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Entradas por tag: kirchnerismo
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//03 de Septiembre, 2009

LA LEY

por invitado a las 23:36, en Politica Nacional

Algo sobre el proyecto de ley de radiodifusión que el gobierno mandó al parlamento: lo primero, la necesidad de una nueva normativa que regule la materia. En este sentido, ya el proyecto es un avance que merecería una discusión parlamentaria acorde. Después, viene el caleidoscópico mundo de las expectativas que los sectores políticos y sociales depositan en esa ley. Acá la paleta de colores va desde el rojo intenso hasta el negro fúnebre. Desde el golpe final a la oligarquía mediática a la chavista supresión de la libertad de expresión. Con esas grandilocuencias deberá convivir la aprobación de un necesario y positivo proyecto de ley de medios, cuyo subsuelo fáctico es la relación Kirchner-Clarín, de la cual conviene recordar que hubo tiempos idílicos que supieron coincidir con los mejores años kirchneristas, cuyos avances y retrocesos políticos no eran medidos de acuerdo a la incidencia del multimedios.

Pero lo que deberíamos contemplar es que ninguna discusión se manifiesta bajo pautas ideales, y que también el kirchnerismo pasará, pero la ley quedará.

El ralentado redoble kirchnerista post-electoral, proporcional a los tironeos opositores, daría cuenta de alguna verdad popular: que la elección de junio representó un rechazo matizado de la gestión kirchnerista de los últimos tiempos, pero no un veto a lo medular del “modelo”. Por lo tanto, la oposición se equivoca cuando manifiesta que el 70% los votó a ellos (un tótum abstracto, fragmentado) y a favor de un cambio de raíz que en realidad estaría negando la legimitidad que tiene el gobierno para “aplicar los kilos”, y ejercer el poder que tiene en su haber. Si la ley de medios se aprueba, nadie va a salir a movilizarse en furibundo caceroleo. En la calle, de este tema mucho no se habla.

Inteligentemente, Cristina y Néstor con esta movida aprovechan para juntar cabezas “por izquierda” hacia el interior del dispositivo político que comandan, cuando se sabe que en términos fácticos la decisión política nunca se alejó de sustentar la gobernabilidad sobre la base de los “feos, sucios y malos” de siempre. Para sacar adelante “los fierros calientes” de la gestión (facultades delegadas, conflicto agrario) se confía en las compañeras Graciela Camaño, Roxana Latorre o María del Carmen Alarcón: gobernabilidad, porque el que herede también va a ser peronista.

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//30 de Agosto, 2009

Ingeniería electoral cordobesa

por invitado a las 22:48, en Politica Nacional

Escribe por Iniciativa Popular C.S. Pedro Mondonio

Es cierto que desde su acceso al gobierno el kirchnerismo fue incapaz de articular formas de participación y de organización popular que dieran sustento a las audaces medidas de gobierno que iba adoptando, tal como lo habíamos afirmado desde Iniciativa Popular después de la dolorosa experiencia vivida cuando el acceso de Schiaretti a la gobernación, perpetuando la permanencia del delasotismo, o sea del menem-cavallismo en la Provincia de Córdoba.

  
La ingeniería electoral elaborada por el kirchnerismo en la Provincia no podría haber generado resultados más lamentables. En pocos lugares del mapa electoral nacional los ruralistas pueden mostrarse más satisfechos con sus logros: consiguieron a) resucitar al Radicalismo por derecha; b) permitir a Juez convertirse en primera minoría también por derecha, después de haberse desguasado de todo el progresismo que lo había catapultado como opción antidelasotista; c) dejar indemne a Schiaretti en su condición de primera minoría en la mayoría absoluta de los departamentos del interior provincial, superando con holgura la prueba de la supuesta “fractura” del PJ ante la “jugada maestra” del tandem Jaime-Riutort. 
  
Increíble pero real: el menem-cavallismo cordobés concluyó con senadores y diputados funcionales a la imagen pregonada por su gobernador: paladín de la defensa de los “intereses provinciales” frente al gobierno nacional y punta de lanza de la restauración conservadora liberal en la nación. La de Schiaretti y De la Sota sí que es una muestra indudable de maestría polìtica: haberse sostenido durante diez años sin mengua para sus ambiciones polìticas en una de las provincias más importantes de la República respetando a machamartillo la polìtica neoliberal menemista, después de haber fundido impunemente la economía provincial, cuya responsabilidad endosaron a la Nación con la sola denuncia de Don Salvador Treber, a quien aislaron como díscolo francotirador con el concurso cómplice de casi todo el periodismo y la sociedad cordobesa
  
Accesoriamente, puede afirmarse que Córdoba es el lugar donde el kirchnerismo fue aislado y derrotado en toda la línea por la oposición más pacífica y concordantemente expuesta a la opinión pública provincial sin fisuras, o sea sin que haya contado una voz que lo defendiera con claridad y resolución. Sólo Carta Abierta y otros grupos políticos y sociales de contenido nacional y popular nacidos espontáneamente como respuesta a la avanzada neoliberal y aislados entre sí, hicieron oir sus voces sin vergüenza e intentaron apoyar aún desde posiciones críticas al gobierno de Cristina desde las banderas de la patria grande, por fuera de toda estructura de política de poder. La presencia aún incierta de Carmen Nebreda en el congreso de la Nación es la única ficha caída del lado del campo popular. 
 
Razones ciertas pero insuficientes de una derrota nacional 
  
Existe una fuerte inclinación a adjudicar a la “inestabilidad e inconsecuencia” de las clases medias de la sociedad argentina gran parte de la responsabilidad del resultado electoral del 28 de Junio. 
  
Primer reparo: estas elecciones pusieron sobre el tapete también la inestabilidad e inconsecuencia de la clase trabajadora. En Córdoba, la clase trabajadora dividió sus afectos entre Schiaretti (menem-cavallista pro-sojero) Juez (oportunista-pro-sojero) y Mestre (demoliberal pro-sojero). De modo que si la recuperación del proyecto nacional y popular exige el “rescate” de importantes sectores de la clase media, también ocurre lo mismo con importantes sectores de la clase trabajadora. 
  
¿Es un problema que reside en el manejo del aparato mediático a consecuencia de los nuevos rasgos de la sociedad “virtual”? ¿Es en consecuencia la nueva Ley de Medios Audiovisuales la panacea? 
  
Segundo reparo:
Si bien el acoso mediático llegó a ser opresivo e indudablemente efectivo, no debemos olvidar que el pueblo argentino fue sometido durante muchos años al mismo torpedeo, lo que no obstó a resonantes victorias electorales del campo popular. La resistencia peronista llegó a tener prohibido hasta el uso de sus símbolos emblemáticos junto con la más monolítica propaganda antiperonista de la oposición. No basta la opresión discursiva para torcer la conciencia adquirida y cimentada por razones materiales profundas. Cambiar la opinión de un productor sojero a fuerza de discursos es tarea tan inútil como la de convencer a un peronista que vote en contra de quien puso en su horizonte de vida el derecho a casa, educación y salud para sí y para toda su familia. 
  
¿Fué, es, un problema de comunicación, de elaboración del mensaje? 
  
Creemos que no. Creemos que desde mucho tiempo a la fecha la disyuntiva electoral no había sido más inteligentemente planteada que en esta ocasión. Tanto en lo que hace al carácter plebiscitario de la gestión de gobierno como al enfrentamiento entre dos modelos o dos proyectos de país. Pocas veces hemos tenido elecciones donde se hubiera puesto a la consideración del pueblo la opción entre un país industrial inclusivo con intervención decidida del estado y un país agro-exportador excluyente, librado a las fuerzas del mercado. En trazos gruesos, esa alternativa fue planteada. Y los voceros de la posición nacional y popular fueron Nestor Kirchner y Cristina Fernandez, ambos máximos jefes del gobierno que intentó, con todas sus contradicciones, llevar adelante la alternativa popular, con no pocos y hasta no hace mucho impensables aciertos en su haber. Y nadie puede negar que sus discursos fueron lo suficientemente claros y terminantes, al par que distintos y enfrentados a los de la oposición. Nadie tuvo expositores más limitados, vacíos y superficiales que la oposición. 
  
