Leída por el
autor en su micro “Puntos de vista” del programa “La minka”, que se emite los
domingos de 9 a 12 por FM Gospel (102,9) y www.gospel1029.com.ar en diferido: www.laminkaradio.blogspot.com
Casi ayer mismo, hace apenas ocho o nueve años, los
argentinos salíamos a la calle
enardecidos y vociferando aquella clamorosa exigencia de que se vayan
todos. Todos. Que no quedara ni uno solo. Hoy, mucha de esa misma sociedad
volvió a las calles a llorar porque se fue un político en plena actividad.
“Estoy azorada”, decía el viernes una oyente de las
tantas que llaman a las radios porteñas para hacer comentarios. “Hasta el
miércoles estábamos todos convencidos de que la inflación es un desastre, que
ya no se puede vivir con tanta inseguridad y en que había que cuidarse hasta en
el censo. Y resulta que ahora sale esta multitud y todos estos pibes a defender
al Gobierno.” Esas palabras y otras parecidas hoy están en boca de mucha gente
que acaba de descubrir que este país no es el que nos describían el Grupo
Clarín, la Mesa
de enlace, Carrió, Duhalde, Cobos y De la Sota.
Se piense como se piense acerca de este Gobierno,
nadie puede rebatir seriamente que el salto entre una y otra situación supone
una mejora general en las expectativas populares.
La muerte de un líder político como Néstor Kirchner
pone en evidencia las grandezas y las mezquindades de la sociedad argentina,
particularmente de la intelectualidad y de la mal llamada clase política, por
lo que no debe sorprendernos la manía de muchos en intentar comparar a Kirchner
y Perón.
Con la mala leche de los que miran la historia
argentina desde la óptica de los poderosos, se dice que así como Perón dejó a
Isabel y a López Rega, Kirchner dejaría a Cristina, Aníbal y Moyano. Tal
comparación nos lleva inmediatamente a quienes mal que mal tendemos a ver el
momento histórico sin maliciosas imposturas o intereses políticos bastardos,
a responderles enfáticamente que Néstor
Kirchner no es aquel Perón y que la coyuntura política de la argentina de los
’70 es incomparablemente distinta de la actual. Más allá de esta verdad
irrefutable, también es cierto que Perón ejercía en aquel momento la
presidencia y que su mujer era la vicepresidenta, cuestión ésta también
significativamente distinta de la actual, donde quien posee la primera
magistratura es la mujer de Néstor y su vicepresidente un apóstata que avergüenza
incluso a los radicales.
En todo caso, dejándonos llevar por esa manía de
las comparaciones y a fuerza de no ser del todo justos con la historia,
deberíamos decir que Cristina es Perón.
Pero el Perón del ’52, cuando pierde a Evita, a su compañera de militancia, su
compinche de patriotismo, su ladera en la causa nacional y popular. En este
sentido, Cristina es Perón y Néstor su ladero incondicional.
Vistas las cosas de ese modo, y erróneamente
analizadas desde una circularidad histórica improbable y alejada de todo
materialismo, se podría afirmar que de la misma manera que el peronismo emergió
de la primera Década Infame, el kirchnerismo lo hace desde la segunda, la del
menemato, y que si en aquel momento el Estado fue el impulsor del desarrollo lo
mismo ocurre ahora, y que si Perón y Evita se lanzaron decididamente a las
reivindicaciones de los que menos tienen, Néstor Kirchner lo hizo y Cristina
continuará haciéndolo, etc. etc.etc. Vale decir que lo que estamos viendo es
igual o muy similar a lo que se vivió en aquella época, lo cual podrían inducirnos a pensar que
consecuentemente con ello el movimiento nacional está condenado a repetir
lo ocurrido en el ’55. Pero ello es imposible
desde muchos puntos de vista, siendo las razones más obvias las de carácter
sociológico. La sociedad argentina es hoy muy distinta de la de los ’50: su
estima por la democracia ha crecido en simultaneidad con el respeto a los
derechos humanos, identifica mejor a sus enemigos y rescata a la política como
herramienta para defenderse de ellos, y la Unidad Latinoamericana
ha dejado de ser una aspiración intelectual para convertirse en una consigna
con fuerte raigambre popular.
Pero hay, también, una cuestión que es esencial:
Cristina es más que Perón. Y lo es, justamente, porque existió Perón. Cristina
es hoy depositaria de una tradición política que arranca con Perón y Evita en
el ’55, que se continúa a lo largo de más de medio siglo y acumula una rica
experiencia de luchas y militancia cuyo mejor fruto es, sin duda alguna, Cristina Fernández de Kirchner.Solamente nuestro siempre latente machismo nos
lleva a comparar a Perón con Néstor y no con Cristina.
Pero ha llegado la hora
de las mujeres. Y tal como cantaban los muchachos y las chicas en los 70, “Mujeres son las nuestras/ las otras están de
muestra” y Cristina es de las nuestras. La mejor.