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//18 de Febrero, 2011 |
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invitado a las 16:48, en
Politica Nacional |
El periodista más riguroso de la Argentina explica el modelo K. Su defensa de Cristina, el año electoral, la Mesa de Enlace, el rol de la oposición y el dilema de la seguridad. Cualquier lector que se haya sumergido en las notas periodísticas o en los libros de Horacio Verbitsky sería capaz de afirmar que se trata de un profesional riguroso, detallista, afecto a una precisión extrema. Ese mismo perfil que aquí, y en todo el mundo, le reconocen por su trabajo incansable como presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), una de las principales organizaciones no gubernamentales de América Latina dedicada a promover y proteger los derechos humanos así como a contribuir con el fortalecimiento del sistema democrático en la Argentina.
Cruzar el umbral de su oficina implica descubrir, en aquel reducto, esas mismas características: una biblioteca prolijamente ordenada, una luz tenue, un ambiente ideal para refugiarse en busca de la máxima concentración. Es decir, si se quiere, un estado necesario para quien, además, le agrega a su labor cotidiana el formar parte del Consejo Rector de la Fundación Nuevo Periodismo y ser integrante del Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación y de la Junta Directiva de Human Right Watch/Americas. Pero ni la magnitud de las responsabilidades ni los años de profesión acumulada –ejerce el periodismo desde 1960– erosionaron la tenacidad y el ímpetu productivo de Verbitsky. Más bien, todo lo contrario.
Entre sus últimas denuncias periodísticas, figura el brutal asesinato de dos adolescentes en José León Suárez, víctimas de disparos por la espalda que realizaron efectivos de la policía bonaerense. El episodio, que tuvo lugar el jueves 3 de febrero, dejó otra vez en evidencia la discrecionalidad en el accionar de la policía en la provincia de Buenos Aires y reavivó el debate respecto a qué hacer con los menores de edad involucrados en delitos penales. En su columna dominical del diario Página 12, Verbitsky expresó que el hecho era “una consecuencia directa de los dos pilares en los que sustenta su gestión el ministro de Justicia y Seguridad, alcaide mayor Ricardo Casal (…) delega el gobierno de la seguridad en la propia agencia policial y demoniza a los jóvenes, quienes son presentados con lenguaje bélico y tono de urgencia como un enemigo a destruir”.
–Para el ministro, los jóvenes estaban robando. Para los vecinos, estaban esperando que se hiciera la hora de ir al basural del Ceamse a recolectar los alimentos que pudieran encontrar…
–El ministro Ricardo Casal planteó que los jóvenes habían hecho descarrilar un tren y lo estaban robando. Los acusó de pertenecer a una peligrosa banda, con asiento en una de las villas cercanas. Pero sus dichos no se asentaron en pruebas concretas, que pudiera investigar la justicia.
–Los casos que involucran a menores de edad siempre reavivan el debate sobre la baja de la edad de imputabilidad y la sanción de un nuevo régimen de responsabilidad penal juvenil, un proyecto de ley que obtuvo media sanción en el Senado y debe ser discutido en la Cámara de Diputados. ¿Es la solución al problema?
–Hay dos aspectos a debatir, que se superponen pero que son distintos. Por un lado, un modelo que no apunte a otorgarles mayor poder a las fuerzas de seguridad, delegándoles su propia conducción, sino que encauce los conflictos desde otra perspectiva. Y, por el otro, el debate sobre el nuevo régimen, que tiene como objetivo ofrecer un nuevo marco de custodia para los adolescentes en conflicto con la ley, de entre 14 y 18 años, a quienes se les debe ofrecer un juicio con todas las garantías, con penas máximas de hasta tres años. Somos el único país de Latinoamérica que tiene a menores de edad condenados a cadena perpetua, una situación denunciada en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y que evidencia incluso el incumplimiento de la Convención de los Derechos del Niño. Reducir todo a la cuestión de la edad es tergiversar la cuestión. Se trata de extender derechos que hoy no existen, porque un chico puede pasar años detenido sin defensa ni juicio. Y requiere inversión, en tribunales, en institutos decentes, en programas educativos, en asistencia psicológica.
–El caso de José León Suárez, como el de Baradero –donde un joven murió producto de un tiro por la espalda que habría recibido por parte de un oficial de la policía–, llevaron al gobernador Daniel Scioli a defender al cuerpo policial así como a su ministro, Casal. ¿Cómo explica ese posicionamiento?
–Scioli tiene en la cabeza un modelo de seguridad que es absolutamente contrario al nacional. Es muy claro, por ejemplo, cuando se contrasta el modo en que la provincia llevó adelante el caso de José León Suárez con la resolución de la toma del Club Albariños, que encabezó el Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Nilda Garré. Mientras uno buscó combatir la problemática social a los tiros, el otro se desactivó sin heridos, con una investigación del ministerio –realizada con inteligencia en los dos sentidos de la palabra–, que luego le entregó pruebas a la Justicia, y un manejo político de la situación.
–¿Podría realizarse la misma comparación con la forma de manejar la toma del Parque Indoamericano, por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires?
–Así como digo que lo que hizo Garré en el caso del Club Albariños es la antítesis perfecta de lo que hizo Casal en José León Suárez también podría decir que lo que planteó Cristina Fernández en el Indoamericano es el reverso perfecto de lo que plantea Mauricio Macri. Macri abandonó todo plan de construcción de viviendas, redujo al mínimo el presupuesto destinado a ese tema –y subejecutó el existente—y, al mismo tiempo, tiene una política que llama de recuperación del espacio público que significa correr a patadas a todos los feos, malos y sucios, que deben ir a parar adonde puedan. El Indoamericano fue la consecuencia de esa política.
–Si Macri demostró un ejercicio de lo público donde no existe un Estado presente, ¿por qué es un candidato presidencial que concentra una intención de voto envidiada por muchos políticos?
–Porque hay un sector de la sociedad que no quiere un Estado presente. Hay un sociólogo francés que se llama Loïc Wacquant, que en su libro Las cárceles de la miseria plantea que donde se retira el Estado providencia aparece el Estado penitencia. O el rostro del Estado es un rostro de cuidado, de apoyo, de promoción o es el rol de la represión. El Estado no se retira nunca, no desaparece. Simplemente muestra otro rostro. Y el rostro que quiere mostrar Macri es el rostro de la represión. Esa fue la polémica de diciembre en torno al Indoamericano. Aunque también ahí se mezclaron las cosas porque apareció la Policía Federal tirando con armas de fuego sobre la gente. Y eso es otro tema. Pero la idea de que esto se soluciona con represión y sin ningún tipo de planes sociales y de vivienda, es una idea retrógrada. Porque es muy probable que, de ese modo, el conflicto termine en represión. Cuando se mete presión y no se deja salida, algo explota. Es elemental que suceda de ese modo.
–Hizo mención al accionar de la Policía Federal y al modo en que el gobierno bonaerense manejó el conflicto de José León Suárez. ¿Cómo explica dos modelos tan distintos en gobiernos de un mismo color político?
–El modelo de seguridad de la presidenta Cristina Fernández es claramente distinto al de Daniel Scioli. No hay dudas. Semanas atrás escribí sobre la “inmigración descontrolada” a la que se había referido el jefe de Gobierno porteño y recordé las declaraciones del gobernador bonaerense cuando era diputado y en el Congreso se debatía la derogación del 2x1. En aquella oportunidad, en marzo de 2001, Scioli dijo que no era una medida suficiente porque la Argentina estaba importando delincuentes. El entonces diputado diferenció a los inmigrantes españoles e italianos, que habían hecho grande a nuestra patria, con los que llamó tours de delincuentes que vienen de otros países azotando con delitos a la ciudad de Buenos Aires, ocupando los hospitales y usurpando casas. Es un modelo de país diferente, es claro. En todo caso, la convivencia del gobierno nacional y el provincial debe entenderse como parte de la amplitud del kirchnerismo. Sin perder de vista, además, que el discurso de represión no cala en la sociedad como muchos dicen. Al contrario, la sociedad puede estar preocupada por el tema de la inseguridad pero exige otras soluciones, que no van por el camino de la mano dura.
–¿La creación del Ministerio de Seguridad nacional se enmarca en ese sentido?
–Exactamente. Lo que sucedió en el Parque Indoamericano dejó en evidencia el descontrol que existía en la Policía Federal, un cuerpo policial que no habían podido encauzar ni el Ministerio de Justicia ni el Ministerio del Interior, en su momento. La decisión de la presidenta Cristina Fernández demostró la necesidad de responder a esta situación, poniendo al frente de la nueva dependencia a una funcionaria que había logrado hacer un trabajo similar en la cartera de Defensa, con las fuerzas armadas.
–Se dijo que usted ofició de asesor en la creación del Ministerio así como en la recomendación de Garré como ministra.
–Hay quienes buscan descalificar a la presidenta diciendo que soy su asesor y hay quienes buscan descalificarme afirmando que trabajo para el kirchnerismo. Desde el Cels, trabajamos diversos temas sobre los que publicamos estudios. Si el gobierno toma esos informes para generar políticas de Estado vinculadas con la problemática es otra cosa. Tampoco me molesta que lo digan, porque no oculto que me parece el mejor gobierno en medio siglo.
–¿Por qué?
–Porque no hay que olvidar que el kirchnerismo recuperó al país que venía de la crisis de 2001. Néstor Kirchner y Cristina Fernández lograron recuperar el empleo, poner el manejo de las jubilaciones nuevamente en manos del Estado, incrementar los haberes, disminuir los índices de pobreza e indigencia, aplicar planes como la Asignación Universal por Hijo, volver a otorgarle al Estado la regulación de la economía. Reducir la deuda pública con privados del 160 por ciento del Producto Bruto a menos del 30 por ciento.
–¿Y cuáles son las cuentas pendientes?
–Queda mucho por hacer. Las familias enteras que buscan alimentos en la basura constituyen una aberración que tiene que terminarse. Pero existe un piso desde donde pensar en la necesidad de invertir más en la industria, de mejorar la calidad del empleo, de generar un modelo más inclusivo.
–¿Cristina Fernández debería ser candidata en las próximas elecciones?
–No lo dudo ni lo afirmo. La lógica de las cosas, tal como se vienen dando, indicaría que va a ser candidata. Ahora, ella no lo dijo. Entonces ¿cómo afirmarlo si ella no lo ha dicho? Tampoco tengo dudas porque no se me ocurre otra alternativa. Una persona que estuviera pensando en no ser candidata estaría actuando de otra manera. Habrá que esperar a ver qué dice ella en ese sentido.
–¿Vislumbra buenas perspectivas para el kirchnerismo en 2011?
–En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, considero que hay posibilidades de que gane el kirchnerismo porque el macrismo se ha derrumbado. Lo mismo podría suceder en Santa Fe. El Partido Justicialista decidió formar parte de un frente, que se llama Santa Fe para todos, para competir en la elección provincial, donde elegirán el candidato a gobernador en una interna de la que participarán kirchneristas y no kirchneristas. La declaración a través de la cual difundieron esa decisión incluye un reconocimiento al proceso de cambio que el país ha iniciado en 2003 y el compromiso de proseguir ese proceso y acompañar lo que decida el Partido Justicialista nacional para la elección presidencial. Es una declaración genérica pero no ambigua. Los reutemistas aclaran que no hubo un apoyo a la candidatura de Cristina Fernández. Es cierto. No la hubo, sino que hubo un apoyo a la candidatura que decida el partido. Si el PJ decide que la candidata sea Cristina, esa declaración incluye el apoyo. No es ambiguo, es genérico. Lo cual es razonable porque todavía nadie sabe quién será el candidato. En Córdoba, en cambio, el kirchnerismo no tiene ninguna perspectiva de poder ganar la gobernación porque no tiene ningún candidato significativo propio. Córdoba, la Capital Federal y Santa Fe son importantes porque sumadas esas tres provincias tienen tantos votos como el conurbano bonaerense. Y en 2009 no lograron hacer una buena elección en esos distritos.