¿Son las demandas anticorrupción insatisfechas las que arrojaron a la oposición a grandes sectores populares? 
  
Creemos que no. Creemos sí que un sector importante pero para nada decisivo puede haber sido llevado a un voto repudio a las inconsecuencias del gobierno también en esta materia, tanto por la dudosa conducta de algunos referentes de sus propias filas como a la conducta concesiva o prescindente frente al despliegue de personajes comprometidos en tales prácticas. Pero los resonantes triunfos electorales de los máximos exponentes de la corrupción en funciones de gobierno durante el menemismo excluyen toda posibilidad de asignar a este factor una incidencia determinante en la derrota del gobierno. La sola presencia del más sospechado de los candidatos de la oposición y máximo triunfador nos ahorra mayores fundamentos. 
  
¿Fue el abandono de la política de alianzas de los Kirchner? ¿El tránsito que va del transversalismo al apoyo en la estructura tradicional del Partido Justicialista, los mentados gordos del conurbano bonaerense? 
  
Creemos que no. Creemos que fue un error lamentable sobre todo en proyección a futuro, porque puso en riesgo la andadura del proyecto nacional y popular al desorientar incipientes pero seguras columnas en crecimiento con su enfático viraje hacia quienes hacen de su acumulación de poder y del pragmatismo político su razón de ser; pero no podemos afirmar cándidamente que los referentes o las organizaciones políticas que florecen en defensa del gobierno popular hubieran contrarrestado, en esta coyuntura, el caudal electoral del aparato justicialista que le permitió al menos empardar la debacle producida en el interior de la Provincia de Buenos Aires. 
  
A los factores apuntados los reconocemos como reales e incidiendo en los resultados, pero no de modo determinante. La gravosa e inconducente práctica en la gestión de gobierno de desplazar a los funcionarios más competentes por especulaciones electorales o el abandono de aliados seguros y eficaces pero poco proclives a los apoyos incondicionales, también horadaron el prestigio del gobierno y la credibilidad de muchos compañeros que adhieren a posiciones progresistas. Basta ver el empacho de votos de Pino Solanas a expensas del gobierno, con especulación oportunista incluída. 
  
La razón profunda. 
  
Para intentar explicar la magnitud de la derrota, queremos hacer centro en datos duros de la realidad material. 
  
Llamamos datos duros de la realidad material a factores determinantes de la realidad económica que incidieron directamente sobre la voluntad del electorado. El proceso de cambio de la situación económica en la República Argentina vino de la mano de la “revolución agraria”. La revolución agraria consistió básicamente en el desplazamiento de la producción agrícola tradicional trabajo intensiva en esta nueva producción agrícola capital-intensiva. Los precios internacionales sostenidos por la irrupción de la demanda masiva de alimentos por mega-mercados no tradicionales cuajaron con la revolución tecnológica en la agricultura y la ganadería de la mano de los agroquímicos y las nuevas maquinarias alumbrando saltos cualitativos en la productividad de la tierra, siembra directa considerada. Un fuerte desplazamiento del capital financiero especulativo hacia el sector agropecuario impulsó con inusitada fuerza rendimientos extraordinarios y la ampliación impensada de la “mancha verde” sojera a casi toda la superficie cultivable. 
  
Creemos que este proceso fue insuficientemente analizado en sus efectos económicos y sociales. Creemos que es la causa excluyente del nuevo conglomerado social que da sustento al reverdecer del “modelo agroexportador” levantado entusiasta y agresivamente por los grupos económicos asociados a su suerte en la Mesa de Enlace, incluída su nueva niña mimada, la Federación Agraria. A ese tren se subió el oportunismo de la hasta entonces escuálida oposición, incluyendo sectores tradicionalmente poco proclives a compartir la cosmovisión de la Sociedad Rural, como gran parte del radicalismo. Y esto último es así bien que le pese a la izquierda y a parte del peronismo que se empeñan en regalar a la oligarquía los afectos de amplios sectores medios que el campo popular no puede ni debe resignar de sus filas. 
  
En efecto, creemos que desde el campo popular hemos pecado en la subestimación de los efectos directos de ese fenómeno sobre las fuerzas sociales situadas en su área de influencia. Desde el núcleo de la pampa gringa cordobesa y santafesina con piso en los 30 quintales por hectárea y siembra directa, la revolución agraria fue extendiendo la mancha de “zona ocupada” a límites impensables, abarcando la casi totalidad de esas provincias, a las que se sumaron Entre Ríos, Santiago del Estero (llegó a ser cuarta productora de soja), La Pampa y grandes extensiones de la Provincia de Buenos Aires tradicionalmente afectadas a la ganadería. 
  
Muchos de nuestros colonos se convirtieron en verdaderos pioneros de la expansión sojera por todo el territorio de la República desembarcando inclusive con su renta diferencial en las tierras fértiles de la medialuna boliviana y del Paraguay. Arrasaron a su paso con los campesinos de la economía agraria familiar de subsistencia que cobijaban los montes autóctonos, comprándoles sus propiedades o sus derechos con el producto de una cosecha, desmontando y arrojando los nuevos desocupados a los suburbios de pueblos y ciudades. Mientras en A Dos Voces se chichoneaba con la ocupación de tierras en el sur por algunos grandes capitalistas del Norte, capitalistas agrarios de nuevo cuño bien argentinos hacían lo propio en Bolivia y en Paraguay. 
  
Frente al motor de la multiplicación de la renta capitalista o maximización de las ganancias, de poco valen los lamentos o las consideraciones éticas. Los malos modales (egoísmo, soberbia, prepotencia) de los exponentes de este proceso que comenzaron a mostrarse ahora en sociedad, no distan en realidad de la ética y modales propios de todos los burgueses capitalistas que en distintas latitudes y circunstancias históricas tuvieron oportunidad de asomar la cabeza en los procesos sociales cuando empezaron a juntar la plata en pala (acumulación de capital) y tuvieron que hacer frente a fuerzas o instituciones que trataron de ponerles límites. 

¿Quiénes son? ¿Cuántos son? ¿Cómo son? 
  
Y aquí viene la pregunta orientadora: ¿quiénes son? ¿cuántos son? ¿cómo son? ¿a quiénes influyen en forma directa….a quiénes indirectamente?. No nos interesan los de siempre, los que preexistieron al boom agrario; los que manejaron siempre los medios y la vidriera del modelo agro-exportador. Nos interesan las fuerzas de choque, el sustento social que hizo retroceder al gobierno popular. 
  
En primer lugar, dejemos de lado el primero de los malentendidos. Buzzi representa a los nuevos “pequeños y medianos productores, a los pequeños y medianos rentistas agrarios y algunos cuantos más” que nada tienen que ver con la tradicional base de sustentación de la Federación Agraria de Humberto Volando, para no hablar de la graciosa comparación con los arrendatarios del Grito de Alcorta. De su nueva base social se puede afirmar que no son ni quieren ser los pequeños productores de antes, y sí los grandes beneficiarios de esta renta agraria sin la carga molesta del Estado, tal y como lo quieren sus organizaciones hermanas. Como ya dijimos, los campesinos de la agricultura de subsistencia ya fueron borrados, sin lucha, pero ahora con dolor porque como los despedidos que cobraron indemnización terminan dependiendo de la mano del Estado. Quizás los nuevos ricos vuelvan a entrar en contradicciones con la cúpula de la pirámide agraria cuando el proceso de concentración de la riqueza los vaya dejando sin tierras o bajen demasiado los precios de las comodities y tengan que prenderse a la teta del Estado para no ser fagocitados. 
  
En la franja de los interesados directos debemos incluir a los “pequeños y medianos productores rurales y a los pequeños y medianos arrendadores agrarios”; también a los “pequeños y medianos arrendatarios rurales”; también debemos incluir a los “pequeños, medianos y grandes pools de siembra”. Aquí es donde empieza a ensancharse la base social del nuevo conglomerado agrario: incluye a todos los rentistas o inversionistas que atan su ganancia al rendimiento de la producción agraria, y aquí debemos incluir a productores que vendieron sus campos pero siguen en el negocio, comerciantes, profesionales, banqueros, empleados jerarquizados con capacidad de ahorro, etc., más numerosos cuanto más importante es el pool de siembra, alcanzando a sectores de residencia habitual en las ciudades. 
  
