Por Gerardo Yomal
Un paso más en el camino hacia un país más justo e
igualitario, que respete los derechos humanos y civiles de todas las personas,
sin importar sus deseos sexuales o amorosos. Con 126 votos a favor, 110 en
contra y cuatro abstenciones, ahora queda el Senado.
Se caen las vacas sagradas. Una de ellas que se presenta
como la matriz de la sociedad argentina, la madre protectora, la que pretende
meterse en la cama de todos los argentinos, me estoy refiriendo a la mayoría de
la jerarquía eclesiástica católica, ha perdido poder.
Eran intocables, no se dignaban a dar un reportaje a ningún
periodista salvo a uno solo, que más que periodista algunos en nuestro gremio
interpretan que oficia de vocero disfrazado.
El cardenal primado de la Iglesia Argentina
no se digna a dar una conferencia de prensa. Está por encima de los mortales.
Construyeron un poder simbólico que los pretendía más cerca de dios que de los
hombres. Entonces inflaron un globo de que nada podía cambiar el país sin la
venia de la Iglesia.
Y parece que se puede: la Cámara de Diputados aprueba el matrimonio
homosexual. Parece Argentina año verde.
¿Pasó algo? ¿Se derrumbó el Obelisco? ¿Estaremos todos
castigados? ¿No se nos dará postre después de cenar? ¿Qué podrá pasar? ¿Tenes
miedo que la Iglesia
nos sancione?
No fue hace un siglo: el periodista José “Pepe” Eliaschev
hace una encuesta televisiva en relación a la importancia del tamaño del pene y
el presidente de la bancada radical de diputados, Cesar Jaroslavsky, inició
querella contra Argentina Televisora Color “por atentado al pudor”.
¿Te acordás del Congreso Pedagógico en la época de Raúl
Alfonsín que la Iglesia
boicoteó?
Están pasando cosas interesantes en nuestro país, que
incluso superan a determinados dirigentes políticos. ¿Por qué no ir por más y
pelear por la legalización del aborto y que se puedan hacer en hospitales
públicos?
Tres dirigentes políticas con representatividad, la
presidenta Cristina Fernández, Elisa Carrió y Gabriela Michetti, las tres
católicas convencidas, están en contra.
Sin embargo la política actual, la coyuntura que vive el
oficialismo, hace que estén dispuestos a jugarse en temas que antes no lo
harían. ¿Por convicción? No tanto. Más bien por pragmatismo. Por saberse ubicar
en el lugar correcto y no quedar superados por la historia.
Reitero: después que Diputados sancionó el matrimonio gay se
cayó el poder simbólico del cardenal Jorge Bergoglio. Entre situaciones antes
impensables el cardenal primado se sintió obligado a escribir un libro para dar
su versión sobre las denuncias que viene haciendo el periodista Horacio
Verbitzky sobre su participación durante la dictadura.
Cierta jerarquía está a la defensiva, tienen pies de barro.
No tienen el poder que se suponía y que ellos se encargaban de agrandar. No son
intocables.
La sanción del casamiento homosexual es un símbolo de que
muchas más cosas pueden cambiar.
Es verdad que falta el voto del Senado, reducto conservador
por excelencia. En ese sentido una fuente de mi confianza me contaba que tanto
algunos senadores y un integrante masculino de la Corte Suprema
afirmaban: “no vale la pena pelearse por estos putos…”
Una parte importante de nuestra sociedad ha dicho que sí:
vale la pena.