–Producto de la 125…
–Exactamente, producto del conflicto del Gobierno con las patronales agropecuarias. Sin embargo, viajo mucho por el país y veo que hay un cambio en el interior, incluso en las zonas sojeras. Recientemente estuve en Casilda, una localidad a 60 kilómetros de Rosario, en la zona núcleo sojera, cerca de Firmat, donde tiene los campos la productora sojera Vilma Ripoll, y era un lugar donde en el 2008 había furia contra el Gobierno. Ahora no. Eso ha quedado circunscripto a un núcleo reaccionario mínimo. El conjunto de la sociedad de Casilda no está para nada descontento con el Gobierno. Cristina va a ganar las elecciones en Casilda, que fue uno de los centros de contestación contra su gobierno en 2008.
–¿El cambio tiene que ver con las respuestas del oficialismo o con el quiebre de la propia Mesa de Enlace y el descreimiento de su discurso a partir de las denuncias de trabajo esclavo en el campo?
–Es una suma de esas cosas. La gente empieza a estar mejor y comienza a preguntarse qué tienen que ver con cómo le va a (Hugo) Biolcatti –a quien además le va bárbaro– o por qué tienen que asumir las posiciones políticas del señor Biolcatti, que son también ideológicas. Es un proceso de decantación, de reflexión. En sociedades fuertemente mediatizadas, como la argentina, aparecen permanentemente pompas de jabón, muy vistosas, que después caen al suelo y dejan de existir. Son fenómenos mediáticos como fue Aldo Rico, Luis Abelardo Patti o el ex ingeniero Blumberg. Y como fue la Mesa de Enlace.
–Hubo espacios políticos que hicieron de sus reclamos banderas propias…
–Si, es cierto. Pero la forma en que la Mesa de Enlace dejó a la vista sus intenciones fue tan soez, porque no se me ocurre otra expresión, ese diálogo de tahúres entre Biolcatti y Mariano Grondona sobre la posibilidad de que (Julio) Cobos asumiera la presidencia, o la frase de este hombre tan ingenuo, Buzzi, que abiertamente dijo que todo lo que iban a hacer sería para desgastar al Gobierno. Tendría que aprender del Episcopado Católico, que tiene esa intención pero jamás la va a decir. Pero evidentemente la formación que recibió Buzzi en el Partido Comunista es otra. No tiene la hipocresía eclesiástica.
–¿Lo sorprendió la defensa que hizo la oposición de Gerónimo Venegas, asegurando que su detención fue producto de una operación política?
–La oposición… si su postura es la defensa de (Martín) Redrado y de Venegas, ya está todo dicho.
–¿Hay espacio electoral para Duhalde?
–No, me parece que está muy bien en la Secretaría de Derechos Humanos, que no va a aspirar a otra cosa…
–¿Y de Eduardo Duhalde?
–….......
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//28 de Noviembre, 2010 |
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invitado a las 04:19, en
Politica Nacional |
Escribe Daniel Cecchini Hay momentos que son bisagra en la historia de un país y Néstor Kirchner encarnó dos de ellos. El primero se inició el 25 de mayo de 2003 cuando, después de zambullirse en el pueblo de la plaza, produjo y condujo un cambio de rumbo radical para la Argentina. Valga un repaso de gestos que se hicieron hechos y que hoy configuran una nueva realidad: devolvió independencia a la Justicia al acabar con la Corte Suprema de la mayoría automática menemista; puso punto final a la impunidad propiciada por la teoría de los dos demonios y reabrió las puertas de los tribunales para que los civiles y militares de la dictadura genocida pudieran ser juzgados; condujo y concretó la renegociación de deuda externa más grande y ventajosa de la historia; enfrentó a la dictadura de los mercados y sacó a la Argentina de la tutela fatal del Fondo Monetario Internacional; diseñó y logró la recuperación de un aparato productivo que estaba destruido y devolvió trabajo y dignidad a millones de argentinos; apostó a la integración regional recuperando el Mercosur y fogoneando la Unasur, y una tarde, en Mar del Plata, rodeado por otros presidentes latinoamericanos, le dijo que no al Alca mirando a los ojos a un atónito George W. Bush. Cuando terminó su mandato, en 2007, la Argentina era otro país. Imperfecto, aún deudor de su pueblo, pero mucho más fuerte y justo que cuatro años antes. Y que seguiría cambiando, con el mismo rumbo. Acompañada por su marido, Cristina Fernández de Kirchner lo profundizó: desarticuló una de las mayores estafas sufridas por los argentinos y recuperó el sistema jubilatorio estatal; acabó con la ley de medios de la dictadura y produjo una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que es modelo en todo el mundo; siguió y sigue impulsando un modelo productivo que significa más trabajo y menos pobreza para los argentinos. El 27 de octubre pasado, Néstor Kirchner murió. Y con su muerte encarnó un segundo momento bisagra de la Argentina. Ya no se trataba de un cambio de rumbo, sino de un cambio cualitativo. Néstor Kirchner ya no estaba –ya no está–, pero su mujer, la Presidenta, no quedó sola en la parada. El tercer protagonista de la historia, que siempre los acompañó, se hizo visible. Se reunió en la plaza y entró en una Casa Rosada que sentía como suya. Allí despidió a Kirchner y le mostró su solidaridad y su apoyo a Cristina pero, por sobre todas las cosas, dijo “presente”. Un “presente” que era para la Presidenta pero también para los otros, para los enemigos de siempre, los enemigos del pueblo. Fue hace apenas un mes, pero el mensaje perdura. Cristina ya no tiene a Kirchner a su lado. A su lado, ahora –cada día, en cada acto–, están millones de compatriotas. Está el pueblo que defiende sus derechos.
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//09 de Noviembre, 2010 |
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invitado a las 13:52, en
Politica Nacional |
Escribe Mirtha Muragua A Néstor no se lo entierra, Se lo siembra, decía Hugo Chávez
al llegar.
Pensé en Evita que partió
para volver en millones y entre
ellos, Néstor.
Ambos se inmolaron. Evita en seis años. Néstor en siete.
Ambos eran dueños una mística flamígera. Nos es casual que
los jóvenes tomen sus ejemplos.
Ambos provocaron amor y odio pero, lo que importa, es
que el
Pueblo los sintió propios.
A Evita no le perdonaron ser fiel a los de su clase y
jugarse por ellos; no amoldarse al papel tradicionalmente asignado a la mujer,
que la limita y margina de los grandes problemas.
A Néstor no le perdonaron volver a ubicar a la política como
la ciencia de todas ciencias, aquella que prevalece sobre las otras, rescatándola
del desván donde se arrojan los trastos inútiles, al que la habían condenado
los intereses económicos golpistas del 76 y lobystas en los gobiernos democráticos.
A Evita la acusaban de fanática, a Perón de autoritario y a
Néstor de confrontativo.
Sin embargo, ellos se
dedicaron a resolver los conflictos creados por otros.
La subordinación
económica a Inglaterra, investigada y ventilada por FORJA, o al FMI
denunciada por Olmos, la descalificación
y el aislamiento internacional por tener dictaduras genocidas o endeudamientos
extremos, las enfermedades por falta de comida en la olla, la fragmentación del
tejido social y sus violentas consecuencias, la derrota cultural que conlleva
considerar a la educación un gasto y al individualismo una virtud, la desindustrialización
que condena al país a mero proveedor de
materias primas, y a su población a estar de brazos cruzados, cuando todo esta
por hacerse, fueron conflictos creados por los enemigos de los tres y que tanto
Perón, Evita y Néstor tuvieron, por mandato popular, que confrontar para
resolverlos.
Perón y Néstor, además de presidentes autoritarios, fueron
acusados de populistas por quienes aman el statu quo de la ubicación
privilegiada y el estado ausente.
Ambos implementaron
la distribución de la renta nacional con criterios de racionalidad,
buscando la igualdad de oportunidades para todos y compartieron su poder con el
Pueblo en una dialéctica propia de los líderes.
Perón ante un pueblo políticamente virgen, excluido por
los eurocentristas; Kirchner ante un pueblo desapoderado, engañado,
desestimado y descreído.
Pero a Néstor hay otras cosas que no le perdonan: Haber
sacudido el tronco, hasta hacer temblar las raíces, de las estructuras que a lo
largo de la historia fueron montando para apartarnos de las decisiones sobre
nuestro destino.
El divorcio entre una dirigencia liberal laica y la
jerarquía clerical fue superado por el golpe de Uriburu, dando lugar al Estado
funcional a los adueñados de las tierras.
Las Fuerzas Armadas se incorporaron así como un actor
político trascendente hasta en la
llegada al poder de Perón, quien acentúo el espíritu industrialista que animaba a los Savio, Mosconi, Baldrich… y
sin embargo no pudo evitar que la cizaña liberal alineara a los mandos para
derrocar a su gobierno impuesto por el voto popular.
Tampoco nosotros pudimos evitar que el partido militar
instalara y derrocara gobiernos a pedido de los intereses económicos, con los
que se asociaba por decisión propia o
cuando alguien golpeaba la puerta de sus cuarteles.
Néstor Kirchner, que le devolvió a la jerarquía presidencial
la autoridad perdida desde la muerte de Perón, también le devolvió a las
Fuerzas Armadas la especificidad del manejo de los recursos militares de la Nación , quitándoles la
ominosa tarea de ensuciarse las manos con sangre de compatriotas para preservar
los privilegios económicos de unos pocos,
tarea a la que habían sido degradadas por genocidas a los que la Justicia juzga
otorgándoles las garantías del debido proceso, que ellos negaron a otros
argentinos mientras sufríamos, por 1ª vez en la historia, la derrota militar a
manos de Inglaterra.
El fin de la impunidad iniciada con los bombardeos a civiles
en Plaza de Mayo en 1955 y pactada entre los militares golpistas del 76 y los
gobiernos que les sucedieron, fue una decisión
política de Néstor Kirchner
trascendental, que pone fin a décadas
de inestabilidad institucional consolidando a la democracia como única forma de
gobierno.
Las primigenias ideas de unidad suramericanas de San Martín
y Bolívar, intentaron ser desarrolladas por el ABC pergeñado por Perón, en un
contexto de post guerra que las interrumpió violentamente.
Medio siglo después, es reconocido Kirchner por la corajuda determinación con la que en Mar del Plata, sello la ansiada integración regional
que alejo al ALCA, la misma que amplio
los objetivos del MERCOSUR y dio vida a la UNASUR , genuina y eficiente herramienta política
del bloque, que lo nombro su Secretario Ejecutivo, lugar desde donde evito una
guerra entre pueblos hermanos.