El nuevo tipo de producción agraria suma otros sectores influyentes: el de los contratistas de las maquinarias agrícolas, almacenaje y transporte de granos, las compañías aseguradoras del riesgo agrario, las empresas industriales de producción de maquinarias agrícolas, la producción y comercialización de semillas y agroquímicos, los comercios y profesionales directamente vinculados a esos intereses. 
  
A esos sectores debemos agregar otros que guardan una relación más indirecta pero que cuando más vinculados geográficamente a la zona productora terminan condicionados en una férrea red de pequeños intereses y complicidades. Todo el rubro de la construcción: arquitectos, ingenieros, constructores, albañiles, pintores, carpinteros, gasistas, plomeros, incluidos sus estudios y pequeñas empresas. La capacidad movilizadora de la población estudiantil en la ciudad de Córdoba durante el conflicto agrario dan una muestra palpable de la fuerza dinamizadora del boom inmobiliario de los últimos años. Cabe suponer que ese mismo fenómeno se ha producido en ciudades como Río Cuarto, Villa María y numerosas ciudades del interior de las Provincias ya mencionadas alcanzadas por la mancha verde. Lo mismo ocurre con la comercialización de las motos, automotores y maquinarias agrícolas.  
  
Quizás lo más apropiado sería preguntarnos quiénes no son alcanzados directa o indirectamente por la bonanza agraria. Allí podríamos situar los empleados públicos estatales nacionales, provinciales y municipales, los docentes y los jubilados. En pueblos y ciudades donde el derrame de la renta agraria influye mucho sobre el comercio, sería improcedente situar en este campo a los empleados de comercio. 
  
El gran error, primero del gobierno y luego de la mayoría casi absoluta de la intelectualidad encolumnada en posiciones nacionales y populares, fue emblocar a toda esta red de intereses económicos de predominante clase media con la Sociedad Rural. La confusión no estribó en el aspecto ideológico o político, donde sin duda ambas fuerzas confluyeron tras el pragmatismo de la máxima ganancia. El error de estimación consistió en suponer que las posibilidades hegemónicas de este nuevo conglomerado de intereses económicos en el conjunto social sería tan limitado y elitista como el que la Sociedad Rural ha desplegado en la historia de nuestro país desde la irrupción de los gobiernos populares, debiendo entonces suplir esa impotencia apelando a los golpes militares. 
  
La copa de la abundancia del capital financiero y del capital agrario concentrado en la oligarquía terrateniente no derrama sobre el resto de la sociedad. El error está en equiparar a un típico representante de la Sociedad Rural con estos ricos de nueva cepa. No porque piensen distinto. Es porque son distintos. El oligarca vive, consume e invierte en espacios limitados donde opera a sus anchas el capital concentrado y fuga todo lo que puede. El nuevo agricultor o rentista agrario compra, invierte, prospera y motoriza la economía de los lugares donde reside, y el capital que acumula aún a través de la evasión de los impuestos, muere en la región y sus aledaños, aunque sea en derroches suntuosos e improductivos. 
  
Que el 80% de la riqueza agraria pertenezca al 20% de los productores por la concentración abusiva de los beneficios muestra la distorsión de la estructura agraria y es una realidad a cambiar. Pero lo que no se tuvo en cuenta es la capacidad multiplicadora del 20% de riqueza restante motorizada por el 80% de los productores menores y diseminados en el territorio. En amplias zonas agrarias la desocupación había desaparecido o estaba en franca disminución con anterioridad al ascenso de Kirchner al poder. Y no sólo por la bonanza de los pequeños o medianos productores. La zona de influencia de la cerealera de Urquía mostraba esa realidad y se ufanaba de ello y del valor agregado a sus productos. Esos grandes negocios les permitieron ser visualizados hasta por el mismo gobierno como parte de la nueva burguesía en que sustentar un nuevo proceso de desarrollo. Así fueron erróneamente catapultados a participar del poder político y le fueron facilitados por diversos medios la profundización de sus negocios. 
  
El Estado, obviamente necesitado de caja para hacer frente a las obligaciones internacionales, no puso dique a la expansión sojera. Cuando quiso hacerlo comprobó demasiado tarde que no podía hacerlo sin enfrentar una formidable resistencia. El gobierno creyó que se trataba de los conocidos enemigos de siempre. Pero no: la soja había traccionado con sus rindes toda o casi toda la economía agraria y el nuevo conglomerado social multiplicado bajo su nueva alfombra verde extendida. Y muchos aliados naturales de la economía agraria familiar ya habían sido arrojados a las lindes de los pueblos, actuales o futuros planes Jefes o Jefas de hogar. 
  
Esta realidad no se debe minimizar. Estamos hablando de Córdoba, Rosario, Río Cuarto, Bahía Blanca, Tandil, Pergamino, Venado Tuerto, Firmat, Casilda, Rafaela, Villa María, San Francisco, Olavarria, Junín, Rufino, Paraná, Santa Fe, Bell Ville, La Plata, Marcos Juarez, San Nicolás, Villa Constitución, Arrecifes, Gualeguaychu, Coronel Suarez, General Pueyrredon, Dolores, Rojas, Azul ,Chacabuco, Chascomús, Coronel Pringles, Coronel Borrego, Colón, Bragado, Saladillo, y cientos de pueblos del interior de esas provincias. En todas esas ciudades el Frente para la Victoria fue duplicado o triplicado por la sumatoria de la Coalición Cívica y la Union PRO, claramente alineados con el modelo agroexportador excluyente. Y ello no sólo en provincias díscolas, donde el aparato de gobierno no respondía a la estrategia electoral del gobierno popular, como Córdoba o Santa Fe, sino también en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, con un gobernador dócil –hasta ahora- a los dictados de la estrategia del gobierno popular. 
  
La respuesta popular 
  
Frente a esas cifras duras de la expansión agraria capital-intensiva, deformante sí y trabajo-excluyente y sin futuro en términos de patria grande, con todo el despliegue mediático de que son capaces de hacer gala los enemigos de siempre, qué se le ofrecía desde el campo popular, desde el otro modelo posible? 
  
En términos de fuerzas productivas, poco. El capital concentrado en la industria, que lucía como aliado natural de un modelo industrial inclusivo, mostró rápidamente su caracter dependiente del exterior y prebendario: o sea con la mirada puesta más en las ventajas y beneficios que fluyen del Estado antes que en la reinversión de sus fuertes ganancias coyunturales. Sólo las Pymes, con toda su fragilidad y dependencia financiera respondieron como aliados naturales, pero necesitadas de tiempo y de una política de estado coherentemente planificada para su fomento y desarrollo en el corto, mediano y largo plazo 

Las columnas de desempleados y piqueteros liderados por D´Elía por un lado, y la clase trabajadora nucleada en la CGT de Moyano sí jugaron su peso relativo, orgánico y decidido con una concentración masiva de importancia, claramente encolumnadas en el apoyo al gobierno. No ocurrió lo mismo con otros sectores que siguieron a sus dirigentes jugados a la oposición justicialista. Tampoco lucieron las huestes de la CTA como puntales de este proyecto. Parte importante de sus bases y dirigentes privilegiaron su condición crítica de las limitaciones del kirchnerismo y fugaron hacia otras alternativas o mantuvieron una actitud prescindente y reservando sus energías en acciones reclamativas de reivindicaciones insatisfechas. 
  
