
Escribe Gonzalo Otero Pizarro
Desde hace muchos años, las organizaciones de los derechos humanos de Río Cuarto vienen desarrollando marchas públicas en recordación de nuestros muertos y nuestros desaparecidos, transformando el día 24 de marzo en una jornada por la Verdad, la Memoria y la Justicia y de repudio a los asesinos y genocidas que hicieron de ese día de 1976 el inicio de los años más tristes que haya vivido nuestro Pueblo.
La marcha de este año no fue distinta en su conformación a las anteriores, salvo por el hecho casi insólito de la presencia de distintos dirigentes peronistas (concejales incluídos) que tomaron parte de ella. Desde los inicios, éramos muy pocos –quizás contados con los dedos de cuatro manos- los peronistas que marchábamos, la mayoría ex integrantes de lo que en los setenta se llamó la Juventud Peronista o –más laxamente- la Tendencia Revolucionaria del Peronismo. Y a mí me confundía, porque no podía entender que, aunque el peronismo había puesto –y es sólo una manera grosera de decirlo- a la mayoría clara de los muertos, de los desaparecidos, de los presos, de los exiliados y de los de cualquier modo represaliados durante los años de plomo (y durante las dos dictaduras que los precedieron también), sus dirigentes en su conjunto (y, por tanto, también los militantes y simplemente adherentes) se abrían con cualquier excusa de participar en la marcha.
Desde 1991 –en que volví a nuestro país- participé activamente en política, primero en las filas del Partido Justicialista y después en las del Partido Nuevo que -con un Luis Juez distinto del energúmeno actual- se decía peronista. Siempre traté en ambas agrupaciones de que el peronismo participase activamente de esas marchas. Y nunca encontré eco. A las distintas excusas antes contadas, se sumó en ocasiones la burla –con simpatía, es cierto, pero burla al fin- de acusarme de setentista, de nostálgico trasnochado.
Tengo para mí que lo que –en realidad- había en esa actitud esquiva era en algunos una exteriorización del sembrado periodístico subliminal de la dichosa Teoría de los Dos Demonios y en otros una vergüenza insólita y sin fundamento. Pero en todos había una dejación a las agrupaciones de izquierda de las banderas que nuestros muertos y desaparecidos habían llevado con orgullo hasta el final.
Es por eso que entendí como una cuestión importante la presencia en el acto de distintos y variados dirigentes peronistas. Y espero que sea el comienzo de la asunción real por parte del peronismo todo de aquellas banderas y no una erupción de oportunismo barato.
Otros sí: Mientras se desarrollaba pacífica pero fírmemente una marcha multitudinaria en repudio a los genocidas del 76-82, un grupúsculo de verdaderos trasnochados de la izquierda, un ridículo grupete de izquierdistas a la violeta, comandados por el inefable Della Fiore, se juntaba en la esquina de San Martín y Sobremonte para decir “No al Impuestazo de Jure”, con unas pancartitas que decían que se trataba del Partido Socialista de los Trabajadores. ¿De dónde salieron estos marcianos? ¿En qué país viven?