Perón y Evita con su
entrega nos legaron un Movimiento de Liberación Nacional, en cuya identidad
pudimos reconocernos, libar en su doctrina, buscarnos, resistir y reagruparnos,
pero después de tantos años de extravío
y debilidad, fue Néstor quien rescato los altos ideales del peronismo y los
inculco en los mas jóvenes a fuerza de trabajo, ejemplaridad y convicciones
sólidas, intactas, profundas.
Evita, Perón y Néstor fueron agraviados y descalificados por
las corporaciones y sus voceros mediáticos y burócratas.
El Pueblo que desoyéndolos celebro su presente y los
doscientos años de la Patria
, reapareció para llorar la muerte de Néstor temprana, injusta, deseada por los
mismos que vivaron el cáncer de Evita.
Apareció para ubicarlo a Néstor Kirchner en el Olimpo donde
están Perón y Evita.
Donde al decir de los curas de los pobres: el Pueblo
reafirma su fe en ellos, da por sentada la infalibilidad de sus procederes para
defender los intereses de la
Patria y proyecta sus esperanzas de triunfo.
Apareció desde todos los rincones del país como en aquel 17
de Octubre, para rodear a Cristina su
amada Compañera, la
Presidente Coraje , con fervoroso y leal amor mientras
que con infinito dolor ubicaba a Néstor
en el Olimpo, donde al decir del Secretario General de la CGT están Evita y Perón.
Mientras que a los otros, a los mediocres, a los ausentes, a
los presentes solo por protocolo, a los farsantes, a los rapaces que claman nuestra
claudicación les esta reservado el repudio y el olvido.
A nosotros,
integrantes del colectivo del Pensamiento Nacional y Popular, nos queda
el mandato de sumar y sumar voluntades, de organizarnos sin sectarismos para
continuar la ciclópea tarea de lograr la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria. |
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//07 de Noviembre, 2010 |
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por
adriangutierrez a las 23:32, en
Politica Nacional |
No es con más PJ sino con mejor PJ que garantizaremos la profundización del proyecto político. Tampoco es diluyendo el FPV o subordinándolo a las tensiones del PJ que lo lograremos. La única garantía para conseguir ese objetivo, y con la mirada puesta no sólo en 2011 sino cuatro años más adelante cuando Cristina ya no pueda ser candidata, es fortalecer el armado transversal y darle programa, estructura, y organicidad.
La pelota quedó en poder de los dirigentes nacionales y populares. El conmovedor “Gracias Néstor” y el contundente “Fuerza Cristina” del pueblo en la Plaza de Mayo y en la Casa Rosada demanda de esa dirigencia una respuesta urgente y clara que permita transformar número en fuerza, que permita a esa masa identificada con las políticas implementadas por Néstor y Cristina disponer de un espacio que los contenga, que les dé organicidad y que les ofrezca amplias y variadas formas de participación y niveles de compromiso.
Contra lo que algunos sostienen, el fenómeno político entendido como kirchnerismo es más que una expresión del peronismo. No es una corriente interna del justicialismo, y no debe serlo. Todo lo contrario, el peronismo es una parte, ciertamente hoy mayoritaria y decisiva, de este kirchnerismo entendido como corriente de opinión y voluntades, como proyecto, como identidad, no aún como organización política.
Es lo que se ha ido construyendo a partir del apoyo y la defensa de las políticas más importantes y decisivas impulsadas por Néstor y Cristina por parte de las organizaciones políticas, sindicales y sociales, peronistas y no peronistas, y que constituyen hoy el soporte militante del kirchnerismo. Y es lo que han demostrado los varios miles de personas, en su mayoría jóvenes, que sin haber sido jamás peronistas, sin haberse sentido jamás interpretados y contenidos por el peronismo, sí se sienten parte de esta nueva síntesis, se ofrecen para sostenerla, y exhortan a la Presidenta a que siga y vaya por más.
El peronismo ha tenido en sus 65 años de existencia distintas interpretaciones acerca de lo que expresa y contiene. Y entonces vemos un abanico de concepciones en su integración que van desde la izquierda más revolucionaria a la derecha más conservadora, y todas se identifican y se sienten peronistas.
En el kirchnerismo esa diversidad antagónica es incompatible con su propia existencia. Es imposible concebir que puedan convivir en su seno aquellos dirigentes y sectores que se han manifestado y han trabajado en contra de la redistribución de la renta; de la recuperación de los fondos previsionales para el Estado; de la democratización de los medios audiovisuales y la eliminación de las posiciones dominantes de algunos grupos; del rol del BCRA y el uso de las reservas para liberar recursos para la inversión pública; de la Memoria, la Verdad y la Justicia, y el juicio y castigo a cada genocida y apropiador; del rol del Estado como impulsor de la actividad económica, del mercado interno y la generación de empleo; de la integración regional y de la UNASUR; y en contra de tantas medidas más que han impulsado ambos gobiernos kirchneristas y que son los ladrillos que van dando forma a un proyecto nacional y popular que se va consolidando y que se debe profundizar.
Es precisamente a través de la heterogeneidad del peronismo, a través de las estructuras del PJ, por donde ya intentan inocular y neutralizar al kirchnerismo. Con distintos argumentos y desde distintos focos de la derecha peronista, que abarcan desde el indisimulado oportunismo de algunos intendentes, pasando por el grosero viraje de algún ex gobernador (que ahora dice que un peronista debe estar donde está el pueblo pero desde la 125 sistemáticamente trabajó en contra de ese pueblo-caso Schiaretti o De la Sota), hasta la pretendida instalación del poco confiable gobernador bonaerense como candidato de la unidad peronista, juegan ahora sus fichas a condicionar y vaciar de contenido el proyecto nacional y popular desde adentro.
El objetivo necesario e ineludible de ampliar la base política del kirchnerismo no se va a lograr recibiendo a esos traidores del peronismo que sistemáticamente se han manifestado y han obrado en decidida oposición a las políticas del Gobierno, y que se han ubicado claramente del lado del poder agromediático. No es abriéndole la puerta a un caballo de Troya, sobre todo cuando ése es tan transparente y permite ver con absoluta claridad lo que trae en su interior. No es con más PJ sino con mejor PJ que garantizaremos la profundización del proyecto político. Tampoco es diluyendo el FPV o subordinándolo a las tensiones del PJ que lo lograremos. La única garantía para conseguir ese objetivo, y con la mirada puesta no sólo en 2011 sino cuatro años más adelante cuando Cristina ya no pueda ser candidata, es fortalecer el armado transversal y darle programa, estructura, y organicidad.
Cuando Néstor Kirchner planteó la transversalidad como necesaria ampliación de la base política de su proyecto, lo hizo a sabiendas de que la profundización de las contradicciones dejaría de nuestro lado a lo mejor y más combativo del peronismo, y en la vereda de enfrente a aquellos que con fraudulenta identidad peronista se dedicarían a combatir el modelo de desarrollo productivo con inclusión social y a defender los intereses del poder dominante que los sostiene.
La demostración más cabal de la necesidad de aquella transversalidad, y de su efectiva existencia hoy, queda plasmada en la multiplicidad de sectores políticos, gremiales y sociales que apoyan y sostienen el proyecto nacional y popular que conduce la Presidenta, y en el eterno dolor y enorme respaldo de esa peregrinación infinita, todo pueblo y diversidad, que expresó su agradecimiento e instó a continuar y profundizar. Esa es la transversalidad que Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner a pura política y desafiando al poder han sabido parir.
La tarea es ahora canalizar ese aluvión de apoyo y transformarlo en fuerza organizada.
Hoy no sólo es una necesidad sino también una cierta posibilidad. Están dadas las condiciones para conformar ese gran frente nacional que plantean las plataformas del Frente para la Victoria, del Encuentro Nacional y Popular, de la Concertación Forja, y de innumerables partidos y organizaciones que comparten el rumbo iniciado el 25 de mayo de 2003.
Decíamos que la pelota quedó en poder de los dirigentes nacionales y populares. Esperemos que sepan jugarla.
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//07 de Noviembre, 2010 |
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por
carlosfernandez a las 23:22, en
Politica Nacional |
Leída por el
autor en su micro “Puntos de vista” del programa “La minka”, que se emite los
domingos de 9 a 12 por FM Gospel (102,9) y www.gospel1029.com.ar en diferido: www.laminkaradio.blogspot.com
Casi ayer mismo, hace apenas ocho o nueve años, los
argentinos salíamos a la calle
enardecidos y vociferando aquella clamorosa exigencia de que se vayan
todos. Todos. Que no quedara ni uno solo. Hoy, mucha de esa misma sociedad
volvió a las calles a llorar porque se fue un político en plena actividad.
“Estoy azorada”, decía el viernes una oyente de las
tantas que llaman a las radios porteñas para hacer comentarios. “Hasta el
miércoles estábamos todos convencidos de que la inflación es un desastre, que
ya no se puede vivir con tanta inseguridad y en que había que cuidarse hasta en
el censo. Y resulta que ahora sale esta multitud y todos estos pibes a defender
al Gobierno.” Esas palabras y otras parecidas hoy están en boca de mucha gente
que acaba de descubrir que este país no es el que nos describían el Grupo
Clarín, la Mesa
de enlace, Carrió, Duhalde, Cobos y De la Sota.
Se piense como se piense acerca de este Gobierno,
nadie puede rebatir seriamente que el salto entre una y otra situación supone
una mejora general en las expectativas populares.
La muerte de un líder político como Néstor Kirchner
pone en evidencia las grandezas y las mezquindades de la sociedad argentina,
particularmente de la intelectualidad y de la mal llamada clase política, por
lo que no debe sorprendernos la manía de muchos en intentar comparar a Kirchner
y Perón.
Con la mala leche de los que miran la historia
argentina desde la óptica de los poderosos, se dice que así como Perón dejó a
Isabel y a López Rega, Kirchner dejaría a Cristina, Aníbal y Moyano. Tal
comparación nos lleva inmediatamente a quienes mal que mal tendemos a ver el
momento histórico sin maliciosas imposturas o intereses políticos bastardos,
a responderles enfáticamente que Néstor
Kirchner no es aquel Perón y que la coyuntura política de la argentina de los
’70 es incomparablemente distinta de la actual. Más allá de esta verdad
irrefutable, también es cierto que Perón ejercía en aquel momento la
presidencia y que su mujer era la vicepresidenta, cuestión ésta también
significativamente distinta de la actual, donde quien posee la primera
magistratura es la mujer de Néstor y su vicepresidente un apóstata que avergüenza
incluso a los radicales.
En todo caso, dejándonos llevar por esa manía de
las comparaciones y a fuerza de no ser del todo justos con la historia,
deberíamos decir que Cristina es Perón.
Pero el Perón del ’52, cuando pierde a Evita, a su compañera de militancia, su
compinche de patriotismo, su ladera en la causa nacional y popular. En este
sentido, Cristina es Perón y Néstor su ladero incondicional.
Vistas las cosas de ese modo, y erróneamente
analizadas desde una circularidad histórica improbable y alejada de todo
materialismo, se podría afirmar que de la misma manera que el peronismo emergió
de la primera Década Infame, el kirchnerismo lo hace desde la segunda, la del
menemato, y que si en aquel momento el Estado fue el impulsor del desarrollo lo
mismo ocurre ahora, y que si Perón y Evita se lanzaron decididamente a las
reivindicaciones de los que menos tienen, Néstor Kirchner lo hizo y Cristina
continuará haciéndolo, etc. etc.etc. Vale decir que lo que estamos viendo es
igual o muy similar a lo que se vivió en aquella época, lo cual podrían inducirnos a pensar que
consecuentemente con ello el movimiento nacional está condenado a repetir
lo ocurrido en el ’55. Pero ello es imposible
desde muchos puntos de vista, siendo las razones más obvias las de carácter
sociológico. La sociedad argentina es hoy muy distinta de la de los ’50: su
estima por la democracia ha crecido en simultaneidad con el respeto a los
derechos humanos, identifica mejor a sus enemigos y rescata a la política como
herramienta para defenderse de ellos, y la Unidad Latinoamericana
ha dejado de ser una aspiración intelectual para convertirse en una consigna
con fuerte raigambre popular.
