Miles de argentinos se están preguntando ¿a qué candidato voto?, cuando la pregunta que deberíamos hacernos es qué quiero para mí, para mis hijos, para mis compatriotas, para mi país.
La artillería marketinera cotidiana nos ofrece opciones de personajes que, en su gran mayoría, sólo tienen el discutido mérito de haber contratado una empresa publicitaria que se encargue de ocultar su pasado vergonzante y los muestre más o menos presentables, más o menos decentes, más o menos simpáticos y sobre todo muy, “muy preocupados por el futuro del país”.
Es que los procesos electorales en Argentina suelen ser los principales responsables de desviar los ejes políticos que necesariamente debe transitar la Nación. Nada de lo que hoy se discute transcurre por carriles que alimenten el pensamiento, abonen los proyectos en marcha u ofrezcan alternativas, por el contrario, la frivolización en algunos casos y la judicialización en otros tiñen el mapa electoral acompañados por la descalificación del adversario y la falta de respeto al prójimo.
Todo se niega, se tergiversa y debe ser destruido, para lo cual se construyen alianzas de signo anti con la promesa de un hipotético futuro venturoso en el que la crispación se convierta en armonía y la pobreza en abundancia, sin que nadie explique cómo lo hará, ni mucho menos dando razones del por qué no lo hizo cuando tuvo ocasión de hacerlo.
Por otro lado algunos, adheridos al mesianismo apocalíptico y suscritos a los debates tipo talk show televisivos, en los que sobresalen la picaresca criolla y la denostación del adversario pero no aparecen las propuestas superadoras ni el pensamiento crítico con sentido pedagógico, intentan convertirnos en televidentes pasivos en vez de electores activos, al pueblo en “gente” y a los ciudadanos en público consumidor.
En ese marco, donde la ideología y la política son banalizadas o lisa y llanamente soslayadas, los desafíos del país frente a una crisis internacional inédita no existen en campaña y la Patria, sumergida en estos avatares, pierde los ejes de gestión y posterga las políticas de Estado en tanto el ciudadano, si vota al oficialismo es porque no entiende nada o “está comprado” (y no porque él y su familia hoy están mejor que hace cinco años) y si vota por la oposición lo hace sólo porque la presidenta es “soberbia” y usa carteras caras, o simplemente porque es un oligarca o “gorila”.
Las elecciones, como evento político, constituyen una batalla ideológica, aunque no lo acepten ni quieran entenderlo así quienes decretaron “el fin de la historia” en los 90. La ideología es el motor de la política, que deberá ser reivindicada como la única herramienta que los pueblos tienen para construir sociedades más justas, más libres, más soberanas. Por eso volver a la política es el gran desafío y no debería estar ausente en la campaña electoral.
El 28 de junio no deberíamos elegir candidatos sólo porque desde uno u otro lugar aparecen circunstancialmente más amigables o “políticamente correctos”. Quienes nos benefician o perjudican no son los candidatos individual y personalmente, sino las políticas que encarnan y propugnan. Es por eso que debemos preguntarnos cuál es el grado de compromiso que efectivamente tienen con el pueblo y con la democracia y si su historia personal corrobora la idea que nos formamos de ellos. Porque podrán o nó propiciar que Argentina abandone la UNASUR y con ello el Banco del Sur y el sistema de Defensa Continental; tal vez quieran, o nó, volver a las AFJP, derogar las leyes laborales y reimplantar la ley “Banelco”; acaso pretendan, o nó, disminuir o eliminar la participación activa del Estado en la economía, reprivatizar Aerolíneas Argentinas, el Correo Central y la Fabrica de Aviones de Córdoba; algunos estarán, o nó, de acuerdo con endeudarnos otra vez con FMI, y ante la crisis mundial crear un nuevo corralito y volver a los ajustes rebajando sueldos y jubilaciones; habrá quienes propongan la eliminación de las retenciones por ser injustas y otros que se nieguen a ello porque implicaría recortar el presupuesto de educación y salud pública; habrá muchos, pero no todos, que prefieran depender de EE.UU en lugar de unirse a Brasil, Venezuela, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Ecuador; muchos, también, seguro reclamarán transparencia en los actos de gobierno y predicarán en contra de la corrupción, aunque serán pocos, muy pocos, los que estén dispuestos a aceptar que se les investigue para determinar su patrimonio y con qué fondos financian la campaña…En fin, que están “los unos y los otros” y el 28 de junio, en el cuarto oscuro, podremos elegir, entre una multitud de candidatos, a los futuros legisladores que de una manera u otra apuntalarán o se opondrán al actual modelo de país. Porque de eso se trata, de elegir entre dos proyectos de Nación, y no de optar por este o aquel candidato sólo porque nos parezca más simpático, mejor orador, más o menos corrupto o, en todo caso, por cualquiera porque total son todos iguales.