo de festejo si permite la zancadilla y el escarnio que irá a mellar los ámbitos gobernativos. La política mundial está munida sin excepciones de recursos sigilosos y economías favorecidas por tratos excepcionales realizados en las penumbras, tema sobre el cual, en nuestro caso, hay que intervenir más enérgicamente y al mismo tiempo, señalar la diferencia entre hechos reales acontecidos y el modo en que se apodera de ellos el elenco estable de gacetilleros de la desestabilización.
El lenguaje ha sido detonado por dentro. La Pirámide en su intencionada mudez no puede aceptarlo. No puede ser ella el sepulcro de la memoria del pueblo argentino y la pérdida de sus nociones orientadoras de progreso y crítica. No puede contemplar pasivamente el espectáculo de los que se frotan las manos cada vez que una porción popular se opone con masculladas injurias a las mismas medidas que objetivamente los favorecen. ¡Algo grave ha pasado! A la objetividad le falta subjetividad; a la intimidad le falta constitución pública efectiva. Una parte del país recibe con apatía lo que debía reanimarlo, y los que perciben su misión reanimadora cargan vacía, demasiadas veces, la mochila del largo plazo, del lenguaje material y efectivo de la promesa a ser cumplida. Precisamos ver nuevamente la política como promesa y proyecto. Y la precisamos ver todos, incluso quienes aún no sospechan que formarán parte del tendal de víctimas de los descabezadores y aplanadores que no se detendrán en un gobierno ni en un sector social –la historia argentina es pródiga en ejemplos–, a la hora de la cosecha y la revancha.
La situación actual, tan compleja que es, sigue manteniendo sin embargo una apertura histórica. Es necesario saber que las operaciones de cierre de ciclo que pululan por doquier tienen a su favor el estado real de agrietamiento en la opinión general, sometida a operaciones de escepticismo, folletín moralizador y miedo. La cancelación de expectativas es un martilleo diario. ¿No lo escuchamos presentado de muchas maneras? Con gravedad, con inocencia, con taimadas denuncias ante los gobiernos extranjeros. En el colmo de la estulticia, son acusaciones permanentes que minan la creencia pública, pues lo importante es generar el cuadro mayor de incredulidad y el hartazgo. En nombre de la política procuran la despolitización general. El enredo argentino está elaborado con la estopa de la desesperanza y la incredulidad. Desde un pastoso anonimato, gritos tenebrosos dicen ¡basta! y al no declarar su autoría parecerían una voz popular extensa cuando sólo es la saña amplificada de los juramentados a favor del gran retroceso.
Es necesario crear e imaginar nuevos lenguajes. La Pirámide es símbolo laico y profundo de un republicanismo democrático y social, no de un republicanismo que haga retroceder a la democracia. En ella, la idea de patria es una memoria que viene de la infancia y adquiere la gravedad de un mejor destino para todos. Puede entonces desprenderse de las visiones que finalmente la condenan a ser mera rememoración de los hechos bélicos fundantes. Liberada de ampulosas y gastadas atribuciones, puede también acoger a todos aquellos que hoy habitan el suelo argentino y muy especialmente a los contingentes migratorios que hacen realidad, en estas calles, este momento de nuestra América. Son, por eso, la de patria y la de república, ideas capaces de tramarse con formas políticas nuevas y en gran parte ajenas a las tradiciones que aquellas palabras connotan. La Pirámide fue un lenguaje nuevo con las madres de Plaza de Mayo y sigue siendo a la vez clásico. Es la forma geométrica y conmemorativa de los antiguos, viviente en las culturas milenarias de los pueblos americanos preexistentes y de los revolucionarios que inauguraron el siglo XIX sudamericano. Este lugar nos reclama hablar de otra forma de problemas antiguos y releer la historia para tratar problemas nuevos. Los nuevos lenguajes no deben ser innecesariamente complejos ni presentados como exhalación de preclaros individuos, sino descubrimientos a los que debemos abrir nuestra conciencia. Partes redimidas de todos los lenguajes anteriores deben habitar en él. Se trata de combatir la estridencia de voces necias con una soberanía de pensamiento de los más; se trata de la emancipación siempre dificultosa de nuestros propios costumbrismos para poder hacer justicia a los hechos con la narración que les correspondería. Por la necesidad imperiosa de recuperar lenguaje y memoria, por darle curso a sueños y poéticas emancipatorias, leemos esta carta en el corazón de una patria urgida y que nos reclama intensidad reflexiva, pasión del espíritu y compromiso con el pueblo al que pertenecemos.