Pero hay, también, una cuestión que es esencial:
Cristina es más que Perón. Y lo es, justamente, porque existió Perón. Cristina
es hoy depositaria de una tradición política que arranca con Perón y Evita en
el ’55, que se continúa a lo largo de más de medio siglo y acumula una rica
experiencia de luchas y militancia cuyo mejor fruto es, sin duda alguna, Cristina Fernández de Kirchner.Solamente nuestro siempre latente machismo nos
lleva a comparar a Perón con Néstor y no con Cristina. Pero ha llegado la hora
de las mujeres. Y tal como cantaban los muchachos y las chicas en los 70, “Mujeres son las nuestras/ las otras están de
muestra” y Cristina es de las nuestras. La mejor. |
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//09 de Junio, 2010 |
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por
carlosfernandez a las 15:45, en
Politica Nacional |
Muchas personas que apoyan a este modelo y a la gestión del
gobierno de Cristina Fernández, se sienten en minoría y avasalladas por la
correntada anti K. Cargan con el peso de que ser oficialistas los condena ante
cierto estándar social. A esas personas me dirijo. Esas que en una reunión o
encuentro se contienen y no se manifiestan, inconscientemente acomplejadas por
la marejada opositora que se exterioriza con arrogancia como si estuviera ante
una hipotética dictadura. Desde los grandes medios y desde las elites sociales
y culturales se infunde furtivamente, entre quienes apoyan al gobierno, el
complejo de culpa kirchnerista. Se trata de infiltrarles la sospecha de que
están defendiendo algo indecente, indigno de un ciudadano democrático. Éste,
distinto y superior a aquellos otros del subsidio, del camión sindical o del sándwich
de chorizo. Porque según ese argumento ninguna persona honrada y civilizada
podría mostrarse satisfecha con lo que este gobierno representa. Representación
negativa exacerbada desde el poder mediático. Cualquiera sabe que oponerse a
algo da más patente de inteligente que estar a favor. Porque estar a favor
sugiere encantamiento, no razón. Y parecer crítico presume de una distancia
intelectual, ajena a pasiones e hinchismos más acordes con la inocencia de la
plebe. Ser de la oposición política, social o periodística representa o
pretende representar intencionadamente, lo contrario del alcahuetismo. La
posición antigobierno sería algo así como “pertenecer” a eso otro independiente
e incomprable. Entonces el que sin ser militante se siente conforme con el
gobierno, se contrae; y acepta que sea el otro quien imponga su opinión. No se
achica por dentro sino por fuera.
Se retira de la cancha y le deja a la televisión la denuncia
sin pruebas. No es fácil defender una gestión o una obra, como sí es fácil
coquetear desde la teoría, la crítica o la utopía. La autoestima así vulnerada
produce en la persona un desánimo y complejo de inferioridad política. Entonces
empieza a callar sus opiniones; y como las calla aparenta asentir con los
opositores. Y así se aumenta esta presunta mayoría de la calle y de los medios
cuyos miembros se rejuntan en la contra. Hay un subyacente aire intimidatorio
en el mensaje opositor que gran parte de la sociedad retransmite a lo Mirtha
Legrand como si fuera la verdad verdadera. En determinadas geografías no ser
oficialistas es un rango, como estar de vuelta de creencias y adhesiones
masivas. Los de derecha que en privado bailan, ponen en público cara de culo
como si les preocupara la suerte de los muchos. Se ven así figuras notorias de
distintos rubros de la fama, descalificando la realidad aunque ellos se solacen
en una realidad opulenta.
Otros en su discurso opositor charlatanean con una abstracta
revolución más profunda que la que expresa el oficialismo. Y cuanto más se
histrionizan a la izquierda más se
derechizaan. Es un ataque bilateral simultáneo. Ante esta prepotencia
adueñada de la perfección sin hacer nada, no más callarse. Dejar de cederle a
los contrarios el campo orégano y el campo soja y el latifundio del guitarreo
crítico. Enorgullecerse de compartir el colectivo sin melindres de pasajero VIP.
Porque aún con reparos, pocas veces como hoy, ser oficialista es estar cerca de
la razón y del cambio. |
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//31 de Enero, 2010 |
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por
carlosfernandez a las 16:27, en
Politica Nacional |
A quién se le ocurre meterse con la ley de Medios para cambiarla. Si en lugar de querer dejar sin trabajo a Mirta Legrand, Bonelli, Silvestre y Nelson Castro, y si en lugar de querer empobrecer a Magneto y a la señora de Noble, y a Vila y a Manzano; y si en lugar de hacer enojar al rabino Bergman y obligarlo a tener que cambiarse los kipás caros por otros mas baratos para ir a los programas de Grondona, este Gobierno tendría una hinchada vip y no la hinchada de pobres gatos que ahora tiene. Y si en lugar de haber permitido esta Corte Suprema, con jueces y juezas libertinos, que además de aprobar al aborto en cualquier momento aprueban que la novia con bigotes se vista de blanco. Y si no se metiera en revoluciones ajenas, de tipos con sombreros caribeños o trajes estrafalarios que para lo único que sirven es para retobar a los pueblos originarios, tan mansitos que ellos se mantuvieron durante tantos siglos. Y si no insistiera en cobrarle impuestos al Campo y devolviera Aerolíneas Argentinas, y se retractara de haber estatizado las jubilaciones privadas. Para qué insiste este Gobierno en querer regular la economía, que si se la dejara en libertad haría una Argentina rica llena de inversores y de sojeros patrióticos. Este gobierno no deja de meter la pata. ¿No le bastaba con los jubilados que ya para qué triplicó la incorporación de nuevos jubilados y encima les aumenta los haberes? Macri tiene razón cuando dice que este Gobierno se pasa las 24 horas del día pensando como hacer algo perverso. No me digan que no se la busca. Cómo no va a haber quienes quieran voltearlo. Ah, si este gobierno se dejara de molestar a la Iglesia con el aborto, la prevención de enfermedades venéreas mediante el uso del condón y el juzgamiento de los curas cómplices de la dictadura. Y si no se hubiera metido con los nietos de desaparecidos, hoy cientos de chicas y muchachos seguirían felices con sus apoderadores de bebes, en lugar de vivir como el culo con su familia biológica. Qué bien que le iría a este Gobierno si no metiera tanto la pata haciendo las cosas que hace. Y mejor aún le iría si se dejara de joder con esa idea del garantismo y los derechos humanos. Si no se hubiera encaprichado con las retenciones, hoy Cobos sería un vicepresidente tranquilo y resolvería sus fantasías sanamente, dedicado a correr maratones en lugar de andar pensando en emular a De la Rua. Y no habría tanto afán destituyente; y la oposición podría agregar a su lenguaje la partícula “sí”, o mejor aun hubiera podido decir “estamos de acuerdo” aunque sea de vez en cuando. Pero no. Este gobierno se empeña en seguir metiendo la pata. Y si nó miren ahora lo que quiere hacer con las reservas del Banco Central. ¿A quien se le ocurre usar esa plata, que aunque está sobrando estaba muy bien guardada por Redrado, quien a lo sumo se gastó unos cuantos miles de dólares en un curso de teatro y aprender a bailar el tango? En lugar de manotear esa plata y malgastarla en pagar parte de la deuda externa, mejor sería que se mandara un buen ajuste, pero un buen ajuste, eh; al estilo Cavallo y López Murphy, y anulara los subsidios al transporte y al gasoil, por ejemplo, y que además cerrara unas cuantas universidades y le disminuyera el presupuesto al INTA, el INTI y el CONICET , y le recortara los haberes a los jubilados, rebajara los sueldos a todo el mundo y eliminara la asignación universal por hijos, de ese modo bajaría el gasto público y así podría ahorrar y pagarle al FMI dejando a todo el mundo muy felices, especialmente a La Nación, Clarín, la Sociedad Rural, la Fundación Mediterránea y el Cema. Pero no. Este gobierno prefiere seguir metiendo la pata. Y es por eso que tiene los enemigos que tiene. Porque son sus enemigos quienes en definitiva más lo mejoran.
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//14 de Enero, 2010 |
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invitado a las 11:18, en
Politica Nacional |
Por Horacio Verbitsky Kirchner habla de todo y de todos. Las lecciones de la derrota bonaerense, Cobos y Redrado, el Indec, la oposición desestabilizadora, su patrimonio, Clarín y Telecom. El alejamiento de Ocaña y Saín. Crecimiento del 0,5 por ciento en 2009. ¿Bastan el PJ y la CGT para desafiar a tantos enemigos tan poderosos? Las asignaturas pendientes de su gobierno que Cristina está rindiendo. Proyectos para profundizar el modelo en 2010 y alianzas para sustentarlos. Inclusión, petróleo y matrimonio gay. Cuando le pido que identifique los tres mayores aciertos de su presidencia, sonríe. “El principal fue animarme a abrir la puerta del despacho para entrar”, dice. Se recuerda como un presidente muy débil, en medio de una situación política, económica e institucional de “ingobernabilidad absoluta”. Ni siquiera la dirigencia política que lo apoyaba coincidía con su idea sobre el país. “Abrí una ventana. La Plaza de Mayo estaba llena. Fue la más triste que vi en mi vida, porque allí había un pueblo que demandaba trabajo, atención, que la Casa Rosada se diera vuelta y dejara de mirarlos con la nuca.” A veces las palabras no acuden cuando las precisa. Las ideas se le atropellan y la boca es un embudo muy estrecho, como el día en que habló de “un grito de aire fresco”. Su relación con sujeto, verbo y predicado no se inspira en la de Juan Perón. Le salen frases enrevesadas que a menudo quedan truncas, con los puntos suspensivos de una obra de Armando Discépolo, pero se hace entender mucho mejor que tanto pulcro abogado sentencioso. Dice que se acercó “a esa Plaza Rosada” y sintió que con el cargo había asumido todas las responsabilidades por la situación. “Tarea difícil la de ser presidente”.
