Entre el olor a bosta bobina y otras especies agrarias,
y la humana bosta pueblerina y campestre que se hallaba en las gradas y en al palco, se
resumió el olor a bosta ideológica expresada
por Biolcati al hacer retroceder la historia a la prehistoria: “Los gobiernos
pasan pero la tierra permanece.” Exclamó el heredero de Martinez de Hoz,
beneficiario de la Campaña
del Desierto y actual líder opositor más consolidado y visible, como riéndosele
en la cara a un ex presidente y varios que aspiran a serlo si él así lo
dispusiera. Es que cada cual se entrega a la pasión que más le sienta y sin
andarse con vueltas. El pasado domingo, en la Rural, el mentiroso campo desenmascaró su verdad
apropiadora y golpista. Allí no cundió el matrimonio igualitario, sino el
matrimonio entre el poder y los lameponchos; entre los dueños de la mesa y los
convidaditos. Los apóstoles de una variada gama de partidos y coaliciones, se
prestaron a lucir su impotencia disfuncional ante la matriz gaucha maleva, y ya
no hay Viagra ni soja que logre algún efecto eréctil que los consuele y
dignifique. Allí estaban, obviamente, De Narvaez y Macri. Y aunque no tan obviamente
tambien estaba ahora Dualde, quien a la vera de Biolcati parecía hincado. O
peor aún: lucía privado hasta de su tamaño petiso, empeñado en conseguir un no
tamaño. Qué necesidad había de esa autoenanización de un ex presidente
argentino, que aunque no fue elegido por nadie ni nadie lo recordará por bueno,
no deja de ser un ex presidente.
Lo obvio y previsible del mensaje del
continuador de Roca y Martinez de Hoz no amengua su influencia regresiva. Entre
los gases bovinos y otras etcéteras, que causan daño ambiental en la atmósfera,
y las emanaciones de un discurso gaseosamente ingrato, dañino, patronal y
cínico, la pobreza fue nuevamente ultrajada por los ricos. No deberían osar
mencionar su nombre quienes la generan y tratan de hacerla crecer por los
siglos de los siglos, si no fuera que cada tanto algun gobierno democrático les
sale al cruce.
Y la corrupción. También la
corrupción fue intensificada allí, precisamente por los más corruptos. Vociferan
la corrupción como penitentes falsamente despojados de ilimitada codicia y
angurrientas evasiones. ¿Habrá sido eso lo que inspiró a un periodista de alta
gama, a comparar a estos sátrapas telúricos con los jóvenes revolucionarios del
Mayo francés del 68?. Ya no hay más bailes de máscaras en la política argentina.
Porque a esta altura el que lleva máscara delata su afán de ocultamiento y aún
sin sacársela descubre su identidad. Y ya no hay periodistas neutrales, porque
cuanto más posen de neutrales más se transparentan oscuros. La cosa es frontal.
Y aunque el acto de los multimillonarios estancieros sucedió en democracia, fue
como si hubiera sucedido en dictadura. Como si el uniforme sin carne de Juan
Carlos Onganía se paseara en un carruaje monárquico, vivado por ese espíritu de
cuerpo que huele a pesebre pero no santo. Pobres Martín Fierro, el Sargento
Cruz, Atahualpa Yupanqui; pobres los campesinos sin silos bolsa ni Cardón, sin siquiera trabajo registrado;
pobre incluso el Himno Nacional y Aurora, que tienen que resistir escenarios
que los traicionan a cada rato
Aunque pensándolo, no sé si no
deberíamos darles las gracias, agradecerles tanto sinceramiento; tanta
obscenidad golpista en la punta de la lengua; tanta hipocresía moral solo
comparable a la Alta
Iglesia Argentina y a los grandes medios. Y agradecerles a
sus grandes periodistas por las crónicas alusivas a la épica sojera, indignas
de cualquier manual deontológico; y también a los grandes políticos opositores,
que han confirmado que el consenso que desean es con las corporaciones, porque
con la política a solas ni siquiera pueden practicar onanismo. Algunos, quizá
en un rapto de vergüenza, no se sentaron en el palco para no salir en la foto,
pero en La Rural
saben que igual cuentan con ellos. Otros que no fueron esta vez, cargan con la
culpa de haberse aliado a la derecha gaucha no positiva desde la izquierda que
si realmente lo fuera quizá podría resultar útil. Sí, pensándolo bien, hay que
ser agradecidos. Porque en La
Rural, y a la vista de todos, cada cual se mostró tal como es.
Los gobiernos pasan, la tierra queda,
dijo Biolcati. Y ellos creen que son la tierra. Ellos son los que han tenido el
poder durante casi toda nuestra historia. Los dueños de las tierras se
identifican con su propiedad privada, y es así en todo. Las luchas populares de estos doscientos años
se libraron contra los intereses que representan Biolcati y la Mesa de Enlace. ¿Qué luchas
libró la Sociedad Rural
Argentina? Todas. Todas y cada una de ellas. Todas para sí. Contra el pueblo. Por eso el discurso
de Biolcati lo consagra también para eso: es el que tiene la estancia más larga
y el que representa el sujeto histórico antipolítico por excelencia. Lo único
que florece a su alrededor es servilismo y entrega. Y soja, claro.
¿Cómo llegamos entonces a esta
escena, en la que prominentes políticos se arrastran a los pies de la corporación
agraria y sumisamente receptaron los más groseros insultos a la política? Qué
hacían ahí Eduardo Duhalde y su esposa, junto a otros dirigentes políticos del
arco opositor, escuchando decir que los pobres son la basura que generan los
políticos para rejuntar votos. ¿Es que,
impotentes y desesperados, han decidido aliarse, o cínicamente han estado
siempre aliados a quienes embrionaron a los financistas de la Campaña del Desierto?
Según parece, el país del que habla la Mesa de Enlace no tiene pasado: lo fundaron ellos, cuando Roca
les entregó las tierras ya liberadas de indios de los que ni hace falta
acordarse, puesto que tal como lo confirmó el otro día Biolcati, la simiente de
ese país fue un pacto entre militares y ricos con la anuente colaboración de un
par de viles intrigantes. Porque fue el
Roca militar el primer político que aceptaron. Y están acostumbrados a que los militares
les hagan esa clase de favores y que los políticos sean venales y jueguen para ellos en un territorio inmenso del
cual se sienten dueños.
Si la política tiene sentido para
millones de argentinos, es precisamente para que la Sociedad Rural y
sus amanuenses tengan menos poder. Ellos rechazan la política y descreen de la
democracia porque no quieren ser un sector de la sociedad que pugne con los
otros, como sucede en cualquier democracia. Quieren ser solo ellos los dueños
del poder con todo lo que eso significa. Lo que en definitiva ha sido casi
siempre, salvo durante los gobiernos populares que procuran tutelar lo mejor
para todos. No saben o no quieren ser una parte. Quieren ser todo. Y todo para
ellos, por supuesto. Como cuando vivaron
a Ongania y a Videla o cuando eran amigos de Menem. Y por eso es la bronca.
Porque mal que mal hoy tenemos un gobierno popular que si bien les quita muy
poco se niega a darles todo. Por eso aquello de que los gobiernos pasan y la
tierra queda. Y así, desde 2003, no quieren bajarse del caballo del dueño y
persisten en la gran pelea, una pelea que por ahora, y a falta de mayores
contundencias, es Biolcati el comandante porque tiene el carácter, la gula y el
impudor que suelen enamorar a la derecha golpista argentina.