Escribe Emilio Marín La semana transparentó la estrategia de la oposición para jaquear y algo más a Cristina Fernández. Atacará con un tridente ofensivo integrado por la Mesa de Enlace, los legisladores de derecha y el monopolio Clarín. Contar con tantos jugadores y dinero no significa necesariamente que ese espectro vaya a ganar el partido. Ya se vio desde el 29 de junio hasta el 3 de diciembre que el gobierno, debilitado y todo, se las compuso para sacar buenos resultados. Con el recambio legislativo, empieza otro partido. Y quienes venían perdiendo en estos meses lo afrontan con tremenda sed de revancha y el ánimo casi delictivo de mandar a la enfermería a sus rivales, con los huesos rotos.
Eso se vio en la tribuna armada por los ruralistas en el Rosedal de Palermo; la convocatoria destituyente le pareció muy romántica, “casi de una cita de amor”, a la decadente Mirtha Legrand. Los discursos de los dirigentes de la Mesa de Enlace fueron violentos y uno directamente se fue de mambo. Hugo Biolcati, por defender a la corrupta e ineficiente policía actuante en el caso de la familia Pomar, dijo que había que descabezar a la gobernación de Buenos Aires. Al hablar de ese modo, tan torpe, también demostró que es un desagradecido: Daniel Scioli fue el único miembro del gobierno que acudió a la última exposición rural.
“Es un golpista hecho y derecho”, le contestó el jefe de Gabinete. “Fue una frase poco feliz”, lo defendió Eduardo Buzzi, cada vez más compenetrado en su papel de ex chacarero aliado a los sojeros y pooles de siembra. El gobierno bonaerense debería reflexionar que el drama de estos días no es el de los menores con problemas con la ley penal, a los que impulsa bajar la edad de imputabilidad a 14 años. El drama son los latifundistas, grandes tamberos y exportadores ya mayorcitos de edad, y que no andan de caño sino cometiendo delitos más atroces.
¿Se despabilará Scioli y querellará a Biolcati por esos dichos que rozan el delito contra la democracia? Lo más probable es que no. Que en algún tiempo vuelva a la Rural y se saque otra foto sonriente con los dueños de los campos. No es que la concentración ruralista haya sido tan grande como la pintaron sus organizadores y los medios afines. Para Clarín y “La Nación” hubo 20.000 personas, que una cronista del primero informó que se notaba venían de los barrios acomodados de la Capital. Para Ámbito Financiero fueron 6.000 personas, número correcto también para Canal 7. Aún partiendo la diferencia, da una concurrencia muy menor a la de actos anteriores, cuando los sojeros estaban en el apogeo del hostigamiento al gobierno. Una cosa que sí habrá que tener en cuenta es que el jueves se blanqueó la relación de una buena parte de la Unión Industrial Argentina con la Mesa de Enlace. Chau conflictos entre gran burguesía industrial y latifundistas-exportadores, o al menos entre los segmentos que mostraron su romance en Palermo. Fue una cita de amor para Biolcati y sus gauchócratas con los ejecutivos de Techint, Ledesma, Aceitera Gral Deheza y otros monopolios. Esto reconoce un padrinazgo ideológico: Eduardo Duhalde.