En el menú de logros del gobierno capaces de atraer al electorado hacia el modelo nacional y popular lucen varios aciertos que son fácilmente ponderables por un público iniciado y con cierto grado de formación política, con lo que ya estamos adelantando sus límites cuantitativos. 
La polìtica del gobierno en materia de derechos humanos no ha podido ser esmerilada por el complejo mediático a disposición de la oposición, pero entonces volcaron toda su energía en potenciar otra demanda insatisfecha que sí conviene a sus intereses: la inseguridad. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos jugaron decididamente su apoyo al gobierno. Sin embargo, pareciera que el tema de los derechos humanos constituye ahora una “demanda satisfecha” para un gran sector de la población, perdiendo su importancia en el reclamo social y con ello su gravitación electoral. 
También contamos a favor con una posición internacional independiente y soberana, latinoamericanista y solidaria con las mayorías populares. Impecable en todos los foros internacionales, con una decisión y audacia que no recordamos en nuestra historia. Pero este factor no parece ser suficientemente ponderado por nuestro pueblo, habida cuenta que el posicionamiento internacional menemista no atrajo en su momento la condena social que merecía. Este sentimiento nacionalista parece reclamar nutrientes más profundas que las disponibles desde hace varios años en el campo de la cultura y la educación popular. 
La recuperación de Aerolíneas Argentinas, de empresas de servicios públicos privatizados y de las fábricas militares, de aviones y de explosivos, son pasos significativos hacia el modelo nacional y popular. Pero sabemos que transitamos los primeros pasos y que por tanto no pueden ser mostradas en su plenitud expansiva para lograr su visualización por una población que simultáneamente es sometida al sabotaje mediático por los intereses afectados. 
La estatización de la administración de los fondos de las AFJP es otro paso audaz y gravitante en la misma dirección. Pero requiere tiempo y una aplicación directa hacia beneficios materiales, claramente perceptibles por los sectores beneficiados. La presencia de un representante de la ANSES en los directorios de las empresas en que se encuentran invertidos los fondos sólo gravitan en un público iniciado en el manejo de los recursos económicos. 
Los beneficios jubilatorios acordados por el gobierno a los sectores más desamparados de la sociedad sí constituyen un factor de clara incidencia en la consideración ciudadana. Pero así y todo, el piso desde el que se parte para la recuperación de las jubilaciones es tan bajo que obliga a respetar la actitud de gran parte del electorado que depositó más en su voto la magnitud de sus aspiraciones que la medida de lo recibido, aunque sólo sea con este gobierno u otro que profundice la dirección actual que las pueda conseguir. 
  
Respuestas mirando al 2011 y más allá. 
  
¿Qué nos queda de lo dicho y pese a todo lo omitido y lo dado por supuesto? Que la respuesta popular parece más permeable a los datos duros de la economía que a los discursos, las vidrieras de los modelos o la proyección de realidades futuras. Incluso, a las políticas de alianzas. Cuando Perón hizo el 17 de Octubre la sustitución de importaciones ya había succionado del campo a las ciudades los contingentes de trabajadores no sindicalizados que llenaron la Plaza de Mayo y tanto Savio como Mosconi habían hecho lo suyo para que esas mayorías populares le pusieran contenido a la antinomia Braden o Perón. 
  
Para mover las variables duras de la realidad apelamos a los reclamos permanentes de uno de los representantes más claros del pensamiento nacional, Enrique Lacolla, no por casualidad de las primeras voces acalladas por el complejo mediático durante el conflicto agrario. 
  
“Una política estructural de crecimiento sólo puede ser determinada por la afectación de las áreas decisivas en las que se funda el poder de la oligarquía agroempresaria: el área fiscal, con una reforma tributaria que favorezca una distribución más equitativa de la renta y potencie al Estado para llevar adelante un programa de industrialización sistemático; y el ámbito financiero, donde hay que acotar la fuga de capitales en que se ha especializado la Citi porteña.” Un gobierno en la encrucijada. 11/07/09  
  
“la amenaza de regresión socioeconómica que supone la actual situación no puede ser enfrentada sin un discurso esclarecedor y agresivo respecto de los problemas de fondo que aquejan al país. Entre ellos están la pésima distribución de la renta, fruto de la falta de una reforma fiscal progresiva; la carencia de una ley de comunicaciones audiovisuales que permita romper el monopolio de los grandes conglomerados de prensa, propaladores del discurso único del sistema; la necesidad de diseñar un proyecto de desarrollo a gran escala que haga hincapié en la industrialización y la potencie con la creación o la recuperación de una red caminera y ferroviaria; el fortalecimiento de las industrias para la defensa, abandonadas después de Malvinas y que tienen un efecto multiplicador en el campo tecnológico; la generación de una educación provista de elementos atractivos y capaces de dilucidar los problemas del país a partir de una comprensión realista de su historia, y una política sanitaria que llegue a todos los rincones de la nación” 
El dilema de Cristina.25/07/09 
  
Tanto Nestor Kirchner como Cristina Fernandez han dado muestras de la audacia necesaria para dar pasos importantes en esa dirección. Nuestra tarea no puede ser otra que apoyar y empujar a este gobierno desde la organización popular para que profundice y apure ese único camino posible. Abusando de Lacolla, este gobierno, “pese a sus errores y renuncios sigue siendo la única autoridad legalmente elegida y es asimismo depositario de una ideología que escapa al discurso único del mercado, para que asuma los deberes que impone la hora. Es mejor ser derrotado combatiendo que deshilacharse en una triste agonía. De una derrota se sale. De una abdicación no.



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//26 de Agosto, 2009

CAMBIO DE ANIMO EN LA ROSADA

por invitado a las 14:49, en Politica Nacional

Varias de las principales figuras del Gobierno sienten que están empezando a alejarse de a poco del incómodo lugar donde los dejó el resultado electoral del 28 de junio. No saben bien hasta dónde llegarán o para qué les alcanzará en términos de rédito político, pero de distintas formas expresan que deberán mantener la iniciativa política y gestionar con la mayor eficacia posible los dos años que les quedan de gobierno. En ese remar contra la corriente –que según el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, no es sobre agua sino sobre un mar espeso como dulce de leche–, el Gobierno cree que se fortalecerá. Pero hoy nadie se atreve a pronosticar si el resultado les permitirá presentar un candidato propio con chances electorales en 2011 o, al menos, sentarse con voz y voto en una mesa de discusión sobre candidaturas.
“La única que nos queda es meterle para adelante y hacer todo lo que podamos. Después veremos si recobramos popularidad dentro del mandato de Cristina. Si no, en el futuro tendremos el reconocimiento de la historia. Hicimos cambios trascendentales y, en materia económica, los números están ahí. No podrán ser desmentidos nunca”, le decía a Página/12 un muy alto funcionario de la Casa Rosada.
De todas maneras, en los últimos días en el Gobierno se percibe más entusiasmo por el futuro más o menos inmediato que por el futuro histórico. Y se apoyan en la interpretación de algunos componentes políticos.
Uno de ellos, es que en el Congreso se fueron muy pocos de las filas oficialistas, pese al mal resultado electoral en la provincia de Buenos Aires y otros distritos importantes. El recuento de los legisladores que siguen siendo leales, más la capacidad de alianzas que se verificó en las sanciones de las leyes postelectorales, parecieron aliviar a la Presidenta. No sólo por el presente, sino pensando en la futura composición de los bloques en el Parlamento a partir del 10 de diciembre, cuando el oficialismo pierda la mayoría propia pero siga siendo holgadamente la primera minoría.
Otro factor que mantiene satisfecha a Cristina Fernández, según dicen los que la tratan diariamente, es la capacidad de reacción de varios de sus funcionarios para generar iniciativas y mantener la ofensiva política. Los ejemplos van, por citar sólo hechos de los últimos días, desde la velocidad para intervenir en la crisis del fútbol, logrando que la televisación de los partidos sea gratuita, hasta el canje de los bonos atados a la inflación, que de ser exitoso le quitarán al Indec una mochila pesada para remontar la cuesta de la falta de credibilidad en la que cayó.
El tercer elemento que la Presidenta ve a favor del Gobierno y que ella misma había anticipado a sus colaboradores tras las elecciones es que, como ese día no surgió un claro ganador, las figuras de la oposición con chances razonables de ser candidatos presidenciales son muchas. Al menos cuentan seis: Mauricio Macri, Carlos Reutemann, Felipe Solá, Julio Cobos, Elisa Carrió y Hermes Binner. Aunque hacia 2011 vayan decantándose, este año y el que viene la multiplicidad de actores puede hacer que no siempre concentren fuerzas. No niegan en el Gobierno que algo similar vaya a ocurrir en su propio espacio, pero por ahora los potenciales candidatos no están en condiciones de enredarse en ninguna disputa de esa índole.
Un dato que muestra el cambio de ánimo en la Casa Rosada es que el proyecto de ley de Comunicación Audiovisual, que muchos íntimamente daban como batalla perdida antes de las elecciones, ahora será enviado al Congreso, posiblemente el jueves, con esperanzas concretas de que se transforme en ley. “Una cosa era antes de las elecciones, donde los candidatos necesitaban de los medios que pudieran verse afectados por la ley, y otra cosa es ahora, con la elección presidencial por delante. Porque esta ley, más que los Kirchner, la van a disfrutar los futuros presidentes, que cuando les toque gobernar no van a estar cautivos de mega corporaciones mediáticas”, razonaba un alto funcionario.
De allí la frase más repetida por los funcionarios: “Todavía queda mucho por hacer”.




