//29 de Julio, 2010 |
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por
carlosfernandez a las 08:00, en
Politica Nacional |
Hay quienes fingen en el sexo y otros adulteran el
ADN, pero siguen siendo los mismos. Porque uno abre la boca y se desnuda. Aún
quedándose callado uno también se desnuda, porque el silencio revela qué es lo
que se calla. Los que todavía usan máscaras ya no pueden ocultarse: Ni Dios
disfrazado de diablo o éste disfrazado de Dios engañan a nadie. Si hasta los
periodistas y los medios están viéndose obligados a sincerarse; tal vez porque
se están dando cuenta que cuanto más mientan más se sinceran ante el público,
ya que la mentira una vez reconocible tiene el valor de una verdad.
Aunque todavía quedan, la hipocresía es hoy un
anacronismo ya superado. Momento vivo éste; compartimos una historia atravesada
por nosotros y descubrimos que el organismo social va dejando atrás pautas
culturales con fechas ya vencidas, y que por fin la política argentina está
comenzando a actuar a cara lavada. El debate del pasado miércoles 15 en el
Senado es una muestra de ello: No ganaron los pecadores, perdieron los
hipócritas.
En ese juego de opuestos, que fue una fiesta de la
palabra y del silencio legitimada en sus mentiras y en sus sinceramientos, la
sanción de la Ley
que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo terminó por exponer a
la sociedad tal como es, probando que “igualitario” ya no es un concepto
imposible.
La marcha convocada por la Jerarquía Católica
en contra de lo que ellos llaman
matrimonio gay fue sincera: Expuso su pensamiento sin hipocresía. Y lo mismo
sucedió en el Senado. Eso es bueno: Prueba que comienza
a haber en la sociedad un rasgo virtuoso,
que es cada vez más rápido el ejercicio de sinceramiento en que estamos todos
involucrados. Se está viendo, escuchando, participando de discusiones que
consiguen transparentar nuestros más profundos sentimientos, ideas, prejuicios,
intereses, egoísmos, fraternidades y desprecios. Y ese es un extraordinario
hecho político, ya que provoca y seguirá provocando en cada uno de nosotros, y
en los grupos más diversos, discusiones, tensiones y enfrentamientos
dialécticos. Cada uno de los temas que se ponen en escena, sea por parte del
gobierno, del Congreso, de los opositores, de organizaciones religiosas,
laborales, económicas o académicas, suscitan un sano alboroto de reacciones que
generan contradicciones y hasta antagonismos. Del debate entre contrarios
surgirá la aprobación o el rechazo, y eso es política. De esto se trata la
política cuando está viva, porque cuando está muerta, sepultada por el
terrorismo de Estado o el pensamiento único, sólo provoca en el pueblo una
callada resignación que lo somete a un falso y estéril apaciguamiento.
Desde este punto de vista, la sanción de la Ley de matrimonio entre personas del mismo sexo no es una noticia, es un notición. Porque, si se la ve con ojos de la
cotidianidad mayoritaria, la sanción de la ley simplemente legalizó una
obviedad, pero si se la aprecia desde los derechos civiles de las parejas
homosexuales sus alcances son importantísimos. Pero además, aun cuando a la
pregunta de para qué le sirve esta Ley a los pobres, a los excluidos, a los
desocupados o negreados y otros etcéteras, quizá la primera respuesta que surja sea “para nada”,
pero es atinado recordar que, cuando una minoría relegada conquista derechos,
las mayorías se ubican un poco más cerca de alcanzar los suyos. Por otra parte,
si se la valora teniendo en cuenta que el principal derrotado es un factor de
poder que se creía simbólica y concretamente impune, que maneja esa simbología
a través de una influencia de nexos profundos con los poderes políticos y
económicos a nivel nacional y mundial, lo sucedido el pasado miércoles en el
senado es auspicioso, porque cada vez que una vaca sagrada pierde aumentan las
chances de que se acerque la justicia.
A ese
respecto, es acertado afirmar que ganaron la democracia, las libertades
individuales, el civilismo y hasta la modernidad. Eso es formalmente correcto y
bienvenido, pero falta decir lo elemental, destacar que esos vencedores lo
fueron porque hubo un vencido, y ese vencido no es otro que la Iglesia Católica,
o más precisamente la
Jerarquía Eclesiástica
y sus cínicos aliados de moral indefendible. Y esta es una derrota mucho más fuerte que la de hace
más de veinte años, cuando la ley de divorcio, porque aquello se caía por su propio
peso ridículo, dicho esto sin quitarle méritos al alfonsinismo. Tampoco es
comparable a la derrota sufrida por el oficialismo por la 125, porque aquello,
lo de Cobos y su famoso voto no positivo, fue un episodio circunstancial,
contrastable con el devenir político y susceptible de ser revertido, como que
lo fue, mientras que lo de estos días, el matrimonio homosexual convertido en
ley, marca un quiebre sin retorno, inmodificable. Un adelanto definitivamente
histórico a partir del cual muchos dirán: “Ahora los
homosexuales tienen el mismo derecho que nosotros”. Pero también puede pensarse
de otra manera y decir: “Ahora todos podemos, si queremos, casarnos
con una persona de distinto sexo, o con una del mismo, o con nadie”.