Aprestos en el Congreso
Los acuerdos y desacuerdos del 3 de diciembre pasado dieron un paso más y esta semana se pusieron de acuerdo los jefes de bancadas en la distribución de las presidencias de las 45 comisiones de Diputados. Se supo también que el multimillonario Ramón Puerta, duhaldista-macrista, será el vicepresidente 3º de la Cámara, un asunto que no pudo dilucidarse en aquella ocasión por diferencias entre este grupo y la Coalición Cínica. En algunos casos se sabe qué partido tendrá la presidencia de tal comisión y, en otros, no en todos, los nombres propios. De las cuatro comisiones que juzgaba como más importantes para la gobernabilidad, al kirchnerismo le fueron conferidas tres. La otra, de Asuntos Constitucionales, seguirá en manos de la tránsfuga Graciela Camaño, electa con votos oficialistas y fugada hacia el bloque de Felipe Solá. Algunas determinaciones lucen como poco propicias para una Cámara más democrática. Por ejemplo, haber ubicado a Gabriela Michetti en la comisión de relaciones con el Mercosur, pues la ex vice jefa de gobierno porteño y su jefe Mauricio Macri son enemigos de la amistad con la República Bolivariana de Venezuela. Michetti en todo caso pudo ser titular de una comisión de relaciones con el ALCA y EE UU, pero afortunadamente no existe. La presidencia de Relaciones Exteriores quedó para Alfredo Atanasoff, ex jefe de Gabinete de Duhalde y actualmente operador de De Narváez. Atanasoff hizo en junio de 2002 el anuncio de que el gobierno reprimiría a los movimientos piqueteros y poco después de produjo la masacre de Puente Pueyrredón. Su experiencia parecía ameritar una designación en la órbita policial antes que en la vinculación con la política internacional. Que en Finanzas se haya ubicado a Alfonso Prat Gay debe haber dejado muy tranquilos a los banqueros y el establishment económico. Estos lo tratan como uno de los suyos, luego de haber trabajado años en el JP Morgan. Otro cambio regresivo se registrará en Obras Públicas, pues dejar su lugar Edgardo Depetri, ligado a la CTA, y entra Christian Gribaudo, hombre del PRO. Una de las involuciones más notables se verificará en Agricultura, pues recalará allí Ricardo Buryaile, vicepresidente de CRA, quien supo proponer el cierre del Congreso si éste votaba por la resolución 125. Se decía que a ese lugar iría Ulises Forte, de la FAA, pero al final también en estos planos la entidad de Buzzi quedó atrás de la Rural y CRA.
Otro que tendrá que esperar es Claudio Lozano, de Proyecto Sur, que sonaba para encabezar la comisión de Trabajo pero no pudo desplazar a Héctor Recalde. De este modo algunas de las promesas hechas por la derecha a Fernando Solanas empiezan a incumplirse. ¿Cómo hará el cineasta para demostrar que el nuevo Congreso será mejor que el anterior, si tiene esa composición y esas comisiones?
Signos a tener en cuenta
La profecía de Solanas difícilmente se haga realidad. La abrumadora mayoría de los indicios no sugieren que el nuevo Congreso vaya a ser superador y positivo en cotejo con el anterior, y no porque éste haya sido la maravilla elástica. Once diputados nacionales de la Mesa de Enlace Rural y los partidos opositores más conservadores, no es precisamente una buena influencia en la dirección democrática. Buryaile es un botón de muestra. Oscar Aguad en la conducción del bloque radical deja a Ricardo Alfonsín, que aspiraba a ese cargo, casi convertido en un activista de los derechos humanos. En Córdoba acaba de sentenciarse a cadenas perpetuas al general Luciano B. Menéndez y varios policías de la D-2, departamento de la fuerza en la que se apoyó Aguad mientras fue ministro de Asuntos Institucionales de Ramón Mestre.