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//30 de Julio, 2009

EL DILEMA DE CRISTINA

por invitado a las 22:46, en Politica Nacional

escribe Enrique Lacolla
Como dijera Danton, en los momentos críticos de un proceso de cambio lo único que cabe es “audacia, audacia y siempre audacia”.
La decisión que la administración kirchnerista tomó en el sentido de transformar en un cuasi plebiscito a las elecciones legislativas del 28 de Junio, ha dejado malparado al gobierno. En un comentario posterior a los comicios hicimos hincapié en que ante la nueva situación al Ejecutivo se le abrían sólo dos caminos: abdicar el curso que había asumido tímidamente en materia económica y social, o profundizarlo para promover la transformación estructural que el país necesita y en la que por cierto ninguna fuerza de oposición está interesada o en capacidad de hacerla. 

La convocatoria al diálogo de parte de la Presidenta es un expediente correcto y políticamente necesario; pero dada la naturaleza del bloque ruralista y del conglomerado de fuerzas que se refocilan ante la posibilidad de reemplazar al actual gobierno para volver a actuar las políticas del desastre neoliberal, no deberíamos hacernos la menor ilusión de que de ese intercambio de pareceres vaya a salir algo bueno. De hecho, la actitud soberbia del bloque campestre y de los partidos que se esfuerzan en prenderse a él para subir juntos al gobierno en el 2011, ya está poniendo de relieve el giro inconducente que va a tomar el diálogo. La Mesa de Enlace, por ejemplo, se rehúsa a participar del Consejo Económico y Social a menos que sea convocada en exclusividad y que el diálogo abra su agenda a todas las cuestiones, entre las cuales cabe suponer que en primer término se cuenta la eliminación de las retenciones a la soja… 

El oficialismo está fracturado: la traición de Julio “Cleto” Cobos fue la primera señal ostensible de una fragmentación que ahora se acelera a través del ataque de los “gordos” de la CGT contra Hugo Moyano y que con seguridad no tendrá fin, pues el tan mentado verticalismo del peronismo sólo funciona cuando la autoridad que lo preside es fuerte y puede asegurar una distribución atractiva de las prebendas anejas al poder. 

Uno se pregunta qué diablos hacen en estas difíciles circunstancias el tan mentado progresismo y las fuerzas de izquierda que tanto protestaron por los desquicios del régimen neoliberal. Una parte de ellas –los intelectuales de Carta Abierta- acompaña al gobierno, pero las formaciones que militan en política práctica parecen estar más interesadas en atacar al gobierno que en proponer a este la generación de acciones conjuntas dirigidas a combatir al establishment. ¿Temen quedar pegados a la impopularidad que hoy acompaña al Ejecutivo? Esta ha sido generada en parte por el batifondo mediático y, de todos modos, el gobierno ostenta políticas que, así sea débilmente, van en el sentido de una mayor afirmación nacional y de una cierta protección social que a sus adversarios los tiene sin cuidado. Esto debería resultar decisivo para fuerzas que, como el Proyecto Sur, postulan un nacionalismo social a ultranza. Sin embargo, en el esfuerzo por desmarcarse del gobierno, tienden a olvidar que, más que contra este, sus cañones deberían dirigirse contra los reductos del régimen que ha regido este país casi sin intervalos desde los tiempos de la organización nacional. Sólo así podrían ganar ese protagonismo que están buscando, haciéndose expresivos de un rechazo categórico a una fórmula económica perversa, parasitaria y no generadora de empleo, fundada en la exclusiva persecución de la renta agraria, en la especulación y en la exportación de commodities sin valor agregado. 

La amenaza de regresión socioeconómica que supone la actual situación no puede ser enfrentada sin un discurso esclarecedor y agresivo respecto de los problemas de fondo que aquejan al país. Entre ellos están la pésima distribución de la renta, fruto de la falta de una reforma fiscal progresiva; la carencia de una ley de comunicaciones audiovisuales que permita romper el monopolio de los grandes conglomerados de prensa, propaladores del discurso único del sistema; la necesidad de diseñar un proyecto de desarrollo a gran escala que haga hincapié en la industrialización y la potencie con la creación o la recuperación de una red caminera y ferroviaria; el fortalecimiento de las industrias para la defensa, abandonadas después de Malvinas y que tienen un efecto multiplicador en el campo tecnológico; la generación de una educación provista de elementos atractivos y capaces de dilucidar los problemas del país a partir de una comprensión realista de su historia, y una política sanitaria que llegue a todos los rincones de la nación. Estos son los temas centrales de cualquier diálogo y de cualquier política que se precie. Son muchos temas, pero todos están en el centro de la cuestión. 

¿Están el gobierno y las fuerzas que podrían serle afines en capacidad de afrontar esta tarea? No cabe duda de que sí, si consiguen entenderse y, sobre todo, si están animadas de una voluntad combativa que, hasta ahora, se echa de menos o aparece reducida al mero discurso. 

Aunque tarde, todavía se está a tiempo. El país no está malparado económicamente. Ni tendría porqué estarlo, a menos que se haga lugar a las políticas antifiscalistas que reclama la oposición y se pretenda reemplazar la tributación del campo con la apelación al crédito externo, como reclama la inverosímil Elisa Carrió. La corrección de algunos errores graves, gravísimos (la manipulación de las cifras del Indec, por ejemplo), y un comienzo de limpieza de los bolsones de corrupción que el gobierno tiene en su seno, podrían apuntar en el buen sentido si se los encara seriamente. Faltaría por supuesto lo más importante, que sería la puesta en marcha de los puntos que hemos resumido más arriba. Para lograr esto sería de enorme utilidad que los sectores de izquierda que hemos mencionado se decidieran a aportar sus pareceres en una proyección de apoyo crítico al gobierno, que lo cuestione, pero que también lo defienda de la ofensiva del aparato de poder tradicional, que hoy huele sangre y se engolosina ante la posibilidad destituyente. 

Los riesgos de reversión a las políticas neoliberales de los ’90 no son broma. Existen. Y existen en gran medida porque no se aprovechó plenamente la coyuntura favorable del 2003 al 2008. Pero es inútil llorar sobre leche derramada. Sólo cabe empujar hacia adelante. El riesgo de restauración oligárquica y conservadora se incrementa por la percepción que se tiene en el sentido de que algo similar está pasando en el resto de Sudamérica. Las políticas débiles, de Lula, Bachelet y Kirchner han consentido que se reconstituya el frente neoliberal. La gran opción positiva que se delineó con la instalación de gobiernos de centro izquierda en Brasil, Argentina y Chile, y de una progresividad más marcada en Venezuela, Ecuador y Bolivia, parece haber perdido gran parte de su capacidad movilizadora, lo que torna aun más inquietante el golpe en Honduras. No es probable que vuelva la época de las dictaduras militares, pues se ha achicado el espacio que tuvieran y no hay fenómeno alguno de naturaleza subversiva que pudiera contribuir a justificarlas, pero las instancias para cambiar las tornas con mecanismos institucionales están bien presentes. Si después ese retorno al pasado genera un estado de convulsión y caos, se suscitará la ocasión para intentar volver a la doctrina de la seguridad nacional… Y el círculo volverá a cerrarse. 

La opción transformadora no ha perdido vigencia, sin embargo. Sólo requiere de una asunción resuelta de políticas dirigidas a romper el estancamiento para que vuelva a tomar cuerpo. Todavía hay espacio. Pero no estamos seguros de que exista una plena disposición para aprovecharlo. La solicitud de Daniel Scioli para que se rebajen las retenciones a los productores de la provincia de Buenos Aires, más su visita a la Rural y la presión oficial para que Moyano arregle con los “gordos” de la CGT son signos inquietantes si llegan a transformarse en el disparador de una cascada.


