La oposición no tiene suerte. Es mayoría en ambas cámaras,
tiene casi todos los medios a su favor, patrocinadores muy poderosos y buenos jugadores, y sin
embargo, cuando de casualidad mete un
gol, enseguida le empatan y después le meten otro.
¡Qué mala suerte tiene la oposición! Si le hubiera tocado
otro oficialismo le estaría yendo mucho mejor, podría lucirse y sería todo un
éxito; pero no, justo le vino a tocar lidiar con este oficialismo, que aunque
tiene algunos jugadores de menos son todos de alta competencia, que saben lo
que hay saber y ponen lo que hay poner para lograr lo que pretende; que cuando
todo el mundo cree que está derrotado, reduce, una y otra vez, las aspiraciones
de derechas e izquierdas de postergarlo. Y por más que lo ataquen desde ambos
flancos no sólo sabe defenderse sino que además contraataca y hasta parece que
a veces les moja la oreja. Y los opositores, pobres, cuanto más se obstinan
menos pueden, más se defraudan, y
entonces se debaten en la impotencia. ¡Qué mala suerte tiene esta oposición! El
oficialismo que le ha venido a tocar.
Hay quienes creen o quieren hacernos creer que el fracaso es
producto de la división existente entre los opositores, que este gobierno tiene
la suerte de que la oposición es una bolsa de gatos. Y de ese modo, desde los
interesados análisis políticos, se pretende demostrar que únicamente opositores
sin méritos permiten que el oficialismo no pague el precio de la rápida derrota
que se merece. Es la vieja excusa de menoscabar el triunfo o el éxito del otro
con el falso argumento de la inferioridad propia. Pero no es cierto. Porque aun
cuando provengan de diversos sectores y a veces parecen estar en desacuerdo en
minucias, no es que la oposición no
exista, sea débil o esté dividida porque son tontos. No hay que olvidar que
allí está la flor y nata del neoliberalismo liberal, que muchos de ellos han
sido altos funcionarios de gobiernos anteriores y hasta cuentan en su equipo
con dos ex presidentes. Jamás en la historia hubo una oposición más férrea y
tenazmente unida contra un gobierno como la actual. El único antecedente más o
menos parecido fue aquella Unión Democrática del 45, en la que también desde la
extrema izquierda a la extrema derecha se unieron contra un gobierno popular.
Así que no vengan con que son bobos, enclenques o apáticos. Simplemente no
pueden porque no pueden, porque tienen enfrente un gobierno que se impone, que
los confunde y los somete a pura convicción y política.
La mejor metáfora
fueron los dos nocáuts técnicos sufridos uno tras otro en el Congreso. Uno por
parte de la excelencia técnica de Marcó del Pont, su intachable curriculum y la
impecable tarea de los senadores oficialistas. Otro a manos de la memoria
histórica y destreza política del ministro de economía, que con argumentos tan
simples como irrefutables los dejo mudos cuando fue citado al Congreso. En
ambos casos el noqueado fue el jefe radical Gerardo Morales, pero pudo haber
sido cualquier otro. En todo caso, hay que reconocerle su resignación a tener
que poner la cara casi siempre.
¡Pobre oposición! Por más que reciban ayuda corporativa y
mediática, los opositores no consiguen anular la firme convicción ideológica y
energía política del gobierno. Y miren que tienen de aliados a jueces y juezas
de fanatismo cautelar. Y que gozan de atención personalizada en los grandes
medios de prensa. Y también cuentan con el apoyo de algunos sectores
izquierdosos, de los cuales cabe sospechar que han sido capturados por la
derecha. Y Hasta presentan denuncias penales contra el gobierno con más
ferocidad que la que demuestran contra los que violaron los Derechos Humanos.
Pero aun así no logran que el oficialismo se doblegue. Y no es que la oposición
sea un fracaso. Si no se enfrentara a este Gobierno mejorarían sus chances.
Pero tienen mala suerte, porque si en lugar de este peronismo heterodoxo,
indócil, insufrible y desprolijo, en la Casa Rosada hubiera otro gobierno más estándar,
más formal, más correcto y sobre todo
más dubitativo, la oposición se haría una fiesta. Pero no. Justo le vino a
tocar este oficialismo ¡Qué mala suerte tiene la oposición!