El condenado Menéndez terminó su alegato del viernes con una declaración de simpatía política hacia el curso derechista que considera está llegando luego del 28 de junio. “Pareciera que después de seis años de despotismo estamos por recuperar nuestra democracia republicana, representativa y federal, y que van a volver a regir la Constitución, la ley, la justicia y la libertad, en la patria de la libertad”, expresó el represor que ya arrastra tres condenas perpetuas. La denuncia del gobernador de San Luis contra la nueva ley democrática de medios está a consideración de la Corte Suprema de Justicia, según dictaminó la Procuración General. Desde el diario “La Nación” se hace campaña abierta para que el alto tribunal falle a favor de la inconstitucionalidad de la norma, alegando que violentó aspectos del federalismo. Pero por las dudas, Julio Cobos también demora en el Senado la firma que avale la resolución de la Comisión Bicameral designando autoridades del órgano de aplicación de la mencionada ley. La táctica es demorar todo cuanto se pueda la instrumentación y puesta en marcha de la norma, para tratar que la justicia la objete en alguna de las muchas denuncias de las empresas privadas de la comunicación. Esa pérdida de tiempo sería funcional a Aguad, De Narváez, Elisa Carrió y otros diputados que habían prometido proponer podas a la ley, en un todo de acuerdo con los reclamos del Clarinete. Este último jugador del tridente ofensivo (monopolio de la información) hizo múltiples aportes a la campaña de la oposición. Uno bastante menor fue triplicar el número de concurrentes al Rosedal. Lo esencial es el esfuerzo realizado por ese y otros monopolios en materia de susanismo. El neologismo se refiere a la labor de Susana Giménez metiendo miedo en la población con el “acá no se puede vivir”, “te matan por nada”, “hay que reprimir” y otros tantos lugares comunes del medio pelo argentino nativo o por opción.
Los datos de la realidad indican que en el país hay 5 homicidios por día cada 100.000 habitantes, cifra que se eleva a 32 por día en México, 54 por día en EE UU y 136 por día en Brasil. Por la forma y la cantidad de veces que la TV pasa esos 5 asesinatos diarios, Argentina luce peor que Irak.
Antes el título del tango “Tinta Roja”, de Cátulo Castillo, servía para ironizar sobre las policiales de Crónica TV; ahora son de casi todos los canales. Como plus negativo sugieren venenosamente, que -además de cada asesino concreto- Cristina Fernández es responsable, coautora o cómplice.
Conduce Flor de palabra, será la madama de la inminente ficción en Telefé, Botineras, está terminando una película . Pero sobre todo hoy, dice, elige embanderarse políticamente. Actriz, clasista y combativa.
Llegó a tiempo a la cita. Algo raro entre los actores jóvenes. Pero Florencia Peña resulta ser una rara avis en el mundo de las actrices de su generación. Sin gorrita o anteojos que ejerzan de careta para evitar el reconocimiento, o troupe de asesores y asistentes obligados en estas personalidades, la conductora de Flor de palabra y actriz de la inminente ficción Botineras, la ahora rubia –por su rol de peluquera y madama en la miniserie– camina por la avenida Corrientes como si nada
–¿Cómo se hace todo: tele por dos, teatro, cine? –No es algo que persiga. La cosa es que me pasaron muchas cosas lindas juntas. En teoría iban a estar separadas en el tiempo, pero después se juntó todo.
–¿Le gusta conducir? –La conducción me da esa adrenalina del aquí y ahora. Me da rapidez y yo soy bastante inquieta y curiosa. Si bien no soy una conductora de formato de entretenimientos, intenté encontrarle una vuelta para que tuviera mi sello y que no fuera un programa que pudiera ser conducido por otra persona.
–¿Cómo hizo para construir esta actriz que es hoy, viniendo de la masividad de la televisión? –Yo trabajo en la televisión desde hace 27 años, desde que tenía seis. Aprendí haciendo y fui creciendo a la vista de la gente. Quizá, lo que tengo en contra también lo tengo a favor.
–Pero parece una mujer normal. En general, los niños actores son... –Freaks, sí. Eso tiene que ver con la familia de la que vengo. Es anormal en muchas cosas, pero tiene algo de normalidad que son los valores, la ética. No han querido proyectarse en mí o en mi hermana en lo que ellos no pudieron concretar. Mi vieja me apoyó, me ayudó, me guió. Después, cuando terminé el colegio, en un momento pensé en ser abogada, pero a los 18 años recién decidí que quería ser actriz.
–¿Y antes? –Antes era un juego. Ahí me puse las pilas y me puse a estudiar en serio. Estaba en el medio de Son de diez, la cosa se venía perfilando por el lado sexual.