Los
argentinos tenemos un derecho más. Y eso es buenísimo. Y más bueno es porque el vencido se llama ideológica medieval, dogmatismo, intolerancia,
represión. |
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//16 de Julio, 2010 |
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invitado a las 04:44, en
General |
Escribe Gabriel Bencivengo
El obispo convocó a una marcha sobre el Congreso en alianza con procesistas y menemistas. La posición del Episcopado frente a temas como el divorcio y el proyecto aprobado en Diputados para instaurar el matrimonio entre personas de un mismo sexo es conocida y sus reacciones, previsibles. Tampoco debería sorprender la postura belicosa del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, quien no dudó en definir como “una guerra de Dios” la cruzada que lo ocupa por estos días, tras su impreciso y frustrado proyecto de darle coherencia a un frente político que sirva de oposición al gobierno nacional. “No se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios”, adoctrinó Bergoglio en una carta dirigida a los integrantes de la Orden de los Carmelitas Descalzos, horas antes de que un grupo de legisladores, a las apuradas y bajo presión, redactara y diera dictamen al proyecto de “unión civil” que reemplazó la “movida del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios”, según calificó Bergoglio el proyecto por el matrimonio gay en la misiva que publicó el Boletín Eclesiástico. Los discursos y las apelaciones de Bergoglio, sin duda, ruborizan a muchos sacerdotes y comunidades que integran la Iglesia Católica y se esfuerzan, al igual que muchos laicos, por revertir la pesada herencia social que, con la complicidad de la inmensa mayoría del Episcopado, dejó la dictadura cívico-militar que arrasó el tejido económico, político y cultural del país. Ni qué hablar del rechazo que produce entre quienes adhieren, desde el seno mismo de la Iglesia, al Concilio del Vaticano II y a la reflexiones de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Medellín en 1968. Ausente de tales cuestiones, horas después de su mensaje a la Orden de los Carmelitas Descalzos, Bergoglio redobló la apuesta y, jesuita al fin, se puso al frente de los soldados de Dios para convocar, a través del Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal, a una marcha sobre el Congreso para el martes pasado. Tras definir el matrimonio heterosexual como un “bien de la humanidad”, les ordenó a párrocos, rectores de colegios católicos y capellanes que faciliten los medios para la concentración, punto culminante de una estrategia que pretende replicar ese mismo día en las diócesis de todo el país con sus respectivos obispos a la cabeza. En los hechos, Bergoglio no hizo más que reiterar, esta vez con un lenguaje bélico, lo que sostuvo durante el Tedeum paralelo que ofició en la Catedral Metropolitana el 25 de Mayo pasado. En esa ocasión, escudado en metáforas bíblicas, se refirió a la iniciativa como la “envidia del Demonio por la que entró el pecado al mundo”. Una vez más ausente del reclamo de las minorías, les señaló a Mauricio Macri y Francisco de Narváez, entre otros asistentes, que no era hora de “detenerse en opciones fijadas por intereses que no tienen en cuenta la naturaleza de la persona humana, de la familia y la sociedad”.
La cruzada de Bergoglio. Lejos del camino que trazaron los obispos Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Jorge Novak y Enrique Angelleli –por nombrar a los más notorios–, Bergoglio hunde sus raíces en las usinas del integrismo y el nacional-catolicismo que encumbraron a Juan Carlos Aramburu y Raúl Francisco Primatesta, dos cardenales que se negaron a proteger a las víctimas de la dictadura y que les cerraron las puertas a los organizaciones de derechos humanos. Una actitud siniestra que practicaron, incluso, cuando sus propios sacerdotes eran secuestrados, torturados, asesinados u obligados al exilio. Obviamente, Bergoglio no está solo en la cruzada. Obsesionado por consolidar un frente opositor, no duda en reclutar a las figuras más emblemáticas de los años noventa. Su “Contrato Social para el Desarrollo”, presentado en la Universidad del Salvador, fue coordinado por el ex ministro Roberto Dromi, y entre sus redactores y adherentes hay figuras que huelen a pasado, como Armando Caro Figueroa –promotor de la flexibilización laboral–, Horacio Jaunarena –defensor del Punto Final y la Obediencia Debida–, Roque Fernández –ejecutor del neoliberalismo local– y Andrés Delich –ex ministro de Educación de De la Rúa–. La ganancia empresaria, la autonomía del Banco Central y las retenciones son algunos de los temas sobre los que avanza el documento. Ni una palabra dice, en cambio, de los derechos humanos. Una omisión coherente con el solapado apoyo que buena parte del Episcopado brinda a la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, un lobby entre cuyos principales conductores revista Alberto Solanet. Compañero de tertulias de Cecilia Pando y hermano de Manuel –ex funcionario de Leopoldo Galtieri–, Solanet insistió en febrero pasado –desde las páginas de La Nación – en definir como una “guerra” la represión ilegal y pedir “una generosa ley de amnistía”. El objetivo lo comparte también Eduardo Duhalde y tiene como principal usina la Corporación de Abogados Católicos que preside Eduardo Bieule, para quien el matrimonio gay “sólo servirá para acentuar el proceso de desintegración moral en que nos encontramos sumergidos”. Entre los integrantes de la corporación figuran algunos de los socios del conservador Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, otra entidad con fuerte poder de lobby. Aunque menos conocida, otra agrupación que también revista en las filas de Bergoglio es la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (Acde). Su titular, Adolfo Ablático, opera para el cardenal en el terrenal mundo los negocios. En la tarea lo ayuda José Antonio Aranda, vocal de la entidad, pero más conocido por su participación accionaria en Grupo Clarín SA, la empresa madre del holding propiedad de Ernestina Herrera de Noble y que conduce Héctor Magnetto, integrante de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), representativa de los más concentrado de la economía local.
Hoy como ayer. Al igual que el grupo cívico-militar interesado en una amnistía, un importante sector del Episcopado considera el catolicismo como un elemento integrante de la Nación. Religión y Patria, como antes fueran Religión y Rey, es uno de sus estandartes. La visión, que rechaza los modelos posconciliares, se funda en el integrismo y el nacional-catolicismo. Aunque larvada, la doctrina sobrevivió al fin de la dictadura y emerge cada vez que las instituciones democráticas avanzan sobre cuestiones que la Iglesia como institución cree que le competen por mandato divino. Así ocurrió en 1986, cuando Raúl Alfonsín impulsó la ley de divorcio. Hoy, el Espiscopado demoniza la iniciativa por el matrimonio gay y a quienes la impulsan. Teñida de prejuicios, la supervivencia de la postura quedó patentizada en las palabras del obispo auxiliar de La Plata, Antonio Marino, quien aseguró la semana pasada que “según los estudios científicos, los homosexuales tienen hasta 500 parejas en la vida, padecen de más ansiedad, tienen más tendencias al suicidio y consumen con más frecuencia estupefacientes”. Ni siquiera el caso de Christian Von Wernich disparó en el Episcopado un debate sobre la responsabilidad institucional de la iglesia en los años de la dictadura. En los hechos, Bergoglio afirmó entre líneas que la difusión del siniestro accionar del ex capellán de la Policía Bonaerense de Ramón Camps era un ataque a la Iglesia en su conjunto. Una negativa coherente con la cerrada oposición que encontró monseñor De Nevares entre sus colegas del Episcopado cuando, en los años de plomo, propuso formalmente la creación de una vicaría para atender las solicitudes de las víctimas de la represión ilegal. Las nuevas estructuras parentales son una realidad y seguirán su curso. Atada al pasado, la cúpula de la Iglesia Católica se resiste tan siquiera a considerar que las leyes retrógradas nada cambiarán, sea cual sea la opinión de los exégetas de Dios.
