
Según parece, el Gobierno y “el campo” están por reconciliarse. ¿Será así o es sólo un paréntesis para tomar resuello? No es fácil ponerse en la cabeza de las corporaciones del agro. ¿Pensarán que luego de resentir la economía y el consumo popular con cortes de ruta y conseguir con fórceps el rechazo a las retenciones móviles aquí no pasó nada? ¿Considerarán que el Gobierno debe correr a rendirles pleitesía en el picadero donde se vitorearon dictaduras y silbaron a funcionarios constitucionales?, ¿Creerán que pueden seguir doblando la apuesta presionando para conseguir ventajas no logradas? ¿Creerán realmente que el Secretario de Agricultura no forma parte del Gobierno? ¿Supondrán que el apriete con escraches a legisladores llegó para quedarse como metodología de acción directa? ¿Qué pensarán ahora los empresarios pymes del campo que se quedaron sin segmentación de las retenciones y en vez del 30% deberán pagar el 35 y sin subsidios al transporte? ¿Se acordarán que la administración de Néstor Kirchner le triplicó el presupuesto al INTA, y esto supone una transferencia sectorial de recursos que bien podría haber ido a Educación Pública, Salud o seguridad, por ejemplo? Vaya uno a saber cuáles serán ahora las existencias del sector agropecuario representado por la Mesa de Enlace.
De lo que uno puede estar seguro es que en la Casa de Gobierno ya hay, o habrá, un muy extenso petitorio de soluciones inmediatas al “calamitoso estado por el que atraviesa el sector del agro”. Y uno se pregunta qué pasaría si también enviaran petitorios los millones de ciudadanos necesitados. Montones de petitorios desbordarían de la Casa Rosada. Un alud de petitorios bloquearía el despacho de la Presidenta y los de sus ministros y secretarios. Ya desatada la furia petitoria estarían el de los carenciados del NOA, el de los del litoral y el de las villas de emergencia; el petitorio de los sin Tierra y de los sin nada, que ven crecer la soja desde un lugar cada vez más reducido del desierto. El de los que usan alpargatas desflecadas y el de los que usan botas de carpincho y el de los que usan sólo los pies descalzos. Y los petitorios de los cientos de gremios que exigen respuestas a sus demandas; los de los distintos municipios y gobernaciones; los de los changarines que tienen que usar carretillas destartaladas en vez de carritos eléctricos como los de Golf. Tendrían que elevar petitorios los sepultureros que todavía cavan a pala y tienen que acomodar los esqueletos sin guantes. Los limpiadores de letrinas de las escuelas y hospitales a los que no se les provee escafandras; y hasta habría petitorios de vedettes que les pagan menos por tener la boca grande o el culo chico…
Estallaría la moda del petitorio. Su lectura exigiría años. Y sucesivas presidencias. Se crearía una dirección de petitorios dirigida por algún ex peticionante que acabó próspero. Y entonces habría que estudiar entre todos cuál es el más necesitado y el más urgente; cuál es el que requiere la respuesta más rápida, y a cuál privilegiar porque el que lo envía está al borde de perder el último vínculo con la vida. Decidir quiénes son aquellos que ya no pueden esperar más porque están con el último mendrugo masticado en la boca y quienes tienen todavía reservas en el banco, en la alcancía, en los silos o enterrado en un tacho de helados o en una caja de zapatos arriba del ropero.El problema del petitorio es el destinatario: el Gobierno. Ya que hay remitentes que les resultan más confiables que otros. Por eso lo sensato es que antes de enviar su petitorio cada uno constatara si es el más perjudicado para merecer el primer auxilio. Y si en la tabla de carencias es el más vulnerable o aún tiene resto. O si antes hay otros más desesperados que ya ni siquiera tienen tinta para escribir la palabra socorro.