–Y ahí se redujo las lolas... –Sí, me operé a los 18 años. Por suerte me tocó una época donde no existía esta masividad, todo era más naïf. Si eso me hubiera pasado en estos tiempos, me hubiera sido muy difícil. Ahora todo está puesto en ese tipo de mujeres, muy voluptuosas. Yo vengo de una generación complicada, difícil. El otro día le preguntaba a Leonor Manso cómo era su generación, cómo era ser actriz en su época. Había mucho más respeto por el actor, no era fácil ser la tapa de un suplemento de espectáculo de un diario importante. Existían las vedettes, existían las modelos, todo estaba colocado en su lugar. Ahora está todo mezclado. Yo no persigo ser famosa, aunque está buenísimo llegar a mucha gente. Pero es complicado tener treinta y pico. Estamos todos en la misma bolsa y el tamiz todavía no se terminó de hacer del todo. Se supone que hacés un programa de 30 puntos y ya está, ya llegaste. El rating no puede ser la medida de nada. Yo ya lo entendí y vivo mucho más tranquila. Hago lo mío lo mejor que puedo y lo único que tengo para defender es mi arte. Mi último trabajo fue en un teatro muy chiquito, con una obra chiquita, sin pretensiones, mucho más pequeña en cuanto a la producción. Sin embargo, más allá de la nominación al ACE con Norma Aleandro, Mercedes Morán y Selva Alemán como actriz dramática, lo que me pasó a mí en el trabajo, ser dirigida por Leonor (Manso) en un terreno muy distinto al que estoy acostumbrada, fue maravilloso. Soy una mujer que ha ido descartando cosas que ya no me sirven o no me hacen feliz.
–¿Qué cosas ya no le entusiasman? –Ahora la sitcom dejó de tener un sentido para mí. Ya hice todas. Por ahí volvería dentro de un par de años, pero ahora no. No me quiero repetir. Ahora estoy en otra etapa de mi vida, con el cine. Yo había hecho una sola película cuando tenía 23 años con guión de José Pablo Feinmann, con Pepe Soriano y Esther Goris, El ángel, la diva y yo. Y no pude hacer más cine porque me dediqué a la tele y al teatro. En febrero filmé una peli con libro de Bioy Casares, con Luis Machín, años ’50, alucinante. Esa chica que hacía reír desde la pantalla, disparatada y veloz, ya casi no aparece. Desde hace unos meses, Florencia Peña defiende posturas políticas antes inexistentes en ella y pasó a ser una de las defensoras más acérrimas de la Ley de Medios en la televisión.
–Se la ve bastante más valiente que en otros tiempos, raro en los actores de su generación. ¿Qué pasó para que se involucrara políticamente? –Hay un momento en que estás de un lado o del otro, hay cosas con las que no hay grises. O estás con los milicos, o no estás con los milicos, no estás en el medio. Hay que entender lo que pasa en el país. Yo no soy política, no me interesa tener una banca, pero sí me gusta entender, leo de historia argentina, hablo de política en mi casa, en mi vida, con mi familia. Yo siempre fui una mina muy politizada. Estoy en un momento en el que no quiero estar alejada de lo que parezco y lo que soy. En otro momento sentí que parecía algo que no era.
–¿Superficial? –A veces parece que todo me resbala y no es así. Soy tan sensible que el humor me ha salvado de no caer tan hondo y no poder salir. Me pareció que, por el momento que estábamos pasando, estaba bien tomar partido. Es mucho más arriesgado decir lo que pienso, porque en una persona popular como yo, sería mejor que todo quede en las cuatro paredes de mi casa. Creo que es importante la militancia, y lo digo desde un lugar muy humilde, sin jactarme de nada. Estoy muy involucrada con la Ley de Medios y tengo una opinión formada sobre lo que pasa en la Argentina, sobre lo que veo, y sobre algunas personas que hablan. Siento que hay un cambio de paradigma. Creo todo lo contrario a lo que dicen los medios, no creo en la anarquía; creo que es la primera vez que estoy de acuerdo con muchas cosas de las que están pasando, y en esas que estoy de acuerdo, quiero salir a decirlo. La gente cree que no se puede salir a la calle, que salís a la calle y te matan y te roban, y lo que se debería aclarar o entender es que la Ley de Medios no es una ley que nos pertenece a los periodistas y a los actores, sino que es algo tan profundo como la opinión pública del país. Lo que yo digo es no al monopolio porque es necesario que nos den la posibilidad de discernir. Creo que la Ley de Medios era necesaria desde hace más de 25 años. No podemos seguir con una ley de la dictadura. Yo creo en el debate, pero no hay debate ni construcción de nada.