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//27 de Junio, 2010 |
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ernestotorres a las 02:39, en
Politica Nacional |
Yo, tú, él, nosotros y vosotros deseamos que la selección argentina de fútbol le gane esta tarde a la de México. Y que siga ganando, que le gane a todos los que haga falta para que Argentina sea otra vez campeón del mundo. ¿Y si así no fuera? Si así no fuera muchos simplemente lo lamentarán, otros pensarán en una nueva cábala para dentro de cuatro años, algunos le echaran la culpa a Maradona, a Messi, al árbitro de este u otro partido, a la mala suerte y hasta habrá, obviamente, quien diga que también en esto la culpa la tiene el gobierno. ¿Y si no? Digo si a pesar, o, lo que es casi lo mismo, gracias a Maradona, Messi, el arbitro, la suerte y el gobierno somos campeones del mundo, ¿Qué pasaría? Lo mismo que pasó en anteriores ocasiones: Saldremos a festejar con cornetas y maracas, con gorritos, bufandas, camisetas celeste y blanca y envueltos en la bandera argentina. La alegría colectiva será enorme y durará varios días o semanas. También esta vez la Presidenta recibirá a la selección en la rosada, aunque ahora los kirchneristas cantarán ya lo ve, ya lo ve, es para Macri, Duhalde y Cobos que lo miran por TV… En fin, más o menos lo ya acontecido y conocido. ¿Y después? Después vuelta al laburo, a sufrir para poder pagar las cuotas del plasma; a quejarnos por lo poco que ganamos y lo mucho que roban los políticos; a mirar por TV los almuerzos de Mirtha, a Tinelli o a Ricardo Fort; en todo caso, los un poco más exigentes miraran Duro de Domar, Televisión Registrada o 678 y los todavía más exigentes se inclinarán por Canal Encuentro. Mientras tanto, el campo seguirá rezongando porque está fundido, Luis Juez y Lilita presentaran un millón de denuncias, la oposición y los medios despotricarán contra el gobierno porque hace todo mal y el gobierno se defenderá diciendo que todo esta bien… Más de lo mismo. Una historieta que ya todos conocemos. Sin embargo, y con el debido respeto por los futboleros- entre los cuales tengo el gusto de encontrarme- me permito decir que hay cosas que trascienden el resultado de un partido de fútbol y hasta el hecho de ganar o no un campeonato del mundo. Por ejemplo: La identidad biológica de los hijos adoptivos de la dueña de Clarín; la sórdida y sombría apropiación de Papel Prensa y la amenaza a la libertad de expresión que significa la concentración de medios, han salido de la cueva y quedan expuestos a la vista de todos, de manera que lo que ahora suceda descorre velos largamente instalados. Porque aún si a pesar del esfuerzo popular y democrático, se dilatara y se hundiera en el limbo jurídico la verdadera identidad de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, ya esas personas adultas serán para siempre hijos apropiados ilegalmente y con identidad apócrifa. Por otra parte, aunque nunca se destapara legalmente, ya ha quedado al descubierto la violenta incautación y posterior adjudicación de la empresa Papel Prensa a los grupos hegemónicos vinculados con la dictadura de los años setenta. Y aunque la Ley de Medios sea cancelada o cambiada a favor de Clarín, ni este ni otros grupos corporativos, ya nunca más serán lo que fueron hasta ahora. Esta situación de enigmas y ocultamientos ya despojados de máscaras no tiene remiendos hipócritas ni cirugía estética correctora. Tampoco podrá retroceder otra vez al silenciamiento, porque el proceso desatado, sea o no convalidado jurídicamente, ha quedado al desnudo. El público está en posesión de datos que antes ignoraba porque se los ignoraron y se dejaba ignorárselos. Lo que está pasando es que el pasado de los medios es ya presente y nos obliga a reformular la antigua idea inamovible y dominante. Es probable que el ejercicio del periodismo, y la actitud de la sociedad que lo consume, se renueve despojándose de su historia tan vulnerable a cualquier tribunal ético y de conciencia. Estemos a favor o en contra. Nos importe mucho o nos importe un bledo, ya nada será igual que antes. Ni la forma de leer el diario, ni de escuchar la radio o mirar televisión, volverán a ser iguales a la época en que no se discutía públicamente sobre esos tres grandes temas. Hasta el movilero deberá ir cambiando su relato y el oyente su oído. Porque los medios ya no serán el pensamiento único, ni la sociedad una esponja condenada a absorber y a ser el eco de ese pensamiento.
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//18 de Noviembre, 2009 |
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invitado a las 01:07, en
Actualidad Local |
Conduce Flor de palabra, será la madama de la inminente ficción en Telefé, Botineras, está terminando una película . Pero sobre todo hoy, dice, elige embanderarse políticamente. Actriz, clasista y combativa.
Llegó a tiempo a la cita. Algo raro entre los actores jóvenes. Pero Florencia Peña resulta ser una rara avis en el mundo de las actrices de su generación. Sin gorrita o anteojos que ejerzan de careta para evitar el reconocimiento, o troupe de asesores y asistentes obligados en estas personalidades, la conductora de Flor de palabra y actriz de la inminente ficción Botineras, la ahora rubia –por su rol de peluquera y madama en la miniserie– camina por la avenida Corrientes como si nada –¿Cómo se hace todo: tele por dos, teatro, cine? –No es algo que persiga. La cosa es que me pasaron muchas cosas lindas juntas. En teoría iban a estar separadas en el tiempo, pero después se juntó todo.
–¿Le gusta conducir? –La conducción me da esa adrenalina del aquí y ahora. Me da rapidez y yo soy bastante inquieta y curiosa. Si bien no soy una conductora de formato de entretenimientos, intenté encontrarle una vuelta para que tuviera mi sello y que no fuera un programa que pudiera ser conducido por otra persona.
–¿Cómo hizo para construir esta actriz que es hoy, viniendo de la masividad de la televisión? –Yo trabajo en la televisión desde hace 27 años, desde que tenía seis. Aprendí haciendo y fui creciendo a la vista de la gente. Quizá, lo que tengo en contra también lo tengo a favor.
–Pero parece una mujer normal. En general, los niños actores son... –Freaks, sí. Eso tiene que ver con la familia de la que vengo. Es anormal en muchas cosas, pero tiene algo de normalidad que son los valores, la ética. No han querido proyectarse en mí o en mi hermana en lo que ellos no pudieron concretar. Mi vieja me apoyó, me ayudó, me guió. Después, cuando terminé el colegio, en un momento pensé en ser abogada, pero a los 18 años recién decidí que quería ser actriz.
