MARIO

En Will L. Smith, repuestos para automotores, acaba deingresar un nuevo empleado. Es joven y dice que viene de Tacuarembó. Es apenasun pibe, no ha terminado el secundario, debió abandonar la escuela, el padreestá sin trabajo. Se llama Mario y es raro, cuando asoma un recreo, toma sulápiz y escribe en una libreta azul, no para de hacerlo. El jefe le ha llamadola atención: en horario de trabajo aquí se trabaja, nada de andar escribiendopavadas. ¿Me entendió Benedetti?...

Parece que el joven tiene talento. Entregó unos escritos yen el semanario Marcha se mostraron satisfechos. Acaba de escribir el poema deamor más dulce de Uruguay. La mujer que lo acompaña se llama Luz y se apellidaAlegre. El la ha elegido para iniciar el largo viaje que tiene pensando. Hausado su táctica y estrategia y ha acertado hasta en el nombre. Esa mujer va aser su cómplice y todo y sus manos serán el acorde cotidiano, aún en el exilio.

Vea general, estos muchachos son zurditos en serio, andanplanteando la distribución de la tierra, dicen que debe ser para el que trabajay proponen un gobierno socialista con amplio poder para el proletariado.¡¡Hayque darles un escarmiento!!¿Clausura definitiva le parece? ¡Coronel llame alSargento y ejecuten la orden! El presidente está de acuerdo. El semanario secierra y sus periodistas tienen cuarenta y ocho horas para irse del país.Benedetti mira el Río de la Plata, lleva una valija y en la playa, mientras espera,escribe en la arena”no te salves”.

Buenos Aires también es tierra hostil. En un café de lacalle Talcahuano acepta huir al Perú, allí lo ponen preso y consigue llegar aCuba, después vendrá España. El desamparo anida en un colchón de letras ypalabras, el exilio marca sus días y escribe furiosamente. Una década sin ver aLuz Alegre lo condena a la nostalgia tenebrosa. Pide La Tregua y recuerda lospoemas de la oficina. Dialoga con el olvido y sugiere: “hagamos un trato”.

¡Falta lugar manito!, afuera está lleno de jóvenes esperandoentrar. Ahorita hay que avisarle al rector, habilitemos las otras dos alas ypongamos pantallas. La Salamayor de la Universidadde México ha quedado chica. Se calcula que cerca de cinco mil jóvenes hanconcurrido a escucharlo. El silencio es conmovedor, hay un escritor leyendo suspoemas. Es un viejito con cara de bueno, entre otras cosas dice: el sur tambiénexiste…

Hay un adolescente indeciso. Antes de ayer le copiaba versosa Bécquer para decírselos a una niña que cursaba el tercero B del Nacional.Ahora siente que Benedetti es más directo. La niña lo ha tomado de la mano yrecorren juntos el pasaje Dalmasso, cuando

salen por calle Constitución, el adolescente es un hombreque está seguro: en la calle, codo a codo, somos muchos más que dos. Se dice,le dice, le digo…

Han pasado varios días, un millón de bellas palabras. Aquelmuchachito de Will L. Smith que vendía repuestos para automóviles ha decididomorir muchos años después. Durante ese tiempo hizo poesía y escribió tan simpley profundo como nadie. (No se admiten discusiones de quienes creen en unapoesía de iluminados, salvajemente hermética, difícil para la gente simple). EnEspaña, en Cuba, en Argentina, en Uruguay, en el mundo, los corazones sensiblesreleen sus libros, escuchan sus canciones y estudian sus ensayos con devotapasión.

¿Quién recuerda a los militares que quisieron callarlo? ¿Dóndeestán los que salvaron al Uruguay del pensamiento subversivo? ¿Quién se acuerdael apellido o el nombre de aquel general presidente?...

El hombrecito se fue a pesar de ellos. Va a reencontrase conLuz Alegre, su mujer de todos los días. Ella murió hace dos años. El la buscarápara decirle “Gracias por el Fuego” y para recordarle que aquí abajo, abajo,cerca de las raíces, es donde la memoria ningún recuerdo omite y que aunquevengan degollando, siempre la idea será la misma: defender la alegría…