–¿Qué hay? –Nadie se escucha, y decir que la Ley de Medios es antidemocrática es un disparate. Es lo más democrático que me tocó vivir. Se cambiaron las cosas que hubo que cambiar: lo de Telefónica, que causaba tanto revuelo, se cambió, hubo debates, hubo audiencias. A mí me hacen reír cuando dicen que no hay libertad de prensa. ¿En qué país están viviendo? Lo mínimo que le han dicho a la Presidenta es que es una hija de puta, de ahí, para arriba y para abajo. Es una falta de respeto impresionante. La gente opina sin saber, sin leer, sin estudiar. Opinan sobre el neoliberalismo y no saben lo que es, opinan sobre el capitalismo y tampoco. No creo en la oposición sangrienta, no nos lleva a ningún lado y la derecha avanza. Yo soy de izquierda y es la primera vez que estoy de acuerdo con un gobierno. Somos muchos que no tenemos que ver con la derecha fascista, tenemos que ver con una Argentina que busca la redistribución de las riquezas. Yo soy una actriz que gana muy bien, podría callarme la boca porque a mí la derecha me va a dar más plata que la izquierda. Pero prefiero una Argentina con un proyecto de país sin tanta desigualdad. Es un momento en el que es reimportante pararse en un lugar, y si hay que ponerse en un extremo o en el otro, yo estoy en la vereda de enfrente de Lilita, de Macri, de De Narváez. Estamos en un momento en que está todo confundido. No hay lugares donde se pueda hablar. Existen las listas negras con algunos actores en algunos diarios.
–¿Es así? –Yo, antes de exponer mi postura con la Ley de Medios, en el suplemento de Espectáculos de un diario me defenestraron en una columna por mi ideología política. ¿Tan grave es que yo diga lo que pienso? Si ustedes son los que enarbolan la bandera de la libertad de prensa, no debería molestarles si yo no pienso lo mismo; no les voy a poner una bomba en la redacción, no se asusten. ¿De qué tienen tanto miedo? Será porque tienen el culo sucio.
–Parece otra persona... –Estoy en un momento en que la actriz que soy también tiene que ver con lo que soy. Esto no es un hobby para mí, y como me tomo la actuación en serio, también me tomo la vida y este momento que estamos pasando. Creo que ocupo un lugar en los medios, me guste o no, donde está bueno bajar línea. Algunos estarán en contra, otros a favor. Yo prefiero alguien que dice lo que piensa desde un lugar respetuoso. Yo bajo línea adonde voy. El otro día fui a comprar un libro y había una señora que estaba comprando el de Marcos Aguinis. Me acerqué y le pregunté por qué estaba comprando ese libro. Mi marido me quería sacar de ahí pero yo quería escucharla. Me dijo que se estaba viviendo una época terrible y que no se podía salir a la calle. Le dije que yo salía a la calle, que me habían entrado cinco monos en mi casa, pero yo no lo culpo a Kirchner, es la sociedad que está para atrás. Estamos buscando un país de igualdades, no somos un país socialista, no somos un país comunista, nunca vamos a tener un formato cubano. Yo invito a la gente que está tan en contra de Fidel, que lean un poco más, que vayan a Cuba, que escuchen a la gente que está a favor y en contra. Hay que formarse una opinión con las dos campanas. Hay que comprometerse.
–Usted sabe que este es un camino de ida, ¿no? –Ya lo sé. Hay cosas que ya no puedo hacer y está bien. No importa lo que yo diga, sí lo que haga, en todos los aspectos de mi vida. Yo creo en la pasión con la que vivo y el compromiso con el que vivo. Aspiro a ser una mujer con entereza.