–¿Y antes? –Antes era un juego. Ahí me puse las pilas y me puse a estudiar en serio. Estaba en el medio de Son de diez, la cosa se venía perfilando por el lado sexual.
–Y ahí se redujo las lolas... –Sí, me operé a los 18 años. Por suerte me tocó una época donde no existía esta masividad, todo era más naïf. Si eso me hubiera pasado en estos tiempos, me hubiera sido muy difícil. Ahora todo está puesto en ese tipo de mujeres, muy voluptuosas. Yo vengo de una generación complicada, difícil. El otro día le preguntaba a Leonor Manso cómo era su generación, cómo era ser actriz en su época. Había mucho más respeto por el actor, no era fácil ser la tapa de un suplemento de espectáculo de un diario importante. Existían las vedettes, existían las modelos, todo estaba colocado en su lugar. Ahora está todo mezclado. Yo no persigo ser famosa, aunque está buenísimo llegar a mucha gente. Pero es complicado tener treinta y pico. Estamos todos en la misma bolsa y el tamiz todavía no se terminó de hacer del todo. Se supone que hacés un programa de 30 puntos y ya está, ya llegaste. El rating no puede ser la medida de nada. Yo ya lo entendí y vivo mucho más tranquila. Hago lo mío lo mejor que puedo y lo único que tengo para defender es mi arte. Mi último trabajo fue en un teatro muy chiquito, con una obra chiquita, sin pretensiones, mucho más pequeña en cuanto a la producción. Sin embargo, más allá de la nominación al ACE con Norma Aleandro, Mercedes Morán y Selva Alemán como actriz dramática, lo que me pasó a mí en el trabajo, ser dirigida por Leonor (Manso) en un terreno muy distinto al que estoy acostumbrada, fue maravilloso. Soy una mujer que ha ido descartando cosas que ya no me sirven o no me hacen feliz.
–¿Qué cosas ya no le entusiasman? –Ahora la sitcom dejó de tener un sentido para mí. Ya hice todas. Por ahí volvería dentro de un par de años, pero ahora no. No me quiero repetir. Ahora estoy en otra etapa de mi vida, con el cine. Yo había hecho una sola película cuando tenía 23 años con guión de José Pablo Feinmann, con Pepe Soriano y Esther Goris, El ángel, la diva y yo. Y no pude hacer más cine porque me dediqué a la tele y al teatro. En febrero filmé una peli con libro de Bioy Casares, con Luis Machín, años ’50, alucinante. Esa chica que hacía reír desde la pantalla, disparatada y veloz, ya casi no aparece. Desde hace unos meses, Florencia Peña defiende posturas políticas antes inexistentes en ella y pasó a ser una de las defensoras más acérrimas de la Ley de Medios en la televisión.
–Se la ve bastante más valiente que en otros tiempos, raro en los actores de su generación. ¿Qué pasó para que se involucrara políticamente? –Hay un momento en que estás de un lado o del otro, hay cosas con las que no hay grises. O estás con los milicos, o no estás con los milicos, no estás en el medio. Hay que entender lo que pasa en el país. Yo no soy política, no me interesa tener una banca, pero sí me gusta entender, leo de historia argentina, hablo de política en mi casa, en mi vida, con mi familia. Yo siempre fui una mina muy politizada. Estoy en un momento en el que no quiero estar alejada de lo que parezco y lo que soy. En otro momento sentí que parecía algo que no era.
–¿Superficial? –A veces parece que todo me resbala y no es así. Soy tan sensible que el humor me ha salvado de no caer tan hondo y no poder salir. Me pareció que, por el momento que estábamos pasando, estaba bien tomar partido. Es mucho más arriesgado decir lo que pienso, porque en una persona popular como yo, sería mejor que todo quede en las cuatro paredes de mi casa. Creo que es importante la militancia, y lo digo desde un lugar muy humilde, sin jactarme de nada. Estoy muy involucrada con la Ley de Medios y tengo una opinión formada sobre lo que pasa en la Argentina, sobre lo que veo, y sobre algunas personas que hablan. Siento que hay un cambio de paradigma. Creo todo lo contrario a lo que dicen los medios, no creo en la anarquía; creo que es la primera vez que estoy de acuerdo con muchas cosas de las que están pasando, y en esas que estoy de acuerdo, quiero salir a decirlo. La gente cree que no se puede salir a la calle, que salís a la calle y te matan y te roban, y lo que se debería aclarar o entender es que la Ley de Medios no es una ley que nos pertenece a los periodistas y a los actores, sino que es algo tan profundo como la opinión pública del país. Lo que yo digo es no al monopolio porque es necesario que nos den la posibilidad de discernir. Creo que la Ley de Medios era necesaria desde hace más de 25 años. No podemos seguir con una ley de la dictadura. Yo creo en el debate, pero no hay debate ni construcción de nada.
–¿Qué hay? –Nadie se escucha, y decir que la Ley de Medios es antidemocrática es un disparate. Es lo más democrático que me tocó vivir. Se cambiaron las cosas que hubo que cambiar: lo de Telefónica, que causaba tanto revuelo, se cambió, hubo debates, hubo audiencias. A mí me hacen reír cuando dicen que no hay libertad de prensa. ¿En qué país están viviendo? Lo mínimo que le han dicho a la Presidenta es que es una hija de puta, de ahí, para arriba y para abajo. Es una falta de respeto impresionante. La gente opina sin saber, sin leer, sin estudiar. Opinan sobre el neoliberalismo y no saben lo que es, opinan sobre el capitalismo y tampoco. No creo en la oposición sangrienta, no nos lleva a ningún lado y la derecha avanza. Yo soy de izquierda y es la primera vez que estoy de acuerdo con un gobierno. Somos muchos que no tenemos que ver con la derecha fascista, tenemos que ver con una Argentina que busca la redistribución de las riquezas. Yo soy una actriz que gana muy bien, podría callarme la boca porque a mí la derecha me va a dar más plata que la izquierda. Pero prefiero una Argentina con un proyecto de país sin tanta desigualdad. Es un momento en el que es reimportante pararse en un lugar, y si hay que ponerse en un extremo o en el otro, yo estoy en la vereda de enfrente de Lilita, de Macri, de De Narváez. Estamos en un momento en que está todo confundido. No hay lugares donde se pueda hablar. Existen las listas negras con algunos actores en algunos diarios.