Los pactos que no fueron A los pocos días, un ministro le dijo que la Corte Suprema de Justicia se proponía redolarizar la economía si no se le brindaban “determinadas seguridades”. Por la noche lo consultó con Cristina y el Secretario Legal y Técnico Carlos Zannini. Vuelve a reír: “En aquel momento yo era el Chirolita de Cristina”. Cuando decidieron explicar a la sociedad que el gobierno no aceptaba este trato extorsivo “empezó uno de los procesos más importantes de la institucionalidad argentina”, que condujo al establecimiento de una Corte Suprema independiente, elegida con un método transparente. Pero advierte que más de una vez ha estado en desacuerdo con sus fallos y se intuye que no las tiene todas consigo sobre lo que el tribunal pueda decidir cada vez. Es que al formar esa Corte con no partidarios, como hizo Mitre un siglo y medio antes, se ató al mástil de una institucionalidad a prueba de editoriales exaltados de los herederos de su precedente y de los socios mayores. Días antes de asumir, una visita importante le planteó que para garantizar la convivencia debían ratificarse las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. –El ex senador Eduardo Duhalde. –Sí, pero también algunos compañeros. Dice que el impulsor de esa especie de “acuerdo cívico militar” fue el general Ricardo Brinzoni, quien había visitado a varios gobernadores para llevarles su propuesta. Kirchner lo recibió durante un almuerzo en Comandante Piedrabuena. –Me habló de un trabajo coordinado para sostener la institucionalidad. Le respondí que la mejor manera era que cada uno cumpliera con el rol que le asigna la Constitución. A muchos les sorprendió que en cuanto asumí lo relevé. Lo hice en defensa del gobierno que comenzaba, porque bajo su conducción las Fuerzas Armadas volvían a actuar en terrenos que no les correspondía. –¿Y con las leyes de impunidad? –Pedí tiempo hasta comenzar mi gobierno, que necesitaba fortalecerse. Y cuando asumí respaldamos los juicios que se estaban realizando, como pedían los organismos y el sistema interamericano de derechos humanos, derogamos el decreto que firmó De la Rúa contra las extradiciones solicitadas por el juez Baltasar Garzón y pedimos la ratificación de la Convención Internacional sobre imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad y la nulidad de las dos leyes. Mucho más que tres Le hago notar que los tres mayores aciertos que mencionó se produjeron en los primeros meses de su gobierno. Son los más importantes porque sin ellos no hubiera habido institucionalidad, dice, pero limitarlo a tres le parece mezquino. “Son muchos más.” La enumeración que sigue a borbotones incluye los gemelos superávit comercial y fiscal, la renegociación de la deuda externa, el pago al Fondo Monetario Internacional para que deje de condicionar la política económica, la recuperación del trabajo con la creación de cinco millones de puestos nuevos, los 23 aumentos concedidos a los jubilados, la reapertura de las negociaciones paritarias, la fijación mediante sucesivos aumentos del salario mínimo más alto de Latinoamérica, la inclusión en el sistema provisional de un millón y medio de trabajadores pasivos que habían quedado sin ninguna cobertura. “Todo esto va vertebrando un sistema muy diferente al que recibimos y también diferente a lo que pasa ahora. A mí me tocó sacar a la Argentina del infierno. Por eso las contradicciones de esa etapa son diferentes a las contradicciones de este gobierno... –Después hablamos del gobierno de Cristina... Pero Kirchner no quiere interrumpir su razonamiento. Dice que las contradicciones son diferentes porque cambió el campo de alianzas. Entonces “había muchos que aún pensando diferente acompañaban porque todos querían salir del infierno, pero ahí todavía no se perfilaba la definición profunda del modelo, y ahora sí”. Cuando le pregunto por los tres mayores errores o carencias de su mandato, su respuesta se adelanta a la pregunta siguiente: las falencias de su gobierno, que reconoce, son los principales méritos del de su esposa. No parece deliberado, pero sumando ambas cosas, no hay más que aciertos. Ese es el estilo que les permitió darle a la caída electoral del 28 de junio la dimensión de un traspié, cosa que exaspera a los opositores que los daban por acabados. Una vez Cristina dijo que eran dos cuerpos con un solo cerebro.
Los medios y los fines Kirchner no percibió que “la democratización debe ser total, más profunda”, que también era necesario consolidar “un sistema de medios absolutamente democrático y no monopólico”. Tuvo “la ingenuidad de esperar comprensión, para construir una Argentina democrática”. Después de reintegrar al sistema previsional a quienes habían quedado afuera por las privatizaciones que dejaron a tantos sin empleo, entendió que esa respuesta era parcial. También se habían privatizado “los fondos de los trabajadores, mediante las famosas AFJP, que crearon gran parte de la deuda argentina, por el buco que generaron en el presupuesto”. Se suponía que esos fondos servirían para crear un mercado de capitales, que benefició a muy pocos y descapitalizó a los trabajadores. La decisión posterior de recuperar el sistema previsional “la podríamos haber realizado nosotros, pero no lo vimos con claridad”. No parece recitar un libreto, sino buscar respuestas que aún no conoce. “A veces, es necesario ganar en homogeneidad, un proyecto tiene que ir construyendo conciencia en la gente”, tantea. Luego vuelve a terreno más conocido: “A este proyecto político lo atacan mucho más por los aciertos que por los errores”. Esos aciertos, dice, hicieron que se juntaran muchos “sin ideas y sin proyectos, sólo por tratar de revertir lo avanzado”. “A Cristina le toca enfrentar un núcleo duro cerrado y desestabilizador, que se opone a la política de derechos humanos, más los sectores monopólicos mediáticos, a los que se suma una oposición política que destruyó la Argentina dos veces y no aporta ideas para la construcción a partir del caos que ellos crearon. Por el contrario, siempre tratan de profundizar cualquier contradicción para que todo se agrave. Eso es lo que hoy tenemos enfrente y lo que en la Argentina futura se va a debatir”. Frente a ese cuadro, afirma que la respuesta de CFK consiste en mejorar la calidad institucional y pone como ejemplos la Ley de Medios Audiovisuales, la recuperación del sistema previsional, la asignación universal a cada hijo, el Fondo del Bicentenario. Kirchner entiende que la Asignación Universal es la medida de política social más importante que se adoptó en medio siglo. “Muchos dicen que ellos la plantearon primero. No vamos a discutirles. Si todos la querían, que la presidente la haya adoptado es un triunfo de todos. ¿No?”. También reivindica el Plan Argentina Trabaja, que mediante las cooperativas se aparta de los planes clientelistas que se dictaron en el inicio del siglo, “inclusive en algún momento de nuestro gobierno”. Es difícil compatibilizar su enfoque con los de la oposición, política, corporativa y mediática, que denuncia un atropello institucional tras otro. “Son los que trabajan para desestabilizar al gobierno. Lo que ocurre es que no nos estamos rindiendo al sistema. Llegamos para transformarlo”, replica.
Conflictos de intereses La personificación de esa queja es el vicepresidente Julio Cobos. Kirchner pide que se tome conciencia del lastre que debe remontar Cristina, con el único “vicepresidente desestabilizador” que tuvo la democracia desde 1983, que “goza de los privilegios institucionales de un proyecto político al que traicionó y del que se plantea como alternativa”. También señala el machismo de la sociedad, al que atribuye que haya prosperado “el cuento de que yo tomo las decisiones, con el que intentan desgastarla. No la conocen a Cristina, ni a mí”. El escollo con que chocó el actual gobierno a poco de andar fueron las patronales agropecuarias. Kirchner cree que “se podría haber comunicado mucho mejor” pero defiende la necesidad de las retenciones al comercio exterior de la soja, “tanto por la extensión de sus plantaciones y el nivel de precios como por la distribución del ingreso”. Omite nombres pero opina que “quienes trabajaban con Cristina en el tema no estuvieron a la altura de las circunstancias”. Se remite a una declaración de su esposa: “sin renunciar a las medidas en las que uno cree, desde la presidencia hay que buscar una síntesis, sin odios ni enojos”. Pero lo que se ve es un conflicto ríspido. “Que no nos asuste, muchas veces habrá conflicto de intereses. Ordenar los intereses de la sociedad significa equilibrar cargas que no lo están y eso genera conflictos”. Pero cree posible una síntesis, que no perjudique a nadie y que respete “los intereses de la mayoría de los argentinos”.
El gran examen Cuando habla de su esposa trasunta una admiración que no se compadece con la imagen tan difundida, que la reduce a mera emanación de su voluntad. Dice que el manejo de la crisis internacional fue “el gran examen que dio Cristina”. Describe la crisis como más profunda que la de los años ’30, con el derrumbe del sistema financiero, el estallido de la burbuja especulativa simbolizada por instituciones como Lehman Brothers, emblemáticas del Consenso de Washington, y el uso del Estado como resguardo cuando todo temblaba. “Los dirigentes europeos y estadounidenses no podían comprender lo que les estaba pasando ni atinaban a aplicar el antídoto correcto, hasta que apelaron al tipo de medidas defensivas que nos criticaban a nosotros”. El razonamiento se cierra en el punto en que comenzó: “¿Se imagina si hubieran estado a cargo quienes gobernaron la Argentina en la década del ’90 o en la crisis de 2001? Hubiéramos tenido política de ajuste, descuento de salarios, descuento de ingresos a las provincias, pactos fiscales a cuenta de la coparticipación”. Y, aunque no lo diga, represión, para imponer ese programa. Agrega que “quienes hoy tanto hablan de coparticipación son los mismos que firmaron todos los pactos fiscales y llamaban a los gobernadores para que las provincias resignaran fondos”.
Reservas y deuda La alabanza se refiere a las políticas activas para el sector automotor, el campo, la construcción, la inversión pública. Cuenta que en marzo hay 150 escuelas a inaugurar y miles de obras básicas y fundamentales para activar y para generar empleo, que comenzaron en 2008 y 2009. “Por eso la Argentina creció el 0,5 o 0,6 por ciento pero no decayó”. –¿En 2009? –Sí. Decían que se iban a vender 200 mil automóviles, se vendieron 550 mil. La recaudación aumentó en los dos últimos meses del año, y en este enero que comienza, está creciendo a dos dígitos. Se exportó carne por 1935 millones de dólares, cuando decían que iba a ser necesario importar. También ingresaron 670 millones de dólares por exportaciones de lácteos. A pesar de la tremenda crisis internacional, de la sequía, del conflicto, de no haberse liquidado algunas cosechas, los resultados económicos permitieron llegar a 48.240 millones de dólares de reservas. –Varias fuentes de la oposición dicen que se reinicia el endeudamiento. –Eso no es serio. Estamos pagando la deuda que contrajeron los gobiernos que se sucedieron desde 1976 hasta 2003. Cuando asumimos, la deuda equivalía a más de una vez y medio el Producto Bruto, ahora apenas pasa del 40 por ciento.
¿Qué es una derrota? Reformulo su planteo de esta manera: desde 1983 hasta 2003 rigió un pacto de gobernabilidad. Los intereses hegemónicos que emergieron de la dictadura autorizaron la subsistencia de gobiernos electos, siempre que no afectaran sus negocios y que ajustaran sobre las espaldas de los trabajadores. Kirchner rompió este acuerdo en 2003. Pero entonces, ¿cómo se explica que su candidatura haya sido derrotada por nadie el 28 de junio? –Hubo varios factores. El conflicto por la 125 produjo una confusión en la sociedad, que poco a poco se fue aclarando. Después empezamos a remontar desde muy atrás. Había sectores que de verdad querían que el gobierno se cayera... –¿Querían? –Y siguen queriendo. Dirigentes con nombre y apellido lo han dicho en público. Cree que parte de la confusión fue que se atribuyera a factores internos la pérdida de poder adquisitivo de sectores medios y mediosbajos, que no lo relacionaron con la crisis internacional. También computa la zozobra que provocó la pandemia de gripe A. Pero considera central debatir si su construcción política fue correcta, porque percibe alguna desconexión entre el mensaje a la sociedad “y aquellos que tenían que instrumentarlo, que a veces pensaban más en sus intereses individuales que en los del proyecto nacional. Sin proyecto nacional es imposible que haya un proyecto provincial y menos proyectos municipales. Lo estamos discutiendo, nos autocriticamos”. También incluye en el análisis lo que llama “el cerco mediático para desgastarnos y limarnos”, y los recursos ilimitados de la campaña de quienes resultaron ganadores cuyo gasto “fue astronómico” y del que no debieron rendir cuentas. Aunque dice que “fuimos la primera minoría del país, por más de 6, 7 puntos”, no intenta minimizar el fuerte simbolismo de la derrota en la provincia de Buenos Aires. “Nos ganó la derecha”, señala.