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//15 de Julio, 2009

LAS GRISES POSTALES DE UNA DERROTA

por invitado a las 09:13, en Politica Nacional

Vértigo y espanto. Si hoy mismo hubiera que contar porotos, la sola pregunta acerca de los efectos que tuvieron en el oficialismo los siete días furiosos post-eleccionarios causaría pavura. Es que así de brutales son las lógicas políticas en Argentina, así de brutales fueron las respuestas de los medios y la política ante los precarios balances oficiales tras el resultado del domingo pasado. El escenario mutó de un modo violento en 48, 72 horas; los temblores no acaban. Y una parte ancha y generosa de la violencia simbólica provino de ese justicialismo que –se sabía, se sabía desde siempre, se sabía con absoluta certeza y desde el inicio– estaba agazapado para pegar con manoplas de hierro.

Todo es tan absolutamente volátil en la política nacional y están tan fragmentadas las expresiones de la oposición que es difícil saber lo que viene. En cambio es más evidente el cuadro de desmoronamiento súbito. Y ese cuadro dispara unas cuantas preguntas urgidas: el porqué de semejante terremoto, el porqué de su velocidad (¿a tal punto todo estaba atado con moco?), qué cultura política y qué fragilidades ayudaron para que el terremoto se produjera, cuáles serán las vías de salida o superación.

Parte de los estragos post-derrota tienen que ver con las primeras, muy endebles, respuestas del oficialismo. El Kirchner knock-out de la madrugada del lunes y su frase “por un poquito”, la conferencia de prensa que ofreció con patetismo clandestino, o con sabor al apagón sufrido por Rodríguez Sáa en Chapadmalal. Pero las huellas del resultado electoral no se revelaron sólo en esos escenarios. En ciertos blogs de los jóvenes K asomó la tristeza, pero también la bronca, es decir la crítica, y no precisamente pejotista. Un mismo espíritu sombrío va desde los intercambios por internet a los mensajes de ciertas audiencias radiales. 

Sobre las primeras reacciones del kirchnerismo, todavía hoy cuesta entender la falta de una mínima sagacidad que permitiera medir cuál iba a ser el rebote en los medios y en la oposición. Ese rebote no podía tener nada de misterioso ni ambiguo, es un axioma. Muchachos, estamos grandes, henchidos de digerir sapos: ¿qué costaba zafar con el consabido “escucharemos el mensaje de las urnas”? De nuevo: es un axioma, un clásico de manual, que los medios iban a titular “Cristina minimizó la derrota” y que la oposición iba a hablar de sordera o de autismo. ¿Por qué ante la pregunta sobre cambios de gabinete no se apeló al proverbial “Es un tema que vamos a analizar en estos días”? ¿Y para qué apostar a quitarse de encima a Jaimes o Morenos en incómodas cuotas extendidas que garantizan, por cada funcionario que se aleja, tres días de incendio mediático?
Demandas que no son sólo de derecha. Segunda lección de manual, archisabida: a menudo el esfuerzo por no mostrar debilidad termina en patetismo. En lugar de persistir en la cerrazón, una batería de respuestas posibles pudo haber sido una mejor aceptación de la derrota asociada al sentido de la renuncia de Néstor Kirchner a la presidencia del PJ, el cambio de gabinete, la ronda de consultas sobre un puñado de temas en los que no se resignara dirección K: modos keynesianos e inclusivos de contener la crisis, Consejo Económico y Social, un Indec sometido a control público, Ley de Servicios Audiovisuales, coparticipación.

Se entiende perfectamente la clásica necesidad de un gobierno que en la adversidad debe mostrar iniciativa, empuje, conservación de representatividad política y poder. También es comprensible que imperiosamente se deba ofrecer una lectura sobre el resultado electoral que sea alternativa a la dominante. De ahí a que tenga que ser la Presidenta la que repase decimales, hay un largo trecho. Más la comprobación enésima de lo que pasó en todos estos años: la ausencia de referentes potentes que puedan comunicar más y mejor, por imperio de concentración de poder y ausencia de mejor delegación.

En este diario se habló bastante acerca de las falencias K en los modos de armar y comunicar. También se reiteró la idea de que a menudo la demanda acerca de escuchar y dialogar, según de dónde venga, tiene mucho de marketing, de hipocresía, de liberalada entre manipulatoria y banal. Todavía hoy el pedido de abolición del verbo confrontar esconde el “no confrontarás con ciertos poderosos” o “dejarás que la democracia permanezca estéril”. Pero lo cierto es que el problema de la mala comunicación y de la confrontación fue planteado y también sufrido por la tropa propia. 

Las críticas, muy a menudo bajo cuerda, reprimidas, no partieron sólo de la derecha restauradora ni del perverso Solanas que se quedó con votos oficialistas (los que piensan eso olvidan el medio millón de votos obtenido por Sabatella, que triplican la diferencia porcentual obtenida por De Narváez sobre Kirchner-Scioli). Muy desde los inicios del ciclo K, desde espacios cercanos se cuestionaron cosas. Nicolás Casullo, fundador de Carta Abierta, decía hace unos años (lo citamos semanas atrás) que el Gobierno “se congestionó en la figura del presidente, expeditiva, verticalista y fuerte desde un unipersonal decisionismo diario. Todo negociación por arriba”. Mario Wainfeld en Página/12, se cansó, apelando a toda delicadeza posible, de hablar de encierro, “relacionamiento radial”, agenda escasa, y fue de los que más alertó sobre el futuro, horrendo comportamiento de caudillos y gobernadores peronistas. Braga Menéndez, alguna vez publicista oficial, reprochó entre perplejo e indignado serios problemas de comunicación.

También desde Miradas se derramaron ríos de tinta para cuestionar el rol de los medios. No cabe duda, los medios no sólo dañaron al Gobierno –con y sin argumentos–, sino que lo hicieron según una lógica cultural que los suele hacer socialmente tóxicos. Pero en los últimos, largos tiempos, el discurso de la tropa kirchnerista giró demasiado alrededor de la victimización y de las burradas dichas por Macri o De Ángeli antes que en torno de las virtudes propias o los escenarios a futuro. La derrota electoral difícilmente pueda explicarse sólo por el rol de los medios o por la culpa de una sociedad difusamente derechizada.
El modelo, el aparato. Sí, se votó al vacío desolador de De Narváez. Sí, se votó desde un cierto individualismo insolidario. Sí, se votó desde el aislamiento y la crispación por más seguridad. ¿Pero se votó literalmente por volver a los ’90, por menos Estado, por más exclusión? Considerando lo gaseoso tanto del discurso de De Narváez como del sentido de un sufragio contaminado por el efecto Gran Cuñado, ¿se votó otro modelo? ¿O es que El modelo no fue percibido como tal? Con todo lo que los medios puedan haber exacerbado o distorsionado, ¿será que no se hizo tanto, que la distribución del ingreso fue más discursiva que real, que nunca anduvieron bien los trenes de Jaime, que el ciclo K fue perdiendo potencia?

De las palabras que circularon en esta semana tratando de explicar la derrota kirchnerista acaso lo más miserable sea la hipótesis de la traición de los intendentes. Las dudas sobre el peso que hayan tenido ya fueron despejadas: cada municipio del conurbano tuvo un comportamiento distinto, complejo, no sujeto a órdenes verticales impuestas desde los aparatos. Hay por lo menos tres cosas centrales por decir. 1) Si hasta hace siete días argumentamos contra el concepto gorila del voto acarreado por choripán, a no quejarse cuando los votantes muestran la suficiente autonomía como para cortar boleta 2) Si los intendentes “traicionaron” (¿a lo Cobos?, ¿otra vez?) habrá que preguntarse sobre la apuesta a determinadas alianzas. 3) Definitivamente quedan más que relativizadas las grandes, temidas construcciones discursivas: conurbano, clientelismo, aparato ya sea de propiedad duhaldista, kirchnerista o de los así llamados barones del conurbano. 