–¿Es así? –Yo, antes de exponer mi postura con la Ley de Medios, en el suplemento de Espectáculos de un diario me defenestraron en una columna por mi ideología política. ¿Tan grave es que yo diga lo que pienso? Si ustedes son los que enarbolan la bandera de la libertad de prensa, no debería molestarles si yo no pienso lo mismo; no les voy a poner una bomba en la redacción, no se asusten. ¿De qué tienen tanto miedo? Será porque tienen el culo sucio.
–Parece otra persona... –Estoy en un momento en que la actriz que soy también tiene que ver con lo que soy. Esto no es un hobby para mí, y como me tomo la actuación en serio, también me tomo la vida y este momento que estamos pasando. Creo que ocupo un lugar en los medios, me guste o no, donde está bueno bajar línea. Algunos estarán en contra, otros a favor. Yo prefiero alguien que dice lo que piensa desde un lugar respetuoso. Yo bajo línea adonde voy. El otro día fui a comprar un libro y había una señora que estaba comprando el de Marcos Aguinis. Me acerqué y le pregunté por qué estaba comprando ese libro. Mi marido me quería sacar de ahí pero yo quería escucharla. Me dijo que se estaba viviendo una época terrible y que no se podía salir a la calle. Le dije que yo salía a la calle, que me habían entrado cinco monos en mi casa, pero yo no lo culpo a Kirchner, es la sociedad que está para atrás. Estamos buscando un país de igualdades, no somos un país socialista, no somos un país comunista, nunca vamos a tener un formato cubano. Yo invito a la gente que está tan en contra de Fidel, que lean un poco más, que vayan a Cuba, que escuchen a la gente que está a favor y en contra. Hay que formarse una opinión con las dos campanas. Hay que comprometerse.
–Usted sabe que este es un camino de ida, ¿no? –Ya lo sé. Hay cosas que ya no puedo hacer y está bien. No importa lo que yo diga, sí lo que haga, en todos los aspectos de mi vida. Yo creo en la pasión con la que vivo y el compromiso con el que vivo. Aspiro a ser una mujer con entereza.
–¿Qué le daría esa entereza? –Ser coherente. Arranco desde lo pequeño, con mi familia, con mi gente, con la gente que labura conmigo, tratando de ser lo más honesta que puedo. Y si llego a tener enemigos, y esos son los que no piensan como yo, bienvenidos. Hace muchos años, yo quería que todo el mundo me quisiera. Trabajé mucho en terapia sobre eso. No te digo que lo tengo superado, pero lo tengo pensado. Tengo posturas tomadas, nadie me va a convencer de que los milicos fueron buenos. Me peleo a capa y espada con los que los defienden. Yo creo que la violencia no se cura con violencia, pero si yo hubiera tenido que elegir, en ese momento hubiera sido montonera. Y lo digo absolutamente convencida. Creo que casarme con Mariano fue importante. Habla de su marido, el músico de jazz Mariano Otero, con quien comparte su vida desde hace ocho años y dos hijos, y se emociona. Parece una mujer enamorada.
–¿Por qué es importante? –Mariano nació en Avellaneda, de una familia muy diferente a la mía, militante, una familia comprometida política y socialmente, con otra cabeza, él trabajó mucho en las villas cuando era pendejo. Un pibe que realmente hace lo que quiere y tiene mucha libertad. Creo que Mariano me dio la posibilidad de sentirme valiente frente a mis pensamientos. Yo no pienso diferente a cuando lo conocí, simplemente ahora tengo más valentía porque tengo a este hombre al lado. Yo me enamoré de su manera de ver la vida, su manera de pararse en el mundo. Yo lo amo por lo que él es como persona, por cómo mira a sus hijos, por cómo milita en su vida cotidiana más allá de la política.
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//11 de Septiembre, 2009 |
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invitado a las 16:45, en
Politica Nacional |
*escribe Víctor Ego Ducrot El gobierno argentino trabaja para que el Congreso convierta en ley su proyecto sobre servicios de comunicación audiovisual, en reemplazo de la norma de la dictadura. El enemigo contraataca.
¿Viejos centuriones romanos? ¿Paramilitares de la palabra? ¿Terroristas de la imagen? Ya tienen su general o mariscal de campo. Se llama Grupo Clarín y está dispuesto a todo, si acaso a la guerra sucia, para impedir que de una vez por todas los argentinos cuenten con un marco jurídico pluralista y antimonopólico, que regule lo que es de patrimonio público –las frecuencias de radio y televisión- y garantice el derecho de los individuos y de la sociedad a informar y estar informados.
En sus puntos sobresalientes, el Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual presentado al Congreso esta semana por el Poder Ejecutivo, propone lo siguiente.
Darle nuevo marco legal al sector, hasta ahora regido regidos por la ley 22.285, heredada de la dictadura militar. La iniciativa apunta a desconcentrar y democratizar la propiedad de los medios e impulsa la creación de nuevos.
Con el fin de impedir la formación de monopolios y oligopolios, pone límites a la concentración, fijados por cantidad de licencias y por tipo de medio.
Sólo se podrá tener una licencia de servicio de comunicación audiovisual sobre soporte satelital.
Hasta 10 señales sonoras, de televisión abierta o cable (la ley actual permite que una persona sea dueña de 24). Hasta 24 licencias de radiodifusión por suscripción.
A ningún operador se le permitirá que dé servicios a más del 35 por ciento del total de la población del país o de los abonados, en el caso que corresponda.
Quien maneje un canal de televisión abierta no podrá ser dueño de una empresa de distribución de TV por cable en la misma localidad, y viceversa.
Las licencias durarán diez años (hoy son por 15) y se podrán prorrogar por diez años más, previa realización de audiencias públicas. Quienes hayan obtenido una renovación o prórroga, no podrán solicitar una nueva extensión de plazo por ningún título.
Las licencias serán controladas cada dos años, para evitar que con la incorporación de nuevas tecnologías –la digitalización– un licenciatario multiplique sus señales, generando un nuevo modo de concentración.
Los responsables de los medios deberán mantener una carpeta de acceso público donde figure toda la información relevante del licenciatario.
Para ser titular de una licencia se evaluarán criterios de idoneidad y de arraigo en la actividad. Se excluirá a quienes hayan sido funcionarios jerárquicos de gobiernos de facto.
El Estado nacional, las provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los municipios tendrán asignadas frecuencias. (Hasta ahora sólo se preveía a Canal 7 como empresa comercial.)
