
Escribe Por Daniel Cecchini
Corría 1985 cuando el diputado radical Raúl Baglini enunció una suerte de teorema político que quedó bautizado con su nombre. “Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”, decía. A medida que avance el “diálogo político” y se vayan produciendo los encuentros entre el Gobierno y los dirigentes de los partidos con representación parlamentaria se verá si la fórmula planteada por el recordado legislador mendocino mantiene su vigencia casi 25 años después.
La reunión inaugural de esta semana, cuando el ministro Florencio Randazzo recibió a los dirigentes del radicalismo, el cobismo, el GEN y el socialismo que integran el Acuerdo Cívico y Social, dejó alguna tela para cortar en este sentido. Más allá de la agenda tratada por locales y visitantes –que incluyó, entre otros temas, la reforma política, la producción, la industria, la pobreza y las retenciones–, el dato significativo fue la ausencia de la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió.
No se trató de un faltazo debido a que la chaqueña está de vacaciones en Punta del Este sino de la decisión política de la Coalición Cívica de autoexcluirse del diálogo. Analizada desde la óptica del teorema, la negativa de Carrió debe leerse más en el marco de la interna del panradicalismo que en el de la relación con el Gobierno. La elección del 28 de junio tuvo también vencedores y vencidos dentro del Acuerdo Cívico y Social: mientras el radicalismo se posicionó como segunda fuerza nacional y el cobismo tuvo un espectacular desempeño en Mendoza, la jugada de Carrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires terminó en un rotundo fracaso.
Así, a estas horas, Julio Cobos se posiciona como el candidato con más chances de conseguir la candidatura presidencial para 2011 dentro del espacio al tiempo que las acciones de la chaqueña cayeron estrepitosamente. La decisión de Carrió cayó muy mal dentro de la alianza: “No se puede reclamar diálogo durante seis años y después no dialogar. Cerró su voluntad de ir y se la hizo cerrar a muchos miembros de la Coalición que estaban mucho más cerca de la posición que nosotros adoptamos. Ella les impuso prácticamente que no había que ir”, se quejó Margarita Stolbizer. “Lilita sabe que perdió y demostró, una vez más, que no tiene humildad en la derrota. No piensa en los problemas del país sino en sus ambiciones personales. Por eso se fue a Punta del Este, a esperar que ocurra cualquier cosa para volver y ganar el centro de la escena con alguno de sus anuncios apocalípticos”, dijo a Miradas al Sur un viejo dirigente del radicalismo.
Los unos, los otros. Después del primer encuentro, tanto desde el Gobierno como desde el Acuerdo –en este caso con cautela y sin desdibujar el perfil opositor– se manifestó satisfacción por los primeros pasos del diálogo. Mirada desde la fórmula de Baglini, la vocación de consenso del panradicalismo se explica por su condición de segunda fuerza nacional y segunda minoría en el Congreso. Desde esa posición, le resulta indispensable apostar tanto a sostener la gobernabilidad cuanto a proteger al Estado de los embates vaciadores de algunos sectores económicos concentrados. Con razonables posibilidades en las presidenciales de 2011, no quieren encontrarse con un Estado destruido que los deje sin herramientas para gobernar.
En las próximas semanas se conocerá la verdadera medida de la responsabilidad institucional del PRO peronismo disidente y de las demás fuerzas opositoras. También, hasta qué punto son permeables a las exigencias de la patronal agropecuaria y de los grupos industriales más concentrados que pretenden armarles una agenda legislativa a la medida de sus apetencias sectoriales. Se verá entonces, con cada una de ellas, si el teorema de Baglini sigue teniendo vigencia y si –al contrario de cuando fue formulado– los enunciados políticos irresponsables se encuentran hoy más fácilmente en la derecha que en la izquierda.