La incidencia del Indec Le doy mi opinión sobre la incidencia de la situación del Indec. El maquillaje de las cifras devaluó toda palabra pública y el enmascaramiento de la inflación dificultó ver ese sufrimiento de los sectores medios-bajos y bajos y demoró una medida como la Asignación Universal, que debería haberse tomado mucho antes. Kirchner interrumpe, con esa actitud de peleador que tanto irrita como admira: –Pero se tomó... Trato de terminar el razonamiento: –...y en cambio se prefirieron los acuerdos con sectores oligopólicos, que bajaban dos o tres artículos por unos días, mientras subían todos los demás, y dos o tres semanas después subían también los precios acordados. No coincide. Por un lado, defiende el cambio de un sistema armado para un esquema neoliberal donde crecían los servicios y desaparecía el resto. También señala que había funcionarios del INDEC cercanos a las consultoras, aunque no quiere generalizar porque la mayoría le parecen decentes. Pero además observa que en el momento de las elecciones la caída de la actividad había hecho que los precios se mantuvieran o cayeran. ¿Y el efecto de la negada inflación anterior sobre la credibilidad oficial? –Se puede discutir. Pero lo importante es lo que se está haciendo ahora. El gobierno no se ha encerrado como si se sintiera dueño de la verdad absoluta. Se está haciendo un trabajo conjunto con las universidades nacionales, que permitirá crear un sistema que quede fuera de toda duda. La presidente ha elegido ese camino para buscar la solución definitiva. Aún así, no niega la posible influencia del INDEC en el resultado electoral. “Sería absurdo de mi parte. Nunca hay una sola causa que determine un resultado”. Pero insiste en ponderar los otros elementos que mencionó.
Llamados de atención Pienso en la depresión y el repliegue de Alfonsín después de la derrota de 1987, en las maniobras de Menem después de la de 1997 para que lo sucediera la inofensiva oposición y no sus feroces compañeros, en la terca negación con que De la Rúa fingía que la derrota de 2001 no lo afectaba porque no había sido candidato. La reacción de Kirchner no se parece a ninguna de ellas. Acepta el resultado en forma autocrítica, pero no lo siente como un drama (la oposición dice que actúa como si no hubiera ocurrido). Se ríe cuando recuerda sus malos resultados en varias elecciones en su provincia, donde después se impuso. –La política es así. A veces hay derrotas que son llamados de atención, y además de analizar por qué se pierde hay que ver con quién se pierde. Lo más grave es que no perdimos con una fuerza progresista sino con el pasado, con los años ’90. No hay más que ver lo que están haciendo en la Ciudad de Buenos Aires. El Jefe de Gobierno dice que nosotros estamos terminados, y él todavía no empezó. A nosotros nadie nos puede quitar el valor de que hemos sabido gestionar, administrar. Este señor no ha podido mantener una sola decisión, y ha tomado las más agraviantes. Lo grave es que nosotros perdimos con eso y nuestro análisis es que ocurrió por no haber profundizado y corregido las cosas que teníamos que corregir. Por eso se tomaron todas las medidas que se tomaron después del 28 de junio. Le menciono tres proyectos de reforma que él no aprobó: la fiscal en la que trabajó Felisa Miceli, la de la Ley de Entidades Financieras de Carlos Heller y la de la Carta Orgánica del Banco Central que presentó Mercedes Marcó Del Pont. –Hubieran sido profundizaciones del modelo y, por ejemplo, hubieran evitado el problema con Redrado. –Nos quedamos sin Felisa. –Desde el gobierno se paró esa reforma mucho antes, porque Clarín había publicado una tapa sobre el tema. Pero seguimos trabajando, dice, sin explicar cómo ni cuándo. –El tema de la Carta Orgánica del Banco es una asignatura pendiente. La conversamos pero nos quedamos ahí por no alterar el funcionamiento del sistema financiero. Mercedes presentó un buen proyecto, hay que discutirlo, pero el mundo no termina hoy ni mañana, y la presidenta tiene muchas cosas más claras de lo que las tenía yo. Con Heller estamos conversando sobre este tema, nunca fue rechazado.
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//18 de Noviembre, 2009 |
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invitado a las 01:07, en
Actualidad Local |
Conduce Flor de palabra, será la madama de la inminente ficción en Telefé, Botineras, está terminando una película . Pero sobre todo hoy, dice, elige embanderarse políticamente. Actriz, clasista y combativa.
Llegó a tiempo a la cita. Algo raro entre los actores jóvenes. Pero Florencia Peña resulta ser una rara avis en el mundo de las actrices de su generación. Sin gorrita o anteojos que ejerzan de careta para evitar el reconocimiento, o troupe de asesores y asistentes obligados en estas personalidades, la conductora de Flor de palabra y actriz de la inminente ficción Botineras, la ahora rubia –por su rol de peluquera y madama en la miniserie– camina por la avenida Corrientes como si nada –¿Cómo se hace todo: tele por dos, teatro, cine? –No es algo que persiga. La cosa es que me pasaron muchas cosas lindas juntas. En teoría iban a estar separadas en el tiempo, pero después se juntó todo.
–¿Le gusta conducir? –La conducción me da esa adrenalina del aquí y ahora. Me da rapidez y yo soy bastante inquieta y curiosa. Si bien no soy una conductora de formato de entretenimientos, intenté encontrarle una vuelta para que tuviera mi sello y que no fuera un programa que pudiera ser conducido por otra persona.
–¿Cómo hizo para construir esta actriz que es hoy, viniendo de la masividad de la televisión? –Yo trabajo en la televisión desde hace 27 años, desde que tenía seis. Aprendí haciendo y fui creciendo a la vista de la gente. Quizá, lo que tengo en contra también lo tengo a favor.
–Pero parece una mujer normal. En general, los niños actores son... –Freaks, sí. Eso tiene que ver con la familia de la que vengo. Es anormal en muchas cosas, pero tiene algo de normalidad que son los valores, la ética. No han querido proyectarse en mí o en mi hermana en lo que ellos no pudieron concretar. Mi vieja me apoyó, me ayudó, me guió. Después, cuando terminé el colegio, en un momento pensé en ser abogada, pero a los 18 años recién decidí que quería ser actriz.
–¿Y antes? –Antes era un juego. Ahí me puse las pilas y me puse a estudiar en serio. Estaba en el medio de Son de diez, la cosa se venía perfilando por el lado sexual.
–Y ahí se redujo las lolas... –Sí, me operé a los 18 años. Por suerte me tocó una época donde no existía esta masividad, todo era más naïf. Si eso me hubiera pasado en estos tiempos, me hubiera sido muy difícil. Ahora todo está puesto en ese tipo de mujeres, muy voluptuosas. Yo vengo de una generación complicada, difícil. El otro día le preguntaba a Leonor Manso cómo era su generación, cómo era ser actriz en su época. Había mucho más respeto por el actor, no era fácil ser la tapa de un suplemento de espectáculo de un diario importante. Existían las vedettes, existían las modelos, todo estaba colocado en su lugar. Ahora está todo mezclado. Yo no persigo ser famosa, aunque está buenísimo llegar a mucha gente. Pero es complicado tener treinta y pico. Estamos todos en la misma bolsa y el tamiz todavía no se terminó de hacer del todo. Se supone que hacés un programa de 30 puntos y ya está, ya llegaste. El rating no puede ser la medida de nada. Yo ya lo entendí y vivo mucho más tranquila. Hago lo mío lo mejor que puedo y lo único que tengo para defender es mi arte. Mi último trabajo fue en un teatro muy chiquito, con una obra chiquita, sin pretensiones, mucho más pequeña en cuanto a la producción. Sin embargo, más allá de la nominación al ACE con Norma Aleandro, Mercedes Morán y Selva Alemán como actriz dramática, lo que me pasó a mí en el trabajo, ser dirigida por Leonor (Manso) en un terreno muy distinto al que estoy acostumbrada, fue maravilloso. Soy una mujer que ha ido descartando cosas que ya no me sirven o no me hacen feliz.
–¿Qué cosas ya no le entusiasman? –Ahora la sitcom dejó de tener un sentido para mí. Ya hice todas. Por ahí volvería dentro de un par de años, pero ahora no. No me quiero repetir. Ahora estoy en otra etapa de mi vida, con el cine. Yo había hecho una sola película cuando tenía 23 años con guión de José Pablo Feinmann, con Pepe Soriano y Esther Goris, El ángel, la diva y yo. Y no pude hacer más cine porque me dediqué a la tele y al teatro. En febrero filmé una peli con libro de Bioy Casares, con Luis Machín, años ’50, alucinante. Esa chica que hacía reír desde la pantalla, disparatada y veloz, ya casi no aparece. Desde hace unos meses, Florencia Peña defiende posturas políticas antes inexistentes en ella y pasó a ser una de las defensoras más acérrimas de la Ley de Medios en la televisión.
–Se la ve bastante más valiente que en otros tiempos, raro en los actores de su generación. ¿Qué pasó para que se involucrara políticamente? –Hay un momento en que estás de un lado o del otro, hay cosas con las que no hay grises. O estás con los milicos, o no estás con los milicos, no estás en el medio. Hay que entender lo que pasa en el país. Yo no soy política, no me interesa tener una banca, pero sí me gusta entender, leo de historia argentina, hablo de política en mi casa, en mi vida, con mi familia. Yo siempre fui una mina muy politizada. Estoy en un momento en el que no quiero estar alejada de lo que parezco y lo que soy. En otro momento sentí que parecía algo que no era.
–¿Superficial? –A veces parece que todo me resbala y no es así. Soy tan sensible que el humor me ha salvado de no caer tan hondo y no poder salir. Me pareció que, por el momento que estábamos pasando, estaba bien tomar partido. Es mucho más arriesgado decir lo que pienso, porque en una persona popular como yo, sería mejor que todo quede en las cuatro paredes de mi casa. Creo que es importante la militancia, y lo digo desde un lugar muy humilde, sin jactarme de nada. Estoy muy involucrada con la Ley de Medios y tengo una opinión formada sobre lo que pasa en la Argentina, sobre lo que veo, y sobre algunas personas que hablan. Siento que hay un cambio de paradigma. Creo todo lo contrario a lo que dicen los medios, no creo en la anarquía; creo que es la primera vez que estoy de acuerdo con muchas cosas de las que están pasando, y en esas que estoy de acuerdo, quiero salir a decirlo. La gente cree que no se puede salir a la calle, que salís a la calle y te matan y te roban, y lo que se debería aclarar o entender es que la Ley de Medios no es una ley que nos pertenece a los periodistas y a los actores, sino que es algo tan profundo como la opinión pública del país. Lo que yo digo es no al monopolio porque es necesario que nos den la posibilidad de discernir. Creo que la Ley de Medios era necesaria desde hace más de 25 años. No podemos seguir con una ley de la dictadura. Yo creo en el debate, pero no hay debate ni construcción de nada.