Se creará la sociedad de Estado Radio y Televisión Argentina, que tendrá a su cargo la administración, operación, desarrollo y explotación de los servicios de radiodifusión y televisión del Estado.
Las universidades podrán tener emisoras sin restricciones. Ya no tendrán obligación de constituir sociedades comerciales.
La televisión abierta y el cable deberán emitir cine nacional. Como mínimo tendrán que difundir en estreno televisivo seis películas al año.
Podrán “optar por incluir en la misma cantidad, hasta dos telefilms, en ambos casos producidos mayoritariamente por productoras independientes”.
Se le exigirá a la TV además que el 60 por ciento de su producción sea nacional.
Las radios deberán emitir un mínimo de setenta por ciento de producción nacional. Por lo menos el treinta por ciento de la música deberá ser de autores o intérpretes argentinos.
Los derechos exclusivos de transmisión del fútbol no deberán perjudicar el derecho de los ciudadanos a seguir los partidos en directo y de manera gratuita, en todo el territorio nacional. Para esto, la Secretaría de Medios de Comunicación realizará un listado anual de los acontecimientos deportivos de interés general, que serán de acceso universal.
Los criterios para elaborar el listado serán tres: “Que el acontecimiento haya sido retransmitido o emitido tradicionalmente por televisión abierta, que su realización despierte atención de relevancia sobre la audiencia de televisión y que se trate de un acontecimiento de importancia nacional o de un acontecimiento internacional relevante con una participación de representantes argentinos en calidad o cantidad significativa”.
El tiempo de publicidad en la televisión paga estará reglamentado.
Habrá medidas parafiscales para desalentar la inversión de publicidad en el exterior del país, tales como hacen otros estados como Canadá. Por ejemplo, no se permitirá deducir del impuesto a las ganancias lo invertido en publicidad en el extranjero.
Las entidades sin fines de lucro podrán tener licencias de radiodifusión (la ley de la dictadura sólo concebía a la radiodifusión como una actividad comercial. En el año 2005 el Congreso permitió a las personas jurídicas sin fines de lucro ser titulares de licencias, pero con restricciones). La nueva ley reservará el 33 por ciento del espectro para asociaciones, fundaciones, mutuales y otras organizaciones sin fines de lucro.
Se promoverá la regularización de los medios comunitarios.
En relación con el triple play (la posibilidad de dar los servicios de Internet, teléfono y cable en un mismo soporte), las empresas telefónicas podrán hacerlo cumpliendo una serie de requisitos, entre ellos demostrar que el 70 por ciento de su capital es de origen argentino.
El organismo que regulará los Servicios de Comunicación Audiovisual será dirigido por un órgano colegiado integrado por representantes de la Legislatura nacional, de la segunda y tercera minoría, y representantes del Poder Ejecutivo nacional.
El Proyecto establece un año de plazo para que las empresas se adecuen a la nueva legislación.
La iniciativa gubernamental ingresó al Congreso el jueves de la semana pasada. El Grupo Clarín puso a todos sus medios y “periodistas estrellas” en la primera línea de combate contra el gobierno nacional. A minutos de conocerse la decisión oficial de llevar la cuestión al congreso, en su título central de portada, el diario calificó a la iniciativa de proyecto de “control de medios”, fijando así las bases discursivos de su ofensiva. A partir de ese momento, las páginas impresas y electrónicas de Clarín, las pantallas de los canales TV 13 (de aire) y TN (de noticias por cable) y los micrófonos de Mitre (radio), como así también su red de medios diseminados por el todo el país, cumplieron la orden al pie de la letra y a todos les falto espacios y tiempos para criticar, denunciar, fustigar y descalificar al gobierno, respecto del tema que fuere. El jueves último, mientras la comisión especializada de la Cámara de Diputados comenzaba la discusión pendiente desde hace casi 30 años, el Grupo Clarín emitió un duro comunicado antigubernamental –acusando al Ejecutivo de “ilegal”- debido a que el órgano competente del Estado (el COMFER) rechazó por monopólico el acuerdo de fusión entre las empresas de TV por cable Multicanal y Cablevisión, un intento del propio Grupo Clarín de adueñarse del segmento mayoritario del mercado. En varios de su estudios difundidos durante los últimos 12 meses, el Observatorio de Medios de Argentina (ver elobservatoriodemediosdeargentina.blogspot.com y www.pecyp.com.ar) alertaron sobre las técnicas utilizadas por el Grupo Clarín y otras corporaciones mediáticas para descalificar al gobierno y al Estado, en campañas que, como la desplegada en torno al conflicto entre éste y las patronales agropecuarias, bordearon los límites de la legalidad. El gobierno nacional puso sobre el tapete un tema vital para el funcionamiento democrático del país: una ley que acabe con el marco jurídico que la dictadura le dio al uso de los espacios radioeléctricos, el mismo que le permitió al Grupo Clarín y a otras corporaciones consagrarse como dueños casi exclusivos de la palabra y las imágenes de los argentinos. La derecha en sus más diversos pelajes –mediática, económica y política- comenzó a rugir como una fiera herida. Los bloques opositores en la Cámara de Diputados, con el fin de ganar tiempo, sostuvieron que el tema debe ser debatido durante dos meses en foros abiertos en todo el país, porque, sostuvieron, el tema amerita tal discusión.