El lunes pasado, desde su atril, la Presidenta amagó con un repliegue o salida dictaminando sin mayor cortesía quiénes serán posibles aliados: los diputados de Proyecto Sur o Sabatella, entre otros. Interesante pista. La pregunta es si, por primera vez en la etapa final del mandato de un gobierno debilitado, se recuperará la suficiente potencia política como para intentar salir por centroizquierda.



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//06 de Diciembre, 2008

LOS SIGNOS POLITICOS DEL KIRCHNERISMO

por adriangutierrez a las 13:31, en Politica Nacional

Va siendo la hora de encontrarle la estructura profunda al kirchnerismo; su razón de ser en la política argentina desde que la transita como sorprendente irrupción y permanente protagonista desde hace cinco años y medio.

Hablo del kirchnerismo como expresión del peronismo de estos tiempos y no de otra cosa. Como imprevisible restauración de la discusión de lo efectivamente político en la Argentina después de veinte años de democracia descafeinada. Como reintroductor del conflicto en tanto dinámica de lo político, postulando discursivamente y en acciones la existencia de intereses en pugna como expresión natural de la política democrática, cuando nos estábamos acostumbrando a la artificialidad de consensos absolutos, a la política como gerencia administrativa a cargo de “especialistas técnicos”.

El kirchnerismo salió a obstaculizar la definitiva despolitización en curso que desde 1976 aflige a la política, y eso lo signa. Lo erige en contradictorio pero exclusivo dueño de la iniciativa política en un escenario donde el resto de los actores políticos va a contramano, con otro libreto, blandiendo desesperados asertos donde lo que menos resuena es algún tipo de sustancialidad política, algo que merezca ser atendido como “mis ideas y mi proyecto para el país, y que sea distinto a lo existente o existido”.

 

Si algo le ha ofrecido el kirchnerismo a sus contendientes, es una agenda política. Le propuso discutir los temas cruciales y postergados (un modelo de Estado, un modelo productivo, modos de abordar los problemas nacionales y su resolución) y en ese reto quedaron desnudas las flagrantes distorsiones entre la idea y el acto que exhibió el hasta ayer prestigioso progresismo, y el páramo propositivo de una derecha que prefirió la queja y el denuesto moralista, aséptico y desideologizado.

El kirchnerismo expresó su proyecto político entre avances y limitaciones, pero con la autoridad de quién se sabe detentador del poder real (con todo lo que esto implica, para bien y para mal); en vez de recoger el guante y aprovechar la agenda otorgada, una vasta mayoría de las fuerzas políticas decidió eludir la discusión en términos políticos de modo descarado, optó por no alternativizar con proyectos y programáticas viables y concretas, decidieron no contestar con su propio proyecto de Nación, acaso porque no lo tienen, o acaso porque lo tienen pero no es nuevo sino que vuelve de lo peor ya vivido por el pueblo: conocemos la repetitiva gestualidad que unifica al republicanismo.

Pero que quede claro que el kirchnerismo ha ofrecido y no deja de ofrecer una nutrida agenda política para que las fuerzas políticas y sociales trabajen sobre ella, construyan política  a partir de ella (para adherir, o superarlas con proyectos alternativos). 

Que grandes temas nacionales como las AFJP, la movilidad jubilatoria, las estatizaciones de servicios públicos, la reestructuración de la deuda, la recomposición del mercado de trabajo, entre otras cuestiones promovidas desde la gestión kirchnerista sólo hayan despertado en las fuerzas políticas comentarios dignos de una mesa de café o declamaciones vacuas sin esforzarse por siquiera tomar alguna herramienta de análisis serio, es preocupante porque nos da cuenta de a lo que ha quedado reducido el sistema político y sus dirigencias. En ese contexto, el kirchnerismo se fortalece aun mostrando flaquezas y debilidades, porque no renuncia a la iniciativa y a la imprevisión de sus decisiones.

El actual escenario de crisis lo erige en único garante real de la protección de intereses: de los populares, pero de los empresariales también. Ningún sector social corporativo, ni el poder económico pueden actuar hoy con prescindencia del gobierno: pese a las presiones y las advertencias, necesitan al gobierno, en especial a este gobierno. 

En esa interdependencia, el gobierno puede imponer ciertas condiciones, asumir una autonomía política que no significa tampoco dejar de tener acuerdos y alianzas económicas, pero ahora también tiene alianzas sociales, con las centrales sindicales sentadas en la mesa. Nadie puede cortarse solo, y el kirchnerismo lo sabe.

Otra cosa que se viene esperando por muchos es la “inminente neoliberalización” del gobierno. El famoso viraje hacia políticas de ajuste después de la ilusión populachera: seguir los pasos de Frondizi o Alfonsín. Lo cierto es que el viraje no se ha dado, y esa decisión también marca al kirchnerismo

 

Un escenario de crisis podría haber justificado medidas fuertemente regresivas (“economía de guerra”, “hay que pasar el invierno”); Cristina podría haber ajustado el tipo de cambio y dar subsidios directos al empresariado de prósperos balances, pero no lo hizo. El menú incluye beneficios a cambio de contraprestaciones, otorga pero exige.

Hay un límite que el kirchnerismo parece haberse autoimpuesto: no hacer pagar a los sectores populares los costos que llevaron al desfonde social de 2001. 

Los Kirchner no quieren conflictividad social de la real (la que surge de la pauperización extrema de las clases populares), y menos aun quieren solucionarla con represión. 

Hay un piso de reparación social que el kirchnerismo va a garantizar; otra discusión es como se avanza para que los reparados sean más, pero esa era una discusión impensada hace siete años, y esto lo valoro, porque no hacerlo es cagarse en la gente que en estos años consiguió un laburito, la blanquearon y sindicalizaron, en el que se pudo jubilar y acceder a una cobertura social mínima pero mejorada, en el que pudo volver a abrir un taller o una empresita. Minimizar estos logros es despreciar al pueblo que se benefició con ellos.

Después del golpe político que significó el conflicto agrario para el kirchnerismo, (conflicto que más allá de porcentajes retenidos, compensaciones, problemática agropecuaria, puso en el tapete significancias políticas hasta allí contenidas, pero que explotaron sin aviso) la salida se hizo a fuerza de iniciativa, poniendo a laburar al parlamento, obligando a la oposición a desnudar sus miserias en el debate legislativo, y de allí se llega a un final de año donde lo que sigue siendo presencia política tangible, es el kirchnerismo, y entonces uno piensa si los reacomodamientos políticos y los sinceramientos que dejó al descubierto el conflicto por las retenciones, a pesar de traer una segura pérdida de votos en algunas zonas del interior, de algún modo no benefició al kirchnerismo en cuanto a lo que significa políticamente, no terminó por reafirmar sus signos políticos distintivos del resto

Algo difícil de mensurar, pero que flota en el aire casi (casi) como una certeza.

 

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//23 de Noviembre, 2008

EL ESTABLISHMENT DIJO BASTA y PONE A PRUEBA AL KIRCHNERISMO

por invitado a las 16:15, en Politica Nacional

A mediados de 2007,

el ESTABLISHMENT ECONÓMICO ARGENTINO DIJO BASTA, HASTA ACÁ LLEGAMOS.

 

Después de las crisis terminal de 2001 que había sido el fruto maduro de una matriz de acumulación sustentada exclusivamente en la renta financiera, se pasó a un modelo diversificado agroindustrial con perfil productivista. Este cambio no significó que los grupos de la concentración económica dejaran de percibir altas rentabilidades, que incluso son equivalentes a las obtenidas durante el reinado de la valorización financiera. 

Sin embargo, la nueva matriz productivista profundizada por Kirchner a partir de 2003 impactó positivamente en la vida popular al reactivarse un incipiente eje producción-empleo que permitió la disminución del desempleo, el aumento de trabajadores sindicalizados y la reinstalación de las paritarias y las firmas de nuevos convenios colectivos de trabajo por rama de actividad. 

La recuperación progresiva del poder adquisitivo de los sectores medios y populares redundó en un aumento del consumo interno, y por ende de la producción. 

El Estado recuperó cierta dinámica autónoma (insuficiente, pero no menor) traducido en la fijación de un rumbo macroeconómico del país, aunque sin una planificación detallada para cada área productiva a los fines de maximizar su desarrollo. 