–¿Qué hay? –Nadie se escucha, y decir que la Ley de Medios es antidemocrática es un disparate. Es lo más democrático que me tocó vivir. Se cambiaron las cosas que hubo que cambiar: lo de Telefónica, que causaba tanto revuelo, se cambió, hubo debates, hubo audiencias. A mí me hacen reír cuando dicen que no hay libertad de prensa. ¿En qué país están viviendo? Lo mínimo que le han dicho a la Presidenta es que es una hija de puta, de ahí, para arriba y para abajo. Es una falta de respeto impresionante. La gente opina sin saber, sin leer, sin estudiar. Opinan sobre el neoliberalismo y no saben lo que es, opinan sobre el capitalismo y tampoco. No creo en la oposición sangrienta, no nos lleva a ningún lado y la derecha avanza. Yo soy de izquierda y es la primera vez que estoy de acuerdo con un gobierno. Somos muchos que no tenemos que ver con la derecha fascista, tenemos que ver con una Argentina que busca la redistribución de las riquezas. Yo soy una actriz que gana muy bien, podría callarme la boca porque a mí la derecha me va a dar más plata que la izquierda. Pero prefiero una Argentina con un proyecto de país sin tanta desigualdad. Es un momento en el que es reimportante pararse en un lugar, y si hay que ponerse en un extremo o en el otro, yo estoy en la vereda de enfrente de Lilita, de Macri, de De Narváez. Estamos en un momento en que está todo confundido. No hay lugares donde se pueda hablar. Existen las listas negras con algunos actores en algunos diarios.
–¿Es así? –Yo, antes de exponer mi postura con la Ley de Medios, en el suplemento de Espectáculos de un diario me defenestraron en una columna por mi ideología política. ¿Tan grave es que yo diga lo que pienso? Si ustedes son los que enarbolan la bandera de la libertad de prensa, no debería molestarles si yo no pienso lo mismo; no les voy a poner una bomba en la redacción, no se asusten. ¿De qué tienen tanto miedo? Será porque tienen el culo sucio.
–Parece otra persona... –Estoy en un momento en que la actriz que soy también tiene que ver con lo que soy. Esto no es un hobby para mí, y como me tomo la actuación en serio, también me tomo la vida y este momento que estamos pasando. Creo que ocupo un lugar en los medios, me guste o no, donde está bueno bajar línea. Algunos estarán en contra, otros a favor. Yo prefiero alguien que dice lo que piensa desde un lugar respetuoso. Yo bajo línea adonde voy. El otro día fui a comprar un libro y había una señora que estaba comprando el de Marcos Aguinis. Me acerqué y le pregunté por qué estaba comprando ese libro. Mi marido me quería sacar de ahí pero yo quería escucharla. Me dijo que se estaba viviendo una época terrible y que no se podía salir a la calle. Le dije que yo salía a la calle, que me habían entrado cinco monos en mi casa, pero yo no lo culpo a Kirchner, es la sociedad que está para atrás. Estamos buscando un país de igualdades, no somos un país socialista, no somos un país comunista, nunca vamos a tener un formato cubano. Yo invito a la gente que está tan en contra de Fidel, que lean un poco más, que vayan a Cuba, que escuchen a la gente que está a favor y en contra. Hay que formarse una opinión con las dos campanas. Hay que comprometerse.
–Usted sabe que este es un camino de ida, ¿no? –Ya lo sé. Hay cosas que ya no puedo hacer y está bien. No importa lo que yo diga, sí lo que haga, en todos los aspectos de mi vida. Yo creo en la pasión con la que vivo y el compromiso con el que vivo. Aspiro a ser una mujer con entereza.
–¿Qué le daría esa entereza? –Ser coherente. Arranco desde lo pequeño, con mi familia, con mi gente, con la gente que labura conmigo, tratando de ser lo más honesta que puedo. Y si llego a tener enemigos, y esos son los que no piensan como yo, bienvenidos. Hace muchos años, yo quería que todo el mundo me quisiera. Trabajé mucho en terapia sobre eso. No te digo que lo tengo superado, pero lo tengo pensado. Tengo posturas tomadas, nadie me va a convencer de que los milicos fueron buenos. Me peleo a capa y espada con los que los defienden. Yo creo que la violencia no se cura con violencia, pero si yo hubiera tenido que elegir, en ese momento hubiera sido montonera. Y lo digo absolutamente convencida. Creo que casarme con Mariano fue importante. Habla de su marido, el músico de jazz Mariano Otero, con quien comparte su vida desde hace ocho años y dos hijos, y se emociona. Parece una mujer enamorada.
–¿Por qué es importante? –Mariano nació en Avellaneda, de una familia muy diferente a la mía, militante, una familia comprometida política y socialmente, con otra cabeza, él trabajó mucho en las villas cuando era pendejo. Un pibe que realmente hace lo que quiere y tiene mucha libertad. Creo que Mariano me dio la posibilidad de sentirme valiente frente a mis pensamientos. Yo no pienso diferente a cuando lo conocí, simplemente ahora tengo más valentía porque tengo a este hombre al lado. Yo me enamoré de su manera de ver la vida, su manera de pararse en el mundo. Yo lo amo por lo que él es como persona, por cómo mira a sus hijos, por cómo milita en su vida cotidiana más allá de la política.
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//05 de Septiembre, 2009 |
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invitado a las 15:36, en
Politica Nacional |
escribe Roberto Caballero Vivimos un momento crucial. Hay operaciones que infunden terror hablando de “chavización”. Diputados que se bajan de lo que siempre sostuvieron. Una a una, las refutaciones a todas sus falacias. Veintitrés razones por las que apoyamos la nueva Ley de Medios, aunque la impulse el kirchnerismo. 1) Según Ricardo Roa, Editor General de Clarín, el proyecto de ley es “franquista”, “fascista” y “chavista”: el exceso de adjetivación no asusta tanto como la intención de identificar a un gobierno democrático (malo o bueno, según quién lo mire) con dos dictaduras sangrientas, como la de Franco (que produjo medio millón de muertos) y la de Mussolini (que se alió con el nazismo en la Segunda Guerra, provocando 56 millones de víctimas). Es una demasía. Nadie se imagina a Néstor o Cristina Kirchner bombardeando Guernica o gaseando minorías en aras de la pureza racial. Y sobre la acusación de “chavista”, Roa no puede ignorar que el proyecto oficial evitó puntillosamente parecerse en algo a la Ley de Radiodifusión que impulsó Chávez, tomando, en cambio, aspectos fundamentales de las leyes estadounidense, canadiense, francesa y española.
2) Este Parlamento es ilegítimo para tratarla, hay que esperar a los diputados que asumen el 10 de diciembre: este argumento, agitado por la oposición por derecha al Gobierno, es uno de los más peligrosos. Es casi golpista, porque deslegitima a los actuales diputados, que son los que hay. Cerrar el Parlamento hasta diciembre, que es lo que en verdad proponen, es atentar contra uno de los tres poderes del Estado: el Legislativo. La Argentina tiene un régimen presidencialista, no es como España o Italia, donde con cada variación legislativa se elige un premier. Aquí existe continuidad institucional. Un escenario donde con cada cambio de composición de las cámaras (que reflejan mayorías siempre circunstanciales) se revisen todas y cada una de las leyes en vigencia, consagraría la “inseguridad jurídica”, esa que tanto preocupa a la Embajada, al Pro y a los falsos liberales que supimos conseguir. Es tan sabia la Constitución que cuando hay elecciones de un nuevo presidente, igualmente debe cumplirse con el requisito, también constitucional, de enviar el Presupuesto del año siguiente antes del mes de octubre a cámaras que gozan de la misma “ilegitimidad” que se les adjudica a las actuales.
3) Es una ley K para controlar a los medios: muchos gobernantes, también los Kirchner, tienen una tendencia a confundir gobierno con Estado. Aceptemos que es una manía habitual de los políticos que tenemos. Lo raro de esta afirmación es que aquellos que dicen representar lo opuesto participen de la misma confusión: una norma siempre viene a regular algo y necesita de una autoridad de aplicación para hacerla cumplir. Si la nueva Ley de Medios sale, después de 26 años, se habrá sancionado una norma enviada por el Poder Ejecutivo, analizada y discutida por el Poder Legislativo, que enterrará al Comfer creado por Videla y Martínez de Hoz, que permite la discrecionalidad total, creando una Agencia Federal, de carácter democrático, que puede ser (como pide el oficialismo) dependiente del Ejecutivo con vigilancia parlamentaria, o autárquica (como pide Pino Solanas o Margarita Stolbizer), que controle el cumplimiento efectivo de lo que la sociedad, a través de sus representantes, decidió darse como ley. No se puede ser “legalista” o “anarquista” según convenga. El Estado es el Estado, las leyes son las leyes y los gobiernos, administradores momentáneos de la cosa pública.
4) Es una ley para regalarle el fabuloso negocio del “triple play” a las telefónicas, salimos del monopolio de Clarín y vamos hacia el monopolio telefónico: llama la atención que Silvana Giudici (UCR), tenaz opositora al proyecto oficial y una de las que alerta sobre esta posibilidad, tenga un proyecto propio –que pocos conocen– donde el ingreso de las telefónicas está prácticamente desregulado. Quien quiera leerlo puede acudir a Diputados y solicitar el expediente 16-D-2008, que reproduce el 4369-D-2006, de Giudici, donde sólo les exige a las telefónicas que exista otro servicio en la misma área, que los consumidores tengan opinión y que tengan un porcentaje superior al 20 por ciento de programación independiente de cada medio propio. Buenas intenciones, pero nada más. El proyecto oficial, en cambio, es bastante más riguroso: las empresas de servicios públicos están autorizadas a prestar conjuntamente telefonía, Internet y televisión (triple play) siempre y cuando cumplan con requisitos técnicos como la apertura de sus redes a otros prestadores, la portabilidad numérica (que el número telefónico sea de los abonados y puedan llevarlo de empresa a empresa), la apertura de sus redes troncales y la obligación de darle al resto de los operadores toda la información técnica que se requiera. Además, las obliga a crear unidades de negocio por separado, prohíbe los subsidios cruzados entre estas unidades y se sancionan fuertemente las conductas monopólicas. Y algo más: deberán tener un 70 por ciento de capital accionario argentino. Habrá mayor competencia y, quién les dice, hasta quizá bajen los precios del servicio, lo que siempre es muy bueno.
5) Ataca la libertad de prensa: lo que reduce el margen de opinión, en realidad, es la concentración económica. En el 2002, la UTPBA (el sindicato de periodistas de Buenos Aires) planteó que “no hay democracia informativa sin democracia económica”. El derecho a expresarse e informarse verazmente es un derecho de tercera generación, contemplado en pactos internacionales a los que la Argentina suscribe. Si en el pasado era el monarca el que decidía quién hablaba y quién no, si luego fue el empresario capaz de comprar la imprenta el que velaba por esto, las legislaciones más avanzadas de fines del siglo XX consideran que la sociedad hoy es la que tiene la custodia de este derecho propio y exige a los Estados que garanticen mediante normas desmonopolizadoras su plena vigencia. Si algo ataca a la libertad de expresión y a la prensa libre, es la discrecionalidad política y empresaria no reglamentada. El decreto ley 22.285, el de la dictadura aún vigente, luego modificado por varios decretos de Carlos Menem, permitió una concentración económica que es un verdadero atentado contra la pluralidad informativa. Si la nueva ley enviada al Parlamento ataca a la prensa, ¿qué se puede decir de este engendro que habilita a que una sola persona sea titular de 24 licencias de radio y TV y donde la autoridad de aplicación está integrada por servicios de Inteligencia de las tres armas y empresarios? ¿Un interventor del Comfer, elegido a dedo por el Presidente, como sucede hasta ahora, puede garantizar la libertad de expresión? La verdad, no. Salvo que, como Gabriel Mariotto, envíe un proyecto al Parlamento donde su cargo y el organismo que regentea desaparezcan. Lo que entra en crisis, en realidad, es la libertad de empresa entendida como multiplicación de la renta por vía de la ilegalidad, a costa de un derecho social. Donde no hay ley, ganan los más fuertes. Eso pasó durante todos estos años.