Se trata de una maniobra de increíble hipocresía. Durante los últimos meses, y a iniciativa del COMFER, el proyecto de ley fue analizado y discutido en cientos de mesas redondas y encuentros realizados en todas las provincias, con la participación de universidades, movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos e instituciones del más amplio espectro. Las corporaciones mediáticas y la derecha en general desconocieron, silenciaron o fustigaron esos debates. En tanto, otros espacios políticos autoproclamados progresistas pero fervientes opositores al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, también salieron al cruce del proyecto de ley, con argumentos como que el mismo favorecería a otras empresas concentradas – a las de telecomunicaciones, por ejemplo – y otros que alertan sobre el peligro que implica el eventual no reconocimiento de tratos internacionales que protegen a las inversiones extranjeras. Es decir, una mezcla rara de señalamientos por izquierda y por derecha, un gesto siempre eterno de esos ámbitos, tendiente a desconocer la dimensión de lo político, con sus contradicciones y correlaciones de fuerzas reales. Más allá de que la iniciativa gubernamental pueda y deba ser perfeccionada – para cortarle el paso a toda otra posible construcción monopólica que surja de las telecomunicaciones y de las nuevas tecnologías- y de que muchos de sus puntos indudablemente quedaran sujetos al decreto de reglamentación que requiere la aplicación de la norma, lo cierto es que, el 3 de septiembre de 2009, el Congreso comenzó a tratar un tema que el sistema democrático había dejado pendiente. *director de la Agencia Periodistica del Mercosur y docente de la Facultad de Periodismo de la UNLP
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//03 de Septiembre, 2009 |
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invitado a las 23:36, en
Politica Nacional |
Algo sobre el proyecto de ley de radiodifusión que el gobierno mandó al parlamento: lo primero, la necesidad de una nueva normativa que regule la materia. En este sentido, ya el proyecto es un avance que merecería una discusión parlamentaria acorde. Después, viene el caleidoscópico mundo de las expectativas que los sectores políticos y sociales depositan en esa ley. Acá la paleta de colores va desde el rojo intenso hasta el negro fúnebre. Desde el golpe final a la oligarquía mediática a la chavista supresión de la libertad de expresión. Con esas grandilocuencias deberá convivir la aprobación de un necesario y positivo proyecto de ley de medios, cuyo subsuelo fáctico es la relación Kirchner-Clarín, de la cual conviene recordar que hubo tiempos idílicos que supieron coincidir con los mejores años kirchneristas, cuyos avances y retrocesos políticos no eran medidos de acuerdo a la incidencia del multimedios.
Pero lo que deberíamos contemplar es que ninguna discusión se manifiesta bajo pautas ideales, y que también el kirchnerismo pasará, pero la ley quedará.
El ralentado redoble kirchnerista post-electoral, proporcional a los tironeos opositores, daría cuenta de alguna verdad popular: que la elección de junio representó un rechazo matizado de la gestión kirchnerista de los últimos tiempos, pero no un veto a lo medular del “modelo”. Por lo tanto, la oposición se equivoca cuando manifiesta que el 70% los votó a ellos (un tótum abstracto, fragmentado) y a favor de un cambio de raíz que en realidad estaría negando la legimitidad que tiene el gobierno para “aplicar los kilos”, y ejercer el poder que tiene en su haber. Si la ley de medios se aprueba, nadie va a salir a movilizarse en furibundo caceroleo. En la calle, de este tema mucho no se habla.
Inteligentemente, Cristina y Néstor con esta movida aprovechan para juntar cabezas “por izquierda” hacia el interior del dispositivo político que comandan, cuando se sabe que en términos fácticos la decisión política nunca se alejó de sustentar la gobernabilidad sobre la base de los “feos, sucios y malos” de siempre. Para sacar adelante “los fierros calientes” de la gestión (facultades delegadas, conflicto agrario) se confía en las compañeras Graciela Camaño, Roxana Latorre o María del Carmen Alarcón: gobernabilidad, porque el que herede también va a ser peronista.
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//27 de Marzo, 2009 |
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invitado a las 00:57, en
Politica Nacional |
Escribe Oscar A. Cuervo
¿Qué es una noticia? ¿Qué hace que un suceso se transforme en noticia? ¿Quién es el sujeto que dice la noticia? ¿Qué revela una noticia sobre sí misma? La tapa de Clarín del dia domingo. El diario de mayor circulación del país, en su edición dominical, la más vendida de la semana. Título de tapa: "Creen que anticipan la elección para frenar fugas en el PJ". ¿Quién es el sujeto de ese "creen"? "Creen que anticipan": dos verbos en tercera persona del plural, ¿tienen el mismo sujeto o se trata de dos sujetos distintos? ¿De quiénes habla la noticia? ¿Quién dice la noticia? La bajada del título, con tipografía obviamente mucho más chica: "Es la razón más votada en una encuesta realizada para Clarín. La gente opina que es para tapar los problemas de inseguridad y del campo. Después del conflicto con ese sector, el oficialismo perdió dirigentes que pasaron al peronismo disidente." Varios actores: el primero que aparece explícitamente mencionado es Clarín: la encuesta fue realizada para Clarín. En segundo lugar aparece "la gente". Es "la gente" la que cree lo que dice el título. ¿Por qué, entonces, el título no fue "La gente cree que...", sino "Creen que...", lo que deja a la frase con una sintaxis tan equívoca? En la bajada, siguen apareciendo actores: además de "la gente", "el campo", seguidamente "el oficialismo" (ahora entendemos que es el sujeto del segundo verbo del título, "anticipan": el oficialismo anticipa). Por último, "los dirigentes que pasaron al peronismo disidente". Esas son las fugas de las que habla el título. Pasamos a la página 3, donde se desarrolla la noticia: "Según una encuesta, anticipan la elección para evitar fugas en el PJ". Ahora no es la gente, sino "una encuesta". Pero ¿cuál es la noticia? ¿Que Clarín encargó una encuesta que dice tal o cual cosa? ¿Que "la gente" cree que el gobierno llamó a elecciones anticipadas para evitar una fuga hacia el peronismo disidente? ¿Que el gobierno llamó a elecciones anticipadas para evitar esa fuga? ¿Que si no se anticipaban las elecciones esos dirigentes se fugaban? ¿Cuál es el suceso que constituye la noticia y quién es el protagonista de la noticia? Veamos si Clarín nos ayuda. La bajada del título dice: "La mayoría cree que Kirchner es el más beneficiado con la decisión oficial". Ahora ya no es "la gente" la que cree, sino la mayoría. El cuerpo del texto debería aclararnos de qué mayoría se está hablando: "Para la mayoría de los argentinos el Gobierno adelanta la elección nacional al 28 de junio porque teme una fuga de votos [en negritas en el original] y que se desgrane la fuerza del oficialismo". Epa. "La mayoría de los argentinos" es el sujeto que cree que se anticipa la elección por los motivos aludidos. La noticia entonces sería que Clarín