
Helmunt va a conocer Polonia. La semana que viene llegará formando parte de la Wehrmacht. Ha recibido instrucción militar durante dos años y encabeza una de las formaciones que pondrán en practica la Blitzkrieg, la guerra relámpago. Estados Unidos observa el miedo que cruje en el resto de Europa.
Helmunt esta orgulloso, adora a Hitler, el hombre ha prometido que Alemania volverá a ser grande.
Toma su fusil y dispara el primer tiro en el amanecer polaco. Sin armas los polacos resisten lo que permite el pecho.
Estos parroquianos hace horas estaban en el puerto bebiendo cerveza después del trabajo. Helmunt los mira hasta derrotarlos. Hay temor ante la desmesurada fuerza alemana.
Un niño salta el tapial y corre entre el empedrado. Helmunt, el instinto, le dispara hasta destrozarle la espalda. Una bocanada de sangre riega las piedras.
Helmund grita, da ordenes y golpea sus borceguíes contra el tanque que lo acompaña.
Ha sonado el primer tiro de la guerra relámpago y ha dado en un niño.Se llamaba David y era judío.
Después vendrá Franz con las Luftwaffe y el cielo se poblará de bombas que no podrán eludir a los demás pibes.
Menachem va a conocer la Franja de Gaza. Esta semana llegará integrando la Tzahal, una avanzada del ejercito israelí que buscará desarticular el movimiento Hamas. Le han contado que son terroristas peligrosos y que cada tanto envían un misil que atraviesa la frontera. Menachem siente que después de tres años en el servicio militar obligatorio ha aprendido a manejar la metralla. Inspira temor.
Al amanecer se ha comunicado con Isaac, el piloto. Su amigo del alma, de la infancia que ahora vuela uno de los aviones de la Heyl Ha avir, la aviación israelí. No hubo euforia ni felicitaciones en el saludo. Ambos saben que las bombas, como desde siempre, no consiguen eludir a los chiquilines.Por ello se habló poco, casi nada y cada cual volvió a lo suyo.
Menachem penetrará territorio prohibido en pocas horas. Su metralla temible romperá pechos y cabezas de soldados enemigos y de parroquianos que hace pocas horas intercambiaban cosechas en el mercado.
Un niño va a saltar otra tapia y una metralla indiscriminada partirá el cuerpo en mil pedazos. Va a ocurrir. Menachem lo sabe, lo han convencido que ese niño puede ser un terrorista del demonio.
Barack Obama, el nuevo vocero de la policía del mundo, sigue en silencio. Estados Unidos lo está.
La guerra relámpago y el operativo Plomo Fundido se parecen, se confunden.
Alguien deberá conseguir que aquellos soldados alemanes que mataban judíos polacos cuenten del terror. Sobretodo que narren como corrían los abuelos de Menachem y de Isaac para esquivar el fuego caliente que llovía en las calles de Varsovia. Porque el terror era de ambos, del que tiraba y del que fugaba.
Alguien debería juntarlos.
Tal vez la historia lo haga y tal vez ya sea demasiado tarde.