6) Es para destruir a Clarín: esto lo dicen Clarín y los ultrakirchneristas desvariados, y no deja de ser una falta de respeto a la militancia de todos estos años de hombres y mujeres integrantes de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, autora de los ya famosos 21 puntos básicos por el Derecho a la Comunicación. Convendría, en todo caso, que los gerentes del grupo en cuestión lean lo que publicaron en su diario el miércoles 2, en la sección Tribuna, página 29. Es la opinión de Marcos Novaro, profesor de Teoría Política Contemporánea (UBA): “Conviene no sobrevalorar el sistema de medios que eventualmente resultaría afectado, y que dudosamente pueda ser descrito como el reino de la libertad de expresión. No sólo en el caso de Clarín, cuyo debilitamiento como grupo económico incluso puede que lo estimule a mejorar como empresa periodística, terreno en que su independencia de criterio declinó a medida que progresaba la suerte de sus inversiones”. Toda crisis es una oportunidad.
7) Cada dos años se van a revisar las licencias: falso. Se trata de una revisión de carácter técnico, para no estar reformando la ley cada vez que salga al mercado una nueva tecnología que altere las reglas de compatibilidad o multiplicidad de licencias. Es más, en el proyecto de ley queda expresamente aclarado, luego de las críticas que recibió el anteproyecto, que se preservan los derechos de los titulares de licencias o autorizaciones al momento de la revisión. Y si se sacara el artículo, ¿la oposición votaría la ley?
8) Le quieren dar el 33 por ciento a las ONGs para ampliar el sistema público por vía de cooptación con publicidad oficial: esta idea de que el kirchnerismo compra a los medios con dinero público está muy instalada y nunca suficientemente discutida. ¿Cuánto dinero público reciben, por caso, Clarín y La Nación en Papel Prensa y cuánto de publicidad oficial por año? ¿Cuántas industrias se pueden dar el lujo de tener, como ellos tienen, subsidiado su insumo básico por todos los contribuyentes? ¿Cuántas licitaciones del Estado nacional ganó Tinta Fresca para vender libros a los ministerios de Educación? ¿Cuánta pauta reciben Clarín y La Nación de los organismos descentralizados como la ANSeS y la AFIP? Y, sin embargo, ninguno de los dos diarios es oficialista. Con respecto al porcentual de ONGs que van a poder acceder a las licencias, es una buena noticia, porque regulariza situaciones de hecho y porque crea un nuevo sujeto público con derecho a opinar, generando una prensa no atada sólo al lucro. En la vida también hay otras cosas interesantes. Universidades, iglesias, sindicatos, asociaciones educativas, etnias diversas, entre otros, podrán ampliar la oferta de consumo cultural. Todo eso enriquece a la sociedad. La diputada Giudici, por caso, en su proyecto del que ya hablamos, proponía un porcentaje aún mayor que los K: el 40 por ciento.
9) La impulsa un señor como Mariotto, que cometió ilícitos con una radio trucha: esto es un chiste. La trayectoria de Mariotto es la de un académico militante, que en el pasado burló la ley de radiodifusión de la dictadura para hacernos escuchar un discurso alternativo al hegemónico, como se podía. El día que vaya preso por eso, somos muchos los que lo podemos acompañar, porque hicimos las mismas cosas. Y las volveríamos a hacer. El obispo de Mercedes, monseñor Agustín Radrizzani, que salió a criticar la ley, tiene la frecuencia del obispado en la que debieran difundirse las enseñanzas de la Iglesia concesionadas a un empresario privado que en la Capital Federal emite Radio Concepto. ¿Acaso eso no es trucho? Y De Narváez, opinando como juez y parte. Vamos.
10) Los Kirchner no son creíbles porque en Santa Cruz armaron una prensa adicta: los que les niegan a los Kirchner espesor moral para impulsar una nueva Ley de Medios confunden lo accesorio con lo importante. Un secretario privado del ministro de Guerra de Agustín P. Justo, que alguna vez viajó a Italia y quedó sorprendido por Il Duce, cierto día llegó a presidente y mandó sancionar por un Parlamento democrático las “leyes sociales” por las que peleaba un socialista como Alfredo Palacios. Estas siguen vigentes hasta hoy. Los antecedentes no ayudaban a Perón, es cierto, pero el prejuicio tampoco a comprenderlo.
11) Los Kirchner extendieron las licencias y favorecieron la concentración, no hay que creerles ahora que quieren hacer lo contrario: esta supuesta ambivalencia empuja a muchos a refugiarse en la desconfianza, que es un buen lugar para nunca equivocarse y para nunca acertar. Criticar a los Kirchner por lo que hicieron en el pasado y volverlos a criticar cuando hacen lo opuesto es un argumento esquizoide. Si estaba mal lo de antes, lo de ahora debería ser lo bueno. ¿O no?
12) Van a lloverle juicios al Estado: quizá. Lo mismo se dijo cuando se devaluó, se renegoció la deuda y se modificaron los contratos con las privatizadas. Pasaron siete años y todavía el Estado nacional no erogó un solo centavo en concepto de indemnización.
13) Es una ley extorsiva: el 31 de agosto, un decreto oficial canjeó todas las deudas impositivas y previsionales a los dueños de los medios por publicidad oficial. Un gobierno que quisiera extorsionarlos habría utilizado estas deudas para ponerlos contra la espada y la pared: quiero buenos titulares, a cambio de no ejecutarte. Esto tampoco pasó.
14) No es un buen momento para debatir la ley, hay otras urgencias: en los últimos 26 años nunca hubo un “buen momento”. ¿En serio alguien cree que si no se distribuye la palabra los otros problemas más urgentes se pueden solucionar? Este argumento lo único que busca es perpetuar el statu quo. ¿A cuánto cotiza esta semana la preocupación por la pobreza de los gerentes noticiosos del sistema tradicional de medios?
15) Le quieren dar una radio a Moyano, que la va a usar para hacer propaganda: esto lo dijo María Eugenia Estenssoro, la diputada de la Coalición Cívica. Está tan naturalizada la idea de que si un medio es de un empresario está bien y si, en cambio, lo maneja un sindicato es algo corrupto, que lo dijo y nadie le dijo nada. Pero es un comentario discriminador. Y conste que los que hacemos esta revista estamos más cerca de Tosco que de Rucci.
16) La autoridad de aplicación va a responder al Ejecutivo: lo que responde al Ejecutivo hoy es el interventor del organismo creado por una dictadura. Esto es lo grave. El organismo democrático que vendrá a reemplazarlo, sea autárquico como quieren unos, o sea dependiente del Ejecutivo con control parlamentario y presencia de las minorías, como quieren otros, es mucho mejor que lo que tenemos.
17) Es un traje a la medida del kirchnerismo: hablando en serio, esta ley beneficia más a los que vengan a gobernar después de los K que a los K. Ni ellos mismos estaban convencidos de mandarla. Un largo proceso los convenció de hacerlo. El año pasado, después del lockout agropecuario, cuando con alguna tibieza se comenzó a hablar de una ley que reemplazara a la de la dictadura, esta revista hizo una tapa. Dijimos entonces que la votaban en 60 días. Fue un papelón.
18) No hubo discusión pública: lo más vergonzoso de este planteo es que proviene de los mismos que durante todos estos meses fueron incapaces de dar publicidad al debate en sus propios multimedios, invisibilizándolo. Jugando a que el Gobierno se arrepintiera. Escamoteándoles a sus audiencias la trascendencia del debate. ¿Dónde se divulgaron los foros provinciales? ¿Y los “Café Cultura” donde se discutió el anteproyecto? Hablemos en serio: desde el 1 de marzo del 2009, fecha de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, cuando Cristina anunció el envío del proyecto de ley, durante cuatro meses, el diario Clarín publicó 77 notas sobre el tema, de las cuales sólo 3 fueron informativas. De las 74 restantes, 10 estuvieron en su sección editorial y columnistas propios y 64 se les ofrecieron a los lectores del diario incorporando el punto de vista sesgado de su gerencia como si fuera información desopinada en secciones como El País, Medios y Sociedad. En todos los casos, se omitió prolija y calculadamente informar sobre algún aspecto positivo de la nueva ley. Dice el filósofo Zizek: “La lógica misma de la legitimación de la relación de dominación debe permanecer oculta para ser efectiva”. Vaya si ocultaron su propósito. Si eso no es poder, qué es. El poder de manipular.
19) No beneficia en nada a la gente: si pensamos que detrás de un sindicato hay gente y lo mismo sucede detrás de una radio comunitaria, de un diario independiente; si creemos que detrás de un diario, una TV o una frecuencia radial hay audiencias que escuchan y quieren hacerse oír; si leemos el proyecto y descubrimos que el cable, por ejemplo, va a ser considerado un servicio público, lo que obliga a las prestadoras a dar una tarifa social; si en serio pensamos que habrá nuevos jugadores, es decir, mayor competencia y eso puede llegar bajar los precios de esos mismos servicios, evidentemente la gente se beneficiaría. Hagamos un ejercicio: tomemos todos los servicios que llegan a nuestro domicilio. Veamos cuánto pagamos por cada uno de ellos, en forma mensual o bimensual. Ahora bien, tomemos la boleta mensual de Cablevisión y Fibertel. ¿Lo descubrieron? Sí, es el servicio más caro y abusivo de todos los que pagamos.
20) No va cambiar nada: ¿Y si pensamos que puede cambiar mucho? Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.
21) Es para apretar a los periodistas: sin duda la relación con los periodistas podría ser mejor. Pero quizás, algún día, los periodistas podamos hablar claro sobre todos los aprietes que sufrimos y que no provienen, precisamente, de los funcionarios de turno. Hay algo que es cierto: a mayor discrecionalidad, mayor riesgo. A menor discrecionalidad, el riesgo baja. La ley es clara: no permite censuras, ni persecuciones. Sólo hay que hacerla cumplir.
22) Es una pelea entre patronales, que no beneficia a nadie: este es el argumento de la izquierda maximalista, reciclada en módica inspectora de revoluciones que se acostumbraron a ver por televisión. Ahora van a tener más canales.
23) Esta ley no recoge el consenso de los argentinos: falso. Esta ley retoma los principales aspectos de las conclusiones del Consejo para la Consolidación de la Democracia, del gobierno de Raúl Alfonsín; es casi idéntico al proyecto presentado por la diputada del GEN Margarita Stolbizer, y resume los principales aspectos del proyecto de ley presentado por la radical Giudici. Sin embargo, el partido de Gerardo Morales insiste en oponerse al proyecto. Hay radicales que no cambian más: hablan como Alem para después votar como Alvear. En fin.
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