dice lo que cree la mayoría de los argentinos. ¿A quién se lo dice Clarín? A los argentinos que leen Clarín, la gente. La gente se entera de lo que cree leyendo Clarín. Esa es la noticia. Ahora, ¿cómo sabe Clarín lo que piensa "la mayoría de los argentinos"? ¿Cómo se puede acceder de modo tan acelerado a la subjetividad de la mayoría de los argentinos? "Es uno de los datos que surge de un sondeo realizado el viernes por la consultora Ibarómetro -sobre 1350 casos- apenas unas horas después del sorpresivo anuncio realizado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner desde Rawson". Entonces, se trata de un sondeo realizado por la consultora Ibarómetro sobre 1350 casos. Después de todas esas vueltas, recién aparece el verdadero sujeto del título "Creen que...": 1350 casos. Es decir 1350 personas. No, perdón: la mayoría de 1350 personas consultadas. ¿La mayoría de los argentinos? ¿La gente? Pero prestemos atención al gráfico que ilustra la nota, para ver si despliega un poco más los datos. Sorpresa: el gráfico no dice que son 1350 casos sino 350 casos. Segunda sorpresa: el porcentaje de esos "casos" que cree que el Gobierno adelanta las elecciones para evitar la fuga de oficialistas "a otras fuerzas" (en el gráfico ya no dice que es hacia el peronismo disidente, como decía en la bajada de la tapa, sino simplemente "a otras fuerzas"), el porcentaje de esos 1350 o 350 consultados es el 35,1 %. Es decir: no la mayoría de los consultados, sino un tercio de los consultados, lo que serían 117 personas si los consultados fueran 350, o 450 personas si los casos consultados fueran 1350. Digamos: en el mejor de los casos, lo que la noticia concretamente dice es: "450 personas entre 1350 creen que el Gobierno, etc., etc". El dato inicial va mutando: "la mayoría de los argentinos", "la gente", y llega a la tapa con un difuso y generalizado "Creen...". Un 35 % de los consultados cree eso. ¿Qué cree el 65 % restante? Que el gobierno llama a elecciones "para tapar los temas de la inseguridad y el campo" (24 %); "porque considera [el Gobierno] mejor una sola fecha de elecciones" (16,8 %); "para enfrentar mejor la crisis económica mundial" (16,8 %). Estas son las únicas cuatro alternativas expuestas. Aunque la suma no da 100 %, no se mencionan otras. Lo curioso es lo acotado y la manera como se articulan las opciones ofrecidas. Porque estas opciones no son exlcuyentes: también sería posible, por ejemplo, que el gobierno considere mejor una sola fecha de elecciones para enfrentar mejor la crisis, o que considere mejor una sola fecha para tapar los temas de la inseguridad y el campo, o que quiera evitar la fuga de dirigentes para enfrentar mejor la crisis. Esto sin entrar a considerar que, además de estas 4 alternativas, podría haber otras que no figuran en la encuesta, por ejemplo: para evitar un año electoral donde haya elecciones en diversos distritos cada dos semanas (en la provincia de Santa Fe, Binner había desdoblado las elecciones en tres fechas distintas). Esa opción, que podría tener importancia, fue desechada por la encuesta, no se le permite a los consultados que voten por ella. ¿Cuáles son las características de la encuesta? Dando vuelta la página, al final de la nota, se especifica un poco más de dónde salieron esos 350 o 1350 casos: ambos sexos, mayores de 18 años, residentes en hogares particulares, con teléfono fijo. La gente, la mayoría de los argentinos, son 350 o 1350 hogares con teléfono fijo. ¿Y dónde viven los consultados? El 32 % en la ciudad de Buenos Aires, el 26,7 % en el primer cordón del Gran Buenos Aires y el 41, 3 % en el segundo cordón del GBA.. Es decir: la muestra está armada dándole a la ciudad de Buenos Aires un peso relativo a un tercio de los consultados y la conclusión habla de la mayoría de los argentinos. Además, los consultados tienen teléfono fijo, lo que deja afuera de la encuesta a los sectores de menor poder adquisitivo del país que no tienen teléfono fijo en sus hogares. Eso no es todo. En el décimo segundo párrafo de la nota, ya en la página 4, se dice que la encuesta arrojó este resultado: el 51, 4 % (ahora sí se trata de la mayoría de los consultados) cree que es positivo unificar las elecciones para ahorrar dinero. ¡Oia! ¿No sería esta la noticia: que la mayoría de los encuestados cree que es positiva la medida para ahorrar dinero? Pero hay aún más: "En el mismo sentido, el 61,4 % prefiere votar todos los cargos legislativos en una sola elección". ¿Entonces no sería esta la noticia: que casi dos tercios de los encuestados en hogares con teléfono de la ciudad de Buenos Aires y el gran Buenos Aires está de acuerdo con el adelantamiento de las elecciones? Y después dicen que no hace falta una nueva Ley de Radiodifusión |
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//18 de Septiembre, 2009 |
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invitado a las 00:23, en
Politica Nacional |
Escribe Orlando Barone Hoy Raúl Alfonsín a solas está preguntándose por qué sus sucesores y compañeros del radicalismo se alejaron tanto de sus raíces. Porque todo cuanto él hizo para superar aquel radicalismo oblicuo que le llamó al pueblo “aluvión zoológico”, los actuales diputados y dirigentes lo han echado a la basura. Alfonsín, en cuyo funeral muchos reaccionarios se mimetizaron de republicanos, debe haberse quedado definitivamente solo después de ver a su partido desandar el camino que él iniciara hacia la social democracia y que hoy han desviado hacia la negación y la ignorancia. ¿En qué reservorio carente de lucidez se criaron y entrenaron los legisladores radicales que en lugar de legislar deslegislan y que en lugar de hablar en el agora de la democracia se la pasan gritando alucinados por los parlantes del monopolio y de las corporaciones? Qué retroceso de la dialéctica. Qué abandono del campo de batalla. ¡Qué negación! En lugar de perder peleando pierden huyendo hacia ninguna parte o hacia una parte que mejor no decir cuál es por no herir más a la democracia. Este radicalismo feroz, asociado episódicamente a no radicales y “no positivos” aún más feroces , sumido en ese onanismo “anti” con más resistencia y encono que la que tuvo ante las dictaduras, es un extraño enigma de nostalgia. Nostalgia de aquel radicalismo de los ochenta, que logró la hazaña de la Conadep y del juicio a los militares; que se integró a Latinoamérica y a Cuba, y que intentó enfrentarse a la ortodoxia de mercado. Hoy como una bandada de pájaros desorientados ha corrido hacia el vacío: ha sellado su destino de época apocada de fraternidad política. Ha obrado como si su negocio fueran los negocios; y como si su libertad de prensa fuera únicamente la libertad de empresa. El teatro mediático es una adicción que los está desguasando. Qué pena. Pensar que aquél Alfonsín , casi solitario en aquella Rural enfurecida en su contra, en minoría y silbado por los mismos que hoy sus correligionarios soban , les dio debate en un monólogo inolvidable. Estos de hoy no. No discuten. Se han ido tan a la derecha que se fueron a la mierda. Para volver a limpiarse van a tener que bañarse otra vez en aquellas enterradas memorias. |
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