Pero no obstante las falencias y contradicciones exhibidas por el gobierno peronista, el escenario al que se ha arribado es tangiblemente superior al de 2001, aun cuando no se hayan atacado los núcleos duros de pobreza estructural. 

Cuando la recuperación salarial llegó a los niveles anteriores a 2001, promediando el año 2007, el capital concentrado decidió que ese mejoramiento del ingreso popular era suficiente: hasta allí llegaban las concesiones que el empresariado podía otorgar al Estado y fundamentalmente a las mayorías populares asalariadas. Reacción nada novedosa si espiamos brevemente la historia nacional: el poder económico vernáculo siempre se caracterizó por su impronta expoliadora y por su desdén a integrar cualquier proyecto de desarrollo nacional.

No es sino a estas apetencias rapiñeras de los grupos empresarios que se debe atribuir el progresivo aumento de la inflación evidenciado desde fines de 2007 a la fecha: existe una deliberada intervención formadora de precios por parte de quienes dominan la cadena productiva. El cortoplacismo no es patrimonio exclusivo de la clase política.

Efectivamente la inflación no puede ser atribuida al “aumento” del costo salarial: un vistazo de los balances de las empresas (agrícolas, industriales y de servicios) del 2003 para acá nos muestran una sideral multiplicación de las utilidades que tornan irrisorio cualquier “costo laboral”. 

Y en una ínfima proporción el brote inflacionario corresponde a los cuellos de botella en la capacidad instalada (sector energético).

Ante la presión ejercida vía inflación por un empresariado ya reacomodado después de las turbulencias de 2001, hay que decir que los controles de precios adoptados por el gobierno fueron ineficaces y fallidos. 

No obstante ello, conviene tener en claro desde donde provienen los bombazos, a fin de no hacer lecturas políticas distorsionadas, (por Ej., pensar que la inflación se origina en “la exclusiva culpa” del Estado) y precisamente asignar a este gobierno peronista todos los males, como si no hubieran otros actores tallando fuerte. En este contexto no es un dato menor el rol pasivo que juegan las mayorías populares.

Naturalmente, es como producto de esta manifiesta intencionalidad política de las grandes empresas que hay que entender parte de la compleja índole del reclamo agrario de marzo-julio de 2008: como me decía Rosa, una humilde vecina del barrio Las Casuarinas, “no me parece mal que los del campo hagan sus reclamos, pero gracias a estos muchachos el kilo de carne aumentó cinco pesos en una semana.”

Indudablemente los sectores dominantes de la economía buscan descontar los casilleros avanzados por la masa asalariada desde 2003, ante un gobierno que se muestra peligrosamente dubitativo.

La cosa se pone espesa, y la recesión internacional aparece como la excusa perfecta para que el voraz empresariado argentino se largue a un injustificado recorte de los benditos “costos laborales” (en varios casos ordenados por las casas matrices); para quienes no lo saben, les comento que ya se están ejecutando despidos, no masivos pero constantes y en bajas dosis para no sacudir el avispero. 

El mayor problema está en las pymes donde los despidos son razonablemente justificados por el parate productivo, pero las grandes empresas están aprovechando la volada para avanzar contra las magras pero concretas conquistas de las clases asalariadas, y me preocupa que el gobierno de Cristina Fernández  no tome medidas de fondo para evitar ese avance.

Deberá tomarlas, si no quiere que se active una conflictividad indeseada para nadie (salvo para la oposición política, que no tiene responsabilidades gubernamentales, por suerte) y deberá hacerlo antes de que la CGT se vea obligada a convocar a paro nacional y movilización; si el frente peronista kirchnerismo-CGT sufre fisuras perdemos todos y ganan las minorías de siempre. 

Es en este contexto donde se dicta inoportunamente el fallo sobre desregulación sindical, que no puede ser dejado de leer en términos políticos más que cuestionables: muchos de nosotros esta película ya la vimos.

La coyuntura pone a prueba la capacidad política del kirchnerismo, ahora en un escenario estrecho y complejo, que requiere sintonía fina.

A pesar de todas las críticas y errores, es el peronismo kirchnerista el único sector político que está en condiciones de tomar decisiones que resguarden a los sectores populares. No se si las va a tomar, pero es seguro que no habrá otros que las tomen. 

Más aún cuando vemos la palmaria y cada vez más patética orfandad política de toda la oposición, y a un peronismo disidente cuasi-residual tanto en términos conceptuales como facticos; que el destino nos libre de que tengan que asumir alguna vez la responsabilidad política de gobernar.

 

Muchos tendrán que entender que si le va mal al kirchnerismo, no se joden sólo Néstor y Cristina. Nos jodemos todos.

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//14 de Diciembre, 2008

PRIMER ANIVERSARIO

por adriangutierrez a las 15:52, en Politica Nacional

Cristina Fernández acaba de cumplir su primer año como jefa de Estado. En estos doce meses ha pasado por torbellinos que parecían anunciar huracanes, para luego cambiarlos por bocanadas de aire fresco que la dejan mejor posicionada ante la sociedad civil que sus opacos adversarios, carentes de ideas firmes y aplicables en la realidad. En esta primera etapa de su gestión tuvo que enfrentarse al peor gorilismo que se conociera desde la segunda mitad de la década de 1950. Remar contra la marea fue su deporte cotidiano. Gran parte de la ciudadanía le fue hostil por tratarse de una mujer al mando del país. En realidad, su curriculum le jugó dos malas pasadas: una, ser mujer, y otra, la más importante, pretender recuperar la memoria de las luchas populares afectando levemente el buen pasar de porciones de la clase dominante que han estado haciéndose la América en los últimos años.
Supongamos que en vez de Cristina K, la gobernante fuera Elisa Carrió. Seguramente el sentido común conservador, retroalimentado por el speech de los mass media, diría que como es mujer, y no adhiere al peronismo, no le permiten ejercer soberanamente. ¡Le viven metiendo palos en las ruedas!
Sin embargo, el conflicto que desató la Resolución 125 demostró todo lo contrario, a la presidenta no la dejaron gobernar por ser peronista, por tender en cierto punto hacia un populismo de izquierda. Por volver a instalar el tema de la distribución de las riquezas desde los sectores altos a los bajos, a través del rol activo del Estado. Esto es, cambiar el sentido de las políticas establecidas desde la última dictadura militar hasta la patética huida de la Alianza UCR- Frepaso en el 2001.
Neodesarrollismo, neokeynesianismo, neopopulismo. Llámele como guste. El kirchnerismo en sus cinco años de gobierno no brilló por doquier, aunque con lo justo le alcanzó para superar a todas las presidencias que le antecedieron desde la vuelta de la democracia hace ya veinticinco años. O sea, antes de los Kirchner, los distintos inquilinos de la Casa Rosada no cumplieron con sus compromisos republicanos, fallando a la voluntad popular, ya sea, engañándola (traicionándola) o, directamente, por pura inoperancia. El lema para estos gobernantes fue: primero le rendimos eficazmente al establishment, y después, si queda tiempo, hacemos algo por el pueblo (alguna que otra limosna). Excepto el menemismo que tomó en primera instancia a las clases populares para despojarlas de sus derechos y satisfacer así los intereses de los sectores dominantes. Hubo distribución regresiva del PBI, se les sacó a los más pobres para enriquecer aún más a los ricos. En tanto, Néstor y Cristina Kirchner vinieron a revertir este círculo vicioso, sin demasiado énfasis, pero con más decisión y practicidad que el resto de los referentes del campo popular, que no trascendían el mero testimonialismo.
No se puede acabar de un día para el otro con un modelo económico (que marcó la forma de hacer política y sus derivados culturales) que empezó a regir en Argentina hace más de treinta años. Con un lustro para torcer este sistema de injusticia y desigualdad no basta, falta todavía muchísimo. El kirchnerismo dio el primer paso, solo no va a poder, necesita el respaldo de la población, al menos el de los sectores más combativos. Necesita mejorar la comunicación y el mensaje. Puede, siempre y cuando no se aislé, porque ya manifestó tener con qué. Interpelar al pueblo es su obligación ejecutiva. Profundizar y ampliar la democracia, su meta existencial.

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