–¿Qué le daría esa entereza? –Ser coherente. Arranco desde lo pequeño, con mi familia, con mi gente, con la gente que labura conmigo, tratando de ser lo más honesta que puedo. Y si llego a tener enemigos, y esos son los que no piensan como yo, bienvenidos. Hace muchos años, yo quería que todo el mundo me quisiera. Trabajé mucho en terapia sobre eso. No te digo que lo tengo superado, pero lo tengo pensado. Tengo posturas tomadas, nadie me va a convencer de que los milicos fueron buenos. Me peleo a capa y espada con los que los defienden. Yo creo que la violencia no se cura con violencia, pero si yo hubiera tenido que elegir, en ese momento hubiera sido montonera. Y lo digo absolutamente convencida. Creo que casarme con Mariano fue importante. Habla de su marido, el músico de jazz Mariano Otero, con quien comparte su vida desde hace ocho años y dos hijos, y se emociona. Parece una mujer enamorada.
–¿Por qué es importante? –Mariano nació en Avellaneda, de una familia muy diferente a la mía, militante, una familia comprometida política y socialmente, con otra cabeza, él trabajó mucho en las villas cuando era pendejo. Un pibe que realmente hace lo que quiere y tiene mucha libertad. Creo que Mariano me dio la posibilidad de sentirme valiente frente a mis pensamientos. Yo no pienso diferente a cuando lo conocí, simplemente ahora tengo más valentía porque tengo a este hombre al lado. Yo me enamoré de su manera de ver la vida, su manera de pararse en el mundo. Yo lo amo por lo que él es como persona, por cómo mira a sus hijos, por cómo milita en su vida cotidiana más allá de la política.
Hoy Raúl Alfonsín a solas está preguntándose por qué sus sucesores y compañeros del radicalismo se alejaron tanto de sus raíces. Porque todo cuanto él hizo para superar aquel radicalismo oblicuo que le llamó al pueblo “aluvión zoológico”, los actuales diputados y dirigentes lo han echado a la basura. Alfonsín, en cuyo funeral muchos reaccionarios se mimetizaron de republicanos, debe haberse quedado definitivamente solo después de ver a su partido desandar el camino que él iniciara hacia la social democracia y que hoy han desviado hacia la negación y la ignorancia. ¿En qué reservorio carente de lucidez se criaron y entrenaron los legisladores radicales que en lugar de legislar deslegislan y que en lugar de hablar en el agora de la democracia se la pasan gritando alucinados por los parlantes del monopolio y de las corporaciones? Qué retroceso de la dialéctica. Qué abandono del campo de batalla. ¡Qué negación! En lugar de perder peleando pierden huyendo hacia ninguna parte o hacia una parte que mejor no decir cuál es por no herir más a la democracia. Este radicalismo feroz, asociado episódicamente a no radicales y “no positivos” aún más feroces , sumido en ese onanismo “anti” con más resistencia y encono que la que tuvo ante las dictaduras, es un extraño enigma de nostalgia. Nostalgia de aquel radicalismo de los ochenta, que logró la hazaña de la Conadep y del juicio a los militares; que se integró a Latinoamérica y a Cuba, y que intentó enfrentarse a la ortodoxia de mercado. Hoy como una bandada de pájaros desorientados ha corrido hacia el vacío: ha sellado su destino de época apocada de fraternidad política. Ha obrado como si su negocio fueran los negocios; y como si su libertad de prensa fuera únicamente la libertad de empresa. El teatro mediático es una adicción que los está desguasando. Qué pena. Pensar que aquél Alfonsín , casi solitario en aquella Rural enfurecida en su contra, en minoría y silbado por los mismos que hoy sus correligionarios soban , les dio debate en un monólogo inolvidable. Estos de hoy no. No discuten. Se han ido tan a la derecha que se fueron a la mierda. Para volver a limpiarse van a tener que bañarse otra vez en aquellas enterradas memorias.